domingo, 28 de abril de 2013

El narrador




















El narrador:
donairoso, dice las cosas con gracia,
artista del labio y de la boca.

El buen narrador:
de palabras gustosas, de palabras alegres,
flores tiene en sus labios.

En su discurso las consejas abundan,
de palabra correcta, brotan flores de su boca.
Su discurso: gustoso y alegre como las flores;
De él es el lenguaje noble y la expresión cuidadosa.

El mal narrador:
Lenguaje descompuesto,
Atropella las palabras;
Labio comido, mal hablado.
Narra cosas sin tino, las describe,
Dice palabras vanas, no tiene vergüenza.

Poema Náhuatl, en el Códice Matritense de la Real Academia, fol.122.
En: Miguel León Portilla (1978), Literatura del México Antiguo, Caracas, Biblioteca Ayacucho, Nº 28.




Tampoco se han marchado estas mujeres...







22 de abril de 1766
Madame de Stael-
Figura fundamental de la Revolución Francesa.




9 de abril de 1785
Musa de grandes artistas, como Goethe, Beethoven,...
Escritora.
Activista social.
Charlotte Bronte
21 de abril de 1816
¿Quién no recuerda la novela Jane Eyre?



¿Y puede ignorar alguien a CORÍN TELLADO?
25 de abril de 1927
Victoria Ocampo
7 de abril de 1890
Escritora y activista por los derechos femeninos.
Muy amiga de Borges.







"Pesa como una pluma y es tan frágil como un puñado de conchillas"- Truman Capote


“Este galardón debiera ser para Isak Dinesen. Me habría gustado cazar tigres con ella", dijo 
Ernest Hemingway, en el momento de recibir el Premio Nobel.

Isak Dinesen o Karen Blixen. Es la misma escritora cuya vida impactó hasta al mismísimo 
Sydney Pollack, director de Memorias de África. La talentosa Meryl Streep protagoniza a 
esta mujer capaz de plasmar en su realidad una frase de la que era devota: "Para ser feliz, hace falta coraje". Y lo tuvo, pues por amor abandonó su tierra -Dinamarca- y se fue a radicar a Kenia.
DE Arthurmag.com
Recién a los 50, empezó su carrera de escritora; antes, se había dedicado a preparar sus narraciones a través de esa experiencia riesgosa del cuento oral; dicen que era una excepcional contadora.

Varias fuentes recogen un comentario que efectuó en una entrevista al visitar Estados Unidos: un encuentro con un niño muy dolorido que iba rumbo al hospital para ser intervenido. El niño le pidió un caramelo para aliviarse del dolor, pero volvió a llorar a los pocos minutos. Entonces ella le frotó el pechito con una carta que efectivamente había recibido de parte del rey de Dinamarca, mientras le explicaba el motivo por el cual la había recibido. El efecto casi mágico que generó en el niño ese acto fue valorado ante el público por la entrevistada con esta reflexión:  
«Los que somos servidores de la palabra desearíamos que algo escrito por nuestras propias manos pudiera, en algún momento y en algún lugar, ser como la carta del rey para la gente afligida».


Con Marilyn Monroe y Carson Mc Cullers

En la web podrán encontrar pocas de sus obras, pero vale la pena seguir el implícito consejo de Vargas Llosa, quien decía: " Para ella, contar era encantar...", y salir en busca de sus libros. 

Nació el 17 de abril de 1885
pero su hechizo está latente.
¿Magia de su coraje?


sábado, 27 de abril de 2013

“La música empieza donde se acaba el lenguaje”.- E.T.A. Hoffmann


Y como el lenguaje siempre resulta insuficiente para plasmar los matices con los que el sentir puja en el pensamiento, nuestra "Cumparsita", nuestro Himno cultural y popular, históricamente abrazó varias Letras sin perder ni un gramo del misterio que su Música desgrana por el mundo.                    
De: www.laescueladelosdomingos.com 


Su creador: Gerardo Hernán Mattos Rodríguez "Becho",
autor también de una de las letras,
como 
de otras composiciones muy conocidas.
I
La cumparsa
de miserias sin fin desfila
en torno de aquel ser enfermo
que pronto ha de morir de pena,
por eso es que en su lecho
solloza acongojado
recordando el pasado
que lo hace padecer.

