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Profesor Hyalmar Blixen |
Al pie de la foto deberíamos haber agregado docente
de Facultad de Humanidades, Director de Artes y Letras de la Intendencia de
Montevideo, profesor y Director del Instituto de Estudios Superiores, investigador, poeta, narrador y quién sabe cuántas
otras actividades intelectuales que ejerció con su inolvidable generosidad,
además de las otras más privadas y
silenciosas, las que cualquier ser humano va desarrollando en su vida cotidiana,
y en las que seguramente también entregó lo mejor de sí.
Sí, debimos.
Pero hemos preferido recordarlo como el primer
docente que, con su sola palabra, acuñó en nosotros el entusiasmo por el
conocimiento, el respeto por toda cultura autóctona y la energía para arrancar
una sonrisa en una audiencia todavía tierna, inexperiente y amenazada por
catástrofes antinaturales. Porque... afuera del aula, corría el ciclón interminable
de la Dictadura por aquellos tiempos, pero su sola presencia era una garantía
de cordura y de sobrevivencia.
Habría muchísimas anécdotas de su manera especial de
estar con nosotr@s (como por ejemplo, reunirnos en la Biblioteca Municipal para
que pasáramos largas tardes consultando aquella tentadora diversidad de
material o mostrarnos las mil y una formas de mantener la libertad, ferozmente avasallada...).
Pero, sin duda, él se sentiría más complacido si le demostráramos, con algún
hecho significativo, que su inteligentísimo accionar fue interpretado y
cuidadosamente preservado.
Por eso, vamos a compartir un hecho que, tal vez, aún
hoy, siga ostentando la misma aureola de novedad que tuvo cuando nos dijo: “¿Saben
que los egipcios fueron los primeros cultivadores del cuento que registra la
Historia Literaria? A ver, escuchen éste, que data del II milenio a.C. y se
titula
Sinhué
El noble, el
príncipe, el administrador de los territorios del rey en el país de los
beduinos, el verdadero amigo del rey, a quien el rey ama, Sinuhé, el amigo,
dice:
-Yo era un amigo
que seguía a su señor y el que servía a la princesa en el harén del rey, a la
gran favorita, a la esposa del rey Sesostris, en Jeneinsut, e hija del rey
Amenemhet en Kanefru, Neferu, la muy honrada.
La muerte de
Amenemhet I
En el año treinta,
el día séptimo del tercer mes de la inundación, el dios ascendió a su
horizonte, el rey del Alto y del Bajo Egipto, Sehetepibra. Se proyectó hacia el
cielo, se unió con el disco solar y su divino cuerpo fue absorbido en el
interior de Aquel que lo había creado. En el palacio reinó el silencio. Se
llenaron de luto los corazones. Las dos grandes puertas quedaron cerradas, Los
miembros de la corte se postraron con la cabeza inclinada sobre las rodillas.
El pueblo lloraba amargamente.
La huida de Sinuhé
Su Majestad había
enviado un ejército al país de los Temehu. Su hijo primogénito, el buen dios
Sesostris, era jefe de la tropa. Había sido enviado a golpear a los países
extranjeros y a castigar a aquellos que estaban entre los Tehenu. Ahora
regresaba, trayendo consigo prisioneros de los Tehenu e incalculables rebaños
de ganado.
Los amigos de la
Corte enviaron al lado occidental para comunicar al hijo del rey lo que había
sucedido en palacio. Los emisarios dieron con él por la noche, cuando se
hallaba de camino. Sin dudarlo un instante, el halcón voló con su séquito sin
avisar a su ejército.
Pero también se
habían mandado mensajeros a los demás hijos del rey que le acompañaban en el
ejército y se indicó a uno de ellos que no debía decir nada." Yo me
encontraba cerca en ese momento y pude escuchar su voz mientras hablaba
apartado de los demás.
