Escena IV (fragmento)
y Escena V de
La Cantante Calva
SR. MARTIN
(pensativo):
– ¡Qué curioso, qué curioso, qué curioso y qué coincidencia!
Sepa usted que en mi dormitorio tengo una cama. Mi cama está cubierta
con un edredón verde. Esa habitación, con esa cama y su edredón
verde, se halla en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca,
estimada señora.
SRA. MARTIN:
– ¡Qué coincidencia, Dios mío, qué coincidencia! Mi
dormitorio tiene también una cama con un edredón verde y se encuentra en el
fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, mi estimado
señor.
SR. MARTIN:
– ¡Es extraño, curioso, extraño! Entonces, señora, vivimos
en la misma habitación y dormimos en la misma cama, estimada señora.
¡Quizá sea en ella donde nos hemos visto!
SRA. MARTIN:
– ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible que nos
hayamos encontrado allí y tal vez anoche. ¡Pero no lo recuerdo,
estimado señor!
SR. MARTIN:
– Yo tengo una niña, mi hijita, que vive conmigo, estimada
señora. Tiene dos años, es rubia, con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy
linda y se llama Alicia, mi estimada señora.
SRA. MARTIN:
– ¡Qué extraña coincidencia! Yo también tengo una hijita de
dos años con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama también
Alicia, estimado señor.
SR. MARTIN (con la misma voz lánguida y monótona:
– ¡Qué curioso y qué coincidencia! ¡Y qué extraño! ¡Es quizá
la misma, estimada señora!
SRA. MARTIN:
– ¡Qué curioso! Es muy posible, estimado señor. Un momento de silencio bastante largo... El reloj suena veintinueve veces.
SR. MARTIN (después de haber reflexionado largamente, se
levanta con
lentitud y, sin apresurarse, se dirige hacia la señora
MARTIN, quien,
sorprendida por el aire solemne del señor MARTIN, se levanta
también,
muy suavemente; el señor MARTIN habla con la misma voz rara,
monótona, vagamente cantante):
– Entonces, estimada señora, creo que ya no cabe duda, nos
hemos visto
ya y usted es mi propia esposa... ¡Isabel, te he vuelto a
encontrar!
SRA. MARTIN (se acerca al señor MARTIN sin apresurarse. Se
abrazan sin expresión. El reloj suena una vez, muy fuertemente. El
sonido del reloj debe ser tan fuerte que sobresalte a los espectadores. Los
esposos MARTIN no lo oyen).
SRA. MARTIN:
– ¡Donald, eres tú, darling!
Se sientan en el mismo sillón, se mantienen abrazados y se
duermen. El reloj sigue sonando muchas veces. MARY, de puntillas y con
un dedo en los labios, entra lentamente en escena, y se dirige al público.
ESCENA V
Los mismos y MARY
MARY:
– Isabel y Donald son ahora demasiado dichosos para que
puedan oírme. Por lo tanto, puedo revelarles a ustedes un secreto. Isabel
no es Isabel y Donald no es Donald. He aquí la prueba: la niña de que habla
Donald no es la hija de Isabel, no se trata de la misma persona. La
hijita de Donald tiene un ojo blanco y otro rojo, exactamente como la hijita
de Isabel. Pero en tanto que la hija de Donald tiene el ojo blanco a la
derecha y el ojo rojo a la izquierda, la hija de Isabel tiene el ojo rojo a la
derecha y el blanco a la izquierda. En consecuencia, todo el sistema de argumentación
de Donald se derrumba al tropezar con ese último obstáculo que
aniquila toda su teoría. A pesar de las coincidencias extraordinarias que
parecen ser pruebas definitivas, Donald e Isabel, al no ser padres de la misma
criatura, no son Donald e Isabel. Es inútil que él crea que ella es
Isabel, es inútil que ella crea que él es Donald: se equivocan amargamente. Pero
¿quién es el
verdadero Donald? ¿Quién es la verdadera Isabel? ¿Quién
tiene interés en que dure esa confusión? No lo sé. No tratemos de saberlo.
Dejemos las cosas como están. (Da algunos pasos hacia la puerta y luego
vuelve y se dirige al público.) Mi verdadero nombre es Sherlock Holmes.
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26 de noviembre de 1912- Rumania Innecesario agregar más datos para reconocer su relevancia. |