Apagad las luces
En silencio. Que no se caiga el rocío
que tiembla en la punta misma de las pestañas;
sin hacer ruido. silenciosamente. sin patetismo,
a aquella noche le digo: no fuiste de las peores.
Con las alas de la guarda
de las tinieblas, no nos envolvió tu ángel,
que con nosotros estaba, oh noche seria
después de frívolas noches, con violencia.
Y el grito que por tu alfombra se extiende
cuando de horror las manos nos estrechamos,
ese espantoso grito que puede oír cualquiera todavía,
una llamada dulce es para mí.
¡Apagad las luces! que no se caiga el rocío
que tiembla en la punta misma de las pestañas;
sin hacer ruido, silenciosamente, sin patetismos,
digo: cuál, cuál era la claridad
de aquella noche en que todo oscureció,
en que todos como sombras
en su tronco se encogieron.
Sé bien, sé muy bien que entonces hubiera sido mejor
oír el estruendo.
Versión de Clara Janés
El tímido susurro de la boca besada...
El tímido susurro de la boca besada
que sonríe: Por un sí,
que hace tiempo no escucho.
Ni tampoco me toca.
Sin embargo quisiera encontrar aún palabras
que estén amasadas
de miga de pan,
o de olor de tilos.
Pero el pan se ha puesto mohoso
y el perfume amargo.
Y en torno a mí se arrastran palabras de puntillas
y me ahogan,
cuando quiero asirlas.
Matarlas no puedo,
y a mí me matan.
¡Y retumban las puertas a golpes de maldiciones!
Si pudiera obligarlas a bailar para mí
se quedarían mudas.
Y aún cojearían.
Sin embargo sé muy bien
que el poeta está obligado siempre a decir más
que lo que esconde el rumor de las palabras.
Yeso es la poesía.
De lo contrario con la palanca del verso no podría
hacer saltar el capullo de los melosos goznes
y obligar al escalofrío
a que nos recorra la espalda
mientras desnuda la verdad.
Versión de Clara Janés
De: amediavoz.com
SER POETA
La vida ya hace tiempo me enseñó
que la música y la poesía
son en este mundo lo más hermoso
que puede darnos,
excepto el amor.
En una antigua crestomatía,
publicada aún en tiempos del viejo Imperio austrohúngaro,
en el año en que murió Vrchlický
busqué el tratado que hablara
de poética y de los adornos poéticos.
Luego puse una rosa en un vasito,
encendí una vela
y empecé a escribir mis primeros poemas.
Inflámate, llama de las palabras, y arde,
aunque acaso me quemes los dedos.
Una metáfora sorprendente
es más que un anillo de oro en la mano.
Pero ni siquiera la metodología de Puchmajer
me sirvió de nada.
En vano recogía las ideas
y con fuerza cerré los ojos
para poder oír el misterioso primer verso.
En la oscuridad, lugar de las palabras,
entreví una sonrisa de mujer
y en el viento cabellos ondeantes.
Era mi propio destino
tras el que corrí, tropezando a veces,
sin respirar,
toda mi vida.
Traducción de Clara Janés.
De: http://www.depoesia.com
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23 de setiembre de 1901- Praga Poeta y periodista |
FRAGMENTOS DE UNA
ENTREVISTA
-¿Cuál fue el origen
del Seifert que hoy se conoce?
Seifert: Fue, más que
nada, mi encuentro con el poeta checo S. K. Neumann lo que influyó enormemente
en la evolución de mis poemas tempranos.
-¿Hay algunos otros
poetas, checos o no, que usted lea con predilección?
Seifert: Leyendo la
poesía checa es cuando más disfruto, sea Mácha, Vrchlicky, Holan, Nezval u
otros. ¿La poesía de fuera? Sí, he leído mucho, pero no la siento de la misma
forma que la nuestra. En una época me gustó mucho Apollinaire, y Verlaine,
claro.
- ¿En cuanto a la
prosa?
Seifert: Sí, leo de
cuando en cuando, pero menos que poesía. Lo que más me ha llamado la atención
últimamente es El Gato- pardo, de Tomaso de Lampedusa. íQué libro tan
prodigioso! Y la versión cinematográfica de Visconti también está muy bien
hecha, es uno de los pocos casos en que una película hecha a partir de una obra
literaria está al nivel del original.
- En sus poemas habla
con admiración de Bach, de Mozart… ¿Qué papel tiene la música en su vida?
Seifert: No puedo
imaginar mi vida sin música. En un concierto la escucho con pasión, totalmente
cautivado. Adoro a Mozart. Ya sé que esto no es muy original, pero es así. Y
claro, quiero muchísimo a nuestros músicos. A través de Smetana, y sobre todo
de su ópera La novia vendida, he aprendido a amar a mi país, a mi pueblo y a su
arte. Hubo una época en que iba a ver esta ópera en secreto, porque mis
compañeros no aceptaban otra música que la vanguardista y se hubieran enojado.
Desde pequeño me fascinan los oratorios de Dvorak, especialmente Santa Ludmila
y el Stabat Mater. Me conmueven las arias cantadas por Enrico Caruso. También
escucho a los modernos: Bartok, Honegger, Hindemith, Suk y Martinu. Pero a
quien adoro es a Mozart.
De: nexos.com