II
Abandonó a su viejita
que quedó desamparada
y loco de pasión, ciego de amor
corrió tras de su amada
que era linda, era hechicera
de lujuria era una flor
que burló su querer
hasta que se cansó
y por otro lo dejó.

I bis
Largo tiempo
después cayó al hogar materno
para poder curar su enfermo
y herido corazón y supo
que su viejita santa
la que él había dejado,
el invierno pasado
de frío se murió.

I (PARA FIN)
Entre sombras
se le oye respirar sufriente
al que antes de morir sonríe
porque una dulce paz le llega
sintió que desde el cielo
la madrecita buena
mitigando sus penas
sus culpas perdonó.




Fuentes: Todotango.com /  Club del Tango   /   










Esta semana se conmemora su estreno, producido en 1917, en el Bar La Giralda,
ubicado en 18 de Julio y Andes, donde actualmente se yergue aún altivo y legendario, el Palacio Salvo.
..."estás herido de bandoneón..."- de: Poeta al Sur
Letra de: Ignacio Suárez y Yamandú Palacios
cancioneros.com

A propósito, un precioso programa cultural nocturno:
Nacho de Noche, en CX30


miércoles, 24 de abril de 2013

Abril: ¿mes de la bestialidad?


¡Matanza, matanza, matanza,
en las ciudades patrias y fuera de ellas!
Y los bárbaros retornan con sangre y botín,
Por sobre los muertos y los moribundos;
Miríadas de cuervos en las alturas vuelan,
Con los picos tintos en sangre y carcajadas de borracho...
Un viento térreo asfixia furiosamente a los agonizantes;
Silenciosas y dolientes caravanas de ancianos
Huyen presurosas por los anchos caminos...
En la noche se eleva el olor de la sangre,
Dibuja fuentes entre los árboles,
Y por doquier, perseguidas, corren aterrorizadas
Las manadas entre los trigales en llamas...
Veo en las calles generaciones asesinadas
Y multitudes que regresan de inenarrables carnicerías.
Asciende un calor tropical
Desde las nobles ciudades entregadas al fuego...
Y bajo la nieve que cae con la pesadez del mármol,
La soledad de los muertos y de las ruinas tirita de frío...
¡Oh, escuchen el chirrido terrible de estos carros,
bajo el peso de los cadáveres sobre ellos apilados,
y las plegarias lacrimosas de los hombres dolientes,
que se extienden desde un sendero hasta las fosas comunes! ...
¡Escuchen las voces últimas de los moribundos.
Con los golpes del viento que derriba los árboles!
¡Oh, no se acerquen, no se acerquen!
No sea que se acerquen a los cementerios y al mar.
Sobre los purpúreas aguas diviso naves;
Veo columnas de muertos en ellas,
Y sobre las entrañas aguijoneadas por el dolor
Cráneos y muslos hay...
¡Escuchen, escuchen, escuchen
de clamor de la tempestad entre las olas marinas!
¡Matanza, matanza, matanza!...
¡Escuchen, escuchen, escuchen
el aullido fúnebre de los perros espantados,
que me llega desde los valles y desde las tumbas!
¡Oh, cierren las ventanas y los ojos!
¡Matanza, matanza, matanza!

Atom Yerjanian (1878-1915)
Material extraído de www.cuestionarmenia.com


                             
Poeta armenio, conocido popularmente por el nombre de Siamanto, fue uno de los tantos intelectuales masacrados por el poder turco.

El 24 de abril se conmemora otro aniversario de un genocidio que aún es cuestionado abominablemente, cuando no olvidado. 


