miércoles, 21 de agosto de 2013

"Sobre mi cabeza huían las estrellas"- Dino Campana

Además de "maldito", olvidado... Demasiada soberbia por parte de quienes no hemos legado nada. Maldita es esa costumbre burdamente racionalista de etiquetar, de clasificar... ¿Quizá en un afán de "no olvidar"? Pues en este caso ha resultado inútil: muy pocas memorias han retenido su nombre y su obra. 

20 de agosto de 1885
Toscana - Italia


FLORENCIA, Italia 
por Francesco Luti

El corazón esta noche me dijo: ¿No sabés? Traducción de Pilar Sánchez Laílla

Es esto lo primero que me viene a la cabeza pensando en Buenos Aires, en Argentina. Querría comenzar mi colaboración con EL MURO, que hace posible así un interesante puente Florencia-Buenos Aires (y viceversa), recordando a un poeta extraordinario del siglo XX: Dino Campana. Durante el arco de la atormentada vida (1885-1932), Dino Campana conoció corredores de manicomios, periodos de soledad viajando por media Europa y arribando en América del Sur (Montevideo, Buenos Aires); después la Pampa, a trabajar de jornalero, lejos de su Italia que todavía no estaba en condiciones de entenderlo. Un violín de sonido mágico, un poeta incomprendido por sus contemporáneos, acabado pudriéndose en un manicomio de la Toscana, solo, abandonado por todos.



Florencia antigua, anónimo, siglo XVIII. ¿Por qué Dino Campana? No sabría…Quizá porque los poetas auténticos son pocos y él era uno de ellos. Dino nació en Toscana, en Marradi, en la provincia de Florencia. En Florencia iba caminando, con los pantalones de fustán desafiando el frío de los Apeninos, llegaba con su libro de los Cantos Órficos, su auténtica biografía, su única razón de vivir. Se lo había impreso el editor Ravagli en una desaliñada imprenta toscana de comienzos del siglo XIX. Venía a Florencia para llamar a las puertas de los intelectuales de la época, que pensaban más a movimientos como el futurismo, que después naufragarán miserablemente, que a la poesía de Campana. Tenían una estrella fugaz que irradiaba la poesía como una descarga eléctrica y no se dieron cuenta. Sucede…frecuentemente sucede.

Los Cantos Órficos retomaban y proponían en Italia de un modo original la gran tradición de la poesía simbolista, pero la enriquecían con todas las nuevas experiencias, el orfismo en particular, que las vanguardias literarias europeas habían creado a comienzos de siglo.

El corazón esta noche me dijo: ¿No sabes? Es el primer verso de la poesía La noche de fiesta que concluye con otro bellísimo verso, Dejando mi corazón de puerta en puerta.

Dino viajó a Buenos Aires en 1908, con su corazón de puerta en puerta hasta la Pampa. Partido a la deriva desde Florencia, llegó a Sur América como tantos otros emigrantes. En la poesía Viaje a Montevideo hay un verso: languidecía la tarde celeste sobre el mar, casi el suspiro de un poeta en fuga que arriba en una tierra desconocida. Un año después, Dino vuelve a casa y apenas pone el pie en Florencia, de nuevo es internado en el manicomio. Alternará estos viajes-refugio por Italia y Europa, con innumerables arrestos por diversos motivos, múltiples humillaciones, puertas cerradas para un hombre que no supo jamás adaptarse más que a la vida al aire libre y a la poesía.

Me lo he imaginado tantas veces Dino, allá en vuestra tierra, Argentina, hablando en vuestra lengua, recitada como el italiano. Agradezco que EL MURO, me deje este espacio. Es en él que me complazco en recordar a un poeta a menudo olvidado, un violín en un siglo de trombones, un siglo a menudo marcado por la ignorancia colectiva, un poeta capaz de dialogar con su corazón, capaz de llevarlo de puerta en puerta, trayéndole sin cuidado lo demás, un poeta puro al 100%.

Incluyo el breve texto Pampa, contenido en Cantos Órficos, que quizá podrá interesar a alguno. Lo cito de la versión traducida por un especialista en Campana, el español Pedro Luis Ladrón de Guevara Mellado, profesor de literatura italiana en la Universidad de Murcia.

¿Quiere Usted Mate? un español me lo ofreció en voz baja, casi sin turbar el profundo silencio de la Pampa. - Las tiendas se alargaban a pocos pasos de donde nosotros, sentados en círculo, en silencio mirábamos a ratos furtivamente las extrañas constelaciones que doraban lo ignoto de la pradera nocturna. - Un misterio grandioso y vehemente nos hacía fluir con alivio de una fresca vena profunda nuestra sangre en las venas: - que saboreábamos con voluptuosidad misteriosa como en la copa del silencio purísimo y estrellado.

