sábado, 3 de junio de 2017

Antes de la Santa María de Onetti y del condado de Yoknapatawpha de Faulkner, el Wessex imaginario de Thomas Hardy, pero...




2 de junio de 1840- Reino Unido
El novelista al que la crítica de su tiempo empujó a la poesía.
















Una cita fallida

No apareciste,
y el tiempo prosiguió su curso. Triste,
no tanto por faltarme tu presencia
como por comprender que te faltaba
la compasión que por condescendencia
se impone a la apatía, me apenaba
que al dar la hora anhelada en que debiste
llegar no apareciste.
No me quisiste,
tan sólo en el amor la lealtad existe,
lo sabía y lo sé, nunca estuvo en mis manos
la tuya. Aunque tal vez hubiera sido hermoso
añadir a la suma de los actos humanos
otro en que tú, mujer, un día venturoso
viniste a dar consuelo a un hombre solo y triste;

aunque no me quisiste.


“Escribir es ir descubriendo lo que se quiere decir”.- Max Aub

2 de junio de 1903
Escritor hispano-mejicano de origen franco-alemán,
autor de narrativa, poesía, ensayo, dramaturgia;
miembro de la Generación del 27.












                                                                           








La hormiga que odiaba al león


Esa hormiga odiaba al león. Tardó diez mil años pero se lo comió todo, poco a poco, sin que él se diera cuenta.

De: ciudadseva.com

De: Pinterest.com

Militante de izquierdas y fiel al gobierno republicano, tuvo que exiliarse a Francia al finalizar la Guerra Civil. Lo denunciaron por comunista y fue confinado en el campo de prisioneros de Roland Garros. Después fue trasladado a Vernet, más tarde a Marsella y de ahí a Argelia, hasta que en 1942 pudo embarcarse con destino a México, donde residió el resto de su vida.
En el número 5 de la Calle Euclides del Distrito Federal, Max Aub estableció sudomicilio mexicano. Desde allí desarrolló una fructífera labor creativa, materializada en cientos de artículos de prensa, ensayos, obras de teatro, poemas, novelas y un curioso opúsculo que llevaba el nombre de la propia calle y que el autor regalaba a sus amigos para felicitarles el año nuevo: El correo de Euclides.
Con el subtítulo de ‘Periódico conservador’, El correo de Euclides era una hoja de 50 x 38,5 centímetros impresa a dos tintas en la que se contenían diversos titulares humorísticos compuestos con diferentes tipografías.
No era la primera vez que Aub abordaba el tema del humor de forma explícita. En 1957, ya se había zambullido en el género con Crímenes ejemplares, una colección de cómicos relatos sobre asesinatos y, en 1958, había publicado una suerte de biografía de un pintor ficticio, Jusep Torres Campalans, que ilustró con cuadros pintados por él mismo, los cuales llegaron a exponerse en una galería de México provocando la confusión de los críticos de arte.
En El correo de Euclides, sin embargo, el autor creó en una sola página breves relatos con sentido, formados por frases aparentemente inconexas, sentencias filosóficas y reflexiones que analizaban diferentes temas desde el absurdo, la paradoja o el razonamiento disparatado.
En los siete números publicados durante los años 1959 a 1968, se suceden titulares como «Paraíso abierto a todos desde la semana próxima», «Lo más viejo es el pasado. Luego: Hacia él vamos. Y si no al tiempo», «Terrible equivocación: Los hombres no estaban destinados a la Tierra», «El arte vuelve a sus orígenes: el palote».
También hay lugar para las frases absurdas como «Acción de gracias, a las 19:30»; para el análisis político como «Solución al conflicto judío árabe: Nasser acepta el reino de Murcia. Los refugiados palestinos a Valencia, Aragón y Cataluña, donde estarán como en su casa»; o para reflexiones llenas de sentido del tipo «No nos vemos como nos ven. La culpa es de los espejos».
En el número 4, incluso se aborda el tema del tiempo, una cuestión que preocupó por igual a los presocráticos y a Einstein, aunque Aub la trata desde un punto de vista más divertido que el todos ellos: «Salvatore Rosa, Premio Nobel de Física, vende a su madre como esclava después de muerta». Una noticia fácilmente comprensible si se sigue el razonamiento que el físico desgrana a continuación, para lo cual echa mano de las paradojas de Zenón: «Si el tiempo es discontinuo, la continuidad no existe. Somos lo que fuimos y seremos, distintos y eternos en cada momento, luego puedo vender a mi madre como esclava».

Fragmento de “Max Aub: el escritor perseguido que hizo un periódico de titulares cómicos”

En: http://www.yorokobu.es