En el 2011, abc.es publicaba: 

 “El Vaticano va a participar en la publicación de un libro de documentos y testimonios -muchos procedentes de sus propios archivos- en los que se pone de relieve la «enorme masacre» de armenios llevada a cabo en el imperio otomano entre 1915 y 1916. Hasta la fecha, las autoridades turcas se han negado siempre a reconocer el genocidio armenio, y se limitan a admitir «abusos no sistemáticos» por parte del ejército de la época.
Monseñor Sergio Pagano, prefecto de los archivos vaticanos, anunció en una rueda de prensa la próxima aparición de ese libro, en el que aparecen «los procedimientos de tortura de los turcos hacia los armenios, lo que puede denominarse como una enorme masacre». Entre los documentos vaticanos, algunos, dijo monseñor Pagano, relatan los actos de barbarie de los soldados turcos con las mujeres armenias embarazadas, un capítulo «que me ha hecho sentir vergüenza de ser hombre». «Sin la fe -dijo Pagano- no vería en esos episodios más que oscuridad».
El responsable de los archivos indicó que algunos documentos describen cómo los soldados turcos «parecían jugar a los dados para adivinar el sexo del niño antes de matar al feto con la bayoneta, una vez extraído del vientre de la madre».
Desde hace años, el Vaticano ha recordado en varias ocasiones el drama vivido por los cristianos armenios. Se calcula que un millón y medio de armenios fueron asesinados por decisión de las autoridades otomanas durante la Primera Guerra Mundial”.

¿Habrá sido también olvidado el libro?
De semejante olvido, quizá sea responsable el humo, ese humo que nuestro Eduardo Galeano  aún percibe, en su obra "Espejos"con la nitidez de su conciencia siempre atenta :


La impunidad es hija del olvido

El imperio otomano se caía a pedazos y los armenios pagaron el pato. Mientras ocurría la primera guerra mundial, una carnicería programada por el gobierno acabó con la mitad de los armenios de Turquía:

casas saqueadas y quemadas,
caravanas de desnudos arrojadas al camino sin agua ni nada,
mujeres violadas a la luz del día en la plaza del pueblo,
cuerpos mutilados flotando en los ríos.

Quien no murió de sed o hambre o frío, murió de cuchillo o bala. O de horca. O de humo: en el desierto de Siria, los armenios expulsados de Turquía fueron encerrados en cuevas y asfixiados con humo, en lo que fue algo así como una profecía de las cámaras de gas de la Alemania nazi.
Veinte años después, Hitler estaba programando, con sus asesores, la invasión de Polonia. Midiendo los pros y los contras de la operación, Hitler advirtió que abría protestas, algún escándalo internacional, algún griterío, pero asegruó que ese ruido no duraría mucho. Y preguntando comprobó:
- ¿Quién se acuerda de los armenios?



En esta Casa, no olvidamos. Aunque sus víctimas nos sean anónimas. Aunque no sepamos ya qué es de la historia de tantos/as compañeros/as armenios/as que estuvieron en nuestras vidas en los tiernos tiempos de la infancia, en los de los descubrimientos adolescentes, en los duros como los huesos huérfanos de piedad que todos los malditos abusos del hombre contra el hombre han esparcido bajo el sol de este universo.







lunes, 22 de abril de 2013

"Que el placer que juntos inventamos sea otro signo de la libertad"- Julio Cortázar




 



Por eso, 
desde 



elrevesdelapiel.blogspot.com



te invitamos a seguir inventando
 signos de libertad

 
en:


petalosenlasgrietas.blogspot.com

luciernagasiempre.blogspot.com



«Existe un trabajo aún más inexorable que el de ganarse el pan; es el trabajo para ganarse el ser a través de la vida, de la historia». - María Zambrano (22 de abril de 1904)


Y para ello vivió esta mujer ejemplar.

Filósofa; discípula de Ortega y Gasset; docente; activista política hasta el punto de haber tenido que exiliarse después de la Guerra Civil Española.