¿Quiere Usted Mate? Recibí la vasija y sorbí la bebida caliente. Echado en la hierba virgen, frente a las extrañas constelaciones me iba abandonando por entero a los misteriosos juegos de sus arabescos, acunado deliciosamente por los ruidos atenuados del campamento. Mis pensamientos fluctuaban: se sucedían mis recuerdos: que deliciosamente parecían sumergirse para reaparecer a ratos lúcidamente espiritualizados en la distancia, como por un eco profundo y misterioso, dentro de la infinita majestad de la naturaleza. Lenta y gradualmente yo ascendía a la ilusión universal: desde las profundidades de mi ser y de la tierra recorría por los caminos del cielo el sendero aventurero de los hombres hacia la felicidad a través de los siglos. Las ideas brillaban de la más pura luz estelar. Dramas maravillosos, los más maravillosos del alma humana palpitaban y se comunicaban a través de las constelaciones. Una estrella que rápida fluía magnífica señalaba con una línea gloriosa el final de un trecho de historia. Liberada de un peso la balanza del tiempo parecía elevarse lentamente oscilando: - por un instante maravilloso, inmutable en el tiempo y en el espacio, se alternaban los destinos eternos…

Un disco lívido espectral despuntó en el horizonte lejano perfumado irradiando reflejos gélidos de acero sobre la pradera. La calavera que se elevaba lentamente era la insignia formidable de un ejército que lanzaba hordas de caballeros con las lanzas en ristre, agudísimas, relucientes: los indios muertos y vivos se lanzaban a la reconquista de su dominio de libertad en ataque fulminante. Las hierbas se plegaban al viento de su paso con un gemido ligero. La conmoción del intenso silencio era prodigiosa.

¿Qué huía sobre mi cabeza? Huían las nubes y las estrellas, huían: mientras que de la negra y agitada Pampa que huía a ratos en la salvaje carrera negra del viento ora más fuerte ora más débil ora como un lejano fragor férreo: a ratos una llamada a la melancolía más profunda del errante:… de las cabelleras de las hierbas agitadas como a la melancolía más profunda del eterno errante por la Pampa agitada como una llamada que huía lúgubre.

Estaba en el tren en marcha: tendido en el vagón, sobre mi cabeza huían las estrellas y los soplos del desierto en fragor férreo: enfrente las ondulaciones como lomos de fieras al acecho: salvaje, negra, recorrida por vientos la Pampa iba a mi encuentro para aprisionarse en su misterio: que la carrera avanzaba, penetraba con la velocidad de un cataclismo; donde un tomo luchaba en las turbinas ensordecedoras, en el lúgubre fracaso de la corriente irresistible.

...................................................................................................................................................................................................

Y así alejadas de vos pasaban aquellas horas de sueño, horas de profundidades místicas y sensuales que disolvían en ternuras los grumos más agrios del dolor, horas de felicidad completa que abolía el tiempo y el mundo entero, ¡largo sorbo en las fuentes del Olvido! Y después os volvía a ver Manuelita: que vigilabais pálida y lejana: vos alma simple encerrada en vuestras simples armas. Lo sé Manuelita vos buscabais la gran rival. Lo sé: la buscábais en mis ojos cansados que nunca os enseñaron nada. Pero ahora, si podéis, sabedlo: yo debía permanecer fiel a mi destino. era un alma inquieta aquella de la que me acordaba siempre cuando salía a sentarme en los bancos de la plaza desierta bajo las nubes que corrían. Ella era aquella por la cual yo olvidaba vuestro pequeño cuerpo peligroso todo adorable de esbeltez y fuerza. Y sin embargo os lo juro Manuelita yo os amaba os amo y os amaré siempre más que a cualquier otra mujer… de los dos mundos.

(Cantos Orficos, Dino Campana, Traducción de Pedro Luis Ladrón de Guevara, Murcia 1991)

De: El Muro la guía cultural de Buenos Aires


























MUJER GENOVESA


Tú me trajiste un poco de algas marinas
en tus cabellos y un olor de viento,
que viniendo de lejos llega grave
de ardor, había en tu cuerpo bronceado
-o la divina
simplicidad de tus formas esbeltas-:
no amor ni sufrimiento, un fantasma,
una sombra de la necesidad que vaga
serena e ineluctable por el alma
y la disuelve en júbilo, en encanto, serena,
para que pueda el viento del sudeste
llevarla al infinito.
¡Que pequeño y ligero es el mundo en tus manos!




