viernes, 5 de diciembre de 2014

Christina Rossetti o cuando la solidaridad escala cualquier muralla.

5 de diciembre de 1830- Inglaterra
Poeta, hermana del pintor Dante Gabriel Rossetti.
Aunque victoriana, durante diez años
fue voluntaria en un refugio para prostitutas.


Una hija de Eva


Una ingenua fui por dormirme al mediodía,
Y despertar cuando la noche es helada
Debajo de la confortable y gélida luna;
Ingenua por desgarrar mi rosa con delirio,
Ingenua por vislumbrar apenas mis lirios.

Mi pobre jardín no he conservado,
Se desvaneció al ser abandonado,
Entonces lloré como nunca he llorado:
Era invierno cuando en sueños me envolví,
Y es verano cuando ahora despierto.

Habla cuanto quieras de la futura primavera,
Sobre algún cálido y dulce mañana:
Desnuda de esperanzas y absolutos,
Sin nada para reír, nada para cantar,
Me siento a solas con el Dolor.




El destino de una rana


Desdeñando su casa en el pueblo
Y la charca del pueblo,
Una Rana imponente despreció cada camino
Saltando por la carretera del imperio.

Ni cerdo feroz ni perro ladrador
Podrían desconcertar a tan majestuosa Rana.
Aún se demoraba el rocío de la mañana,
Sus costados se helaban, su lengua se entumecía:
Cuando la noche debía llegar, llegó primero el rocío,
Y fue rechazado por nuestra peregrina Rana.

¡Pero, ay! La hierba del camino la esconde
Ya no se la advierte saltando.
Desprevenidamente rodaba un ancho carro
Que la aplastó, arrolló sus alegrías, sus encantos.
Y del morir ahogado brotó un débil canto
Rompiendo el silencio perpetuo de la Rana:
Vosotras, Ranas boyantes, vosotras, pequeñas y grandes,
¡Incluso yo soy mortal después de todo!
Mi camino a la fama resultó un camino de lodo;
Fallezco sobre la horrible carretera;
¡Ah, mi viejo camino familiar!

La Rana ahogada sollozó y partió;
El Áuriga pasó silbando a zancadas,
Inconsciente de la infame matanza,
Silbando el Áuriga cruzó,
Silbando (podría decirse)
Como silban su cortejo las ranas.
Una rana hipotética atropellada,
Ignorante de la realidad.

Oh, ricos y pobres, oh grandes y pequeños,
Tales descuidos nos sacuden.
Una Rana destrozada lo tolera todo,
Una Rana tan insignificante como absoluta:
Aquella Rana hipotética y sola
Es la Rana sobre la que habitamos.



 La única certeza


Vanidad de Vanidades, dice el Predicador,
Todas las cosas son Vanidad.
El ojo y el oído no pueden llenarse
Con imágenes y sonidos.
Como el primer rocío, o el aliento
Pálido y súbito del viento,
O como la hierba arrancada del monte,
Así también es el hombre,
Flotando entre la esperanza y el miedo:
¡Qué pequeñas son sus alegrías,
Qué diminutas, qué sombrías!
Hasta que todas las cosas terminen
En el lento polvo del olvido.
Hoy es igual que ayer,
Mañana uno de ellos ha de ser;
Y no hay nada nuevo bajo el sol:
Hasta que la antigua Raza del Tiempo corra
El viejo espino crecerá en su cansado tronco,
Y la mañana será fría, y el crepúsculo, gris.

“Convierte tu muro en un peldaño”- Rainer María Rilke


4 de diciembre de 1875- Praga