domingo, 18 de mayo de 2014

"La alta gloria de nuestra dulce Patria"- José Artigas


PARTE DE LA BATALLA DE LAS PIEDRAS

De José Artigas a José Rondeau


“ Habiéndome acampado en la villa de Canelones con el objeto de molestar a los enemigos que se hallaban situados en Las Piedras y privarles las introducciones de ganados y demás comestibles para Montevideo; y advirtiendo ser insuficientes todas las providencias y vigilancia de las partidas que continuamente destacaba a este fin; dispuse con anuencia de los señores capitanes, el atacarlos, en atención a que aun cuando las fuerzas enemigas ascendían al numero de 600 hombres, según las más noticias que por algunos pasados había adquirido. Contaba con mucha parte adicta a nosotros.

Pasé inmediatamente el correspondiente oficio a mi hermano Don  Manuel Artigas, indicándole el punto donde debía reunirse conmigo; y a las pocas horas de haber marchado el chasque, recibí oficio de mi hermano en que me avisaba hallarse atacado por los enemigos, pidiendo 300 hombres de refuerzo. Con esto llegó la nota que otra columna enemiga se dirigía a Canelones, con el objeto de atacarme; al momento acorde con los señores oficiales que era conveniente dirigirnos al Sauce a dar auxilio por (estar) entre los enemigos entre dos fuegos; y rendidos estos, cortar la retirada a los que se habían dirigido a Canelones.

En efecto dispuse mi salida a puesta del sol, y marché con el abrigo de la noche, pasando a la vista de los fogones enemigos. La noche se puso sumamente oscura, y el día amaneció lloviendo, cuya lluvia continuó hasta el siguiente con el mal tiempo. Se imposibilitó la marcha, y me acampé en las Puntas del Canelón Chico, desde donde pasé orden a mi hermano, para que se reuniera en dicho punto, en virtud de haber sabido que la noche de mi salida, había regresado la tropa enemiga al campamento de Las Piedras. Mi hermano se incorporo en el citado destino, la noche del 17, segunda de mi salida, y por la incapacidad del tiempo, no pude determinar lo que tenía proyectado.

El tiempo mejoró y mis partidas de descubierta empezaron  sus guerrillas, con dos columnas que en el mejor orden marchaban para mi campamento. Al instante destaqué una partida de 200 hombres montados, de la gente patriota voluntaria, para que los fueran sacando de su campamento; y mandé que la tropa tomara caballos para salir a batirlos. Los enemigos avanzaron sobre los de caballería y yo con el resto del ejército. Marché sobre ellos. De la gente armada de caballería; saqué 150 hombres para reforzar la infantería; y ordené dos columnas de caballería, una al mando de Don Antonio Pérez que ocupaba la derecha. Con la demás gente de mi hermano Don Manuel formé otra columna (como de 250 hombres) con el objeto, de cortar la retirada a los enemigos.

En este orden avancé, y puesto a la frente de los enemigos, desplegué en batalla con la infantería y mandé a mi ayudante mayor Don Eusevio Valdenegro, pasase orden que una columna de caballería de la derecha avanzara amenazando picar la retaguardia enemiga; y echando pie a tierra la infantería, hizo su demostración de avance con bastante rapidez; pero los enemigos aparentaron retirarse, sin hacer mayor fuego, siempre con el mejor orden.

Esta aparente retirada, la hicieron con el interés de situarse en una loma, lugar dominante a todos cuatros frentes de su posición; y en este presentaron batalla.

La fuerza enemiga constaría de 400 a500 hombres de infantería con cuatro piezas de artillería, dos obuses de 32, y dos cañones de 4, con 64 artilleros buenos: de a 16 hombres de dotación en cada cañón, y 459 que componían la Caballería.

La fuerza de mi división, se componía de 600 hombres de caballería (mal armados), y 400 infantes, con los dos cañoncitos de a 2.

El combate empezó a las once y media de la mañana y terminó a las 4 de la tarde. A este se dio principio en los términos antedichos: pero como la tropa estaba ansiosa de avanzar, sufrió un tiro de granada que me llevó seis patricios, para hallarlos en pelotón, que todo mi esfuerzo y el de los oficiales no era bastante a contenerlos en avanzar, porque no sufrieran el ventajoso fuego de los enemigos; en un lugar donde el terreno era dominado por ellos, tanto como las municiones de artillería superaban a las nuestras.

Los enemigos se resistieron vigorosamente en este punto; tanto que fue necesaria toda la constancia de nuestra heroica tropa, para echarlos de allí; de donde salieron retirándose con el mejor orden. La tropa cargó vigorosamente sobre ellos, y aquí se les tomó un cañón; pero como los fuegos de artillería superaban a los nuestros contenían sumamente a nuestra tropa, que solo su mucho valor podía resistirlos.