NAVÍO EN VIAJE


El mástil oscila rítmico en el silencio.
Una tenue luz blanca y verde cae del mástil.
El cielo límpido en el horizonte,
cargado de verde y dorado tras la borrasca.
El cuadro blanco del farol en lo alto
ilumina el secreto nocturno: por la ventana,
las cuerdas altas -un triángulo de oro-
y un globo blanco de humo que no existe
como música sobre el círculo,
con los golpes del oleaje en sordina.



LA TARDE DE FERIA


El corazón me dijo esta tarde, ¿no sabes? 
La rosamorena encantadora,
dorada por una rubia cabellera,
la de los ojos brillantes y oscuros, 
la que con gracia imperial encantaba la rosada frescura de las mañanas:
y tú seguías en el aire la fresca encarnación de un sueño matutino:
la que solía vagar cuando el sueño y el perfume velaban las estrellas
(que tú amabas mirar desde detrás de las cancelas, las estrellas, las pálidas nocturnas): 
la que solía pasar silenciosa y blanca como un vuelo de palomas,
ciertamente ha muerto: ¿no sabes?
Era la noche de feria en la pérfida Babel,
la que ascendía en haces hacia [un cielo enmarañado,
hacia un paraíso de llama, con grotescos y lúbricos silbidos,
y tintinear de angélicas campanillas,
y gritos y voces de prostitutas,
y pantomimas de Ofelia destinadas por el humilde
llanto de las lámparas eléctricas.
Una cancioncilla vulgar había muerto
y me había dejado el corazón dolorido,
y sin amor iba vagando,
dejando el corazón de puerta en puerta:
con ella, que no ha nacido y que, sin embargo,
está muerta, y me ha dejado el corazón sin amor:
sin embargo, lleva el corazón dolorido,
dejando mi corazón de puerta en puerta.


De: antologiaenlarevista.blogspot.com

















EL VENTANAL


La humeante noche de verano
Desde el alto ventanal vierte claridad en la sombra
Y me deja en el corazón un sello ardiente.
Pero ¿quién (en la terraza sobre el río se enciende una lámpara), quién,
A la Virgencita del Puente, quién es, quién es el que le ha encendido la lámpara? — hay
En la habitación un olor a podredumbre: hay
En la habitación una desfalleciente llaga roja.
Las estrellas son botones de nácar y la noche se viste de terciopelo:
Y tiembla la noche fatua: es fatua la noche y tiembla pero hay
En el corazón de la noche hay,
Siempre una desfalleciente llaga roja.

De: Revista Internacional de Poesía: "Poesía de Rosario" Nº 21





El poeta de prostíbulos y callejones
PEDRO LUIS LADRÓN DE GUEVARA 

DINO CAMPANA Cantos órficos y otros poemas Trad. Carlos Vitale DVD poesía, Barcelona 197 págs.

