![]() |
Dorothy Parker 22 de agosto de 1893 - New Jersey Escritora, periodista (la única mujer crítica teatral en su época) activista social. |
![]() |
Tempranas asperezas que ni el dinero ni la fama posteriores lograron mitigar. Una biografía que empuja a reflexionar. |
The Algonquin Round Table, also called THE ROUND TABLE, informal group
of American literary men and women who met daily for lunch on weekdays at a
large round table in the Algonquin Hotel in New York City during the 1920s
and '30s. Many of the best-known writers, journalists, and artists in New York City were in this
group. Among them were Dorothy Parker,
Alexander Woollcott (author of the quote "All the things I really like are
immoral, illegal, or fattening", Heywood Broun, Robert Benchley,Robert
Sherwood, George S. Kaufman, Franklin P. Adams, Marc Connelly, Harold Ross,
Harpo Marx, and Russell Crouse.
De: kclibrary.lonestar.edu
Es cierto que el alcohol le gustaba mucho, pero también es cierto que no la inhibía para juzgar las hipocresías sociales y políticas en las que estaba inmersa. Así, poco a poco fue transgrediendo los límites reservados al periodismo y se involucró en las causas de los perseguidos y oprimidos.
El juicio a Sacco y Vanzetti fue un detonante clave.
A partir de entonces se convirtió en una luchadora implacable:fue una de las fundadoras del Sindicato de Guionistas y de la Liga Antinazi de Hollywood. Colaboró en campañas contra la discriminación racial en el sur de los Estados Unidos, y formó parte del Comité de Defensa de los Scottsboro, nueve jóvenes negros injustamente acusados de violar a dos blancas, cuya ejecución finalmente se impidió. Organizó cenas en su casa de Beverly Hills para reunir fondos para los refugiados españoles; y fue, también, una de las primeras intelectuales americanas en denunciar la persecución nazi de los judíos. Sin duda, motivos harto suficientes para que el F.B.I. le abriera un expediente y controlara minuciosamente sus movimientos; Fue puesta en la Lista Negra de Hollywood y, en 1951, llamada a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, donde invocó sus derechos constitucionales y se negó a incriminarse y a dar nombres de supuestos camaradas.

UNA LLAMADA TELEFÓNICA
“Por favor, Dios
mío, haz que me telefonee ahora. Oh, Dios, que me llame. No te pediré nada más,
te lo prometo. Me parece que no es pedir demasiado. Te costaría tan poco, Dios
mío, concederme esa pequeñez [...] Que me telefonee ahora mismo, nada más. Por
favor, Dios mío, por favor te lo ruego.
Si no pensara en
ello, tal vez sonaría el teléfono, como sucede a veces. Si pudiera pensar en
otra cosa, lo que fuera.
Quizá si contara
hasta quinientos de cinco en cinco, el timbre sonaría cuando terminara. Contaré
lentamente, no quiero hacer trampa, y si suena cuando llegue a trescientos no
pararé; no responderé hasta llegar a quinientos. Cinco, diez, quince, veinte,
veinticinco, treinta, cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta... Por favor, que
suene, por favor [...] añadió que me telefonearía. No tenía, necesidad de decir
eso. No se lo pedí, de veras. Estoy segura de que no se lo pedí. No creo que
dijera que me llamaría sin intención de hacerlo. Por favor, Dios mío, no le
dejes hacer eso. No, por favor [...] Por favor, Dios mío, permite que vuelva a
verle, te lo ruego. Le quiero tanto, tanto... Sé bueno, Dios mío, procuraré ser
mejor, lo seré, si me permites verle de nuevo, si haces que me telefonee. Oh,
señor, haz que me llame ahora [...] haz que ese hombre me telefonee ahora!
Esto debe terminar,
no debo comportarme así. Un hombre joven le dice a una chica que la llamará,
pero luego sucede algo que se lo impide. No es tan terrible, ¿verdad? Es algo
que ocurre en todo el mundo, en este mismo instante. Pero, ¿qué me importa a mí
lo que suceda en todo el mundo? ¿Por qué no ha de sonar ese teléfono? ¿Por qué
no, a ver, por qué no puedes sonar? Por favor, hazlo de una vez, feo,
reluciente y condenado trasto. Unos timbrazos no van a hacerte daño, ¿o sí?
