martes, 2 de abril de 2013

El patito feo *

      Una rosa de la tumba de Homero
     [Cuento infantil. Texto completo]
          Hans Christian Andersen
       De: Biblioteca ciudadseva.com                

Hans Christhian Andersen
2 de abril de 1805


En todos los cantos de Oriente suena el amor del ruiseñor por la rosa; en las noches silenciosas y cuajadas de estrellas, el alado cantor dedica una serenata a la fragante reina de las flores.

No lejos de Esmirna, bajo los altos plátanos adonde el mercader guía sus cargados camellos, que levantan altivos el largo cuello y caminan pesadamente sobre una tierra sagrada, vi un rosal florido; palomas torcaces revoloteaban entre las ramas de los corpulentos árboles, y sus alas, al resbalar sobre ellas los oblicuos rayos del sol, despedían un brillo como de madreperla.

Tenía el rosal una flor más bella que todas las demás, y a ella le cantaba el ruiseñor su cuita amorosa; pero la rosa permanecía callada; ni una gota de rocío se veía en sus pétalos, como una lágrima de compasión; inclinaba la rama sobre unas grandes piedras.

-Aquí reposa el más grande de los cantores -dijo la rosa-. Quiero perfumar su tumba, esparcir sobre ella mis hojas cuando la tempestad me deshoje. El cantor de la Ilíada se tornó tierra, en esta tierra de la que yo he brotado. Yo, rosa de la tumba de Homero, soy demasiado sagrada para florecer sólo para un pobre ruiseñor.

Y el ruiseñor siguió cantando hasta morir.

Llegó el camellero, con sus cargados animales y sus negros esclavos; su hijito encontró el pájaro muerto, y lo enterró en la misma sepultura del gran Homero; la rosa temblaba al viento. Vino la noche, la flor cerró su cáliz y soñó:

Era un día magnífico, de sol radiante; se acercaba un tropel de extranjeros, de francos, que iban en peregrinación a la tumba de Homero. Entre ellos iba un cantor del Norte, de la patria de las nieblas y las auroras boreales. Cogió la rosa, la comprimió entre las páginas de un libro y se la llevó consigo a otra parte del mundo a su lejana tierra. La rosa se marchitó de pena en su estrecha prisión del libro, hasta que el hombre, ya en su patria, lo abrió y exclamó: «¡Es una rosa de la tumba de Homero!».

Tal fue el sueño de la flor, y al despertar tembló al contacto del viento, y una gota de rocío desprendida de sus hojas fue a caer sobre la tumba del cantor. Salió el sol, y la rosa brilló más que antes; el día era tórrido, propio de la calurosa Asia. Se oyeron pasos, se acercaron extranjeros francos, como aquellos que la flor viera en sueños, y entre ellos venía un poeta del Norte que cortó la rosa y, dándole un beso, se la llevó a la patria de las nieblas y de las auroras boreales.

Como una momia reposa ahora el cadáver de la flor en su Ilíada, y, como en un sueño, lo oye abrir el libro y decir: «¡He aquí una rosa de la tumba de Homero!»

FIN

Agradecemos al escritor Víctor Montoya su revisión de este cuento para la Biblioteca Digital Ciudad Seva.

ciudadseva.com












*   De armar el árbol genealógico de mi vocación literaria, junto al nombre de mi padre (que era un narrador infantil natural), tendría que ubicar seguramente el de Hans Christian Andersen.

    Su “Patito Feo”, lagrimeado y escuchado con la misma ansiedad cada noche, desde que tenía dos o tres años, fue otra iniciación silenciosa al respeto por “l@s diferentes”.

   Por eso me parece oportuno recordar que  Bruno Betthelheim, en Psicoanálisis del Cuento de Hadas, plantea: “El mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños es que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana; pero si uno no huye, sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos”.
   Sin embargo, debo acotar: casi todos los obstáculos.