No es la primera vez que Carlo Vitale traduce a Campana, ya en 1984 con el título Cantos órficos nos presentó lo que en realidad era una antología del autor en la editorial Olifante, en 1989 aparecía en la editorial Pamiela otra selección con el título de Viaje a Montevideo y otros viajes. Finalmente ahora presenta el único libro publicado en vida del autor, Cantos órficos, y una selección de sus otros poemas. Aunque ya existía una traducción publicada por la Universidad de Murcia a cargo de quien esto escribe, así como una monografía sobre el poeta, la actual presenta también el texto italiano, y es de suponer que tendrá la mayor difusión que el autor se merece dada la importancia que los propios poetas italianos le han concedido. Dino Campana nació en 1885, publicó en 1914 a expensas suyas un único libro, Cantos órficos, pues ni Papini primero ni Marinetti después quisieron editar o reeditar. Cuatro años más tarde, en 1918, ingresó definitivamente en el manicomio donde moriría en 1932. Pocos artistas italianos de este siglo se han podido sustraer a su figura, sobre él escribió Sebastiano Vasalli la novela La noche del cometa, sobre sus relaciones con Sibilla Aleramo existe la película Engaños y se han hecho varias obras de teatro; también es el personaje de Tabucchi en el cuento Vagabundeo de El juego del revés. Sus viajes por Europa (parece que llegó a Rusia), su emigración a Sudamérica y su posterior regresolo han convertido en un mito de la cultura italiana del siglo XX. Sobre él dirigió tesis Ungaretti, lo estudió Montale, y la escuela Hermética lo consideró un precursor, fue lectura frecuente de Mario Luzi, Alfonso Gatto, Sergio Solmi, Piero Bigongiari, Alessandro Parronchi, Carlo Betocchi... que escribieron sobre él. Pocos poetas italianos se han podido sustraer a la magia de este libro. El propio Giovanni Papini, que no sentía por él especial afecto, lo incluyó en su antología Poetas de hoy. Dario Bellezza lo consideró, conjuntamente con Ungaretti, el causante del renacimiento de la poesía italiana después de Carducci y D'Annunzio, y recuerda que «sólo Sandro Penna me habló bien de Campana». Alfredo Giuliani va más lejos y no se sonroja al proclamar que Mujer genovesa le gusta más que todas las poesías de Saba. Victorio Sereni, cincuenta años más tarde, reconocía cómo en los años treinta la poesía de Campana se convirtió en un antídoto frente a la rigidez de la poesía de entonces, mientras Montale ponía en evidencia su conexión con la «pintura metafísica», ya que es difícil no ver en la descripción de las ciudades la imagen de las plazas de De Chirico, prueba de ello es que el comienzo del libro apareció en 1913 con el título La torre roja; Maurizio Calvesien La Metafísica esclarecida se extiende sobre el tema. Sin embargo no es sólo esto lo que debe acercarnos a la figura de Campana sino su magnífica poesía, su prosa poética tan bella y tan finamente estructurada que muchos lo han considerado un poeta visionario, lleno de alucinaciones, olvidando lo que sobre ella escribió Pasolini, que es «una poesía sustancialmente realista, no obstante esté inspirada en un sofocante estecismo». ¿Alucinaciones, visiones? Simple recreación de una realidad que es mucho más mágica de cuanto creemos. Veamos un ejemplo: «Y miramos las vistas. Todo era de una realidad espectral. Había panoramas esqueléticos de ciudades. Unos muertos estrafalarios miraban al cielo en poses leñosas [...] ¿Es así París? He aquí Londres. La batalla de Mukden... ¡Todas aquellas cosas vistas por los ojos magnéticos de las lentes en aquella luz de ensueño!». ¿Visiones provocadas por drogas? No, estamos ante uno de los primeros textos dedicados al cine: el joven poeta entra en una barraca donde se proyecta el incipiente cine, imágenes de la guerra, visiones aéreas de las ciudades (a cuadros, «cubistas»), como cuadricular es también la campiña, los huertos, imágenes de los soldados muertos en la trinchera... y sentada junto al poeta, durante la proyección, una joven rubia que en la oscuridad estará tan cerca de él como nunca más será posible que lo esté. Campana describe con tal belleza que hace que su descripción realista parezca sueño. Unión de poesía y prosa. Y por encima de todo la pasión de Campana por la poesía, la cual justifica su existencia, tal y como leemos en su epistolario recogido por el argentino residente en Roma Gabriel Cacho Millet. Veamos el poema «La Chimera», que simboliza la creación literaria, tema tan presente a finales del XIX y principios del XX (baste recordar la novela homónima de Pardo Bazán), donde el poeta habla con la poesía: «No sé si entre rocas tu pálido / Rostro se me apareció, o sonrisa / De lejanías ignoradas / Fuiste, inclinada la ebúrnea / Frente fulgente, oh joven/ Hermana de la Gioconda.» O en el poema «La Esperanza:» «¡Por el amor de los poetas, puertas / De la muerte abiertas / Sobre el infinito!». Es verdad que a Campana le gustaba fomentar la leyenda que lo circundaba, y que Binazzi la aumentó con el fin de conseguir que se reeditase su poesía, pero fue el psiquiatra Carlo Pariani, que lo entrevistó en el manicomio, el que consolidó la leyenda al hacer público el Campana Edison, el hombre que creía poseer poderes eléctricos para causar terremotos, el que estaba convencido que su amor por la escritora Sibilla Alerazo había provocado la Primera Guerra Mundial. Y a los italianos les gusta el mito, hasta el punto de que hace unos meses el prestigioso actor Carmelo Bene, que hace una espléndida lectura de la poesía de Campana, escribió en la introducción a la publicación de tal recital que el poeta escribió los versos durante los cuarenta años de manicomio. ¡Poco importa que sólo fueran catorce años y que en ellos no escribiera nada!

