miércoles, 3 de julio de 2013

Amado Franz Kafka

3 de julio de 1883






















Consideraciones acerca del pecado


 1 

El camino verdadero pasa por una cuerda, que no está extendida en lo alto sino sobre el suelo. Parece preparada más para tropezar que para que siga su rumbo. 



2 

Todos los errores humanos son fruto de la impaciencia, interrupción prematura de un proceso ordenado, obstáculo artificial levantado al derredor de una realidad artificial. 



3 

Dos pecados capitales existen en el hombre, a partir de los cuales se engendran todos los demás: impaciencia e indolencia. Fue a causa de la impaciencia que lo han expulsado del paraíso, al que no puede volver por culpa de la indolencia. Aunque quizá no existe más que un solo pecado capital: la impaciencia. La impaciencia hizo que lo expulsaran, es con motivo de la impaciencia que no regresa. 



4 

Muchos espectros de cadáveres no hacen más que lamer las ondas del río de los muertos, porque llega de nuestro mundo y retiene el gusto salobre de nuestros mares. Entonces, el río, detenido por el asco, se pone a correr hacia atrás y empuja a los muertos de vuelta a la vida. Mas ellos están felices, entonan himnos de gratitud y acarician las aguas perturbadas. 



5 

A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar. 



6 

En transcurso se halla el instante decisivo de la evolución humana. Por eso no carecen de razón aquellos movimientos espirituales revoliucionarios que denuncian como poco significativo todo lo anterior, ya que, en efecto, aún no ha ocurrido nada. 



7 

La incitación a la lucha es uno de los medios de seducción más eficaces del mal. 



8 

Es como la disputa con las mujeres, que termina en la cama. 



9 

A. es harto presumido: se considera muy aventajado en el bien, porque, siendo ciertamente un sujeto seductor, se siente expuesto a tentaciones cada vez más numerosas, nacidas de orígenes hasta ahora desconocidos para él. 



10 

Pero la interpretación correcta es esta: se ha aposentado en él un demonio grande, y una infinidad de demonios pequeños son siervos de ese grande. 



11/12 

Diferencia de las opiniones que se pueden tener (por ejemplo) sobre una manzana. la del niño pequeño, que debe extender el cuello para apenas verla sobre la mesa, y la del dueño de casa, que coge la manzana y la ofrece libremente a los comensales. 



13 

El deseo de la muerte es uno de los primeros indicios que empezamos a descernir. Esta vida nos parece intolerable, la otra inaccesible. Ya no se siente vergüenza de querer morir; se implora desde la vieja celda que se odia, ser trasladado a otra nueva, que tendremos todavía que aprender a odiar. Se da en esto también un poquitillo de fe, en que durante el traslado, el Señor aparezca por el castillo, observe la cara del prisionero y diga: "A este no debeis encerrarle más. Que venga a mí." 



14 

Si tuvieses toda la buena voluntad de avanzar y, no obstante fueras hacia atrás, tu situación sería desesperada en caso de que caminaras por una llanura; pero dado que trepas por una pendiente tortuosa, tan áspera como te muestras tu mismo a quien te observa desde abajo, tus retrocesos se pueden atribuir a la conformación del suelo y por tanto no debes desesperar. 



15 

Como un camino en otoño: no se alcanza a barrerlo, que ya está de nuevo todo cubierto de hojas marchitas. 



16 

Una jaula fue en busca de un pájaro. 



17 

Nunca había estado en este lugar: se respira de otra manera, a su lado una estrella fulgura con más resplandor que el sol. 



18 

Si hubiera sido posible construir la Torre de Babel sin escalarla, le habría sido permitido. 



19 

No consentir que el mal te haga pretender que puedes guardar secretos ante él. 



20 

Los leopardos irrumpen en el templo y beben hasta la última gota de los cálices del sacrificio; esto acontece repetidamente; al cabo se prevé que acontecerá y se incorpora a la ceremonia del templo. 



21 

Con vigor, la mano sostiene la piedra. Pero la sostiene con tanto vigor sólo para poder arrojarla más lejos. Pero el camino conduce aún a esa lejanía 



22 

El deber escolar eres tú. No se ve un alumno por ninguna parte. 



23 

De tu verdadero adversario te llega un valor sin límites. 



24 

Entender que fortuna es para ti, que el espacio en el cual estás erguido no puede ser más amplio que el suelo abarcado por sus pies. 



25 

¿Cómo podemos regocijarnos del mundo salvo cuando nos refugiamos en él? 



26 

Los refugios son numerosos, la salvación es una sola, pero las probabilidades de salvación tornan a ser tantas como los refugios. 



27 

Realizar los preceptos negativos es aún una carga que se nos ha impuesto; acatar los positivos es ya una virtud. 



28 

Una vez escogido el mal, éste no pretende más que lograr que creamos en él. 



29 

Las intenciones con las que en ti adoptas, no son tuyas sino del mal. El animal arranca el látigo de manos del amo y se castiga a sí mismo para convertirse en amo de sí mismo y no comprende que no es más que una ilusión producida por un nuevo nudo en la correa del látigo del amo. 



30 

Desalentador es el bien, considerado de alguna forma.
 







1910
Sin fecha.

“Es totalmente cierto que escribo esto porque estoy desesperado a causa de mi cuerpo y del futuro con este cuerpo”.

15 de diciembre.

“Simplemente no puedo creer en mis deducciones sobre mi actual estado, que dura ya casi un año (...) La verdad es que soy como de piedra, soy como mi propio mausoleo; no queda ningún resquicio para la duda o para la fe, para el amor o para la repulsión, para el valor o para el miedo, en lo concreto  o en lo general; vive únicamente una vaga esperanza, pero no mejor que las inscripciones de los mausoleos...”


1911

28 de marzo.
        

 “Mi felicidad, mis aptitudes y cualquier posibilidad de ser útil en algún aspecto residen desde siempre en lo literario. Y es en este campo donde, por lo demás, he vivido situaciones (no muchas) que, en mi opinión, están muy cerca de los estados visionarios (...) A estos estados solo les faltaba, aunque  tampoco les faltaba del todo, esa serenidad del entusiasmo que probablemente es propia del vidente. De hecho deduzco que no he escrito lo mejor de mis obras en tales estados. – O sea que no puedo entregarme completamente a este  trabajo literario, como debería ser, y no puedo hacerlo así por razones diversas. Al margen  de mis relaciones familiares, yo no podría vivir de la literatura a  causa de la larga gestación de mis trabajos y de su carácter insólito; además, mi salud y mi carácter me impiden asimismo entregarme a una vida que, en el mejor de los casos, sería incierta. Por ello soy funcionario de un organismo de seguros sociales. Pero resulta que estas dos profesiones nunca pueden tolerarse entre sí ni dar lugar a una feliz convivencia. La mejor suerte en una de ellas viene a convertirse en una gran desgracia en la otra. Si una noche he escrito algo bueno, lo quemo al día siguiente en la oficina y no puedo acabar nada. Este ir y venir es cada vez más desagradable. En la oficina cumplo con mis obligaciones externas, pero no con mis obligaciones internas, y toda obligación interna  no cumplida se convierte en una desdicha que ya no se aparta de mí”.

17 de octubre.

“No termino nunca nada, porque no tengo tiempo y esto me oprime mucho. Si tuviese todo el día libre y esta inquietud matinal pudiese crecer en mí hasta mediodía y agotarse hasta la caída de la tarde, entonces podría dormir”.

1 de noviembre.