Mi corazón se llenó
de perplejidad. Mis brazos desfallecieron y todos mis miembros se
estremecieron. Me aparté y busqué donde esconderme. Me senté entre dos
matorrales para poder apartarme de la vista de cualquiera que transitara por el
camino."
Me dirigí hacia el
sur pero no tenía intención de regresar a palacio, porque imaginaba que
estallaría la guerra y que perdería la vida en los combates que sobrevendrían a
continuación. Atravesé las aguas del Maaty, a poca distancia del lugar
denominado del Sicomoro. Así llegué a la isla Sneferu y descansé aquel día en
el campo. Temprano volví a emprender mi camino. Me encontré entonces con un
hombre que estaba situado en mi camino. Me saludó con amabilidad aunque yo
tenía miedo de él. Alrededor de la hora de la cena me acerqué a la ciudad de
Negau. Crucé las aguas en una barca sin timón, valiéndome del viento de
occidente que soplaba, y pasé a oriente de las canteras, a la región de la
Señora de la Montaña Roja. Después dirigí mis pasos hacia el norte, hasta llegar
a los muros del príncipe, que habían sido edificados para contener a los
beduinos y aplastar a los que atraviesan las arenas. Allí me mantuve oculto en
una espesura, por temor a que me descubriera el centinela de la muralla que
estaba de guardia ese día.
Por la noche
continué mi camino y, al rayar el alba, llegué a Petni y descansé en la isla de
la Muy Negra. Me sucedió entonces que me asaltó una terrible sed de tal manera
que me ahogaba y me ardía la garganta y dije:
-¡Éste es el sabor
de la muerte!
Pero en ese momento
mi corazón se animó y mis miembros recuperaron la fuerza porque oí los mugidos
de un rebaño y vi acercarse a los beduinos. El jeque de los beduinos, que había
estado en Egipto, me reconoció. Inmediatamente me dio agua, ordenó que cocieran
leche para mí." Finalmente le acompañé a su tribu, donde me trataron bien.
Sinuhé traba
amistad con el príncipe del Retenu superior
Así fui de región
en región. Salí de Biblos y llegué a Kedemi donde residí durante medio año,
Nenshi, el hijo de Amu el príncipe del Retenu superior, me dijo:
-Aquí estarás bien,
porque oirás hablar en egipcio,
Esto lo dijo porque
conocía mi valía y había oído hablar de mi talento. Le habían informado sobre
mí algunos egipcios que vivían con él.
Entonces me dijo lo
siguiente:
-¿Por qué has
venido aquí? ¿Acaso ha pasado algo? ¿Ha sucedido algo en palacio ?
(Yo le contesté:)
-El rey
Sehetep-ib-ra ha marchado hacia oriente y luego no se sabe lo que ha sucedido.
-Y después añadí astutamente, ocultándole la verdad-: Cuando regresé de la
expedición al país de Temehu, se me anunció la noticia y tembló mi corazón. El
corazón, que se me salía del pecho me llevó por los caminos del desierto. Sin
embargo, nadie había hablado de mí ni me había escupido. No oí ninguna
murmuración ni tampoco mi nombre en boca del heraldo. No sé lo que me ha traído
a este país. ¡Fue algo similar a un designio de Dios!
(Entonces él
respondió:)
-¿Cómo podrá vivir
el país de Egipto sin él, sin ese excelente dios, cuyo temor se extendía por
los pueblos extranjeros igual que lo hace Sejmet en un año de peste?
-En verdad -le
respondí-, su hijo ha entrado en el palacio y ha recogido la herencia de su
padre. Es el dios sin rival al que no aventaja nadie, maestro de sabiduría,
prudente en sus propósitos, justo en sus normas. Todos van y vienen siguiendo
sus órdenes. Ya era él quien conquistaba territorios en el extranjero mientras
su padre descansaba en palacio y comunicaba a su padre que se habían llevado a
cabo las órdenes que de él había recibido.