Maldito seas, arrancaré tus asquerosas raíces de la pared, romperé tu presumida
y negra cara en mil pedazos. Vete al infierno.
No, no, no. Ya está
bien.
He de pensar en
otra cosa. Eso es lo que haré. Llevaré el reloj a la otra habitación y así no
podré mirarlo.
Si es inevitable
que lo consulte, entonces tendré que levantarme e ir al dormitorio, y así
tendré algo que hacer. Es posible que él me llame antes de que vuelva a mirar
la hora. Si me llama, seré muy dulce con él. Si dice que esta noche no podemos
vernos, le diré: «No te preocupes, querido. De veras, puedes estar tranquilo,
lo comprendo.» [...] Contaré hasta quinientos de cinco en cinco, y si cuando
termine no me ha llamado sabré que Dios no va a ayudarme, que no lo hará nunca
más. Ésa será la señal. Cinco, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta,
treinta y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta, cincuenta y cinco...
[...] No debo. No debo hacer esto. A lo mejor retrasa un poco su llamada... Eso
no es motivo para que me ponga histérica. Quizá no llame [...] puede que venga
aquí directamente sin telefonear.
Se enojará si ve
que he estado llorando. No les gusta que llores. Él no llora nunca. Ojalá
pudiera hacerle llorar. Ojalá pudiera hacerle llorar y pasear de un lado a otro
de la sala y sentir una opresión en el pecho, una herida enconada en el
corazón. Ojalá pudiera causarle una herida así.
Él no me desea eso.
Me temo que ni siquiera sabe lo que siento. Ojalá pudiera saberlo sin que yo se
lo dijera. No les gusta que les digas que te han hecho llorar, que eres
desgraciada por su culpa. Si les dices eso, piensan que eres posesiva y
cargante. Y entonces te aborrecen. Te detestan cuando les dices lo que
realmente piensas. Siempre tienes que hacer un poco de comedia. Creí que en
nuestro caso no era necesario, pensé que lo nuestro era muy serio y podía
expresar abiertamente lo que quisiera. Supongo que eso nunca es posible, que la
relación nunca es tan seria como para admitir una sinceridad absoluta [...]
Esto es una estupidez. Es estúpido desear que alguien esté muerto sólo porque
no te ha llamado cuando dijo que lo haría [...] A lo mejor confía en que sea yo
quien llame. Podría hacerlo. Podría telefonearle. No debo hacerlo, no, no, no.
Dios mío, te lo suplico, no me dejes telefonearle. Evita que haga tal cosa. Sé,
Señor, lo sé tan bien como tú, que si estuviera preocupado por mí me llamaría
desde dondequiera que se encuentre y sin que le importara quién estuviera
presente [...] No permitas que siga alimentando esperanzas. No me dejes decirme
cosas consoladoras. No me dejes seguir esperando, Señor, te lo ruego.
No le telefonearé
[...] Sabe dónde estoy. Sabe que le estoy esperando aquí. Está tan seguro de
mí, tan seguro... Quisiera saber por qué te aborrecen en cuanto están seguros
de ti. Parece más lógico pensar que esa seguridad es muy agradable.
Sería muy fácil
telefonearle. Entonces lo sabría. Quizá no sería tan estúpido hacer eso [...]
Tal vez a él no le importaría. A lo mejor le gustaría. Es posible que haya
intentado ponerse en contacto conmigo. A veces alguien intenta comunicarse
contigo una y otra vez y luego te dice que no ha obtenido respuesta. No lo digo
sólo para tranquilizarme; son cosas que ocurren de veras. Sabes que eso ocurre
realmente, Señor. Oh, Señor, no permitas que me acerque a ese teléfono.
Manténme alejada. Déjame conservar un ápice de orgullo. Creo que voy a
necesitarlo, Dios mío. Creo que eso será todo lo que tendré.
