domingo, 10 de agosto de 2014

Leer, intercambiar opiniones, analizar y reflexionar... ¿Todo en compañía?

























El zumo del Taller de Lectura, después de Ciudad de Dios, de Rubem Fonseca













Favela Ciudad de Dios- Brasil

















Aquellos que entren, 
abandonen todas las esperanzas...


El zamba busca y encuentra zamba, y las playas de Río son las más cálidas del mundo. Unas mujeres hermosas bailan acompañados por caballeros con una sonrisa impecable. El verde amárelo impregna todo, el telón, los asientos, hasta el propio escenario y nosotros impávidos alucinamos con la obra. La utopía de la felicidad nos absorbe y el desfile de la ostentación nos envuelve. El orden y el progreso parecen posibles. Los rascacielos acarician los morros. La sombra del cristo abraza al Brasil entero. En este espectáculo todo es alegría, todo es amor, plenitud, felicidad y riquezas. Y es por ello principalmente que nada lo es.
Nos cruzamos con las modelos, con los futbolistas, con el alegre brasileño siempre a las risas, feliz de estar vivo,  hasta que llegamos a la puerta de salida. Sin gestos y sin nada que lo delate Rubem Fonseca, nuestro Virgilio, nos espera, y al salir del teatro y entrar en las calles Brasil nos muestra su desdentada sonrisa.

El autor no nos pasea por absolutamente nada rimbombantemente colorido, y por un momento parece que todo fuera gris, blanco, negro y por supuesto, rojo. Las calles sucias, el cielo sucio, el mundo sucio. El infierno personal por el que nos conduce nuestro guía no existe en ninguna postal turística. No aparece en ninguna comedia trillada. No respira ningún aire de progreso, y dista de la propaganda optimista que nos meten por el recto. El contra discurso violento grita por darse a conocer, y detrás de su hambre latente de alegría, aparece por un momento la suplica por un espectáculo diferente.

El Brasil de Fonseca está vivo, y es tristemente real. Sepulta todo herméticamente en una superficialidad mecánica, donde los actores se mueven, sin propósito y sin sueños, sin optimismo alguno como un gigante retrasado paseando por una ciudad superpoblada. En este infierno dantesco las putas, los maricones, los pobres, los ricos, los dementes, los psicópatas, los cerdos, los sin tierra, los sin esperanzas, los nada absolutos son los absolutos héroes. Y cualquiera puede ser asesino, cualquiera puede ser la escoria más impune. El bien y el mal si son como en la vida real, juego de conceptos para niños, y no una línea divisoria.  La contracultura del autor presenta el placer por la violación, la alegría de los pederastas y los psicópatas, el odio de los abandonados, y las pesadillas más brutales de los amantes fascistas de la crónica roja.

De un lado de la vereda, Dios es brasileño, y seduce a cualquiera con las bellezas más gratas de un Edén terrenal. Del otro, los prohibidos, las sobras, las favelas pintarrajeadas, que traspiran exclusión y alienación, el alimento de la “O globo”. En el medio, nuestro guía nos pasea, y nos relata la memoria de los que ni siquiera se les ha dejado tener historia. Pero a diferencia de “La Comedia”, en este viaje Rubem no nos conduce por el infierno para llegar al paraíso en un anhelo de amor y purificación sino todo lo contrario: nos baja como ángeles del cielo y nos arrastra en la mierda que todos -lectores y no-lectores- dejamos caer.



Carolina y Germán

Taller de Lectura "Grafo al Aire"
Centro de Formación Humanística PERRAS NEGRAS


Rubem Fonseca, el policía que creyó en la escritura.
Un autor brasileño para leer de punta a punta. 

“No hay derecho mayor y más inalienable que el derecho a soñar. El único derecho que ningún dictador puede recortar y suprimir” - Jorge Amado

10 de agosto de 1912- Bahía, Brasil
Escritor
Empezó a publicar en la década del '30 y en sus textos denunció, por una parte, el dolor y la pobreza y, por otra, la ironía, la fiesta y la alegría como herramientas populares de protesta. Absolutamente realista, mostró un profundo análisis psicológico en sus novelas que reflejaron su compromiso político al denunciar las injusticias sociales. De esa época son sus novelas "Cacau" (Cacao), "Suor" (Sudor), "Mar morto" (Mar muerto) y "Capitáes de areia" (Capitanes de la arena). En 1937 sus libros fueron quemados en la Plaza Pública de Bahía por la policía del Estado Nuevo Brasileño, y después de estar recluido tres años en una cárcel de Río de Janeiro, se exilió en la Argentina. Tras su regreso -que le valió un nuevo arresto- abandonó su país para residir en Portugal, Italia, Francia, Rusia y Checoslovaquia. Allí escribió allí los tres volúmenes de ensayos titulados "Os subterráneos da liberdade" (Los subterráneos de la libertad).