Es el fuerte que
brega con su brazo,
campeón sin rival.
Todos le contemplan
cuando ataca al enemigo,
cuando ataca a los
guerreros.
Quiebra el cuerno
del toro enemigo y paraliza sus manos,
y los enemigos son
incapaces de mantener sus filas en orden frente a él.
Hiela la valentía
del enemigo y quebranta sus frentes,
y nadie se atreve a
acercársele.
Es un rápido
corredor cuando persigue al que huye;
no existe salvación
para los que vuelven la espalda ante él.
Es el corazón firme
que soporta los choques,
provoca la huida de
los demás y nunca se retira.
Al ver cuántos son
sus enemigos, su valor se duplica,
no deja que el
desánimo desaliente su corazón.
Ataca con
entusiasmo a las tropas de oriente,
y su gozo está en
capturar a los extranjeros.
Embraza el escudo y
destroza al enemigo con los pies,
sin que necesite
repetir el golpe para causar la muerte.
Nadie es capaz de
desviar su flecha,
ni puede nadie
tensar su arco.
Los extranjeros
despavoridos huyen ante él,
como frente al
poder de la gran diosa.
En la lucha no se
detiene,
y combate hasta que
el adversario queda reducido a la nada.
Es muy querido,
lleno de dulzura,
y ha ganado a
muchos mediante el amor.
Su ciudad le ama
más que a sí misma
y se goza más en él
que en su mismo dios.
Cuando pasan
desfilando, hombres y mujeres
le aclaman llenos
de júbilo ahora que es rey.
Ha realizado
conquistas incluso estando en el vientre de su
madre,
la realeza le
pertenece desde su nacimiento.
Es el que ha
logrado que sus súbditos se multiplicaran.
Es único, un don de
Dios.
¡Qué enorme es el
gozo del país gobernado por él!
Él es quien
ensancha sus fronteras.
Conquistará las
tierras del sur,
y despreciará las
regiones del norte.
Ha sido creado para
derrotar a los beduinos
y para aniquilar a
los pueblos del desierto.
Envíale noticias.
Consigue que te conozca.
No pronuncies el
juramento que dice: « ¡Maldita sea Su Majestad!». No de ará de hacer el bien a
los países que se le sometan.
Él me respondió:
-¡Bienaventurado
Egipto, que es regido por un príncipe tan grande! Por lo que se refiere a ti,
aquí te encuentras. Permanece a mi lado y me comportaré bien contigo.
Sinuhé vive entre
los beduinos
Así me puso a la
cabeza de sus hijos y me casó con su hija mayor y permitió que eligiera de
entre sus territorios el más selecto, que poseía en la frontera con otro país
vecino. Se trataba de una magnífica tierra llamada Yaa. Daba higos y vides. El
vino era más abundante que el agita. Era rica en miel y producía mucho aceite
de oliva. En sus árboles había frutos de todas las especies. También había
avena y trigo y numerosísimos ganados. El príncipe también fue muy generoso al
entregarme regalo y me convirtió en jefe de una de las mejores tribus de su
país. Así dispuse de pan para comer diariamente, bebida fermentada, y vino para
beber, y carne guisada y aves asadas, además de lo que se podía cazar en el
páramo. Disponía de lo que me cazaban y además de aquello que me traían mis
perros. Me daban muchos pasteles y leche en todo lo que se cocinaba.
Allí me quedé
muchos años. Mis hijos se hicieron fuertes y cada uno de ellos llegó a gobernar
una tribu. Los mensajeros que se dirigían al norte o al sur, hacia Egipto, se
hospedaban en mi casa, porque yo practicaba la hospitalidad para con todo el
inundo. Así daba de beber al que tenía sed, mostraba el camino al que se había
extraviado y auxiliaba al que había sido robado.
