jueves, 30 de mayo de 2013

"Tú me enseñaste a ser americano..."- Pablo Neruda
















Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.

Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.
Versión de León Felipe
De: Hojas de hierba
de Walt Whitman

31 de mayo de 1819
Uno de los Padres de la Poesía Moderna.
Otro de los perseguidos por la hipocresía universal.
32. Creo que podría volverme a vivir con los animales.
¡Son tan plácidos y tan sufridos!
Me quedo mirándolos días y días sin cansarme.
No preguntan,
ni se quejan de su condición;
no andan despiertos por la noche,
ni lloran por sus pecados.
Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios...
No hay ninguno descontento,
ni ganado por la locura de poseer las cosas.
Ninguno se arrodilla ante los otros,
ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos
antes que él.
En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.

Me muestran el parentesco que tiene conmigo,
parentesco que acepto.
Me traen pruebas de mi mismo,
pruebas que poseen y me revelan.
¿En dónde las hallaron?
¿Pasé por su camino hace ya tiempo y las dejé caer sin darme cuenta?

Camino hacia delante, hoy como ayer y siempre,
siempre mas rico y mas veloz,
infinito, lleno de todos y lo mismo que todos,
sin preocuparme demasiado por los portadores de mis recuerdos,
eligiendo aquí solo a aquel que más amo y marchando con {el en un abrazo
fraterno.

Este es un caballo ¡Miradlo!
Soberbio,
tierno,
sensible a mis caricias,
de frente altiva y abierta,
de ancas satinadas,
de cola prolija que flagela el polvo,
de ojos vivaces y brillantes,
de orejas finas,
de movimientos flexibles...
Cuando lo aprisionan mis talones, su nariz se dilata,
y sus músculos perfectos tiemblan alegres cuando corremos en la pista...
pero yo solo puedo estar contigo un instante.
Te abandono, maravilloso corcel.
¿Para qué quiero tu paso ligero si yo galopo mas de prisa?
De pie o sentado, corro más que tú.

Versión de León Felipe
De: Canto a mí mismo



Una araña paciente y silenciosa...

Una araña paciente y silenciosa,
vi en el pequeño promontorio en que
sola se hallaba,
vi cómo para explorar el vasto
espacio vacío circundante,
lanzaba, uno tras otro, filamentos,
filamentos, filamentos de sí misma.

Y tú, alma mía, allí donde te encuentras,
circundada, apartada,
en inmensurables océanos de espacio,
meditando, aventurándote, arrojándote,
buscando si cesar las esferas
para conectarlas,
hasta que se tienda el puente que precisas,
hasta que el ancla dúctil quede asida,
hasta que la telaraña que tú emites
prenda en algún sitio, oh alma mía.

Versión de Leandro Wolfson



“Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas”
Federico García Lorca


..."Bebamos y olvidemos que la brisa deshojará la rosa..."- Omar Khayyam




31 de mayo de 1048


Omar Khayyam
(Omar Jayyam o Khayyam; Nishapur, actual Irán, 1048 - id., 1131) Poeta, matemático y astrónomo persa. Se educó en las ciencias en su nativa Nishapur y en Balkh. Posteriormente se instaló en Samarcanda, donde completó un importante tratado de álgebra. Bajo los auspicios del sultán de Seljuq, Malik-Shah, realizó observaciones astronómicas para la reforma del calendario, además de dirigir la construcción del observatorio de la ciudad de Isfahán. De nuevo en Nishapur, tras peregrinar a la Meca, se dedicó a la enseñanza y a la astrología. La fama de Khayyam en Occidente se debe fundamentalmente a una colección de cuartetos, losRubaiyat, cuya autoría se le atribuye y que fueron versionados en 1859 por el poeta británico Edward Fitzgerald.
Si en Occidente Omar Khayyam tan sólo es conocido como poeta, Oriente, en cambio, lo conoció casi exclusivamente durante toda la Edad Media como astrónomo, matemático y filósofo; en el ámbito de las matemáticas estudió las ecuaciones cúbicas proporcionando una solución geométrica para algunas de ellas, e intentó clasificar ecuaciones de diversos grados según el número de términos que aquéllas contuvieran. Sólo a partir de mediados del siglo XIX, desde que la traducción de Edward Fitzgerald de los Rubaiyat dio celebridad a su nombre en Europa y en América, empezó también a ser estudiado y admirado como poeta por el Oriente persa y árabe.

Pocos hechos de su vida se encuentran atestiguados históricamente. Nació en Nishapur en año impreciso, alrededor de 1050. El nombre entero que se da en su Álgebra es Omar ibn Ibrahim al-Khayyami, de la que fue extraída la forma que él mismo usa en sus cuartetos como nombre poético: Khayyam (en árabe "fabricante de tiendas"). La noticia de su amistad de adolescente con el futuro ministro seleúcida Nizam al-Mulk y con el futuro jefe de los asesinos Hasan ibn as-Sabbah suscita serias dificultades de cronología. Pero es indudable que, en 1047, el todavía joven científico fue invitado por el sultán Malik-Shah, juntamente con otros dos eruditos, a preparar una reforma del calendario persa, que terminó con la fijación de una nueva era, la era Gialali, denominación que procede del sobrenombre del sultán.