“Es indudable mi avidez por los libros. No tanto por poseerlos o leerlos como por verlos, por convencerme de su permanente existencia en los estantes de una librería. Si en alguna parte hay varios ejemplares del mismo libro, cada uno de ellos me alegra”.

13 de diciembre.

“Cuando me pongo a escribir después de cierto tiempo, atrapo  las palabras como si las sacase del aire vacío. Cuando consigo una, sólo la tengo a ella y todo el trabajo empieza de nuevo desde el principio”.

19 de diciembre.

“Hoy, durante el desayuno, hablaba casualmente con mi madre de niños y matrimonios, sólo unas palabras, pero por primera vez advertí con toda claridad hasta qué punto es errónea y pueril la idea que mi madre se hace de mí. Me cree un joven sano, que tiene un poco la ilusión de estar enfermo. Esta ilusión desaparecerá por si sola con el tiempo. Y sin duda un matrimonio y unos hijos que educar acabarían con ella del modo más radical. También entonces se reduciría el interés por la literatura a la proporción que conviene a una persona educada. El interés por mi trabajo o por la fábrica, o por lo que tenga entre manos en cada ocasión, se impondrá con una presencia natural e ininterrumpida. De ahí que, para una desesperación permanente respecto a mi futuro, no exista el menor motivo, nada que roce el menor presentimiento; hay un pretexto para una desesperación temporal, que tampoco va muy lejos, cuando creo tener nuevamente el estómago mal, o cuando no puedo escribir porque escribo demasiado. Posibilidades de solución las hay a millares. La más probable es que me enamore repentinamente de una muchacha y no quiera ya abandonarla ni renunciar a ella. Entonces veré que todo lo que ellos hacían era para bien y que no ponen impedimentos. En cambio, si me quedo soltero como el tío de Madrid, tampoco será una desgracia, porque con mi buen juicio yo sabré arreglármelas”.


1912

2 de enero.

“En consecuencia, también en mi actitud cedí al dominio de aquellos feos trajes; andaba con la espalda encorvada, los hombros torcidos, los brazos y las manos puestos de cualquier manera y en cualquier sitio: tenía miedo de verme en los espejos, porque éstos me reflejaban con una fealdad que en mi opinión era  inevitable, y que además no podía ser reflejada de un modo totalmente objetivo, ya que, si aquél hubiese sido realmente mi aspecto, habría tenido que llamar la atención aún más (...) Sobre todo, me faltaba en absoluto la capacidad de tomar la menor disposición de cara a un futuro real. Mis pensamientos se detenían en las cosas presentes y en sus situaciones presentes, no por escrupulosidad o por un interés excesivamente firme, sino más bien —cuando la causa no era la endeblez de mis ideas— por tristeza y por temor; por tristeza, ya que, siendo tan triste el presente, no me creía con derecho a abandonarlo antes de que se hubiese resuelto en felicidad; por temor, ya que, al tener miedo de dar el menor paso en el presente, me consideraba asimismo indigno, con mi lamentable aspecto infantil, de enjuiciar seriamente, con responsabilidad, el vasto porvenir viril, que además me parecía generalmente tan imposible, que el menor avance hacia él se me aparecía como una falsificación, y lo más inmediato como inalcanzable “.

3 de enero.

“En mí se puede reconocer perfectamente una concentración apta para escribir. Cuando se hizo evidente en mi organismo que la literatura era la manifestación más productiva de mi personalidad, todo tendió a ella y dejó vacías todas las facultades que se orientaban hacia los placeres del sexo, de la comida, de la bebida, de la meditación filosófica, y principalmente de la música. Me atrofiaba en todos los aspectos. Esto era necesario, porque mis energías, en su totalidad, eran tan escasas que únicamente reunidas podían ser medianamente utilizables para la finalidad de escribir. Naturalmente, no di con esta finalidad de un modo autónomo y consciente; fue ella la que se encontró a sí misma y ahora se ve obstaculizada únicamente, pero de un modo radical, por la oficina. En cualquier caso no debo lamentarme porque no pueda soportar una amante, porque entiendo casi tanto de amor como de música y tengo que contentarme con los efectos más superficiales y fugaces”

7 de enero.

“Así se me va el domingo tranquilo, lluvioso; estoy sentado en el dormitorio y tengo silencio, pero en lugar de decidirme a escribir, actividad en la que anteayer, por ejemplo, hubiese querido volcarme con todo lo que soy, me he quedado ahora largo rato mirando fijamente mis dedos”.

2 de marzo.

“Sólo causa de mi vocación literaria carezco de cualquier otro interés y, por consiguiente, soy insensible”.

9 de mayo.

“Cómo, contra todas las inquietudes, me aferro a mi novela, igual que la figura de un monumento que mira a lo lejos y se aferra al bloque de piedra”. ( Kafka trabajaba entonces en su novela El desaparecido. Cuyo título definitivo sería  América).

1913

21 de julio.

“Recopilación de todo lo que se puede decir a favor y en contra de mi matrimonio:
1. Incapacidad de soportar la vida solo, aunque no incapacidad de vivir, sino al contrario; quizás es improbable que sepa vivir con alguien; pero sí soy incapaz de soportar a solas el embate de mi propia vida, las exigencias de mi propia persona, la ofensiva del tiempo y de la edad, la vaga afluencia del gusto por escribir, el insomnio, la proximidad de la locura. Puede que, naturalmente, lo mezcle todo. La unión con F. daría a mi existencia mayor capacidad de resistir. (...)
3. Necesito estar solo por mucho tiempo. Lo que he realizado hasta ahora no es más que un triunfo de la soledad.
4. Odio todo lo que no tiene ninguna relación con la literatura, me aburre sostener conversaciones (aunque sea sobre literatura), me aburre ir de visita; las penas y las alegrías de mis parientes me llenan el alma de aburrimiento. Las conversaciones quitan la importancia, la seriedad, la verdad a todo lo que pienso.
5. El miedo a la unión, a dar el paso. Ya nunca más estaré solo. (...)
7. Solo, es posible que alguna vez pudiese dejar mi empleo. Casado, nunca será posible.”

13 de agosto.

“Puede que ahora todo haya terminado y que carta de ayer fuese la última. Sin duda sería lo correcto. Lo yo sufriré, lo que sufrirá ella... no es nada comparado con el sufrimiento común que vendría después. Yo me repondré poco a  poco, ella se casará: es la única salida posible entre los vivos podíamos abrir para los dos un camino en una roca, basta con que nos hayamos pasado un año llorando y atormentándonos. Se dará cuenta de ello por mis cartas. Si no es así, sin duda me casaré con ella, porque soy demasiado débil para oponerme a su opinión sobre nuestra felicidad común, y no estoy en condiciones de dejar de realizar, en lo que de mí depende, unas cosas que ella considera posibles”.

14 de agosto.

“El coito como castigo por la felicidad de estar juntos. Vivir lo más ascéticamente posible, más ascéticamente que un soltero; ésta es para mí la única posibilidad de soportar el matrimonio. Pero, ¿y ella?.”
(En estos dos fragmentos habla de Felice Bauer, su prometida de esa época)

21 de agosto (Borrador de carta al padre de Felice)

“Mi empleo me resulta insoportable, porque contradice mi único anhelo y mi única profesión, que es la literatura. Puesto que no soy otra cosa que literatura, y no puedo ni quiero ser otra cosa, mi empleo no podrá nunca atraerme, pudiendo en cambio destrozarme totalmente. No estoy muy lejos de esta situación. Alteraciones nerviosas de la peor especie me dominan sin interrupción, y este año de preocupaciones y torturas en torno a mi futuro y al de su hija ha puesto totalmente de manifiesto mi falta de resistencia. Podría usted preguntarme por qué no dejo mi puesto y no intento mantenerme —no tengo medios de fortuna— con mis trabajos literarios. A esto sólo puedo dar la lamentable respuesta de que no tengo fuerzas para ello y, en lo que alcanzo a ver de mi actual situación, sucumbiré más bien en este mismo empleo, aunque al menos sucumbiré en poco tiempo.

