miércoles, 7 de mayo de 2014

Robert Browning, un poeta nada convencional

7 de mayo de 1812
Creador del monólogo dramático poético.


Técnicamente, el monólogo dramático, cuyo origen se remonta a las tragedias griegas, se perfecciona como poética solo a partir de Browning. 

En la estructura compositiva, el poeta asume la personalidad de un personaje histórico o ficcional ya desaparecido, y le da voz en primera persona, confundiéndose con él. La exposición es indirecta e irónica. El tono, la estructura y el ritmo son coloquiales. La unidad del poema —que comparte las características del drama— es producto de la tensión entre opuestos emotivos e intelectuales. Será en el momento de mayor intensidad donde el personaje/narrador se revele a sí mismo aunque nunca de manera directa.

En sus primeros años Browning escribe una larga cantidad de confesiones personales y poemas biográficos, tomando a Shelley como modelo. En los volúmenes Men and Women de 1845 y Dramatis Personae 1864, desarrolla el género del monólogo dramático.

Bajo la influencia del drama y los soliloquios shakesperianos, los extensos monólogos se hacen breves, delimitados por un único personaje. El narrador queda separado del poeta y se dirige a un público implícito y silencioso, que asiste cada escena. La calidad tonal del monólogo, su ritmo y el lenguaje propiamente dicho, pueden resumirse como la técnica de la revelación, siempre concisa, que nos permite acceder al personaje.

No sólo Shakespeare influye en la escritura browniana, sino que de la poesía de Donne, frecuentemente citada en sus cartas a Elizabeth Barret, obtiene la técnica de emplazamiento, para definir así la situación o para revelar el conflicto, como así también la dicción idiomática, el ritmo, y la concentración en el aspecto psicológico.
Para lograr objetividad, Browning evita el juicio moral a favor de la presentación directa del personaje, consecuentemente el lector es quien hará su propio juicio, confrontando el poema como una experiencia activa antes que un juicio preconcebido.


My last Duchess

El poema fue publicado por primera vez en la colección Dramatic Lyrics en 1842 y es un de los mejores ejemplos del uso que Browning hace del monólogo dramático. La rima está construida en pentámetros, con versos encabalgados. Así es como el poeta expande la fuerza sutil que yace detrás de las revelaciones del duque de Ferrara.
El narrador, distinguiéndose claramente del poeta, imita voces ajenas, crea situaciones hipotéticas y usa la potencia de su personalidad para que los horrores que relata resulten graciosos.

El poema, basado en la vida del duque de Ferrara, habla del retrato de Lucrecia, su última esposa, fallecida en 1561. El creador del cuadro, Fra Pandolf, un aristócrata renacentista, por momentos, aparenta estar presente. A medida que nos adentramos en el poema, comprendemos que el duque de Ferrara esta hablando con un representante, o una persona de confianza, sobre su prometida. Las palabras de los versos indican que el duque es un hombre educado y culto, quien menosprecia a su silencioso interlocutor.

Parado delante del retrato de su última esposa, habla de los fracasos y las imperfecciones que la constituyeron. Sin embargo, el discurso indica que los fallos e imperfecciones de la mujer eran, en realidad, cualidades como la compasión, la modestia, la humildad, la cortesía y el placer de las pequeñas cosas. La ironía abunda.

Browning detalla el displacer que le produce al duque la falta de atención de parte de su esposa, de quien pretende la rendición de culto. Es posible leer, no solo las imperfecciones de Lucrecia, sino también las del duque, el que no tarda en revelar sus dotes como manipulador. Arrogante, posesivo y controlador, Ferrara siente celos de Fra Pandolf. Convencido de que una mujer solo debe ser satisfecha por su marido, deduce que Lucrecia es una mujer fácilmente impresionable. No solo el pintor despierta la envidia en el duque, sino todo aquél a quien su mujer dirija una sonrisa.
Su actitud condescendiente surge claramente del contexto: el narrador se cree un ser superior. Esto se evidencia de las líneas 9 a 11 del poema. El uso de la palabra nadie resume el sentido de ‘ninguno que no sea yo’.