Pero, ¿qué importa
el orgullo si no puedo soportar no hablar con él? Ese orgullo es algo tan necio
y mezquino... El orgullo auténtico, el gran orgullo, radica en carecer de
orgullo. No digo esto sólo porque quiera llamarle. De ninguna manera. Es
cierto, sé que lo es. Voy a ser grande, voy a estar más allá de los orgullos
mezquinos.
Por favor, Dios
mío, no me dejes telefonearle, te lo ruego.
No veo qué tiene
que ver el orgullo con esto. Es algo demasiado trivial para que haga intervenir
el orgullo, para que arme tanto alboroto. Es posible que no le haya entendido
bien. A lo mejor me dijo que le llamara a las cinco. «Llámame a las cinco,
cariño.» Es muy probable que haya dicho eso. Es posible que no le haya oído
bien. «Llámame a las cinco, cariño.» Estoy casi segura de que eso es lo que
dijo. Dios mío, no permitas que hable conmigo misma de esta manera. Házmelo
saber, por favor, sácame de dudas.
Pensaré en alguna
otra cosa. Me quedaré sentada, sin moverme. Si pudiera permanecer sentada e
inmóvil... Tal vez podría leer, pero todos los libros tratan de seres que se
aman, fiel y dulcemente. ¿Para qué querrán escribir sobre eso? ¿Es que no saben
que no es cierto? ¿No saben que es mentira, un condenado embuste? ¿Para qué
tienen que hablar de eso, cuando saben cómo duele? Malditos, malditos sean
[...] No lo haré. Me quedaré quieta. No hay motivo para que me excite. Mira:
supón que él fuese alguien a quien no conoces demasiado bien, supón que fuese
otra chica. ¿Qué harías entonces? Sencillamente, le telefonearías y
preguntarías: «Aún te estoy esperando. ¿Qué te ha ocurrido?». Eso es lo que
haría, sin pensarlo dos veces. ¿Por qué no puedo actuar con naturalidad, tan
sólo porque le quiero? Puedo ser natural. Sinceramente, puedo serlo. Le
llamaré, y seré natural y agradable. Verás como sí, Señor. Oh, no permitas que
le llame, no, no, no.
Vamos a ver, Señor,
¿de veras no vas a hacer que me llame? ¿Estás seguro, Dios mío? ¿No podrías
tener la amabilidad de ablandarte un poco? ¿No podrías? Ni siquiera te pido que
le hagas telefonearme ahora mismo. Haz que lo haga dentro de un rato, Señor.
Contaré hasta quinientos de cinco en cinco. Lo haré lentamente, sin trampas. Si
cuando termine no me ha telefoneado, le llamaré yo. Lo haré. Por favor, Dios
mío bendito, mi Padre celestial, haz que me llame antes de que termine. Te lo
ruego, Señor, por favor.
Cinco, diez,
quince, veinte, veinticinco, treinta, treinta y cinco...
EL VALS
-
Muchas gracias. Me encantaría.
No
quiero bailar. No quiero bailar con nadie. Y aunque quisiera, no sería ni mucho
menos con él. Estaría entre los últimos diez de la lista. He visto la manera en
que baila; parece lo que se hace la noche de San Walpurgis. Imagínate, no hace
ni un cuarto de hora que estaba aquí sentada y sentía mucha pena por la pobre
chica que bailaba con él. Y ahora seré yo, la pobre chica. Ay, ay, qué pequeño
es el mundo. Y
además es un mundo fantástico. Un auténtico paraíso. Lo que pasa es tan
fascinadoramente imprevisible… Yo estaba aquí, sin meterme donde no me pedían,
sin hacer daño a nadie. Y entonces él entra en mi vida, todo sonrisas y
urbanidad, para rogarme que le conceda una mazurca memorable. Caramba, si
difícilmente sabe como me llamo, y no hablemos de qué significa mi nombre.
Significa desespero, perplejidad, futilidad, degradación y asesinato
premeditado, pero él sabe muy pocas cosas. Yo tampoco se como se llama; no
tengo ni idea. Sospecho que Jukes, por su mirada. ¿Como está, Señor Jukes? ¿Cómo
está su hermano pequeño, el de las dos cabezas?
