lunes, 23 de febrero de 2015

“Escribimos para saborear la vida dos veces, en el momento y en retrospectiva”- Anaïs Nin

21 de febrero de 1903- Francia
Escritora y psicoanalista.
Vituperada por su conducta y
su escritura eróticas,
inconvenientes para el statu quo
de aquella época.

Fez. Tarde o temprano, uno se encuentra con una ciudad que es una imagen de sus ciudades interiores. Fez es una imagen de mi yo interior. Esto podría explicar mi fascinación por ella. Al llevar un velo, lleno e inagotable, laberíntico, tan rico y variado, yo misma me perdí. Pasión por el misterio, lo desconocido, por lo infinito y lo inexplorado.
Con mi guía, visité el Quartier Réservé. Reposa entre paredes medievales, cada puerta es vigilada por un soldado francés. Las casas estaban llenas de prostitutas. Sólo los árabes pobres van allá porque los demás tienen suficientes esposas para satisfacer su necesidad de variedad. Calles oscuras, dramáticas, tortuosas. Sótanos vacíos que se han transformado en cafés. Árabes que entran y salen furtivamente. Negros. Limosneros. Música árabe que se escucha de vez en cuando. Paredes, plafones cubiertos de alfarería y tapetes desarrapados. Sirven Thé à menthe o cerveza. No se toma vino pero hay un gran tráfico de drogas. Cuartos como de sótano, vacíos. Puertas cubiertas de cortinas musulmanas o cortinas de cuentas. El cuarto de la entrada es un bar o un café donde se sientan los hombres y tocan los músicos. El cuarto de atrás es para las prostitutas. Se abrió la cortina musulmana y me encontré frente a Fátima, reina de las prostitutas.

Fátima tenía una hermosa cara, una nariz griega, unos enormes ojos negros de terciopelo, una piel morena suave, llena pero firme, y los atributos árabes de siempre, varios pliegues de estomago, varios mentones. Sólo podía moverse con dificultad sobre sus piernas enormes. Era a la vez regia y magnífica, opulenta y voluptuosa. Llevaba puesto un vestido de novia, un vestido de gasa rosa bordado de lentejuelas doradas colocadas sobre varias capas de fondos de gasa. Un cinturón de oro pesado, pulseras, anillos, una cinta dorada sobre la frente, enormes pendientes de oro. Sobre su cabello brillante, un turbante de seda coloreada en la parte posterior de su cabeza descubría sus rizos negros. Tenía cuatro dientes de oro, algo que las mujeres árabes consideran hermoso. El delineado negro carbón exageraba el tamaño de sus ojos como en las pinturas egipcias.

Se sentó en medio de cojines en un cuarto largo y estrecho como muchos cuartos en Fez. En cada extremo del cuarto había una cama de latón, signo de lujo y de éxito. No se usan como camas, son sólo un símbolo de riqueza. Entre las dos camas de latón se colocan todos los cojines, tapetes y sofás bajos (en las casas ricas se azulejan los suelos pero también lucen las camas de latón). Fátima no sólo coleccionaba camas de latón sino también relojes de cuco suizos. Cubrían una pared, cada uno dando una hora diferente. Las otras paredes estaban cubiertas de cretona floreada. El ambiente se cargaba de perfume, encerrado y voluptuoso, el vientre mismo. Una joven entró con un vaporizador y levantó mi falda para vaporizar ligeramente mi ropa interior con agua de rosa. Entró otra vez para esparcir pétalos de rosa alrededor de mis pies. Regresó con una bandeja que llevaba vasos de cristal con asas de cobre para el té. Nos sentamos con las piernas cruzadas sobre inmensos cojines, Fátima en el centro. Nunca hizo un gesto vulgar. Invitaron a pasar a dos músicos ciegos y encorvados que tocaron con monotonía, pero con tal ritmo que mi excitación creció como si hubiera tomado vino. Fátima empezó a preparar el té en la bandeja. Luego nos pasó una botella de agua de rosas y nos perfumamos las manos. Luego encendió un brasero de sándalo y lo colocó a mis pies. Me estaba perfumando generosamente como se debía y el aire se hizo más pesado. El soldado árabe se recostó sobre las almohadas. El guapo guardaespaldas con su túnica blanca, su turbante blanco y su uniforme militar azul empezó a conversar con Fátima que no hablaba francés. Tradujo mis cumplidos sobre su belleza. Ella le pidió que tradujera una pregunta sobre mi esmalte de uñas. Le prometí mandárselo. Mientras estábamos sentados allí soñando entre cada frase, afuera estalló una pelea. Un joven árabe entró corriendo, la cara ensangrentada. Gritaba, "Aii, Aii, Aiii". Fátima envió a su criada a ver qué podía hacerse por el joven árabe. Nunca perdió la calma. Los músicos tocaron más fuerte y más rápido para que yo no me diera cuenta de la agitación y para que mi placer no fuera interrumpido. Permanecí dos horas con Fátima, pues aquí es incorrecto apresurarse. Es un insulto mortal irse demasiado rápido o mostrar prisa. Se ofenden profundamente. La amistad no depende tanto de una conversación o de un intercambio, sino de la creación de un ambiente favorable, soñador, meditativo, contemplativo, un modo de ser. Finalmente, cuando estuve lista, mi escolta pronunció unas palabras de despedida.

Era pasada la medianoche. La ciudad, tan llena de gente e intransitable durante el día, estaba silenciosa y vacía. El vigilante nocturno duerme en el umbral. Hay puertas entre los diferentes barrios. Nos abrieron seis puertas con unas llaves enormes. No está permitido circular de noche salvo con permiso especial y con un pase que el soldado debió enseñar a cada vigilante.

Las ranas croaban en los estanques de los jardines tras de las paredes, los grillos anunciaban el calor del día siguiente. El olor a rosas ganó la batalla de los olores. De pronto una ventana se abrió, una vieja se asomó en lo alto y, maldiciendo, aventó una rata enorme que acababa de atrapar. Cayó a mis pies.

Fez es una droga. Enreda. La vida de los sentidos, de la poesía (hasta los pobres que van a ver a una prostituta se encuentran con una mujer vestida de novia como una virgen), la vida de la ilusión y de los sueños. Me volví apasionada, sólo por estar sentada ahí en los cojines, con la música, los pájaros, las fuentes, la infinita belleza del diseño de los azulejos, el canto de la tetera, las numerosas y brillantes bandejas de cobre, las doce botellas de perfume de rosa y el sándalo humeando en el incensario, los relojes de cuco que suenan a destiempo, cuando quieren.

Las capas de la ciudad de Fez son como las capas y los secretos de la vida interior. Uno necesita un guía.

Fragmento de: Un viaje a Marruecos

En: Cuadernos de Literatura

Anaïs comenzó a
escribir su Diario
a los once años








Inicio: primera semana de Marzo.
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