Y ahora, compáreme usted con su hija, con esa muchacha sana, alegre, natural, vigorosa. Aunque se lo he repetido muchas veces en unas quinientas cartas, y aunque ella me haya tranquilizado otras tantas con un “no” que no tiene unas motivaciones demasiado convincentes..., lo cierto es que conmigo debe ser desgraciada, por lo que a mí se me alcanza. No sólo por mis circunstancias externas, sino mucho más por mi propia manera de ser; soy una persona reservada, silenciosa, insociable, insatisfecha, sin que pueda definirlo para mí como una desgracia, puesto que sólo se trata del reflejo de mis objetivos. De la forma de vida que llevo en mi casa se pueden sacar al menos algunas conclusiones. Así, vivo en el seno de mi familia, en medio de las personas mejores y más amables, sintiéndome más extranjero que un extranjero. Con mi madre, en los últimos años, habré intercambiado por término medio unas veinte palabras diarias; con mi padre, nunca cambiamos apenas más que palabras de saludo. Con mis hermanas casadas y los cuñados no hablo en absoluto, sin que esté enfadado con ellos. El motivo es simplemente que no tengo ni una sola palabra que decirles. Todo lo que no sea literatura me aburre y lo odio, porque me demora o me estorba, aunque solo me lo figure así. Por otra parte, para la vida familiar carezco del menor sentido, como no sea el de observación, en el mejor de los casos.
No tengo ninguna sensación de parentesco; en las visitas veo una malignidad literalmente dirigida contra mí.
Un matrimonio no podría cambiarme, como tampoco puede cambiarme mi empleo”

3 de mayo.

“La terrible inseguridad de mi existencia interior”.

21 de Junio.

“El mundo tremendo que tengo en mi cabeza. Pero, cómo liberarme y liberarlo sin que se desgarre y me desgarre. Y mil veces preferible desgarrarse que retenerlo y enterrarlo dentro de mí. Para eso estoy aquí, esto me resulta perfectamente claro.”

12 de diciembre.

“Hace poco me he mirado detenidamente en el espejo, y —aunque lo he hecho sólo con luz artificial y con el foco luminoso colocado detrás de mí, de suerte que sólo quedaba realmente iluminado el vello de los bordes de las orejas— me ha dado la impresión de que, en mi fisonomía, aun después de un examen más detenido, soy mejor de lo que yo mismo creía saber. Un rostro claro, distintamente formado, de contornos casi bellos. El negro del cabello, las cejas y las órbitas de los ojos son como vida que sale de la masa restante, que está a la expectativa. La mirada no es desolada, no hay de ello el menor síntoma, pero tampoco es infantil, sino más bien de una energía increíble, aunque quizás era una mirada simplemente observadora, porque precisamente me estaba observando a mí mismo y quería infundirme miedo”

"La señorita F.B. El 13 de agosto (1912), cuando llegué a casa de Brod, estaba sentada a la mesa con ellos y sin embargo la tomé por una criada. Tampoco sentí curiosidad alguna por saber quién era, pero en seguida me sentí cómodo con ella. Rostro huesudo, vacío, que llevaba su vacío al descubierto. Cuello despejado. Blusa que le caía de cualquier manera. Parecía vestida muy de estar en casa, aunque, como después se demostró no era así (...) Nariz casi quebrada. Rubia, cabello algo tieso y sin encanto, barbilla robusta...”. (Diarios 20 de agosto de 1912)


1915

24 de enero.

“No renuncio en absoluto a mi exigencia de una vida de fantasía, pensada en función de mi trabajo; ella (Felice) es sorda a toda suplica muda y quiere la medianía la vivienda cómoda el interés por la fábrica, la comida abundante, el sueño desde las once de la noche, la habitación caldeada...”.
“F. dijo: ‘Qué bien estamos aquí juntos.’ Yo me callé, como si hubiese desconectado mi oído durante esta exclamación. Estuvimos solos dos horas enteras en la habitación. A mi alrededor, sólo aburrimiento y desconsuelo. Los dos juntos no hemos pasado ni un solo momento bueno, durante el cual yo hubiese respirado libremente. Fuera de las cartas, nunca he sentido con F. la dulzura de la relación con una  mujer amada (...)
Las dificultades que tengo para hablar con la gente —seguramente increíbles para otras personas— se deben a que mi pensamiento, o mejor dicho, el contenido de mi conciencia, es totalmente nebuloso; a que dentro de él, en lo que me afecta sólo a mí, descanso sin perturbaciones y a veces satisfecho de mí mismo; a que una conversación humana necesita una agudización, una cohesión y una tensión interna que no poseo. Nadie va a tumbarse conmigo entre nubes vaporosas, y aunque alguien quisiera hacerlo, no puedo expulsar de mi frente la niebla que debe disiparse entre dos personas, y no queda nada. F. (...) tiene que soportarme después de pasar una noche en vela, y encima escuchar una lectura, y todo ello sin sentido. ¿Será tan grande su sufrimiento como el mío? No, ciertamente, aun suponiéndole el mismo grado de sensibilidad. Es indudable que ella no tiene sensación de culpa”.

7 de febrero.

“Paralización absoluta. Martirios sin fin”.

“A un cierto nivel del conocimiento de uno mismo y en unas circunstancias inherentes, favorables para la observación, debe ocurrir normalmente que uno se encuentre a sí mismo detestable. Toda medida para lo bueno —por muy diversas que sean las opiniones al respecto— parecerá demasiado grande. Nos daremos cuenta de que no somos más que un nido de ratas, de pensamientos ocultos y maliciosos. Estos pensamientos serán tan sucios que ni siquiera se decidirá uno a pensarlo hasta el fin, al observarse a sí mismo, sino que se limitará a contemplarlos a distancia. Estos pensamientos no implican únicamente egoísmo; frente a ellos, el egoísmo nos parecerá un ideal de bondad y de belleza. La suciedad con que uno se enfrenta es algo que existe por sí mismo; descubriremos que venimos al mundo llenos hasta rebosar de tal inmundicia, y que, por su causa, dejaremos el mundo sin ser reconocidos, o demasiado reconocidos. Esta suciedad es lo más bajo que encontraremos; el fondo del fondo no contiene lava, sino suciedad. Será lo más bajo y lo más alto, e incluso las dudas provocadas por la observación de uno mismo serán muy pronto tan débiles y autosatisfechas como el revolverse de un cerdo en el estiércol”.

13 de marzo.

“A veces, sensación de una desdicha que casi me desgarra, y al mismo tiempo la convicción de la necesidad de la misma y de un objetivo a través de todas las formas con que me atrae la desdicha”.

27 de abril.

“Incapaz de convivir, de hablar con la gente. Totalmente abismado, pensando en mí. Embotado, aturdido, temeroso. No tengo nada que comunicar, nunca, a nadie”.

4 de mayo.