Con su retirada, conseguí situarme en mejor terreno, y de aquí hice avanzar a la columna de caballería de la derecha, y mi ayudante mayor a la izquierda, mandando entrar para la retaguardia enemiga a la columna que mandaba mi hermano Don Manuel Francisco Artigas.

Aquí fue bastante activo el fuego que duraría más de una hora; y con la energía que disputaba la acción nuestra tropa, se intimidaron los enemigos, y pusieron bandera de parlamento a que yo mismo en persona contesté se rindieran a discreción, librando vidas de todos, con lo que se rindieron, y quedó para nosotros la victoria, y todo el campo de batalla, que era a distancia de un cuarto de legua de la Capilla de las Piedras. En la misma capilla, donde tenían su campamento, había quedado una guardia de 30 hombres, (según declaración del ayudante mayor de órdenes, subteniente de caballería Don Juan Rosales), con un cañón de 4. La rendición la encargué a mi ayudante mayor Don Eusevio Valdenegro; quien para conseguirla (evitando en lo posible toda efusión  de sangre) mandó pasase con parlamento expresado ayudante mayor de órdenes Don Juan Rosales, a que con el respeto de su tropa, hiciera se rindiese a discreción; lo que así verificaron; y fueron prisioneros más de 100 hombres que allí habían replegado con provistos de cajones de  municiones; y con 16 artilleros más, en el cañón que tenían.

Entre tanto disponía yo la reunión de la tropa , y conducción segura de los prisioneros, pasó mi ayudante el referido Don Valdenegro, a la operación antedicha, tomando el Parque de Artillería que lo tenían bien provisto de municiones de todos los calibres indicados, y de todas las clases, las que con mi orden hizo extraer, con tres carros capuchinos; y como llegó nota de que salía refuerzo de Montevideo, fue necesario apostarme en lugar ventajoso para esperar al enemigo, que hasta ahora, (que son las 6 de la mañana) no se ha dejado ver.

Tengo varias partidas hacia los Migueletes para que estén a la observación de los enemigos, y en todo caso apuro, dispongo mi retirada a Canelones. El ayudante mayor de órdenes, Don Juan Rosales, me asegura haber fuerzas en la Plaza de Montevideo, de 500 a600 hombres, incluso los que estaban en la Colonia, y que según este han regresado a Montevideo.

Conviene pues que usted, en vista de lo expuesto, acelere sus marchas, y me mande la tropa a la mayor brevedad, entre la cual, es indispensable venga una dotación suficiente de artilleros, para el manejo de las 5 piezas de artillería que he tomado a los enemigos: mandándome bastantes piedras de chispa, que las necesito mucho, y no las había en el Parque enemigo.

La pérdida, que hemos tenido en esta gloriosa acción, será como unos 18 o 20 hombres muertos, y unos 14 heridos. No tengo entero conocimiento de esto, hasta después que noticiare  a usted con más propiedad. Los enemigos muertos serán como 30 y según el primer conocimiento que tengo de los heridos ascienden a 46 o 50, y prisioneros como 420, inclusos 22 oficiales, con el Comandante General Don José Posadas.

No puedo ocultar a usted cuán dignos son todos los señores oficiales que he tenido el honor, de tener a mis órdenes, en tan gloriosa acción; porque todos, todos se han portado con todo el honor y entusiasmo que los caracteriza, y hace dignamente acreedores a la alta consideración de la excelentísima junta, y a la eterna gratitud de sus compatriotas.

Las tropas todas, me merecen igual atención, y estoy seguramente persuadido, que a no ser tanto su valor, no era capaz de haberse conseguido una acción con tantas ventajas para los enemigos; tan heroica para sus triunfadores y que en todas sus partes justifica el honor de las armas de nuestra Patria.

Por ahora me llamo sumamente ocupado, y con la atención puesta en los enemigos; por lo que no puedo sustanciar un parte completo, con estado de armas, municiones, y todo lo demás relativo a los enemigos, que lo haré a primera oportunidad.

En este momento acabo de recibir el adjunto parte, que da Don Pedro G. Pérez, de lo que ha ocurrido en Santa Teresa; y todo, está pronosticado el inmediato estrago y ruina de los tiranos, y la alta gloria de nuestra dulce Patria, que  hará eterna la memoria de sus dignos hijos.

Dios guarde vuestra señoría muchos años

Campamento de las Piedras

19 de mayo de 1811

José Artigas

De: “Nación Charrúa Artiguista y Originaria”