En junio de 1996, estando de visita en Italia, fue invitado al programa televisivo "Storie" que en el canal 2 de la RAI dirigía el periodista Gianni Miná (1938).

FRAGMENTOS DE LA ENTREVISTA

Hace sesenta años usted escribía uno de sus libros, una de sus obras maestras, "Capitanes de la are­na", un libro premonitorio que hablaba de los niños de la calle. ¿Cómo le vino la idea de escribir un libro sobre esos niños?

Simplemente porque era una realidad que ya es­taba presente entonces, aunque en una medida menor. "Capitanes de la arena" es un libro de 1937. ¿Cuántos niños eran abandonados en Bahía en ese momento? ¿Doscientos, trescientos? En todo el Brasil, ¿dos mil? ¡Hoy hay once mi­llones de niños abandonados! ¿Se da cuenta de cuánto cre­ció numéricamente el problema desde el momento en que yo escribí el libro y cuántos problemas se sumaron a lo largo de los años? La droga entonces no existía; hoy está, y marca a estos chicos de un modo violento, profundo. Yo verdadera­mente no sé qué se puede hacer para intentar frenar un fe­nómeno tan grande.

Brasil es el sexto país productor de alimentos del mundo, en un ochenta por ciento por las condiciones de vida de la gente. ¿Qué fue lo que engendró una tragedia semejante? ¿La economía neoliberal?

En Brasil los bienes materiales pertenecen a una minoría; la mayor parte del pueblo vive en condiciones terribles, inimaginables.

En un Brasil capaz de expresar toda esa rique­za intelectual, ¿por qué -como usted me dijo una vez- los niños han perdido la inocencia, por qué se da la des­composición de la que habla el sociólogo Betinho, "la per­versión de la sociedad brasileña"? ¿A qué se debe?

Creo que se debe a la droga, pero sobre todo a la indiferencia del gobierno respecto de este problema. Sin embargo, a pesar de esto, yo creo que el pueblo es más fuer­te que esa miseria, que esa tristeza, que esa agonía. Creo que ganaremos esta lucha.

Una gran responsabilidad debe atribuírsele -desgraciadamente- también a las naciones europeas, que se hicieron responsables del saqueo del Brasil, como lo demuestran varios documentales, entre los cuales está uno que fue exhibido por un amigo de Chico Mendes, que vino a un programa televisivo nuestro y nos habló de qué significa robar, saquear el Amazonas, que es el mayor ban­co genético, la última memoria verde no sólo del Brasil, sino de todo el mundo y, como tal, debe ser protegida y no violentada por puros intereses de carácter económico. ¡Es increíble que una riqueza semejante pueda ser desintegrada! 

¿Hay un mensaje que Jorge Amado, que es un brasile­ño que ha vivido tanto, pueda dar al final de este relato de su historia de hombre?

Yo creo que el mensaje es que debemos salvar a Brasil, tenemos que modificar las condiciones del poder para que realmente se preocupe por los problemas de la gente. El verdadero interés para nosotros es resolverlos y no seguir con enfrentamientos demagógicos para engañar a los demás. Nosotros, los brasileños, tenemos una gran responsabilidad con respecto a nuestro país y somos nosotros los que tene­mos que tratar de hacer que se transforme en un gran país.

Pero los modelos de desarrollo del Banco Mun­dial, del Fondo Monetario Internacional matarán a Brasil, le impedirán sobrevivir. Quizás una voz como la suya, capaz de recordar que todas esas recetas son mercadería envenenada, son modelos sin esperanza, podría ser una ayuda valiosa.

Son modelos sin esperanza. Y lo repito, es a noso­tros, los brasileños, a quienes nos toca la tarea de resolver los problemas del Brasil. Nosotros somos los responsables de nuestra existencia, no esos que están en el extranjero que, entre otras cosas, más que salvar, quieren conquistar el Ama­zonas, apoderarse de la selva y esclavizar a la gente que vive en ella. Nosotros somos los responsables y, dejando de lado el tiempo que tengamos que emplear, somos nosotros los que debemos cumplir este trabajo. ¡Es un deber nuestro!


De: http://eljineteinsomne2.blogspot.com