Ah,
¿Por qué tenía que venir a solicitarme cosas bajas? ¿Por qué no podía dejar que
hiciese mi vida? Pido tan poco… sólo que me dejaran sola en mi rincón silencioso
de la mesa, para poder pensar en mis penas como cada noche. Y ha tenido que
venir él, con sus reverencias, y sus me-concede-este. Y yo voy y le digo que me
encantaría bailar con él. No entiendo por qué no he caído muerta en el acto.
sé, caer muerta sería como ir de excursión al lado del esfuerzo de bailar con
este chico. Pero, ¿qué podía hacer? En la mesa todos se habían levantado para
bailar, excepto yo y él. Estaba atrapada. Atrapada como una trampa en una
trampa.
¿Qué
puedes decir cuando un hombre te pide para bailar? No bailaré de ningún modo
contigo, antes nos veremos en el infierno. Gracias, me gustaría muchísimo, pero
tengo las contracciones del parto. Oh, sí, bailemos, es tan agradable conocer
un hombre que no tiene miedo que le contagie el beri-beri. No, no podía hacer
nada, a parte de decir que me encantaría. Bien, vale más que empecemos. De
acuerdo, bala de cañón, corramos por el campo. Has ganado el sorteo, tú guías.
-
Pues me parece que en realidad es un vals, ¿no? Podríamos escuchar un segundo
la música, ¿eh? Oh, sí, es un vals. ¿Si me molesta? simplemente me entusiasma.
Me encantaría que bailásemos un vals.
Me
encantaría que bailásemos un vals. Me encantaría que bailásemos un vals. Me
encantaría que me quitaran las amígdalas, me gustaría encontrarme en un
incendio a media noche y en alta mar. Bien, ahora es demasiado tarde. Nos
ponemos en marcha. Oh. Oh, ostras, ostras, ostras, ostras. Oh, hasta es peor de
lo que me pensaba. Supongo que es la única ley que no falla nunca en esta vida:
todo es siempre peor de lo que te pensabas. Oh, si hubiera tenido una idea real
de como sería este baile habría insistido en no bailarlo.
Probablemente
al final será lo mismo. Si continúa así, de aquí a un momento estaremos
sentados en el suelo y tendremos que terminar.
Estoy
muy contenta de haberle hecho notar que esto que tocan es un vals. Quien sabe
qué habría pasado si se hubiese pensado que era una cosa rápida; nos habríamos
cargado las paredes del edificio. ¿Por qué siempre quiere estar donde no esté?
¿Por qué no nos podemos quedar en un sitio el tiempo suficiente para
aclimatarnos? Esta prisa, prisa, prisa constante, la maldición de la vida
americana. Es por esto que todos estamos… ¡Ay! por el amor de Dios, no me des
una patada, idiota; solamente estamos en el segundo down. Oh, la pierna. Mi
pobre, pobre pierna, que tengo desde que era pequeña.
-
Oh, no, no, no. Dios mío, no. No me hecho nada de daño. Y de todas maneras ha
sido por mi culpa. Y tanto que si. De verdad. Bien, eres muy amable, diciendo
eso. Realmente solo ha sido culpa mía.
No
sé qué es mejor que haga: matarlo ahora mismo, con mis propias manos, o esperar
y dejar que caiga reventado. Quizás es mejor no hacer una escena. Me parece que
intentaré pasar desapercibida y miraré como el ritmo le envía al otro barrio.
No puede seguir así indefinidamente, solamente es de carne y huesos. Pero debe
morir, y morirá, por lo que me ha hecho. No quiero ser muy susceptible, pero
que no me digan que la patada no estaba premeditada. Freud dijo que no había
accidentes. Yo no he vivido precisamente enclaustrada. He conocido parejas de
baile que me han destrozado las zapatillas y me han roto el vestido, pero
cuando se trata de dar patadas, soy Feminidad Ultrajada. Cuando me da una
patada en la pierna, sonríe.
Quizás
no lo ha hecho con malicia. Quizás es la manera que tiene de demostrarme su
entusiasmo. Supongo que debería estar contenta de que uno de los dos se lo pase
tan bien. Supongo que me debería considerar afortunada si me devuelve viva.