Ana        






"... Escribir, para mí, constituye un lujo..." -Roberto Arlt


Periodista y escritor autodidacto argentino,  que alcanzó reconocimiento muchas décadas después de iniciada su actividad (el establisment no perdonaba la  carencia de un título universitario en el Río de la Plata; lo mismo le ocurrió al uruguayo Felisberto Hernández).
A pesar de que su nivel de instrucción fue mínimo, su natural sensibilidad (estimulada por su madre, que le recitaba versos de Dante entre las pobres paredes de su vivienda) y su extraordinario nivel de observación de la realidad, lo acercaron a las Bibliotecas barriales y se capitalizó culturalmente.
Nunca pudo dejar de trabajar para poder dedicarse a la escritura plenamente. Así lo confesó claramente: “Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuando se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones les produce surmenage”.
Su principal medio de subsistencia fue el periodismo y por ello, los invitamos a leer el siguiente artículo de Aguasfuertes Porteñas, obra en la que se recogió su quehacer en varios periódicos.
                                                   
Nacido el 2 de abril de 1900.





LA TERRIBLE SINCERIDAD

         Me escribe un lector:
         "Le ruego me conteste, muy seriamente, de qué forma debe uno vi­vir para ser feliz."
         Estimado señor: Si yo pudiera contestarle, seria o humorísticamente, de qué modo debe vivirse para ser feliz, en vez de estar pergeñando notas, sería, quizá, el hombre más rico de la tierra, vendiendo, únicamente a diez centavos, la fórmula para vivir dichoso. Ya ve qué disparate me pregunta.
         Creo que hay una forma de vivir en relación con los semejantes y consigo mismo, que si no concede la felicidad, le proporciona al indivi­duo que la practica una especie de poder mágico de dominio sobre sus semejantes: es la sinceridad.
         Ser sincero con todos, y más todavía consigo mismo, aunque se per­judique. Aunque se rompa el alma contra el obstáculo. Aunque se quede solo, aislado y sangrando. Esta no es una fórmula para vivir feliz; creo que no, pero sí lo es para tener fuerzas y examinar el contenido de la vi­da, cuyas apariencias nos marean y engañan de continuo.
         No mire lo que hacen los demás. No se le importe un pepino de lo . que opine el prójimo. Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, so­bre el bien y sobre el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Usted y usted. Nada más. Y será fuerte como un demonio ' entonces. Fuerte a pesar de todos y contra todos. No importe que la pena lo haga dar de cabeza contra una pared. Interróguese siempre, en el peor minuto de su vida, lo siguiente:
         -¿Soy sincero conmigo mismo?
         Y si el corazón le dice que sí, y tiene que tirarse a un pozo, tírese con confianza. Siendo sincero no se va a matar. Esté segurísimo de eso. No se va a matar, porque no se puede matar. La vida, la misteriosa vida que rige nuestra existencia, impedirá que usted se mate tirándose al pozo La vida, providencialmente, colocará, un metro antes de que usted llegue al fondo, un calvo donde se engancharán sus ropas, y... usted se salvará.
         Me dirá usted: "¿Y si los otros no comprenden que soy sincero?" ¡Qué se le importa a usted de los otros! La tierra y la vida tienen tantos caminos con alturas distintas, que nadie puede ver a más distancia de la que dan sus ojos. Aunque suba a una montaña, no verá un centímetro, más lejos de lo que le permita su vista. Pero, escúcheme bien: el día en que los que lo rodean se den cuenta de que usted va por un camino no trillado, pero que marcha guiado por la sinceridad, ese día lo mirarán con asombro, luego con curiosidad. Y el día en que usted, con la fuerza de su sinceridad, les demuestre cuántos poderes tiene entre sus manos, ese día serán sus esclavos espirituales, créalo.