Casi en el cierre del poema, las sonrisas quedan detenidas. Presumimos que fue el propio duque quien da orden de asesinar a su mujer. No hay indicios de cambio en su personalidad, por el contrario, aclara que espera igual sumisión de su actual prometida, a quien se une sin ningún interés económico, contrariamente a las convenciones de la época. La mujer es un objeto, una ganancia, una criatura a la que se debe dominar. Concientemente Browning cierra el poema con la estatua del dios Neptuno, regalo de su prometida, tratando de dominar a un caballo de mar.
Es importante destacar la fascinación que produjo en el poeta el Renacimiento italiano. La eterna búsqueda de Browning sobre el valor del arte y la moralidad, inherentes y contradictorios, cuya representación se imbrica entre violencia, estética y sexo. Es posible pensar que quizá el motivo para castigar a Lucrecia es una cuestión de naturaleza sexual. El poema es el reflejo de la sociedad victoriana y su intento de controlar los impulsos individuales. Browning nos fuerza a comprometernos con el poema y también a cuestionarnos sobre cuál sería nuestro comportamiento ante iguales circunstancias. ¿Es el arte una cuestión moral o estética?


Mi última duquesa


1. Ésa es mi última Duquesa pintada en la pared
2. Como si estuviera viva. Llamo, ahora,
3. A esta pieza maravilla: las manos de Frá Pandolf, un día,
4. Trabajaron afanosamente, y allí está ella.
5. ¿Podría usted sentarse y observarla? Dije
6. ‘Frá Pandolf’ por quien lo diseñó, pues nunca
7. un desconocido como usted ha visto ese semblante,
8. La profundidad y la pasión de su mirada sincera,
9. Se transformó para mí, (nadie ha permanecido
10. Detrás de la cortina que he corrido para usted, excepto yo)
11. Y parecía que iban a preguntarme, si se hubiesen atrevido,
12. Cómo llegó tal mirada hasta aquí; entonces, no es usted
13. El primero en observarla y preguntar. ¿Señor, no era únicamente
14. La presencia del marido, lo que causó aquel tinte
15. De felicidad en las mejillas de la Duquesa? Quizá
16. Frá Pandolf dijo casualmente: ‘El manto cae
17. Con pesadez sobre la muñeca de mi Señora’ o ‘La pintura
18. No debe intentar reproducir el desfalleciente
19. Sonrojo que se esfuma por el cuello’: tales cosas
20. Son cortesías, pensó ella, y fue causa suficiente
21. Para convocar a la dicha. Tenía
22. Un corazón — ¿cómo podría decirlo? — sencillo de alegrar
23. Fácilmente impresionable; le gustaba toda cosa
24. Que veía, y su mirada se extendía a todas partes.
25. Señor, ¡era toda una! Mi gracia en su pecho,
26. La caída del día en el Oeste,
27. Las ramas del cerezo que algún tonto oficioso
28. quebró en el huerto para ella, la blanca mula
29. En la que montaba alrededor del caserío ― todas y cada uno
30. Obtendrían de ella igual aceptación,
31. O incluso, sonrojos. Agradecía a los hombres, — ¡bien! pero de
32. Alguna forma agradecía — no sé de qué manera — como si ordenara
33. El regalo de mi nombre de novecientos años de antepasados
34. Entre los regalos de cualquier otro. ¿Quién se atrevería a culparla
35. Por esta clase de juego? Aún cuando poseyeras la destreza
36. De la palabra — yo carezco yo de ella— para que tu voluntad
37. Fuese clara en todo sentido, y decir, ‘Esto o aquello
38. De ti me disgusta; aquí es donde te equivocas,
39. O allí donde te excedes’ — y si se permitiera
40. A ella misma ser aleccionada, sin contraponer
41. Su sagacidad a la tuya, la verdad sea dicha, y se excusara
42. ― Aún entonces implicaría cierta condescendencia, y yo elijo
43. No rebajarme. Oh señor, ella sonrió, no hay duda,
44. Cada vez que la crucé, pero ¿quién podría transcurrir
45. Sin su sonrisa? Esto aumentó, di órdenes;
46. Entonces las sonrisas se detuvieron. Allí está ella
47. Como si estuviera viva. ¿Podría usted levantarse? Nos reuniremos
48. Con el resto de la gente, entonces. Repito
49. El Conde y su consabida magnanimidad
50. Es la amplia garantía de que ningún justo reclamo
51. De la dote por mi parte será rechazado;
52. Aunque el alma de su hija, como he declarado
53. En un principio, es mi objetivo. No, descenderemos
54. Juntos, señor. Observe usted a Neptuno, entonces,
55. ¡Domando un caballo de mar, que todos creen una rareza,
56. Que Claus de Innsbruck ha tallado en bronce para mí!

Versión© Silvia Camerotto

De: desibilabis.blogspot.com