Amiga de insignes escritores (Miguel Hernández, entre ellos; Luis Cernuda, Jorge Guillén, José Lezama Lima; Albert Camus, René Char, Rosa Chacel, y tantos otros minuciosamente registrados por las innumerables fuentes de información que rinden tributo a su acción en la web).


Su pensamiento sigue siendo hoy de importancia capital para quienes estamos interesados en conocer o acuñar esas huellas sutiles de nuestro efímero trayecto vital -en definitiva, las del arte-.
En su primer ensayo, escrito a la edad de 29 años, “Por qué se escribe”, nos dice:


“Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un
aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que precisamente por la
lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas.
Pero es una soledad que necesita ser defendida, que es lo mismo que necesitar de una
justificación. El escritor defiende su soledad, mostrando lo que en ella y únicamente en ella se
encuentra.
Habiendo un hablar, ¿por qué el escribir? Pero lo inmediato, lo que brota de nuestra
espontaneidad, es algo de lo que íntegramente no nos hacemos responsables, porque no brota de la totalidad íntegra de nuestra persona; es una reacción siempre urgente, apremiante.
Hablamos porque algo nos apremia y el apremio llega de fuera, de una trampa en que las
circunstancias pretenden cazarnos, y la palabra nos libra de ella. Por la palabra nos hacemos
libres, libres del momento, de la circunstancia apremiante e instantánea. Pero la palabra no
nos recoge, ni por tanto, nos crea y, por el contrario, el mucho uso de ella produce siempre
una disgregación; vencemos por la palabra al momento y luego somos vencidos por él, por la
sucesión de ellos que van llevándose nuestro ataque sin dejarnos responder. Es una continua
victoria que al fin se transmuta en derrota.
Y de esta derrota, derrota íntima, humana, no de un hombre particular, sino del ser
humano, nace la exigencia del escribir. Se escribe para reconquistar la derrota sufrida siempre que hemos hablado largamente.
Y la victoria sólo puede darse allí donde ha sido sufrida la derrota, o sea, en las mismas
palabras. Estas mismas palabras tendrán ahora en el escribir distinta función; no estarán al
servicio del momento opresor, sino que, partiendo del centro de nuestro ser en recogimiento,
irán a defendernos ante la totalidad de los momentos, ante la totalidad de las circunstancias,
ante la vida íntegra.
Hay en el escribir siempre un retener las palabras, como en el hablar hay un soltarlas, un
desprenderse de ellas, que puede ser un ir desprendiéndose ellas de nosotros. Al escribir se
retienen las palabras, se hacen propias, sujetas a ritmo, selladas por el dominio humano de
quien así las maneja. Y esto, independientemente de que el escritor se preocupe de las
palabras y con plena conciencia las elija y coloque en un orden racional, esto es, sabido. Lejos
de ello, basta con ser escritor, con escribir por esta íntima necesidad de librarse de las
palabras, de vencer en su totalidad la derrota sufrida, para que esta retención de las palabras
se verifique. Esta voluntad de retención se encuentra ya al principio, en la raíz del acto mismo
de escribir y permanentemente le acompaña. Las palabras van así cayendo, precisas, en un
proceso de reconciliación del hombre que las suelta reteniéndolas, de quien las dice en
comedida generosidad.
Toda la victoria humana ha de ser reconciliación, reencuentro de una perdida amistad,
reafirmación después de un desastre en que el hombre ha sido la víctima; victoria en que no
podría existir humillación del contrario, porque ya no sería victoria, esto es, gloria para el
hombre.
Y así el escritor busca la gloria, la gloria de una reconciliación con las palabras, anteriores
tiranas de su potencia de comunicación. Victoria de un poder de comunicar. Porque no sólo
ejercita el escritor un derecho requerido por su atenazante necesidad, sino un poder, potencia
de comunicación, que acrecienta su humanidad, que lleva la humanidad del hombre a límites
recién descubiertos, a límites de la hombría, del ser hombre, que va ganando terreno al
mundo de lo inhumano, que sin cesar le presenta combate. A este combate del hombre con lo
inhumano, acude el escritor, venciendo en un glorioso encuentro de reconciliación con las
tantas veces traidoras palabras. Salvar a las palabras de su vanidad, de su vacuidad,
endureciéndolas, forjándolas perdurablemente, es tras de lo que corre, aun sin saberlo, quien
de veras escribe.
Por que si hay un escribir hablando, el que escribe “como si hablara”; y ya este “como si”
es para hacer desconfiar, pues la razón de ser algo ha de ser razón de ser esto y sólo esto. Y el hacer una cosa “como si” fuese otra, le resta y socava todo su sentido, y pone en entredicho
su necesidad.
Escribir viene a ser lo contrario de hablar; se habla por necesidad momentánea inmediata
y al hablar nos hacemos prisioneros de lo que hemos pronunciado, mientras que en el escribir
se halla liberación y perdurabilidad -sólo se encuentra liberación cuando arribamos a algo
permanente. Salvar a las palabras de su momentaneidad, de su ser transitorio, y conducirlas
en nuestra reconciliación hacia lo perdurable es el oficio del que escribe.
Mas las palabras dicen algo. ¿Qué es lo que quiere decir el escritor y para qué quiere
decirlo? ¿Para qué y para quién?...”