“Reflexión sobre las relaciones de los demás conmigo. Por poco que yo sea, aquí no hay nadie que manifieste hacia mí una comprensión total. Tener a una persona que poseyese dicha comprensión significaría tener un sostén en todos los aspectos, tener a Dios. Ottla comprende algo, incluso muchas cosas; Max,  Félix, también comprenden ciertas cosas; algunos, como E., sólo comprenden aspectos aislados, pero con una intensidad odiosa. Es probable que F. no entienda nada de nada, lo que produce en este aspecto, en el que existe una innegable relación de intimidad, una posición muy especial. Más de una vez he creído que me comprende sin saberlo; por ejemplo aquella vez en que yo anhelaba de un modo insoportable su compañía, cuando ella me esperaba en la estación del metro; yo andaba en su busca con el deseo de estar con ella lo antes posible; creía que ella estaba arriba, iba a pasar ya por su lado sin verla y ella me tomó en silencio de la mano”.
(F. es Felice Bauer, prometida de Kafka)

25 de diciembre.

“He abierto el diario con la intención especial de facilitarme el sueño. Veo precisamente la última anotación y podría imaginar miles de anotaciones de idéntico contenido escritas durante los últimos tres o cuatro años. Me consumo sin sentido; me haría dichoso poder escribir; no escribo.  Jamás me libraré de los dolores de cabeza. Realmente me he devastado a mí mismo”.




El grito- E. Munch


La Praga de Kafka



Casa de K en la Calle del Oro

Cafés a los que concurría
asiduamente Franz



Durante muchas décadas, la imagen 
imperante de Franz Kafka 
fue la de una persona que se negaba 
al contacto social 
y se comportaba como "un tipo raro". 
Las investigaciones de muchos estudiosos 
están perfilando a un joven 
totalmente diferente.
Por ejemplo, hoy se sabe que 
jugaba al tenis, se reunía con amigos en cafés 
y viajaba por Praga
en la moto de la ilustración.
También le gustaba andar en bici,
la de la foto.


Y para quienes lo tacharon de insensible a la problemática social de su época, sirva de argumento irrebatible el que se puede consultar en 
www.ri-ol.com/bloga/2007/08/15, que dice: 

Franz Kafka, el connotado escritor checo, autor de “El Proceso” y “La Metamorfosis” fue un destacado profesional de la prevención. Así lo indica el artículo que publicó en el periódico Gablonzer Zeitung, el 2 de mayo de 1910 bajo el título “Indicaciones de prevención de lesiones en trabajos de maquinarias para elaboración de la madera”. En su crónica, Kafka determina que la frecuencia de accidentes es mayor en la máquina canteadora y recomienda otro tipo de cuchillos.
Destaca, en un artículo titulado “Medidas para la prevención de accidentes” el ejemplo de cómo el cuchillo en la cepilladora reduce la cantidad de accidentes a los operadores.
Demuestra asimismo que la frecuencia de accidentes y lesiones se puede minimizar en los trabajos de diferentes máquinas, con la colocación de protecciones en los puntos de transmisión y operación.
En su papel de prevencionista creó y seleccionó varios elementos de protección de máquinas, en original o como modelo; seleccionó elementos de protección personal, material que se mantuvo en oferta para cualquiera que se interesara. Además, preparó las dispositivas en material para la capacitación de diferentes arreglos de seguridad y elementos de protección personal. Fue funcionario de la Oficina Aseguradora de Trabajadores para el caso de Accidentes, con sede en Praga, en donde trabajó durante 14 años hasta ser pensionado por invalidez en 1922.
Lo que hizo Kafka fue intervenir directamente, no solo en la formulación de las necesidades de prevención, sino que él mismo identificó los peligros, diseñó equipos de protección, tanto para maquinaria como para personal, y especificó procedimientos de prevención, además de que educó a los trabajadores en métodos de prevención de ACCIDENTES Y ENFERMEDADES. Y esto lo hizo a comienzos del siglo XX cuando no había mucha tecnología desarrollada, tanto para producir bienes de consumo como para prevenir riesgos en la actividad productiva.
Cuando Kafka estaba en plena madurez preventiva, nació la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1919, como fruto del Tratado de Versalles que puso fin definitivo a la Primera Guerra Mundial, para iniciar tímidamente la gran tarea que cumple actualmente en defensa y protección de los trabajadores contra los riesgos existentes en los lugares de trabajo.
Como dato adicional, de gran importancia, Peter Drucker, el llamado Padre de la Administración, revela en su libro “Managing in Next Society” que Franz Kafka inventó el casco de seguridad. Por ese invento recibió una medalla, en 1912, debido a que se comprobó que su uso produjo una reducción en lesiones mortales en la fábrica de acero de Bohemia, a menos de 25 por cada 1000 trabajadores.

(No olvidemos que Kafka era abogado)



Ante la Ley
Versión de Jorge Luis Borges, 27 de mayo de 1938 en "El Hogar"
Borges en El Hogar 1935-1958: Jorge Luis Borges. Emece. Febrero del año 2000.



"Hay un guardián ante la Ley. A ese guardián llega un hombre de la campaña que pide ser admitido a la Ley. El guardián le responde que ese día no puede permitirle la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si luego podrá entrar. 'Es posible', dice el guardián, 'pero no ahora'. Como la puerta de la Ley sigue abierta y el guardián está a un lado, el hombre se agacha para espiar. El guardián se ríe, y le dice: 'Fíjate bien: soy muy fuerte. Y soy el más subalterno de los guardianes. Adentro no hay una sala que no esté custodiada por su guardián, cada uno más fuerte que el anterior. Ya el tercero tiene un aspecto que yo mismo no puedo soportar'. El hombre no ha previsto esas trabas. Piensa que la Ley debe ser accesible en todo momento a todos los hombres, pero al fijarse en el guardián con su capa de piel, su gran nariz aguda y su larga y deshilachada barba de tártaro, resuelve que más vale esperar. El guardián le da un banco y lo deja sentarse junto a la puerta. Ahí, pasa los días y los años. Intenta muchas veces ser admitido y fatiga al guardián con sus peticiones. El guardián entabla con él diálogos limitados y lo interroga acerca de su hogar y de otros asuntos, pero de una manera impersonal, como de señor poderoso, y siempre acaba repitiendo que no puede pasar todavía. El hombre, que se había equipado de muchas cosas para su viaje, se va despojando de todas ellas para sobornar al guardián. Éste no las rehúsa  pero declara: 'Acepto para que no te figures que has omitido algún empeño.' En los muchos años el hombre no le quita los ojos de encima al guardián. Se olvida de los otros y piensa que éste es la única traba que lo separa de la Ley. En los primeros años maldice a gritos su destino perverso; con la vejez, la maldición decae en rezongo. El hombre se vuelve infantil, y como en su vigilia de años ha llegado a reconocer las pulgas en la capa de piel, acaba por pedirles que lo socorran y que intercedan con el guardián. Al cabo se le nublan los ojos y no sabe si éstos lo engañan o si se ha obscurecido el mundo. Apenas si percibe en la sombra una claridad que fluye inmortalmente de la puerta de la Ley. Ya no le queda mucho que vivir. En su agonía los recuerdos forman una sola pregunta, que no ha propuesto aún al guardián. Como no puede incorporarse, tiene que llamarlo por señas. El guardián se agacha profundamente, pues la disparidad de las estaturas ha aumentado muchísimo. '¿Qué pretendes ahora?', dice el guardián; 'eres insaciable', 'Todos se esfuerzan por la Ley', dice el hombre. '¿Será posible que en los años que espero nadie ha querido entrar sino yo?' El guardián entiende que el hombre se está acabando, y tiene que gritarle para que le oiga: 'Nadie ha querido entrar por aquí, porque a ti solo estaba destinada esta puerta. Ahora voy a cerrarla'."