Pero volvamos a los textos, a su sentido humanista recogido en La Verna, lugar donde se retiró San Francisco, y que Campana consigue describir como nunca antes se había hecho: «Grutas profundas, hendiduras rocosas donde una escalerita de piedra se ahonda en una sombra sin memoria [...]. El corredor, alentado por el hielo de las grutas, se viste todo de la leyenda franciscana. El santo aparece como la sombra de Cristo, resignada, nacida en tierra de humanismo, que acepta su destino en soledad. Su renuncia es sencilla y dulce: desde su soledad entona con fe el canto a la naturaleza».Bellísima la descripción del fraile «decrépito a altas horas se arrastra por la penumbra del altar, silencioso en su sayo velludo, y reza las plegarias de ochenta años de amor».Pero no nos engañemos, Campana es sobre todo el poeta de prostíbulos y callejones:«Detrás de los barrotes se ven asomados unos rostros necios de abatidas prostitutas a las que los afeites dan un aspecto trágico de payasos. Aquel pasaje desértico, con hedor de urinario y de moho de los muros corroídos, tiene por única perspectiva, al fondo, la hostería». Con alusiones, quizás bastante literarias, al diablo: «¡Oh Satanás, tú que alas rameras nocturnas colocas al fondo de las encrucijadas, oh tú, que desde las sombras enseñas el infame cadáver de Ofelia, oh Satanás, ten piedad de mi larga miseria!». Muchos han sido los que han visto tras la obra de Campana un mundo de referentes culturales, pues sus visiones provienen principalmente de la lectura: «De la Página resucitaba un mundo muerto, surgían imágenes antiguas». Y todos esos mundos se aglutinan en su deseo de libertad; el paisaje toscano, los prostíbulos, las ciudades, encuentran su mejor expresión en ese ir y venir que el emigrante Campana hace cada día en la Pampa, desde el campamento, con tiendas de tela para los trabajadores, hasta el lugar donde se amontona la tierra para construir las nuevas vías del ferrocarril: «Yo estaba en el tren en marcha: tendido en el vagón por encima de mi cabeza huían las estrellas y los soplos del desierto en un fragor férreo [...]. ¿Dónde estaba? Yo estaba de pie: en la Pampa, en la carrera de los vientos, de pie en la Pampa que volaba a mi encuentro: ¡para atraparme en su misterio!». El poeta, en pie sobre la plataforma del tren en marcha, con el aire azotando su cuerpo, en una imagen poética absolutamente cinematográfica. Muchos son los aspectos de Campana, pues quizás Cantos órficos más que un libro unitario es un conjunto de composiciones que su autor quiso reunir antes de que los demonios de su enfermedad acabaran por destruirlo. De cualquier modo, no ha de extrañarnos que con todos estos mundos poéticos Campana, en palabras del poeta y fino crítico Eugenio Montale, sea «un poeta che no se decide a dejarse olvidar»

De Chirico




"¿Acaso los poetas no están siempre del lado de la justicia?"- Salvatore Quasimodo

20 de agosto de 1901
Módica- Italia
Premio Nobel de Literatura 1959





















“Tras la publicación de mis primeros libros, en especial la Antología de la Lírica Griega, supe que mis lectores jóvenes escribían cartas de amor citando versos de mis líricas; y versos de ellas también aparecían sobre los muros de las prisiones, escritos por los prisioneros políticos. ¡En qué época he escrito poesías, hemos escrito versos, para caer, irremisiblemente, en la más amarga soledad! /…/

Pero la soledad de la poética, “la larga noche” shakespeariana, era mal soportada por el político, que pedía un Tirteo /un autor de himnos patrióticos – bélicos/ durante las estaciones africana o rusa de los italianos en la guerra.

La guerra, siempre lo he dicho, obliga a una nueva talla al hombre de una patria vencida o victoriosa. Las poéticas y las filosofías se rompen “cuando caen los árboles y los muros”; sería muy simplista pretender retomar, en el punto interrumpido por el primer golpe atómico, los residuos formales de un pasado de decoro y virtud fonética.

Después del remolino de la muerte, los principios morales como las pruebas religiosas se han visto puestos en discusión; los literatos apegados a los éxitos privados de sus menudas estéticas, quedaron separados de la inquieta presencia de la poesía. El poeta, desde la noche, es decir desde la soledad, encuentra su día, e inaugura un diario mortal para los inertes; el paisaje oscuro cede al diálogo. El político y los escritores de alejandrinos con su coraza de símbolos y pureza mística, fingen ignorar al poeta. Es una historia que se repite como el canto del gallo; más aún, como el tercer canto del gallo.