En 1112, el compilador Nizami Arudi Samarquandi recuerda haber encontrado al maestro en Balkh y haber oído de él una profecía sobre su propia tumba, que él vio después cumplida en Nishapur, donde el sepulcro de Omar Khayyam, como el mismo poeta había predicho, estaba cubierto de pétalos de flores y a la sombra de un peral y de un melocotonero. Un pasaje recientemente descubierto del ilustre az-Zamakhshari (literato y teólogo fallecido en 1143) atestigua una relación suya con Omar Khayyam, de la que se desprende la doctrina y la modestia del científico y poeta persa (otros en cambio lo habían descrito como intratable y soberbio) y su conocimiento del que puede considerarse en algunos aspectos como su precursor árabe, Abu al-Ala al-Maarri.

Rubaiyat no es el nombre de una obra sino de una forma métrica (en singular, "rubai", que puede traducirse como "cuarteto"). Tal estrofa, formada por cuatro versos con el esquema de rima A-A-B-A, era extraña a la poesía árabe clásica, y fue usada sobre todo en la persa. Se encuentran cuartetos designados con el vocablo árabe "rubaiyat" desde los comienzos de la lírica persa, en el siglo X; los vemos después atribuidos a muchísimos poetas, y aun a hombres de ciencia, como Avicena; entre los más insignes sobresalen los poetas místicos Abu Saìd de Mehne (968-1049) y su contemporáneo Baba Tahir de Hamadàn. Pero los Rubaiyat por antonomasia son los atribuidos a Omar Khayyam.

Algunos investigadores sostienen que Khayyam nunca hizo poesía y que los Rubaiyat se le han atribuido por su fama y erudición. Ciertamente, el número de poemas atribuidos a Omar Khayyam es excesivo (entre quinientos y un millar), y es probable que tan sólo alrededor de unos doscientos sean suyos. Estas breves composiciones tienen sus origen en la literatura persa preislámica, y suelen condensar en sus versos una descripción ambiental y un pensamiento. En los poemas de Khayyam, escritos con un magistral poder de síntesis, el poeta canta aparentemente a los goces del vino y el amor como refugio a la transitoriedad de la vida, mas bajo ello subyace una profunda y a menudo pesimista reflexión sobre la naturaleza del universo, el paso inexorable del tiempo y la relación del hombre con Dios.

La fisonomía del poeta que estos versos traslucen es inequívoca, orientada hacia un amable goce de las efímeras alegrías de la vida y hacia un íntimo y amargo escepticismo sobre las posibilidades del hombre para alcanzar las verdades supremas, estado de ánimo que continúa toda una tradición de poesía escéptica oriental que se remonta ya a Avicena (se sabe que Khayyam fue un apasionado estudioso de Avicena) y que es presentado con excepcional fuerza epigramática, no sin una acentuada nota de intelectualismo. Junto a la hondura con que se tratan temas metafísicos como la relación del hombre con Dios, la eternidad y la incertidumbre de la existencia humana, a través de concisas y tajantes sentencias, Khayyam realza la belleza y sensualidad del mundo material, la alegría de vivir, la naturaleza y los placeres. Sus versos son simbólicos y transmiten la sabiduría antigua con sencillez y voluptuosidad, a menudo con un irresistible hechizo o entre una aureola de misterio, y son estimados como uno de los más brillantes tributos del genio persa a la literatura universal.


Fuente: © Biografías y Vidas, 2004-13.



VI. El vuelo del alma

67
Y caso extraño ¿no? De las vidas aquéllas
que primero pasaron tras la cortina oscura,
ninguna aquí retorna a mostrarnos sus huellas,
para abrir nuevas rutas por entre las estrellas.

68
Y las revelaciones del sabio y del devoto,
que profetas ungidos en llamas difundieron,
¿qué son sino consejos de un ensueño remoto,
dichos y al punto vueltos a su dormir ignoto?

69
Porque si el alma puede dejar su polvo turbio,
y cabalgar desnuda por los aires del cielo
¿No es, acaso, vergüenza, no es un fatal disturbio
habitar por más tiempo en este vil suburbio?

70
Y éste es sólo una tienda donde un sultán reposa
mientras va de camino al reino de la muerte:
Sale el sultán, y al punto, un hosco peón de fosa
la alza, y para otro huésped la adereza lujosa.

71
Y yo envié mi alma tras lo Invisible eterno,
del más allá una carta buscando descifrar;
tras una larga angustia de mi conflicto interno,
vuelve y me lee: -«Mira: yo soy Cielo e Infierno».

72
Cielo es sólo visión del Deseo cumplido
y el Infierno la sombra de un alma de ansia presa,
lanzada a esta tiniebla donde, apenas surgido,
el hombre ha de quedar en polvo convertido.

73
Y al fin no somos más que una movible fila
de fantásticas formas que vienen y que van
en torno a esta Linterna del Sol, que alumbra, oscila,
y el Maestro abre y cierra cual mágica pupila.

74
Nosotros, piezas mudas del juego que Él despliega
sobre el tablero abierto de noches y de días,
aquí y allá las mueve, las une, las despega,
y una a una en la Caja, al final, las relega.

75
La bola nada inquiere de sí, ni no, ni modo,
y el jugador doquiera de un lado al otro corre:
pero él, que los echara en el campo de lodo,
todo de ellos lo sabe, ¡oh, todo, todo, todo!

76
Su índice el fallo escribe: si tu piedad impetra,
si tu ingenio excogita, si tu fe intercede
por borrar una línea, tu voz nunca penetra;
ni tus lágrimas juntas lavarán una letra.




Mira y escucha. Una rosa tiembla, agitada por la brisa, 
y el ruiseñor le canta un himno apasionado; una nube se detiene. 
Bebamos, y olvidemos 
que la brisa deshojará la rosa, 
se llevará el canto del ruiseñor, 
y arrastrará la nube que nos brinda su sombra.