De: La máquina del tiempo.com



EL TROMPO


Un filósofo solía frecuentar los juegos de los niños. Y cuando veía a un chico con un trompo, se ponía al acecho. Apenas estaba el trompo en movimiento, el filósofo lo perseguía para atraparlo. Que los niños hicie­ran bulla y procurasen alejarlo de su juego le tenía sin cuidado, y era feliz sujetándolo tras giraba, pero esto duraba sólo un instante, entonces lo arrojaba al suelo y se marchaba. Creía, en efecto, que el conocimiento de cualquier bagatela, como por ejemplo un trompo que giraba sobre sí mismo, bastaba para alcanzar el conocimiento de lo general. De ahí que se desentendiera de los grandes problemas, que no le parecían provechosos. Conocer realmente la bagatela más insignificante, era conocer el todo, por lo cual se ocupaba tan sólo del trompo casi inmóvil. Y cuando se hacían los preparativos para hacer girar el trompo, tenía siempre la esperanza de que todo saliera bien y, si el trompo giraba, en medio de las carreras sin aliento, su esperanza se convertía en certeza, pero cuando se quedaba con el inmóvil trozo de madera en la mano, se sentía mal, y el griterío de los niños, que hasta entonces no oyera y que ahora, de súbito, le atronaba los oídos, lo arrojaba fuera de allí, y se tambaleaba como un trompo bajo una cuerda torpe.





UNA PEQUEÑA FABULA

"Ay", dijo el ratón, "el mundo se está haciendo más chiquito cada día. Al principio era tan grande que yo tenía miedo, corría y corría, y me alegraba cuando al fin veía paredes a lo lejos a diestra y siniestra, pero estas largas paredes se han achicado tanto que ya estoy en la última cámara, y ahí en la esquina está la trampa a la cual yo debo caer".

"Solamente tienes que cambiar tu dirección", dijo el gato, y se lo comió.




EL TIMONEL


¿Acaso no soy timonel? ?exclamé. ? ¿Tú? ?preguntó un hombre alto y moreno, y se pasó la mano por los ojos, como si disipara un sueño. Yo había estado al timón en noches oscuras, la débil luz del farol sobre mi cabeza, y ahora había venido aquel hombre y quería apartarme. Y como yo no cediera, me puso el pie en el pecho y me empujó lentamente contra el suelo, mientras yo seguía aferrado al timón y lo arrancaba al caer. Entonces el hombre se apoderó de el, lo puso en su lugar y me dio un empujón, alejándome. Me rehice de inmediato fui hasta la escotilla que llevaba a la cámara de la tripulación y grité: ¡Tripulantes! ¡Camaradas! ¡Venid pronto! ¡Un extraño me ha quitado el timón! Llegaron lentamente, subiendo por la escalerilla, eran unas formas poderosas, oscilantes, cansadas. ? ¿No soy yo el timonel? ?pregunté. Asintieron, pero sólo tenían miradas para el extraño, a quien rodeaban en semicírculo, y cuando con voz de mando él dijo: "No me molestéis", se reunieron, me observaron asintiendo con la cabeza y bajaron otra vez la escalerilla. ¿Qué pueblo es éste? ¿Piensan también, o sólo se arrastran sin sentido sobre la tierra?


De: HotelKafka.com



"Soy la que soy"- Wislawa Szymborska

2 de julio de 1923
Premio Nobel 1996

Busco la palabra

Quiero definirlos en una sola palabra:
¿Cómo son?
Tomo las palabras corrientes, robo de
los diccionarios,
mido, peso e investigo.
Ninguna
responde
La más valiente – cobarde,
La más desdeñosa – aún santa
La más cruel – demasiado
misericordiosa,
La más odiosa - poco porfiada.
Esta palabra debe ser como un volcán,
que pegue, arrastre y derribe,
como la temerosa ira de Dios,
como el hervor del odio.
Quiero que ésta una sola palabra
esté impregnada de sangre,
que como los muros del calabozo
encierre en sí cada tumba colectiva.
Que describa precisa y claramente
quienes eran - todo lo que pasó.
Porque lo que oigo,
lo que se escribe,
resulta poco,
siempre poco.
Nuestra habla es endeble,
sus sonidos de pronto - pobres.
Con empeño busco ideas,
busco esta palabra -
y no la encuentro.
No la encuentro.

Escrito por Wislawa Szymborska cuando no había cumplido 22 años.

Publicado el 14 de marzo de 1945 en Dziennik Krakowski (Diario de Cracovia).




MUSEO


Hay platos, pero no apetito.
Hay anillos, pero no amor correspondido,
desde hace al menos tres siglos.
Hay un abanico, pero ¿qué fue del arrebol?
Hay espadas, pero ¿qué fue de la ira?
Y el laúd no suena entre dos luces.
Donde no hay eternidad se acumulan
diez mil antigüedades muy antiguas.
Un polvoriento portero dulcemente dormita
con el bigote pegado al cristal de su garita.
Metales, arcilla y una pluma de ave
vencen al tiempo con su quietud suave.
El broche de una egipcia alocada
ríe por nada.
La corona duró más que la cabeza.
La mano perdió contra el guante.
El zapato derecho venció sobre el pie.
¿Qué decir de mí? De morirme, ni hablar.
Contra mi traje lucho en incruenta contienda.
¡Qué aguante tiene la prenda!
¡Qué tenaz afán de más que yo durar!




CONVERSACIÓN CON UNA PIEDRA

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Quiero penetrar en tu interior,
echar un vistazo,
respirarte.
—Vete —dice la piedra—.
Estoy herméticamente cerrada.
Incluso hecha añicos,
sería añicos cerrados.
Incluso hecha polvo,
sería polvo cerrado.
Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Vengo por mera curiosidad.
Sólo la vida permite satisfacerla.
Quisiera pasearme por tu palacio,
y luego visitar una hoja y una gota de agua.
No me queda mucho tiempo.
Mi mortalidad debería ablandarte.
—Soy de piedra —dice la piedra—.
Imposible perturbar mi seriedad.
Vete,
no tengo músculos risorios.
Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Me han dicho que encierras salas enormes y vacías,
nunca vistas y bellas en vano,
mudas, donde nunca han retumbado los pasos de nadie.
Confiésalo: ni tú misma lo sabías.
—Salas enormes y vacías —dice la piedra—.
Pero no hay espacio disponible.
Bellas, quizá, pero no para el gusto
de tus limitados sentidos.
Puedes verme, pero nunca catarme.
Mi superficie te da la cara,
pero mi interior te vuelve la espalda.
Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
En ti no busco refugio para la eternidad.
No soy desdichado.
Ni carezco de techo.
Mi mundo merece el regreso.
Quiero entrar y salir con las manos vacías.
La prueba de haber estado en ti
se limitará a mis palabras
en las que nadie creerá.
—No entrarás —dice la piedra—.
Te falta el sentido de la participación.
Y no existe otro sentido que pueda sustituirlo.
Incluso la vista omnividente
te resultará inútil si eres incapaz de participar.
No entrarás; ese sentido, en ti, es sólo deseo,
mero intento, vaga fantasía.
Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar mil siglos
para estar entre tus paredes.
—Si no crees en mis palabras —dice la piedra—,
acude a la hoja, que te dirá lo mismo que yo
o a la gota de agua, que te dirá lo mismo que la hoja.
Pregunta también a un cabello de tu cabeza.
Estoy a punto de reír a carcajadas,
de reír como mi naturaleza me impide reír.
Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
—No tengo puerta —dice la piedra.