De su exilio en Francia, final de un largo itinerario por Nueva York, La Habana, Puerto Rico, Méjico, Roma, son los siguientes textos:



Claros del bosque

     No me respondes, hermana. He venido ahora a buscarte. Ahora, no tardarás ya mucho en salir de aquí. Porque aquí no puedes quedarte. Esto no es tu casa, es sólo la tumba donde te han arropado viva. Y viva no puedes seguir aquí; vendrás ya libre, mírame, mírame, a esta vida en la que yo estoy. Y ahora sí, en una tierra nunca vista por nadie, fundaremos la ciudad de los hermanos, la ciudad nueva, donde no habrá ni hijos ni padres. Y los hermanos vendrán a reunirse con nosotros. Nos olvidaremos allí de esta tierra donde siempre hay alguien que manda desde antes, sin saber. Allí acabaremos de nacer, nos dejarán nacer del todo. Yo siempre supe de esa tierra. No la soñé, estuve en ella, moraba en ella contigo, cuando se creía ése que yo estaba pensando.
     En ella no hay sacrificio, y el amor, hermano, no está cercado por la muerte.
     Allí el amor no hay que hacerlo, porque se vive en él. No hay más que amor.
     Nadie nace allí, es verdad, como aquí de este modo. Allí van los ya nacidos, los salvados del nacimiento y de la muerte. Y ni siquiera hay un Sol; la claridad es perenne. Y las plantas están despiertas, no en su sueño como están aquí; se siente lo que sienten. Y uno piensa, sin darse cuenta, sin ir de una cosa a otra, de un pensamiento a otro. Todo pasa dentro de un corazón sin tinieblas. Hay claridad porque ninguna luz deslumbra ni acuchilla, como aquí, como ahí fuera.

Zambrano, M.: "Los hermanos" en La tumba de Antígona, Madrid,
Ed. Mondadori, 1989, pp 79-80




La llama

     Asisitida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Y entonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma .Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él... Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.

Zambrano, M.: Diotima de Mantinea, en Hacia un saber sobre el alma, Madrid,
Ed. Alianza, 1989, p. 197


Actualmente, en España, muchos la llaman "la intelectual al servicio del pueblo", 
una certera síntesis para quien opinaba que: 
“Si se hubiera de definir la democracia podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona.”





















domingo, 21 de abril de 2013

Gaspar de la Noche


V.  El vendedor de tulipanes


El tulipán es entre las flores lo que el pavo real es entre los pájaros.
Aquél no tiene perfume, éste no tiene voz;
aquél se enorgullece de su vestido, éste de su cola.