El poeta es un irregular: no habita en el recinto amurallado de la falsa civilización literaria; parece destruir sus formas mismas, y sin embargo las continúa; de la lírica pasa a la épica para comenzar a hablar del mundo y de lo que en el mundo se atormenta a través del hombre. / … /

El poeta comienza entonces a tornarse un peligro. El político juzga con desconfianza la libertad de la cultura, y por medio de la crítica conformista trata de reducir el concepto mismo de poesía a lo inmoble, fuera del tiempo e inoperante. / …/

El poeta tiene un lenguaje que no es el de las vanguardias, sino concreto en el sentido de los clásicos. Elliot dice a este respecto: la del Dante “es la lengua común en el estadio perfecto… sin embargo el estilo simple, del que Dante es el maestro más grande, es un estilo dificilísimo.” Insistimos sobre este lenguaje, que no es el de los parnasianos o el de los inventores de crisis en el cuerpo de una lengua; porque no serán los filólogos los que renueven la letra escrita: ese es un derecho que incumbe a los poetas.
El político se sirve del literato que no tiene una posición espiritual contemporánea, sino superada en al menos dos generaciones; y de la unidad de la cultura hace un juego de descomposiciones sabio y turbulento, en el que el factor religioso puede avanzar todavía para aprisionar la inteligencia del hombre.

Error creer que una conquista del alma, una situación particular e individual del sentimiento (la religiosa) puede devenir por extensión “sociedad”. La disciplina ascética, la renuncia del hombre al hombre, no es más que una fórmula de la muerte. El espíritu “operante” siempre cae en la trampa del lobo: su discurso depende a menudo de una mística, de una concepción de un alma que está esclava sobre la tierra. Y espanta a su interlocutor (su sombra, objeto al que ha de disciplinar) con las imágenes de la descomposición física, con un análisis complacido de lo horrendo. En cambio el poeta no teme a la muerte, no porque él participe en la fantasía de los héroes, sino porque la muerte es una visitante continua de sus pensamientos, la imagen de un diálogo sereno. / … /

La poesía no acepta las tentativas “misionales” del político, ni la intervención de una crítica que tenga origen en una filosofía, cualquiera sea. El poeta no sufre desviaciones morales ni estéticas; de ahí, en ciertos momentos, una doble soledad suya, confrontada al mundo como a las milicias literarias. / …/

En el mundo de hoy el político asume varios aspectos, pero nunca le será posible un acuerdo con el poeta: éste se ocupa del orden interno del hombre, y el otro del ordenamiento del hombre. /…/ El poder religioso, que se identifica muy a menudo con el político, siempre ha sido protagonista en esta dura lucha, aún cuando parecía lateral. / … /

A las dulcísimas poesías herméticas de la escuela del dolce stil novo, Dante une la violencia de las invectivas humanas y políticas, no dictadas por el odio, sino por un sentido universal de justicia. ... Ante estas armonías ardientes los estetas han permanecido cautos, relegándolas al limbo de la no-poesía. … La poesía de Dante se hace sospechosa por su misma grandeza, y el falso culto a su memoria hasta hoy no es otra cosa que retórica; tan pocos son los que verdaderamente escuchan su humana Commedia. Todas las naciones tienen poetas que están en la misma línea de civilización del Dante: Schiller para los alemanes, Shakespeare para los ingleses, Molière y Corneille para Francia, Cervantes para España, Dostoyevsky para Rusia. Y a los modernos dejémoslos por el momento en su serenidad armada, en los diversos lugares de nuestra tierra. /…/

Ninguno ignora la función del poeta en la sociedad existente o en evolución. La importancia de un Baudelaire, un Mallarmé, un Rimbaud, como constructores de un “modo” de vida en la colectividad nacional francesa, es más evidente para nosotros que para sus contemporáneos, quienes podían pensar que su poesía no era más que una sinuosa vanguardia literaria, refracción de una lengua plegada a sintaxis líricas provisorias. ¿Reconoce el político esta fuerza activa del poeta en la sociedad? Parece que sí, porque busca eludirla o someterla, en las sociedades de todos los tiempos.

La inteligencia creativa ha sido siempre considerada un contagio mortal. De ahí las variedades de mecenazgo de las cortes medievales, los premios caballerescos mansamente heroicos, las interminables florituras de madrigales – mecenazgo prolongado hasta los umbrales de nuestro siglo. Retrocediendo en el tiempo, recordemos que Platón, como arquitecto de un estado ideal, excluía del mismo a los poetas como elemento de desorden (o de orden, debiera decirse, dada su posibilidad de desquiciar una sociedad ordenada sobre bases antidemocráticas); pero ese ostracismo no era sino otra forma de elusión.