FIN Y PRINCIPIO


Después de cada guerra
alguien tiene que hacer la limpieza.
Un mínimo orden
no se hará solo.
Alguien tiene que apartar los escombros
de los caminos
para que puedan pasar
carros llenos de cadáveres.
Alguien tiene que hundirse
en el fango y en la ceniza,
en los muelles de los sofás,
en las esquirlas de vidrio
y en los trapos ensangrentados.
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar la pared,
alguien debe poner cristales en las ventanas
y colocar la puerta en los goznes.
Es una labor nada fotogénica
y requiere años.
Las cámaras ya se han ido
a otra guerra.
Otra vez puentes,
de nuevo estaciones.
Las mangas se deshilacharán
a fuerza de arremangarse.
Alguien, escoba en mano,
recuerda aún cómo era todo.
Alguien escucha
y asiente con la cabeza que no le arrancaron.
Pero pronto, muy cerca,
empiezan a pulular
quienes lo encuentran aburrido.
Alguien todavía a veces
de debajo de una mata desentierra
argumentos oxidados
y los arroja al montón de desechos.
Quienes saben
la trama de la historia
tienen que ceder
a quienes apenas la conocen.
Y menos que apenas.
E incluso casi nada.
En la hierba que ha crecido
sobre causas y efectos
alguien debe tumbarse
con una espiga entre los dientes
para contemplar las nubes.




Elogio de la mala conciencia de uno mismo


El buitre no tiene nada que reprocharse.

Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.

No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas.

El crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.



No existe un chacal autocrítico.

El tábano, la langosta, la tenia y el caimán

viven como viven y así están satisfechos.



De cien kilos es el corazón de la orca,

pero no le pesa.



Nada más animal

que una conciencia limpia

en el tercer planeta del Sol.

(Traducción de Abel a. Murcia Soriano)



Prospecto


Soy un tranquilizante.
Funciono en casa,
Soy eficaz en la oficina,
me siento en los exámenes,
Comparezco ante los tribunales,
pego cuidadosamente las tazas rotas:
sólo tienes que tomarme,
¡ disolverme bajo la lengua,
tragarme,
sólo tienes que beber un poco de agua.

Sé qué hacer con la desgracia,
cómo sobrellevar una mala noticia,
disminuir la injusticia,
iluminar la ausencia de Dios,
escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas,
confía en la piedad química.

Eres todavía un hombre (una mujer) joven,
deberías sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién ha dicho
que la vida hay que vivirla arriesgadamente?

Entrégame tu abismo,
lo cubriré de sueño,
me estarás agradecido (agradecida)
por haber caído de pies.

Véndeme tu alma.
No habrá más comprador.

Ya no hay otro demonio.





Fuente: El malpensante. En la sección de Artículos, Traduce: Cristina Esguerra

Cómo escribir y cómo no escribir poesía - Wislawa Szymborska
  
Durante tres décadas, Wislawa Szymborska escribió una columna en el periodico polaco Vida Literaria. En ella respondía las preguntas de personas interesadas en escribir versos. Esta selección es una muestra de esta paciente y prolongada pedagogía poética.  

Para Heliodor, de Przemysl
Escribes: “Sé que mis poemas tienen muchos errores, ¿y qué con eso? No voy a parar a corregirlos”. ¿Y por qué no, querido Heliodor? ¿Será que para ti la poesía es sagrada? ¿O tal vez la consideras algo insignificante? Ambos modos de acercarse a ella son errados, y lo peor es que liberan al neófito de la necesidad de trabajar en sus versos. Es gratificante y placentero decir a nuestros conocidos que el espíritu se apoderó de nosotros el viernes a las 2:45 p.m. y comenzó a susurrarnos misteriosos secretos al oído. Lo hizo con tal vehemencia que escasamente tuvimos tiempo de anotarlos. Pero en casa, a puerta cerrada, corregimos con ahínco. Tachamos y revisamos esas expresiones que parecen de otro mundo. Los espíritus son una maravilla, pero hasta la poesía tiene su lado prosaico.

Para H. O., de Poznan, un posible traductor
El traductor no está obligado a serle fiel al texto únicamente. Debe dejar ver la belleza de la poesía conservando su forma y reteniendo, en la medida de lo posible, el estilo y el espíritu de la época.

Para Grazyna, de Starachowice
Quitémosnos las alas y tratemos de escribir con los pies sobre la tierra, ¿sí?

Para el señor G. Kr., de Varsovia
Necesitas un bolígrafo nuevo. El que tienes comete muchos errores. Debe ser extranjero.

Para Pegaso, de Niepolomice
En rima, preguntas si la vida tiene centavos. Mi diccionario responde que no.

Para el señor K. K., de Bytom
Utilizas el verso libre como si su libertad fuera absoluta. Pero la poesía (a pesar de lo que pueda decirse) es, era y será un juego. Y, como todos los niños saben, los juegos tienen reglas. ¿Por qué lo olvidan los adultos?


Pequeños detalles de Szymborska

"Todo termina siendo metafísico", pero un único apunte puede hacer que un poema resista al tiempo, afirma la Nobel polaca, de 86 años, poseedora de un humor afilado y certero, que publica en España su último poemario y su obra en prosa

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS 5 DIC 2009
Archivado en: Literatura Cultura

Wislawa Szymborska está en su casa, pero pide permiso para fumar. "Una vez", cuenta, "recibí una carta de varias páginas en la que una mujer me pedía que dejara de fumar. Me hubiera gustado responderle: he ido a tantos entierros de gente que nunca había fumado y que era más joven que yo... Me limité a decirle que le agradecía que se preocupara por mí". Szymborska nació hace 86 años en Kórnik, cerca de Poznan, al oeste de Polonia. Ahora vive en un bloque descolorido sin ascensor -una especie de vivienda de protección oficial- en un suburbio de Cracovia, la ciudad de la que no se ha movido desde que su familia emigró allí cuando ella tenía ocho años, en 1931.

La memoria, de hecho, está muy presente en su último libro de poemas, Aquí (Bartleby), publicado en Polonia este mismo año. Su aparición en España coincide con la primera traducción de su prosa, Lecturas no obligatorias (Alfabia), una selección de las vibrantes notas que durante años publicó en una particular sección de los periódicos. Allí, y en un par de folios, comentó a Jüng y a Montaigne, pero también libros de jardinería, pájaros y decoración. El resultado es pura chispa. Así, del Poema del Cid dice: "Fue escrito por un Balzac medieval. La guerra es para él, ante todo, una empresa financiera. Dado que la guerra es costosa, ésta debe ser rentable. La cabeza del caballero, hasta que alguien se la corta, estaba siempre llena de cálculos". Y al comentar un manual de ideogramas chinos apunta: "Esposa es una mujer y una escoba; amante, una mujer y una flauta. Desconozco la existencia de un signo que represente el ideal al que nos conducen todas las revistas europeas para mujeres: la fusión de la escoba y la flauta".

Íntima, política e irónica

Cuando Szymborska ganó el Premio Nobel en 1996 no había más que un puñado de poemas suyos traducidos al español en una antología colectiva. Hoy lo está toda su poesía. No hace tanto, además, tuvo su minuto en las crónicas políticas. Fue el día que Patxi López leyó su poema Nada dos veces en su toma de posesión como lehendakari.