     «El jardín de flores raras y curiosas».


Ningún ruido, a no ser el del roce de las hojas de vitela entre los dedos del doctor HuyIten, que no apartaba los ojos de su Biblia tapizada de góticas miniaturas sino para admirar el oro y la púrpura de dos peces cautivos entre las húmedas paredes de un bocal.

Los batientes de la puerta giraron: era un vendedor de flores que, con los brazos cargados de varias macetas de tulipanes, se excusó por interrumpir la lectura de tan sabio personaje. «¡Maestro le dijo, he aquí el tesoro de los tesoros, la maravilla de las maravillas, un bulbo como no florece más que uno al siglo en el serrallo del emperador de Constantinopla!»

«¡Un tulipán —exclamó el anciano enojado—, un tulipán, ese símbolo del orgullo y la lujuria que engendraron en la desdichada ciudad de Wittemberg la detestable herejía de Lutero y de Melanchton!.»

Maese HuyIten cerró el broche de su Biblia, colocó sus anteojos en el estuche y apartó la cortina de la ventana, dejando ver al sol una flor de pasión con su corona de espinas, su esponja, su látigo, sus clavos y las cinco llagas de Nuestro Señor.

El vendedor de tulipanes se inclinó respetuosamente y en silencio, desconcertado por una mirada inquisidora del duque de Alba, cuyo retrato, obra maestra de Holbein, colgaba de la pared.

De: Primer Libro: Escuela Flamenca
Fantasías de Gaspar de la Noche
Aloysius Bertrand

Aloysius Bertrand
20 de noviembre de 1807- 1841

Padre del Poema en Prosa, 
una forma del género lírico
aún no definida enteramente
por los teóricos.
Inspirador de los Pequeños Poemas en Prosa
de Charles Baudelaire.
osiazul.weebly.com/aloysius-bertrand




EL SPLEEN DE PARÍS o Pequeños Poemas en Prosa
Charles Baudelaire
Prólogo

A Arsène Houssaye

Mi querido amigo, le envío una obrita que no tiene ni pies ni cabeza porque aquí todo 
es pies y cabeza a la vez, alternativa y recíprocamente. Considere las admirables comodidades que ofrece a todos esta combinación, a usted, a mí y al lector.
Podemos cortar donde queremos, yo mi ensueño, usted el manuscrito y el lector 
su lectura, porque no supedito su esquiva voluntad al hilo interminable de una intriga 
superflua.
Sustraiga una vértebra y los dos trozos de esta tortuosa fantasía se unirán sin esfuerzo. Córtelo en muchos fragmentos y verá que cada cual puede existir separado. Con la esperanza de que algunos de estos pedazos sean lo bastante vívidos para gustarle y divertirlo, me atrevo a dedicarle la serpiente entera.

Tengo una pequeña confesión que hacerle. Hojeando por lo menos una vigésima 
vez el famoso Gaspard de la Nuit de Aloysius Bretrand (¿acaso un libro que conocemos usted yo y algunos amigos no tiene todo el derecho a ser llamado
famoso?) se me ocurrió intentar algo parecido y aplicar a la descripción de la vida moderna -mejor dicho, una vida moderna y más abstracta- el procedimiento que él aplicó a la pintura de la vida antigua, tan extrañamente pintoresca.

¿Quién no ha soñado el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo y sin 
rima, tan flexible y contrastada que pudiera adaptarse a los movimientos líricos 
del alma, a las ondulaciones de la ensoñación y a los sobresaltos de la conciencia? 
Esta obsesión nace de frecuentar las grandes ciudades, del entrecruzamiento de 
sus incontables relaciones. 
También usted, mi querido amigo, trató de traducir en canción el grito estridente 
del  vidriero y de expresar en prosa lírica sus desoladoras resonancias cuando atraviesan las altas brumas de la calle y llegan a las buhardillas. 
A decir verdad, temo que mi celo no me haya traído felicidad. 
Apenas iniciado el trabajo me di cuenta de que estaba muy lejos de mi misterioso 
y brillante modelo y que además hacía algo -si puede llamarse algo  a esto- singularmente diferente. Este accidente enorgullecería a cualquier otro, pero 
humilla profundamente a un espíritu para quien el más grande honor del poeta es cumplir exactamente con lo que había proyectado hacer.