¿Hoy es libre el poeta? Es libre si se presenta como el continuador de iluminaciones seudoexistenciales, decorador de plácidos sentimientos humanos; si, por temor político o por inercia, no se sume profundamente en la dialéctica de su propio tiempo. Era libre en el Quattrocento un Angelo Poliziano, que en una de las Stanze per la Giostra di Giuliano de’ Medici, hace ir a la misa dominical a una ninfa confundida entre las damas seculares; pero no lo era Leonardo da Vinci, escritor de otro genio. /…/ No eran libres Ariosto y Tasso, el abate Parini, Alfieri, Foscolo: la retórica de los sacrificados los pone entre los continuadores del hombre que parece gritar en el desierto, pero corroe la no-verdad.

Pero por su parte ¿es libre el político? No. De hecho, son las castas que lo asedian las que deciden la suerte de una sociedad, las que actúan inclusive sobre el dictador. En torno a estos dos protagonistas de la historia, no libres y adversarios (en el poeta incluimos a todos los escritores determinantes de una época dada) circulan y se precipitan las pasiones, y no hay calma sino durante una revolución o una guerra: la primera, portadora de orden; la segunda, de confusión.

La última guerra ha sido un choque de sistemas, de políticas, de ordenamientos civiles, nación por nación: violencia para recobrar aunque fuere las mínimas libertades. Reaparece un sentido de la vida propio en la resistencia interna al enemigo invasor o doméstico. Resistencia de la cultura y del humanismo campesino, que “alzó la cabeza en los campos ásperos”, como dice Virgilio, contra los poderosos.

De este movimiento armado se desprende, en todos los países, una corriente cultural que no es provisoria, como piensan los atesoradores de hipotecas eternas sobre la civilización inmóvil, inmueble. /…/ Insisto en decir no provisoria. Es que no será el miedo, ni la ausencia, ni la indiferencia, ni la impotencia, lo que le dará al poeta la palabra para comunicar a los otros un emerger no metafísico.

El poeta puede decir que el hombre comienza hoy; el político puede decir o dice que el hombre estaba, y acaso esté siempre, preso en el lazo de su vileza moral, vileza no congénita pero introducida por un derrumbe secular. /…/

La Resistencia es una seguridad moral, no es una poética; el poeta no gobierna palabras para castigar a nadie. Su juicio es de orden creativo, no se formula en un decálogo para inventar vaticinios.

Los europeos conocen la medida de esta Resistencia; es realmente la sección áurea de la conciencia moderna. Aunque grite, el enemigo de la Resistencia es hoy una sombra con una ley débil. La sensibilidad del pueblo no se engaña acerca de la condición del poeta, ni sobre la de su adversario. Cuando se agudiza la antítesis, es la poesía la que sustituye al pensamiento subordinado del político. / … / Europa ha nacido de la Resistencia. /…/ Y la lealtad de la poesía se marca en una presencia ajena a la injusticia o a la intención de la muerte. El político quiere que el hombre sepa morir con coraje; el poeta quiere que el hombre viva con coraje.

Mientras que el poeta es conciente del poder del político, este se percata del poeta sólo cuando su voz reúne profundamente a distintos estratos sociales. … A partir de ese momento comienza una lucha subterránea entre ambos. En la historia los nombres de los poetas exiliados saltan como dados mortales; el político dice sostener la cultura, pero trata de reducir su potencia: su objetivo en cualquier siglo no es otro que quitar tres o cuatro libertades fundamentales del hombre, de modo tal que este continúe, en su eterno cerco, tratando de recuperar aquello de lo que ha sido saqueado.

En nuestro tiempo el político, en sus enfrentamientos con la cultura y por tanto también con el poeta, ejerce su defensa al descubierto u oscuramente por múltiples caminos; el más fácil es el de la degradación del concepto de cultura. Los medios mecánicos-científicos, radio y televisión, ayudan a romper la unidad de las artes, a promover poéticas que no perturban siquiera a las sombras. De estas, las preferidas son siempre aquellas vinculadas al reclamo de las Arcadias para despreciar nuestro tiempo. En este sentido se entiende el significado del verso de Esquilo “digo que los muertos matan a los vivos” que puse como epígrafe en mi último libro, La terra impareggiabile. En este libro el parangón del hombre es la tierra; el adjetivo “laica” que califica a la inteligencia pretende precisamente determinar no una cualidad sino un valor intrínseco; y si hablar así de la inteligencia del hombre constituye un pecado, podemos decir también que el poder religioso excede sus límites al ejercer su fuerza sobre los humildes, en vez de apelar al foco interno de las conciencias.

