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4 de abril de 1846- URUGUAY |
Canto primero
Me propongo, sin
estar emocionado, declamar con voz potente la estrofa seria y fría que vais a
oír. Prestad atención a su contenido y no os dejéis llevar por la impresión
penosa que al modo de una contusión ha de producir seguramente en vuestras
imaginaciones alteradas. No creáis que yo esté a punto de morir, pues todavía
no me he vuelto esquelético ni la vejez está marcada en mi frente. Descartemos,
por lo tanto, toda idea de comparación con el cisne en el momento en que su
existencia lo abandona, y no veáis ante vosotros sino un monstruo cuyo
semblante me hace feliz que no podáis contemplar: si bien es menos horrible que
su alma. Con todo, no soy un criminal…
Pero dejemos esto.
No hace mucho tiempo que he vuelto a ver el mar y que he puesto los pies sobre
los puentes de los barcos, y mis recuerdos son tan vivos como si lo hubiera
dejado ayer. Tratad, con todo, de mantener la misma calma que yo en esta
lectura que ya estoy arrepentido de ofreceros, y de no enrojecer ante la idea
de lo que es el corazón humano. ¡Oh pulpo de mirada de seda!, tú, cuya alma es
inseparable de la mía, tú, el más bello de los habitantes del globo terráqueo,
que mandas sobre un serrallo de cuatrocientas ventosas, tú, en quien residen
noblemente como en su morada natural, en perfecto acuerdo y unidas por lazos
indestructibles, la dulce virtud comunicativa y las divinas gracias, ¿por qué
razón no estás junto a mí, tu vientre de mercurio contra mi pecho de aluminio,
ambos sentados sobre alguna roca de la costa, para contemplar ese espectáculo
que idolatro?
Viejo océano de
ondas de cristal, te pareces, guardadas las proporciones, a esas marcas
azuladas que se ven en el dorso magullado de los grumetes, eres una inmensa
equimosis que se muestra sobre el cuerpo de la tierra: me encanta esta
comparación. Así, al primer golpe de vista, un soplo prolongado de tristeza,
que se tomaría por el murmullo de tu brisa suave, pasa, dejando rastros inefables
sobre el alma profundamente sacudida, y recuerdas a la memoria de tus amantes,
sin que ellos lo adviertan, los duros comienzos del hombre en los que inicia
sus relaciones con el dolor, que no ha de abandonarlo nunca más. ¡Te saludo,
viejo océano!
Fragmento de Los Cantos de
Maldoror
De: http://www.taringa.net

"Vivió
desventurado y murió loco. Escribió un libro que es único si no existiera la
prosa de Rimbaud: un libro diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y
penoso, un libro en que se oyen a un mismo tiempo los gemidos del Dolor y los
siniestros cascabeles de la Locura" escribió Rubén Darío, para referirse a
este minúsculo poeta, de un solo libro a quienes André Bretón y los
surrealistas llamaron "figura resplandeciente de luz negra". LOS CANTOS
DE MALDOROR aullante precedente del automatismo psíquico de 1924, significa el
triple enmascaramiento de quien fuera -como Poe o Baudelaire- un poeta maldito:
Isidore Ducasse se encubre tras el Conde de Lautréamot, quien a su vez lo hace
en el narrador-personaje Maldoror. Máscaras construidas por el adolescente que
no quiere ser visto, que esconde su miserable condición llamándose por
oposición al Conde de Montecristo, el Conde de "l ´autre mont", que
tanto puede ser el del Anticristo, como el otro monte de Monte-video. (...)
Murió de una
enfermedad infecciosa, su acta de defunción fue descubierta por André Bretón, y
da cuenta de su aislamiento en el Hotel de Faubourg-Montmartre 7, cuando son
testigos de la misma el dueño y un mozo.
Fragmentos de: CONDE DE LAUTRÉAMONT ISIDORE DUCASSE de
Margarita Ferro
En: http://www.escaner.cl
“La
poesía no podrá prescindir de la filosofía.
La filosofía podrá prescindir de la
poesía”