 Su muy afectuoso C. B


www.musicroom.com




"...Hacia el frente, veíase la tapera hecha terrones..." - Eduardo Acevedo Díaz


V

Asomaba una aurora gris-cenicienta, pues el sol era impotente para romper la densa valla de nubes tormentosas, cuando una mujer salía arrastrándose sobre manos y rodillas del matorral vecino; y ya en su borde, que trepó con esfuerzo, se detenía sin duda a cobrar alientos, arrojando una mirada escudriñadora por aquellos sitios desolados.
Jinetes y cabalgaduras entre charcos de sangre, tercerolas, sables y morriones caídos acá y acullá, tacos todavía humeantes, lanzones mal encajados en el suelo blando de la hondonada con sus banderolas hechas flecos, algunos heridos revolviéndose en las hierbas, lívidos, exangües, sin alientos para alzar la voz; tal era el cuadro en el campo que ocupó el enemigo.
El capitán Heitor, yacía boca abajo junto a un abrojal ramoso.
Una bala certera disparada por Cata lo había derribado de los lomos en mitad del asalto, produciendo el tiro y la caída, la confusión y la derrota de sus tropas, que en la oscuridad se creyeron acometidas por la espalda.
Al huir aturdidos, presos de un terror súbito, descargaron los que pudieron sus grandes pistolas sobre las breñas, alcanzando a Cata un proyectil en medio del pecho.
De ahí le manaba un grueso hilo de sangre negra.
El capitán aún se movía. Por instantes se crispaba violento, alzándose sobre los codos, para volver a quedarse rígido. La bala le había atravesado el cuello, que tenía todo enrojecido y cubierto de cuajarones.
Revolcado con las ropas en desorden y las espuelas enredadas en la maleza, era el blanco del ojo bravío y siniestro de Cata, que a él se aproximaba en felino arrastre con un cuchillo de mango de asta en la diestra.
Hacia el frente, veíase la tapera hecha terrones; la zanja con el cicutal aplastado por el peso de los cuerpos muertos; y allá en el fondo, donde se marearon los caballos, un montón deforme en que sólo se descubrían cabezas, brazos y piernas de hombres y matalotes en lúgubre entrevero.
El llano estaba solitario. Dos o tres de los caballos que habían escapado a la matanza, mustios, con los ijares hundidos y los aperos revueltos, pugnaban por triscar los pastos a pesar del freno. Saliales junto a las coscojas un borbollón de espuma sanguinolenta.
Al otro flanco, se alzaba un monte de talas cubierto en su base de arbustos espinosos.
En su orilla, como atisbando la presa, con los hocicos al viento y las narices muy abiertas, ávidas de olfateo, medía docena de perros cimarrones iban y venían inquietos lanzando de vez en cuando sordos gruñidos.
Catalina, que había apurado su avance, llegó junto a Heitor, callada, jadeante, con la melena suelta como un marco sombrío a su faz bronceada: reincorporose sobre sus rodillas, dando un ronco resuello, y buscó con los dedos de su izquierda el cuello del oficial portugués, apartando e1 liquido coagulado de los labios de la herida.
Si hubiese visto aquellos ojos negros y fijos; aquella cabeza crinuda inclinada hacia él, aquella mano armada de cuchillo, y sentido aquella respiración entrecortada en cuyos hálitos silbaba el instinto como un reptil quemado a hierro, el brioso soldado hubiérase estremecido de pavura.
Al sentir la presión de aquellos dedos duros como garras, el capitán se sacudió, arrojando una especie de bramido que hubo de ser grito de cólera; pero ella, muda e implacable, introdujo allí el cuchillo, lo revolvió- con un gesto de espantosa saña, y luego cortó con todas sus fuerzas, sujetando bajo sus rodillas la mano de la víctima, que tentó alzarse convulsa.
-Al ñudo ha de ser! -rugió el dragón-hembra con ira reconcentrada.
Tejidos y venas abriéronse bajo el acerado filo hasta la tráquea, la cabeza se alzó besando dos veces el suelo, y de la ancha desgarradura saltó- en espeso chorro toda la sangre entre ronquidos.
Esa lluvia caliente y humeante batió el seno de Cata, corriendo hasta el suelo.
Soportola inmóvil, resollante, hoscosa, fiera; y al fin, cuando el fornido cuerpo del capitán cesó de sacudirse quedándose encogido, crispado, con las uñas clavadas en tierra, en tanto el rostro vuelto hacia arriba enseñaba con la boca abierta y los ojos saltados de las órbitas, el ceño iracundo de la última hora, ella se pasó el puño cerrado por el seno de arriba abajo con expresión de asco, hasta hacer salpicar los coágulos lejos, y exclamó con indecible rabia:
-¡Que la lamban los perros!
Luego se echó de bruces, y siguió arrastrándose hasta la tapera.
Entonces, los cimarrones coronaron la loma, dispersos, a paso de fiera, alargando cuanto podían sus pescuezos de erizados pelos como para aspirar mejor el fuerte vaho de los declives.