Quizás es ser muy exigente exigir que un hombre que es prácticamente un
desconocido te deje las piernas tal y como las ha encontrado. Después de todo,
pobre, lo hace tan bien como puede. Es probable que se criara en el campo, y
que nunca haya ido a la escuela. Seguro que tenían que sentarlo para atarle los
zapatos.
-
Sí, es fantástico ¿eh? Es simplemente fantástico. Es el vals mas fantástico,
¿no? Oh, yo también creo que es fantástico.
Caramba,
verdaderamente cada vez me siento más atraída por la triple amenaza. Es mi
héroe. Tiene un corazón de león, y la fuerza de un búfalo. Míralo: nunca piensa
en las consecuencias, nunca le asusta la cara que tiene, se lanza a cualquier
pelea, los ojos brillantes, las mejillas encendidas. ¿Y se puede decir que yo
me quedo atrás? No y mil veces no. ¿Y a mi qué si he de pasar los próximos dos
años enyesada? ¡Venga, forzudo, adelante! ¿Quien quiere vivir eternamente?
Oh,
ostras, ostras. Oh, no se ha hecho nada gracias a Dios. Por un momento he
pensado que lo habrían de retirar de la pista. Ah, no soportaría que le pasara
nada.
Lo
amo. Es la persona que más amo del mundo. Mira que espíritu que pone, en un
vals aburrido y vulgar; que amanerados que parecen el resto de bailadores a su
lado. Es la juventud, el vigor, el coraje, es la fuerza, la alegría, y… ¡Ay! No
me pises el pie, ¡idiota! ¿Que te crees que soy? ¿Una plancha? ¡Ay!
-
No, claro que no me has hecho daño. Nada de nada. De verdad. Y ha sido culpa
mía. Este pasito que haces… bien, es fantástico, pero al principio es un poco
complicado de seguir. Oh ¿lo has inventado tú? Si, ¿de verdad? ¡Eres admirable!
Me parece que ya lo he cogido. Me parece que es fantástico. Antes, cuando
bailaba, miraba como lo hacías. Es terriblemente eficaz cuando lo miras.
Es
terriblemente eficaz cuando lo miras. Seguro que soy terriblemente eficaz
cuando me miras. Tengo los cabellos que me cuelgan en las mejillas, se me ha
enredado la falda, siento el sudor frío en la frente. Debo parecer salida de
“La caida de la casa Usher”. Una mujer de mi edad destrozada, bailando así-.
Y
él mismo, con su astucia de degenerado, ha perfeccionado el pasito. Y al
principio era un poco complicado, pero ahora me parece que ya lo tengo. Dos
pasos, resbalar, y carrera de veinte yardas; si, ya lo tengo. También tengo
unas cuantas cosas más, incluyendo un hueso roto y el corazón amargo. Detesto
esta criatura a la cual estoy encadenada. Lo detesto desde el momento que he
visto su cara lasciva y bestial. Y he estado prisionera de su abrazo pernicioso
durante los treinta y cinco años que hace que dura este vals. ¿Es que esta
orquesta no parará nunca de tocar? ¿O es que esta parodia de baile indecente ha
de continuar hasta que el infierno se queme?
-
Oh, tocarán otro bis. ¡Que bien! Es fantástico.
¿Cansada?
Creo que no. Me gustaría seguir así por siempre. No
creo que esté cansada. Solamente estoy muerta.
Muerta,
¡y por qué causa! Y la música no se parará nunca, y seguiremos así, los dos,
Double time Charlie y yo, durante toda la eternidad. Supongo que después de los
primeros cien mil años ya no será igual. Supongo que entonces nada no
importará, ni el calor, ni el sufrimiento, ni la pena, ni una fatiga cruel y
dolorosa. Bien, por mí ya deberíamos estar.