La degradación del concepto de cultura operada sobre las masas no es un factor político moderno; lo rápido y nuevo es la técnica usada para la dispersión de los intereses meditativos del hombre. El optimismo ha devenido tangible: los mitos y las fábulas (el ansia de eventos sobrenaturales) descienden al folletín policial, asumen metamorfosis visuales en el cine o en el relato épico de los pioneros o del delito. /…/

La ironía de los “círculos mundanos” afirma que el cuadro del disenso está dramatizado por el poeta; que el hombre y su dolor han estado y estarán siempre, tanto en las edades pasadas, como hoy y mañana. Ciertamente. Pero el poeta sabe que es en verdad un drama, la exasperación de un drama; sabe que los aduladores de la cultura son sus fanáticos incendiarios: el collage de los escribas compuesto bajo cualquier régimen corrompe en la periferia y en el centro a los grupos literarios, que agitan la eternidad con esmirriadas caligrafías del alma, con barnices de su imposible “vida de la mente”. Ahora bien, en momentos particulares de la historia, la cultura se une secretamente contra el político: su unidad temporaria sirve de ariete para abatir las puertas de la dictadura. La cultura tiene esta fuerza cuando coincide con la búsqueda de las libertades elementales del hombre. Pero esta unidad desaparece después; derrotado el dictador, resurge la cadena de las facciones.

El poeta está solo: el muro de odio alzado con las piedras lanzadas por las compañías de fortuna literarias lo rodea. Desde ese muro él considera al mundo, y sin andar por la plaza como los aedas, o en el mundo “mundano” como los literatos, desde esa misma torre de marfil tan cara a la torturada alma romántica, llega al medio del pueblo, no sólo en los deseos de su sentimiento, sino también en sus celosos pensamientos políticos.

Esta no es retórica: en todas las naciones, el asedio silencioso al poeta es coherente en la crónica humana. Pero los literatos atados al político no representan a toda la nación; sirven solamente, y digo “sirven”, para retardar por algún minuto la voz del poeta en el mundo. Porque con el tiempo, según Leonardo “ogni torto si dirizza”, todo retuerto se endereza.

De Les Prix Nobel en 1959, editor Göran Litjestrand, Nobel Foundation, Stockholm, 1960.
De: elavesimurgh.blogspot.com




No he perdido nada
 

Aquí estoy todavía, el sol gira
a mis espaldas como un halcón y la tierra
repite mi voz en la tuya.
Recomienza el tiempo visible
en el ojo que redescubre la luz.
No he perdido nada.
perder es andar más allá
de un diagrama del cielo
en movimientos de sueños, un río
lleno de hojas.
  

Refugio de pájaros nocturnos
  

En lo alto está un pino torcido; 
está atento y escucha al abismo 
con el tronco doblado cual ballesta. 
  
Refugio de pájaros nocturnos, 
en la hora más alta resuena 
desde un veloz batir de alas. 
  
Tiene pues un nido mi corazón 
suspendido en la oscuridad, una voz; 
está también, a la escucha, la noche. 




A tu lumbre naufrago
  

Nazco a tu lumbre náufrago, 
tarde de aguas límpidas. 
  
De serenas hojas 
arde el aire consolado. 
  
Erradicado de entre los vivos, 
corazón provisorio, 
soy límite vano. 
  
Tu dádiva tremenda 
de palabras, Señor, 
descuento asiduamente. 

  
Despiértame de entre los muertos: 
cada uno ha agarrado su tierra 
y su mujer. 
  
Tú me has mirado adentro 
en la oscuridad de las vísceras: 
nadie tiene mi desesperanza 
en el corazón. 
  
Soy un hombre solo, 
un solo infierno. 



Ya vuela la magra flor
  

No sabré nada de mi vida, 
oscura monótona sangre. 
  
No sabré a quién amaba, a quién amo, 
ahora que aquí limitado, reducido a mis miembros, 
en el corrompido viento de marzo 
enumero los males de los días descifrados. 
  
Ya vuela la magra flor 
desde las ramas. Y yo espero 
la paciencia de su vuelo irrevocable.



Y de pronto, anochece


Cada uno está solo
sobre el corazón de la tierra,
traspasado por un rayo de sol,
y enseguida anochece