Fragmento de El Combate de la Tapera

Eduardo Acevedo Díaz
Antología del cuento uruguayo
Arturo S. Visca
Ediciones de la Banda Oriental
Montevideo - 1968
De: EspacioLatino.com
Extraída de: www.flickr.com 


















Eduardo Acevedo Díaz
20 de noviembre de 1851
Iniciador de la novela histórica en Uruguay
Museo Virtual de Fotografía de San José

Caricatura del doctor Eduardo Acevedo Díaz, 
en Caras y Caretas,
www.flickr.com 

Basquadé, basquadé, inchalá - Levántate, levántate, hermano (3)


Civilización y Barbarie o a la memoria de un militar

¿Quién podría creer que año a año se iba a revivir una circunstancia tan antigua como necesaria en su momento?
¿Quién podría imaginar que después de sufrir la tortura, hasta la muerte, sería arrastrado desde la tumba, año a año, para ser testigo de una infamia, para ser maltratado, torturado en nombre y alma, hasta la vergüenza, por cumplir con el deber cívico, que como militar le corresponde a todo soldado?
¿Qué pecado puede haber cometido un hombre para cargar con toda la responsabilidad, por llevar a cabo una orden del gobierno, por cumplir con un pedido, sino exigencia, de una nación recién nacida que pretendía ser tal?
Porque Bernabé es símbolo de masacre, de exterminio, Bernabé es símbolo de barbarie. Y Bernabé debería ser símbolo de civilización, de cumplimiento del deber.
Una maldición recae sobre mi memoria, una maldición que duele una y otra vez en la carne, en las entrañas, pero más duele en la memoria.
Una maldición que me despierta cada 11 de abril, y se hace presente, cuando vuelve a vibrar el suelo ante el galope de los caballos, cuando se ensombrecen los campos, y el espacio se carga con los gritos de unos y otros, en la sangre derramada, en el llanto de las mujeres, en el terror de los niños.
Sí, y vuelve a desgarrar la única y verdadera carga, la traición.
La sociedad se llamó a silencio, se había cumplido con lo exigido. Nadie habló de la forma, y ahí está todo el dolor.
Una maldición que lleva dos nombres, Civilización y Barbarie, pero se reconoce solamente con uno: Bernabé.


Mauro Vaghi

Bernabé Rivera
www.uruguayeduca.edu.uy