Cuando los beduinos
se enfrentaban impulsados por su dignidad con los príncipes del país yo era el
que se ocupaba de dirigir sus acciones. El príncipe de Retenu decidió que fuera
el general de su ejército durante varios años. Todos los países con los que me
enfrenté perdieron sus pastos y sus pozos. Les arrebataba el ganado, capturaba
a sus habitantes para convertirlos en esclavos, me llevaba sus provisiones y
daba muerte a sus gentes gracias a mi brazo y a mi arco, a mis marchas y a mis
planes bien ejecutados, Así me gané el corazón de mi príncipe, que me amó por
mi valentía y, cuando vio la firmeza de mi brazo, me colocó a la cabeza de sus hijos.
El duelo
Por aquel entonces
llegó un hombre fuerte procedente de Retenu que me desafió en mi tienda, Era un
héroe sin igual que había vencido a todos los de Retenu. Afirmó que había
venido para combatir conmigo. Instigado por su tribu tenía la intención de
robarme y despojarme de mis rebaños, El príncipe discutió la situación conmigo
y yo le dije:
-No le conozco. No
soy uno de sus amigos para que pueda entrar y salir de su tienda. ¿Acaso en
alguna ocasión he abierto su tienda o derribado su muro? Actúa así movido
únicamente por la envidia, porque sabe que ejecuto aquello que me ordenas. Soy
igual que el toro perdido que cae en medio de otro rebaño y entonces es
acometido por el toro de ese rebaño, un buey cuernilargo le ataca. ¿Acaso puede
ser querido
un extranjero que
se ha convertido en jefe? Tampoco lo sería un beduino en el delta. No se puede
arar en el mar. Pero si él es un toro de pelea y gusta del combate, yo soy
también un toro luchador y no me asusta tener que enfrentarme con él. Si su
corazón desea combatir, que diga que eso es lo que desea. ¿Acaso dios ignora lo
que ha determinado o, por el contrario, sabe lo que sucede?
Aquella noche
preparé el arco, afilé las flechas, saqué el puñal y dispuse las armas. Por la
mañana temprano todo Retenu acudió. Vino la mitad del país. Había juntado sus
tribus B, 130 pensando en este combate. Entonces avanzó hacia mí, que le
esperaba, porque me había situado cerca de él. Todos los corazones latían al
verme. Las mujeres e incluso los hombres lanzaban suspiros. Todos los corazones
sentían simpatía mí y decían:
-¿Hay otro valiente
que pueda combatir contra él?
Apareció con un
escudo, un hacha y un puñado de venablos, pero cuando comenzó a utilizar sus
armas, sus flechas pasaron hasta la última por mi lado sin herirme. Entonces me
atacó pero disparé contra él y mi flecha se clavó en su cuello. Dio un grito y
cayó sobre su nariz. Entonces lo rematé con su propia hacha y lancé un grito de
victoria sobre su espalda. A continuación todos los asiáticos lanzaron aullidos
por mi victoria. Le di las gracias a Mont mientras los partidarios del vencido
comenzaban a llorarlo. El príncipe Neneshi, hijo de Amu, me abrazó,
Y de esta manera me
apoderé de los bienes y rebaños del vencido. Así le hice lo que él pensaba
hacerme a mí. Cogí de todo lo que había en el interior de su tienda y saqueé su
campamento. De esa forma me enriquecí, mis tesoros aumentaron y mis rebaños
crecieron.
Y esta merced se la
otorgó dios a aquel contra el que había estado irritado y al que había dejado
vagar por tierra extranjera. Hoy su corazón está lleno de alegría:
En que huyó el
fugitivo hubo un tiempo.
Hoy ya se sabe de
mí en el palacio.
En que pasé hambre
hubo un tiempo.
Ahora obsequio pan
a mis vecinos.
Un hombre abandonó,
desnudo, su país.
Ahora me visto con
vestiduras de lino fino.
Huyó el hombre que
no tenía nada.
Ahora tengo una
muchedumbre de siervos.