Son las 11 de la mañana y en una mesa hay café, galletas y chocolatinas. Ella añade una botella de coñac que abre para la ocasión. Antes de servirse una copa, sirve a los demás: Abel Murcia, traductor de sus libros al español, director del Instituto Cervantes de Cracovia e intérprete durante la charla; el fotógrafo, venido desde Varsovia, y el periodista. Mientras dura el primer café está también Michal Rusinek, secretario de Szymborska y escritor y traductor él mismo. "Michal, con todo lo que escribe y el montón de temas que lleva, dentro de poco necesitará usted una secretaria. Tal vez podría contratarme", bromea la escritora. Él contesta arqueando las cejas: "No sé si me convence".

Rusinek es quien lidia con los mil compromisos que acechan a la poeta desde el Nobel. "¿Que si el premio me cambió la vida? Y tanto. Para bien y para mal. Para bien, porque multiplicó el número de cartas que me envían, de paquetes con libros, de invitaciones, de propuestas y de preguntas a las que hay que responder en las entrevistas". Y socarrona, añade: "Para mal, porque multiplicó el número de cartas que me envían, de paquetes con libros, de invitaciones, de propuestas y de preguntas a las que hay que responder en las entrevistas. A las invitaciones para viajar a otros países siempre respondo lo mismo: cuando sea más joven".

Días antes de la cita, Wislawa Szymborska había pedido la lista de temas sobre los que tendría que hablar en Cracovia. Una vez allí aclara el porqué: "Aunque luego hablemos de lo que sea, así al menos puedo pensar y decirle a usted algo coherente. No crea que soy brillante. Hay preguntas para las que no tengo respuesta". No le gustan las fotos, así es que trata de distraer al fotógrafo cuanto puede: "Si hubiera venido hace 30 años... con esa cámara tan aparatosa me sacará todas las arrugas, ¿verdad? ¿No podría retocarlas un poco, como hacen con Sharon Stone?". Al cabo de unos minutos vuelve al ataque: "¿Es usted tan alto porque no fuma? ¿Hizo el servicio militar? Descanse un poco, deje la cámara y tome otro coñac".

Café, coñac, chocolatinas. Parece un buen momento para hablar de la muerte. Sobre la muerte sin exagerar, como dice uno de sus poemas más célebres, escrito con esa mezcla de emoción e ironía -poesía sin lirismos de manual- que sorprendió al mundo cuando su obra fue distinguida por la Academia sueca. En Aquí, Szymborska dice que hay temas sobre los que debe escribir sin demorarse mucho porque "el tiempo apremia".


PREGUNTA. ¿Al escribir este libro pensaba en la muerte?

RESPUESTA. Para mí la vida es una aventura con fecha de caducidad. Cuando estaba en la escuela murió una profesora y tuve conciencia de la muerte como algo natural. Con 86 años pienso igual que con 8.

P. ¿Y eso influye cuando escribe?

R. Yo no escribo sobre la muerte. Es una de las cosas más fáciles de hacer en poesía. Y no es verdad que tenga un poder ilimitado. No consigue todo lo que quiere y cuando quiere. Es cierto que hay poemas buenísimos sobre la muerte, pero en general es fácil porque despierta sentimientos y emociones fáciles, la ternura y todo eso.

P. ¿El amor también es un tema facilón?

R. Ah, ése ya no es tan fácil. Y lo más difícil es el erotismo, que de hecho se ha tocado muy poco en poesía. Nunca he leído un poema que sea capaz de trasladar lo que sucede entre dos personas. Hablo del erotismo puro, no del amor como sentimiento, que sí es más fácil de expresar.

P. Hay más literatura en los amores difíciles.

R. Tal vez, pero yo he tenido la gran suerte de vivir algunos amores, y mis recuerdos son muy felices. Pero no hablemos de mí, que todo eso ya está en los poemas.

P. ¿Hay palabras que trata de evitar especialmente cuando escribe?

R. Las arcaicas y las grandilocuentes. Pero hay palabras que utilizo raramente y con ciertas dudas. Cuando intento describir algo como "bello", por ejemplo. La belleza es una idea relativa, que depende de la tradición y de las costumbres, y sobre todo de los gustos personales, que el lector puede no compartir. Para mí, las catedrales románicas son más bonitas que las góticas, la cerámica más bonita que la más refinada de las porcelanas y la muñeca de trapo con la que en mi infancia podía hablar de cualquier cosa, mil veces más bonita que esa horrorosa Barbie. Porque, a ver, ¿sobre qué se puede hablar con una de esas Barbies? Bueno, a lo mejor de trapitos y esmalte para las uñas.

P. Sus poemas hablan de los grandes temas, pero parecen huir de las abstracciones.

R. Cualquier poema bueno se convierte de alguna manera en algo abstracto. Pero siempre tiene que ver con la realidad, con la vida del poeta o con la vida de otros. Las cosas bellas tienen también algo de metafísicas... No le veo muy de acuerdo.

P. Me refería a que en el poema

Metafísica habla usted de los fideos con tocino.

R. Es que todo termina siendo metafísico. Pero más que por los grandes temas, la poesía se salva por los pequeños detalles. Hay poemas antiguos que han pervivido gracias a un solo detalle. Pero me temo que estoy generalizando... sobre los detalles [se ríe].

P. ¿El humor le sirve para escribir sin vergüenza sobre temas más serios?

R. Es mi forma de ser. Desde niña he tenido tendencia a darle vueltas a un asunto y a buscarle la parte cómica. Hay cuestiones, sin embargo, que ni me hacen gracia, ni me han hecho nunca gracia, ni me la harán: el odio, la violencia, la estupidez agresiva.

P. ¿De niña leía poesía?

R. No. En mi casa había sólo dos libros de poemas del siglo XIX. Y tampoco los leía. Siempre quise escribir novelas gordas. Al principio creía que si alguien aspiraba al título de escritor tenía que ser autor de novelas de varios tomos y cientos de páginas. No pasé de relatos mediocres. Un día escribí un poema, horroroso, y se lo pasé a la gente que trabajaba conmigo en el periódico. Me preguntaron: ¿pero tú qué lees? Resultó que no conocía los poetas contemporáneos. Había leído mucha narrativa, a Thomas Mann, a Proust, a Dostoievski, pero de poesía, ni idea. Me tuve que formar un poco.

P. ¿Aprendió algo como poeta escribiendo sus

Lecturas no obligatorias?

R. Mis Lecturas no obligatorias no son realmente prosa seria. Son una especie de artículos, a veces serios, a veces divertidos, en ocasiones incluso parecidos a mi poesía. Aunque, como le dije, empecé escribiendo relatos. Pero eso fue justo después de la guerra.

P. ¿Cómo recuerda la guerra?

R. Lo mejor que puedo decir es que sobreviví. Recuerdo el hambre, el frío. Tuve que trabajar haciendo zanjas en la calle. Mi padre fue inteligente: mucha gente huyó de Cracovia y se fue a Lvov, en la actual Ucrania, y pasaron a formar parte de la ocupación soviética. Sobreviví, sí. Pero hubo gente que murió. Mi primó cayó en el levantamiento de Varsovia.

P. ¿Qué función cumple la poesía ante la crueldad del mundo?

R. El mundo es cruel, pero merece también otros calificativos más compasivos. Si únicamente fuera cruel, la gente hace mucho tiempo que no estaría aquí. Habría aquí y allá algunos escombros y crecerían algunas plantas. Plantas anónimas, porque no habría nadie que les diera nombre.