No
sé por qué no le he dicho que estaba cansada. No sé por qué no le he sugerido que
volviéramos a la mesa. Habría podido decir escuchemos la música y ya está. Sí,
y sería la primera vez que la escucharía en toda la noche. George Jean Nathan
dijo que los ritmos fantásticos de los valses se deberían escuchar en calma y
sin acompañarlos de extraños movimientos giratorios del cuerpo humano. Creo que
fue esto lo que dijo. Creo que lo dijo George Jean Natha. En fin, dijera lo que
dijera, fuera lo que fuera, y haga lo que haga ahora, esta mejor que yo. Eso
seguro. Todo el mundo que no está bailando un vals con este campesino que tengo
aquí, se lo está pasando bien.
De
todas maneras, si hubiera vuelto a la mesa probablemente habría tenido que
hablarle. Míralo; ¿que se le podría decir a una cosa así? ¿Has ido al circo
este año? ¿Cuál es el helado que más te gusta? ¿Cómo se escribe la palabra
gato? Me parece que estoy bien aquí. Tan bien como si estuviera dentro de una
hormigonera en plena acción.
Ahora
ya he dejado de sentir. El único modo de adivinar cuándo me pisa es por el
ruido de huesos fracturados. Y ante mis ojos pasan todos los acontecimientos de
mi vida. Recuerdo aquella vez que estuve en huracán en las Antillas, y aquel
día en que me partí la cabeza cuando chocó el taxi, y aquella noche en que la
dama borracha le lanzó un cenicero de bronce a su amor verdadero y en vez de
darle a él me dio a mí, y aquel verano en que el barco zozobró. Ah, qué tiempos
tranquilos y sosegados los míos hasta que fui a toparme con don Veloz. No sabía
lo que eran los problemas hasta que me vi arrastrada a esta danse macabre. Creo
que empiezo a divagar. Casi tengo la impresión de que la orquesta va a dejar de
tocar. Imposible, claro; nunca, nunca sucederá. Sin embargo, en mis oídos hay
un silencio como el sonido de voces angelicales…
Oh,
han dejado de tocar, los muy perversos. Ya no tocarán más. ¡Qué rabia! Oh, ¿le
parece que lo harían? ¿De veras le parece que seguirán si les da veinte
dólares? Oh, sería maravilloso. Ah, y pídales que toquen la misma pieza.
Sencillamente me encantaría seguir bailando este vals.
BONUS TRACK
“Bueno, dijo el joven.
Bueno, dijo ella.
¡Bueno!, ya estamos, dijo él.
Ya estamos. Dijo ella, ¿verdad?
¡Claro, ya estamos!, dijo él.
Bueno, dijo ella.
Bueno, dijo él”.
La mujer desea
monogamia;
El hombre se deleita en novedad.
La luna y el sol son el amor de la mujer;
El hombre tiene otros modos de diversiones.
La mujer vive empero en su señor;
Cuenta hasta diez, y el hombre esta aburrido.
Con este resumen y suma de todo,
¿Qué bien mundanal sale de esto?
(Versión de Reo del
Cigarrillo)
De: EMMA GUNST
La rosa perfecta
Solo una rosa me envió desde que nos conocimos.
Supo elegir con mucha ternura el mensajero:
Corazón profundo, puro, con unas gotas de fragancia aún
húmedas—
La rosa perfecta.
Así conocí el lenguaje de esa florcita que me decía:
Mis pétalos frágiles atesoran un corazón.
Este amor supo así encontrar su amuleto en
La rosa perfecta.
Me pregunto por qué nadie nunca me envió en cambio
La limusina perfecta. ¿Podrían decírmelo?
Ya sé… está mi suerte echada, y siempre he de recibir solo
La rosa perfecta.
Diseño
Querido, dejame con mi solitaria almohada.
Andá querido, vos con tus tontas poses.
Aquel que haya jurado ser como un sauce llorón
No es otra cosa que un ridículo mormón.
Quién sos mi querido amigo, podrás consolarme no creo.
Mejor dejemos las palabras hermosas,
Los ecos tontinientes poco favorecen,
Ahora que mi corazón está roto.
Demasiado joven sos para consolarme,
Y tu sangre está dormida, lenta.
Si algo has de hacer, que sea sentarte a mi lado…
Y explicarme por qué he estado llorando
De:
LaLectoraProvisoria