Mi morada es
hermosa y mis posesiones son inmensas
y en el palacio se
acuerdan de mí.
¡Oh dios,
quienquiera que sea que me predestinaste para aquella huida, ten misericordia y
llévame de regreso a palacio! ¡Concédeme que pueda volver a contemplar el lugar
donde está mi corazón! ¡Qué mayor gozo que el de poder reposar en Egipto, la
tierra en que nací!. ¡Auxiliame! Se ha producido un evento feliz: el dios me ha
otorgado su gracia. i Quizá me prepare un buen fin, aunque le haya ofendido!
¡Que el dios se apiade de aquel que se vio forzado a morar en tierra
extranjera! Si el dios está aplacado, que escuche la plegaria de un exiliado y
que devuelva esta mano que me ha hecho llevar una vida errante al lugar de
donde la sacó.
¡Que me sea
propicio el rey de Egipto, para vivir de su gracia, para realizar en su palacio
los deseos de la reina y atender a las órdenes de sus hijos! ¡Ah, que mi cuerpo
recupere la juventud, porque se ha hecho viejo y el mal lo ha alcanzado.
Los ojos me pesan,
los brazos carecen de fuerza, los pies se resisten a obedecer mis órdenes, mi
corazón ya está cansado y se acerca el día en que me conducirán a las ciudades
de la eternidad. Quiero servir a la que es Señora y dueña de todo. ¡Ojalá mi
señora quiera referirme lo que complace a sus hijos y otorgarme una eternidad
superior a mí!
Se habló a Su
Majestad, el rey del Alto y del Bajo Egipto, Jeperkara sobre la situación en
que me encontraba y Su Majestad tuvo a bien enviarme regios presentes, como los
que envía a los príncipes de otro país, para que su siervo se gozara. También
me escribieron sus regios hijos que están en palacio.
El decreto del rey
Copia del decreto
enviado a este humilde siervo en relación con su regreso a Egipto:
«Horus Repetidor de
nacimientos las dos diosas, repetidoras de nacimientos; el señor del Alto y del
Bajo Egipto, jeperkara, hijo de Ra, Amenemhet, que vive por siempre y
eternamente.
»Orden del rey para
su amigo Sinuhé. He aquí que se te cursa orden del rey para que sepas lo
siguiente: has viajado por países extranjeros desde Kedem a Retenu Has pasado
de uno a otro país conforme a los consejos de tu propio corazón. ¿Acaso has
cometido alguna acción para temer que se te castigue? No has blasfemado de
manera que hubiera que oponerse a tus palabras, ni tampoco has provocado
oposición en las discusiones de los consejeros de manera que hubiera que actuar
en contra de tus intenciones. Te has marchado únicamente por lo que tú has
pensado, pero no porque yo tuviera algo contra ti en mi corazón.
»La reina, tu
cielo, que vive en palacio, continúa allí y prospera y comparte el gobierno del
país. En cuanto a sus hijos moran en la parte reservada del palacio, Te
hartarás de riquezas, vivirás de los presentes que se te otorguen.
»Regresa a Egipto
para que contemples el palacio en que creciste, para que beses la tierra ante
las dos puertas y puedas reunirte con los amigos
>>Ya has
comenzado a envejecer, has perdido tu fuerza viril. Piensa en el día del
embalsamamiento, en citando serás conducido a la bienaventuranza eterna. Se te
consagrará una noche con aceite de cedro y las manos de Tait te colocarán las
bandas. Se formará una comitiva fúnebre el día de tu sepultura. Tu envoltura de
momia será de oro con la cabeza de lapislázuli y, se colocara sobre ti un
baldaquino cuando hayas sido situado en el sarcófago. Serás arrastrado por
bueyes y precedido por cantores. Se real¡zarán las danzas de los Muu a la
puerta de tu sepultura; se recitarán las invocaciones de sacrificio y se
inmolarán víctimas cerca de tu estela. Las pilastras de tu tumba serán de
piedra blanca en medio de las tumbas de los hijos del rey. No, no morirás en
tierra extranjera, no te sepultarán asiáticos ni serás introducido dentro de
una piel de carnero ni se te convertirá en un túmulo informes. Ya es muy tarde
para que sigas llevando tina vida errante. Cuida, por lo tanto, de tu muerte y
regresa.»