P. ¿Qué piensa de la idea de Adorno de que no se puede escribir poesía después de Auschwitz? Supongo que para una escritora polaca que vive a 70 kilómetros de ese campo de concentración la frase tiene un significado especial.

R. Adorno no tenía razón, y eso lo pudo comprobar personalmente, porque vivió todavía más de veinte años después de terminar la guerra. En ese tiempo hubo poetas nada desdeñables que escribieron poemas nada desdeñables. Si ese trabajo hubiera carecido de sentido, ¿para qué habría servido?

P. ¿Y puede un poeta escribir sobre la historia?

R. Aunque su deseo de no escribir sobre ella fuera muy grande, es imposible evitarlo. Hay poetas para los que la historia es una fuente directa de inspiración. Para mí los mejores en ese aspecto son Cavafis y Zbigniew Herbert. Pero incluso la poesía que carece de cualquier referente histórico se inscribe para siempre en la historia, ya que utiliza un lenguaje que determina de forma exacta dónde y cuándo nace. La poesía supratemporal es una ilusión idiota.

P. ¿La política está destrozando el lenguaje?

R. Siempre lo ha destrozado. El lenguaje de los políticos suele servir para ocultar y no para expresar pensamientos. Pero a algunos políticos no intentaría yo convencerlos de que fueran sinceros: podría darse el caso de que no hubiese nada que ocultar.

P. ¿Recuerda el día en que cayó el muro de Berlín?

R. Estaba en Cracovia y fue un momento maravilloso. Aquéllos fueron unos tiempos inolvidables. La gente de Solidaridad era maravillosa. Luego eso cambió y empezaron a surgir cosas desagradables, pero entonces eran jóvenes y bellos. Estábamos todos eufóricos

... Bueno, ahora pregunto yo: ¿Está usted casado? ¿Tiene hijos? ¿De qué parte de España es?

P. ¿Es verdad que estudió español?

R. Claro. Iba a clase con un profesor que tengo la impresión de que se aprendía de memoria lo que iba a decir porque no sabía mucho. En una época en la que entendía algo me empeñaba en leer a Cervantes con diccionario. Ya sólo recuerdo algunas frases: ¡hasta la vista! Me parece una lengua muy bonita. Un latín bellamente estropeado.

P. ¿Ahora qué lee?

R. Siempre he leído poca poesía. Nunca he sido capaz de leer un libro de poesía desde el principio hasta el final. Y hablo de los buenos. Lo que hago es leer un poema y dejarlo. Luego retomo el libro, y así. Como se puede imaginar, a veces quedo fatal con gente que me ha mandado sus libros porque tardo un año en contestarles con mi opinión, pero ésa es mi forma de leer.

P. ¿Y escribe?

R. Como tengo poco talento, necesito un silencio de varios días: sin llamadas, sin visitas. Conozco pintores que pueden trabajar mientras llevan una conversación. En poesía eso es absolutamente imposible. Pensé que cuando pasara el Nobel el trajín se reduciría, pero no.

P. ¿Y sus

collages?

R. Me inventé esas postales precisamente para que todo el mundo reciba algo personal sin que yo tenga que escribir. ¿Ya hemos terminado?

P. Creo que sí.

R. No se vaya sin terminarse la copa. Por cierto, no me ha preguntado por el feminismo. Es que siempre me preguntan si soy feminista o no.

P. ¿Es usted feminista?

R. Yo me niego a tener ninguna etiqueta, pero en Polonia las feministas tienen muchísima razón y muchas cosas por las que luchar: por los sueldos, por derechos que tienen que ver con su cuerpo, porque todavía hay resortes reaccionarios en la Iglesia... Sueño con el momento en que las feministas no sean necesarias.

P. ¿Ha cambiado Polonia con la entrada en la Unión Europea?

R. Ha pasado hace tan poco que es demasiado pronto para valorarlo. Hay problemas, claro está, porque incluso en países más desarrollados que el nuestro los hay. Aquí tenemos problemas con la Iglesia, precisamente, que ya no sigue el paso del desarrollo de la ciencia y de la democratización de la sociedad. Para mí el día en que Polonia entró en la Unión Europea fue un día feliz. Estaba sola en casa y no tenía con quién brindar por el futuro. Pero me serví una copa de coñac y pasé por delante de todas las fotografías de los seres queridos que tengo en casa, y que no llegaron a ver este día.

Wislawa Szymborska. Aquí. Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano. Bartleby. Madrid, 2009. 72 páginas. 15 euros. Lecturas no obligatorias. Traducción de Manel Bellmunt Serrano. Alfabia. Barcelona, 2009. 254 páginas. 22 euros.


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Los que se preguntan para qué sirve el premio Nobel encontraron una respuesta en octubre de 1996. Ese año el secretario de la Academia Sueca nombró a una poeta polaca cuyo apellido todavía estamos aprendiendo a pronunciar. Wislawa Szymborska falleció este miércoles a los 88 años de edad en su casa de Cracovia. Los que suelen dudar del olfato de los académicos de Estocolmo tuvieron que darles la razón cuando leyeron a una autora cuya poesía está hecha de una mezcla de emoción e ironía, metafísica y cotidianidad: “Lee a Jaspers y revistas de mujeres", escribió en un poema. Un ejemplo: "Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre. / Día tras día, / año tras año / pueden transcurrir sin ella. / A veces solo en el arrobo / y los miedos de la infancia / anida por más tiempo. / A veces nada más en el asombro / de haber envejecido”.

“El poeta de hoy es escéptico e incluso desconfiado”, dijo en su discurso de recepción del galardón, uno de los más breves e irónicos que se recuerdan. “Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabra”, afirmó también una escritora cuyos versos están llenos de paréntesis que contradicen, retocan y matizan cada una de los términos que va anotando. El resultado es una obra memorable que cabe entera en un tomo de 300 páginas. Cualquier lector la puede encontrar cumplidamente traducida al español -sobre todo por Abel Murcia y Gerardo Beltrán- en las editoriales Igitur, Hiperión, Alfabia, Bartleby, Fondo de Cultura Económica y Lumen. Patxi López, por ejemplo, leyó su poema Nada dos veces en su toma de posesión como lehendakari.

Wislawa Szymborska, un verdadero mito en Polonia, nació el 2 de julio de 1923 en Bnin (Kórnik), cerca de Poznan, pero la mayor parte de su vida transcurrió en Cracovia. Allí pasó sus últimos años, recluida en un piso sin lujo alguno y con aires de vivienda de protección oficial pero en el que nunca faltaban ni los bombones ni el brandy. En él recibía a sus amigos, a sus traductores y a periodistas a los que preguntaba ella para evitar tener que ponerse demasiado seria.

Autora de una decena de libros de poemas, Szymborska repudió los dos que publicó antes de 1957 por demasiado apegados al realismo socialista. A partir de esa fecha —y en títulos como El gran número, Fin y principio, Instante o Aquí, el último que publicó, de 2009— su voz cambió poco. En los últimos años, además, autorizó la traducción de las agudas y desternillantes notas de lecturas que publicó durante 30 años en la prensa polaca y en las que un día hablaba del Mío Cid y otro de un libro sobre jardinería. Ella, que siempre dudaba de todo y cuya expresión favorita era “no sé”, nunca las consideró “prosa seria”. Y eso que respondían a un viejo aviso suyo: "Solo las preguntas un poco ingenuas son verdaderamente profundas".