La respuesta de
Sinuhé
Esta misiva me
llegó cuando me encontraba en medio de mi tribu. Cuando me la leyeron, me eché
sobre el vientre, toqué el polvo y Me lo lancé sobre los cabellos. Corrí gozoso
por el campo mientras gritaba de alegría:
-¿Cómo puede ser
que se conceda esta gracia a un siervo a quien el corazón llevó a marcharse a
tierras extranjeras? ¡Qué deliciosa es la compasión que me libra de la muerte!
Tu ka va a permitir que mi vida concluya en la corte.
Copia del acuse de
recibo de esta misiva:
«El siervo del
palacio, Sinuhé, dice: ¡En paz! Es maravilloso que Tu ka conozca la huida que
llevó a cabo inconscientemente tu humilde siervo; oh, buen dios; oh, señor de
los dos países; amado de Ra y ensalzado por Mont, señor de Tebas, Amón, señor
de los tronos de los dos países, Sobek Ra, Horus, Hathor, Atom con sus nueve
dioses, Soped, Nefer-bau, Semseru el Horus oriental, la Señora de Buto que se
ha ceñido a tu cabeza, el consejo que está sobre las aguas Min-Horus, que mora
en las regiones desiertas, Wereret, señora de Punt, Nut, Haroeris los dioses y
señores de Egipto y de las islas del Gran Verde, ¡que todos ellos proporcionen
vida a tu nariz, te recuerden en sus dones, te otorguen eternidad sin límites y
tiempo perdurable sin fin!
»Que el pavor que
provocas se extienda por las llanuras y los montes, ya que has dominado todo lo
que el sol abarca en su carrera. Este ruego de este humilde siervo va dirigido
a su señor, al que salva del Amenti. El señor de la sabiduría, que conoce a sus
súbditos, se ha percatado en el secreto del palacio de que este humilde siervo
temía hablar, porque era un tema delicado para tratarlo. Sin embargo, el gran
dios imagen de Ra le ha proporcionado inteligencia para hablar contigo. Su
Majestad es el Horus vencedor, y tus brazos son poderosos cuando se enfrentan
con todos los países.
»Ahora ruego a Su
Majestad que ordene que le traiga a Mek¡ de Kedemi, Jentiu-Iaush de Jentekeshu,
y a Menus del país de los Feneju. Todos ellos son príncipes famosos que te,
aman y se han engrandecido gracias a tu amor. No hace falta que mencione a
Retenu, ya que es tan tuyo como lo son tus perros.
»La huida que tu
siervo llevó a cabo no fue intencionada, Ni la había pensado ni la preparé.
Ignoro lo que me sacó de donde me encontraba. Fue como un sueño, como si un
hombre que está en el delta se encontrara de repente en Elefantina o un hombre
que se halla en los pantanos se viera en Nubia. No tenía nada que temer. No me
perseguían. No había oído nada malo que se relacionara conmigo, Mi nombre no
estaba en la boca del heraldo. A pesar de esto, mi cuerpo tembló, mis pies
sintieron impaciencia, mi corazón me condujo y el dios que me predestinó a la
huida me impulsó. No he huido por contumacia, y el que conoce su país siente el
temor porque Ra ha extendido el temor por ti en el país y el pavor en todas las
regiones extranjeras.
Tanto si me
encuentro en palacio como si me hallo en este lugar, tú eres el que puede
oscurecer este horizonte.69 El Sol sale en obediencia a tu orden, el agua del
río es bebida cuando tú lo deseas y el aire del cielo es respirado cuando tú lo
ordenas.
»Este humilde
siervo abandonará las funciones de visir que este humilde siervo ha desempeñado
en este lugar.
»Lo que Su Majestad
desee hará, porque vivimos gracias al aire que tú nos concedes. ¡Que Ra, Horus
y Hator amen tu excelsa nariz, para que viva eternamente de acuerdo con el
deseo de Mont, señor de Tebas!»
Sinuhé regresa a
Egipto
Entonces vinieron a
buscar a este humilde servidor. Aún permanecí un día en Yaa Entregué todos mis
bienes a mis hijos Mi hijo mayor se quedó a cargo de mi tribu y recibió mi
tribu y todas mis posesiones, mis siervos, todos mis ganados, mis frutos y
todos mis árboles frutales.
Después este
humilde siervo se dirigió hacia el sur y se detuvo en los cruces de Horus. El
general que estaba a cargo de las fuerzas de la frontera envió a un mensajero a
palacio para informar de mi llegada. Entonces Su Majestad envió a un diligente
intendente de los campesinos de la casa del rey, seguido por barcos repletos de
regalos regios para los beduinos que me habían acompañado y conducido hasta los
cruces de Horus. Los presenté llamando a cada uno de ellos por su nombre.
Los sirvientes se
pusieron a realizar su labor. Por mi parte, me puse en camino e icé las velas.
Se amasó y filtró 14 en mi presencia hasta que llegué a la ciudad de Itu
Sinuhé en la corte
Cuando amaneció a
la mañana siguiente, acudieron a llamarme. Diez hombres vinieron y diez hombres
me llevaron a palacio. Toqué el suelo con la frente entre las esfinges. En la
puerta me esperaban los hijos del rey. Por lo que se refiere a los Amigos que
estaban ya introducidos en la sala hipóstila, me condujeron a la gran sala.
Allí se encontraba Su Majestad, en el gran trono de oro colocado en un nicho.
Me arrojé sobre mi vientre, perdiendo todo conocimiento en su presencia, aunque
el dios me saludó con amabilidad. Sin embargo, yo era como el que es atrapado
por la oscuridad de la noche que cae. Mi alma desfalleció, mi cuerpo tembló, mi
corazón dejó de estar en mi pecho y no sabía si estaba vivo o muerto.
Entonces Su
Majestad le dijo a uno de estos Amigos:
-Levántale para que
pueda hablar. -Después Su Majestad añadió-: He aquí que has regresado después
de haber recorrido los países extranjeros tras tu huida. La vejez se ha
apoderado de ti y has alcanzado la ancianidad. No es cuestión de escasa
importancia que tu cadáver sea sepultado y no lo entierren los extranjeros. No
te agites, no te agites contra ti mismo. Hombre silencioso. No hablas aunque se
pronuncia tu nombre."
Tuve miedo del
castigo y repliqué como un hombre atemorizado:
-¿Qué me dice mi
señor? Desearía responderle pero no puedo. Sobre mí pesa la mano de dios. Me
invade un temor como el que me impulsó a la desdichada huida. Aquí me encuentro
postrado ante ti. Mi vida es tuya. Obre Su Majestad a su arbitrio.
Se ordenó entonces
aparecer a los hijos del rey, y Su Majestad le dijo a su real esposa:
-Mira. Sinuhé ha
regresado convertido en un asiático, en un verdadero hijo de beduinos."'
La reina lanzó
entonces un grito y los hijos del rey prorrumpieron en alaridos diciendo a Su
Majestad:
-No puede ser él,
no es cierto, oh rey, mi señor,
-Es cierto que se
trata de él -repuso Su Majestad.
Habían traído sus
collares, sus crótalos y sistros y se le hizo entrega de ellos a Su Majestad.
-Coloca tus manos
sobre algo bello, rey eterno, ornamento de la Señora del Cielo. ¡Que la diosa
de oro ponga vida en tu nariz y que la Señora de las estrellas te acompañe!
¡Que la corona del sur vaya corriendo río abajo, y la corona del norte, río
arriba, y ambas estén unidas y se junten cuando lo ordene Su Majestad! ¡Que la
serpiente ciña tu frente! ¡Que puesto que has salvado a tus súbditos del mal,
Ra te sea propicio, oh señor de los dos países! ¡Alabanza a ti y a la Señora!.
Arranca tu cuerno y saca tu flecha. Infunde aliento en el que no lo tiene y
otórganos un hermoso presente festivo en la persona de este jefe, hijo de
Mehyt, de este extranjero nacido en Egipto. Si emprendió la huida, fue porque
te tenía miedo; si abandonó el país, se debió a que te temía. Pero el rostro
que ha contemplado la faz de Su Majestad no palidece, y el ojo que te ha visto
ya ha perdido el temor.
Entonces Su
Majestad dijo:
-Que no tema ni se
deje arrastrar por el pavor. Será un amigo entre los consejeros y lo situaré en
medio de los cortesanos. Llevadlo al pabellón de la mañana para servirle.
Sinuhé espera la
llegada de la muerte
Cuando salí del
pabellón, me estrecharon la mano los hijos del rey y nos fuimos a la doble gran
puerta. Me instalaron en la casa de uno de los hijos del rey, repleta de
grandiosas riquezas. Allí había una sala fresca e imágenes divinas del
horizonte. Había también cosas preciosas que pertenecían al tesoro. En cada
habitación había vestiduras de lino procedentes del guardarropa regio, así como
mirra y aceite fino del rey y de los nobles a los que ama. Y todos los
sirvientes atendían a su labor.
Me quitaron años
del cuerpo, me cortaron el pelo y me peinaron. Así fueron al desierto la
suciedad y las ropas bastas del que camina por la arena. Me vestí con las ropas
delicadas de lino y fui ungido con fino aceite, Dormí en una cama y abandoné la
arena para los que viven en ella y el aceite de árbol a los que se frotan con
él.
La casa de campo
que me asignaron había estado en posesión de un Amigo. En su reconstrucción
trabajaron muchos artesanos y todos sus árboles fueron plantados de nuevo.
Diariamente, me traían la comida de palacio tres o cuatro veces, sin incluir la
que generosamente me entregaban continuamente los hijos del rey.
Me erigieron una
pirámide de piedra en medio de las pirámides. El maestro de los talladores de
piedra para las pirámides dirigió la construcción en el terreno qué se le había
reservado, el maestro de pintores la decoró, el escultor la esculpió y los
mejores artesanos trabajaron en ella. El mobiliario más selecto del que se pone
en las tumbas se tuvo buen cuidado de disponerlo en la mía. Me asignaron
servidores del Ka. Se me aparejó un terreno funerario, que contaba con huertos
y un jardín, frente a mi tumba, igual que se hace con un Amigo de primer rango.
Mi estatua fue cubierta de oro, con un faldellín de oro fino. La encargó Su
Majestad en persona. A ningún hombre corriente se le otorgaron favores
semejantes. Y así permanecí en la gracia del rey hasta que llegó el día de mi
fallecimiento.
.jpg) |
El escriba sentado Estatua expuesta en Museo del Louvre |
Vamos a seguir en Egipto porque también es muy interesante el siguiente texto, extraído de Clásicos de la Literatura- El Mundo Antiguo- El Libro de los Muertos y otros textos
 |
Gracias, querido Profesor, por tus "13
Cielos" en tiempos de los trece sótanos.
Mientras estemos en el "aquí y
ahora", tu mística acción pedagógica siempre reverdecerá, tal como lo
querías:
“Hay soledades
blancas, soledades violetas,
soledades que tienen
sonrisas, como niños
y corceles de música,
en donde primaveras
dan al alma sonoros
reverdeceres místicos”.
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