Me dirá usted: "¿Y si me equivoco?". No tiene importancia. Uno se equivoca cuando tiene que equivocarse. Ni un minuto antes ni un mi­nuto después. ¿Por qué? Porque así lo ha dispuesto la vida, que es esa fuerza misteriosa. Si usted se ha equivocado sinceramente, lo perdona­rán. O no lo perdonarán. Interesa poco. Usted sigue su camino. Contra viento y marea. Contra todos, si es necesario ir contra todos. Y créame llegará un momento en que usted se sentirá más fuerte, que la vida y la muerte se convertirán en dos juguetes entre sus manos. Así, como suena. Vida. Muerte. Usted va a mirar esa taba que tiene tal reverso, y de una patada la va a tirar lejos de usted. ¿Qué se le importan los nombres, si usted, con su fuerza, está más allá de los nombres?
         La sinceridad tiene un doble fondo curioso. No modifica la natura­leza intrínseca del que la practica, y sí le concede una especie de doble vista, sensibilidad curiosa, y que le permite percibir la mentira, y no sólo la mentira, sino los sentimientos del que está a su lado.
         Hay una frase de Goethe, respecto a este estado, que vale un Perú. Dice:
         "Tú que me has metido en este dédalo, tú me sacarás de él".
         Es lo que anteriormente le decía.
         La sinceridad provoca en el que la practica lealmente, una serie de fuerzas violentas. Estas fuerzas sólo se muestran cuando tiene que pro­ducirse eso de: "Tú que me has metido en este dédalo, tú me sacarás". Y si usted es sincero, va a percibir la voz de estas fuerzas. Ellas lo arrrastra­rán, quizá, a ejecutar actos absurdos. No importa. Usted los realiza. ¿Que se quedará sangrando? ¡Y es claro! Todo cuesta en esta tierra. La vida no regala nada, absolutamente. Todo hay que comprarlo con libras de carne y sangre.
         Y de pronto, descubrirá algo que no es la felicidad, sino un equiva­lente a ella. La emoción. La terrible emoción de jugarse la piel y la felici­dad. No en el naipe, sino convirtiéndose usted en una especie de emocio­nado naipe humano que busca la felicidad, desesperadamente, mediante las combinaciones más extraordinarias, más inesperadas. ¿O qué se cree usted? ¿Qué es uno de esos multimillonarios norteamericanos, ayer ven­dedores de diarios, más tarde carboneros, luego dueños de circo, y suce­sivamente periodistas, vendedores de automóviles, hasta que un golpe de fortuna lo sitúa en el lugar en que inevitablemente debía estar?
         Esos hombres se convirtieron en multimillonarios porque querían ser eso. Con eso sabían que realizaban la felicidad de su vida. Pero piense usted en todo lo que se jugaron para ser felices. Y mientras no se produ­cía lo efectivo, la emoción, que derivaba de cada jugada, los hacía más fuertes. ¿Se da cuenta?
         Vea amigo: hágase una base de sinceridad, y sobre esa cuerda floja o tensa, cruce el abismo de la vida, con su verdad en la mano, y va a triunfar. No hay nadie, absolutamente nadie, que pueda hacerlo caer. Y hasta los que hoy le tiran piedras, se acercarán mañana a usted para sonreírle tímidamente. Créalo, amigo: un hombre sincero es tan fuerte que sólo él puede reírse y apiadarse de todo.
"Creo que a nosotros nos ha tocado
la horrible misión de asistir
al crepúsculo de la piedad."
Roberto Arlt




Milan Kundera: 1º de abril de 1929


   “No quiero racionalizar exageradamente el pensamiento totalitario ruso ni excluir el papel al azar en esta predilección que los verdugos de la cultura tienen para Kafka, pero una hipótesis racional se impone y quisiera formularlo así: Kafka es un autor inaceptable para el mundo totalitario porque su obra es la imagen de dicho mundo.
   De inmediato se me podría acusar de haber añadido una interpretación política a una obra que no había sido concebida en tanto que crítica social y cuyas fuentes son sobre todo personales e íntimas. Esta objeción es legítima y no quisiera disfrazarla. Pero por el momento quisiera poner de relieve una evidencia: la similitud entre el mundo imaginario de kafka y la sociedad real en la cual se vive hoy día en la ciudad de Praga es tan marcada que no se la puede pasar por alto.
   Decir que vivimos hoy en día en un mundo kafkiano es ahora un cliché periodístico casi de mal gusto, pero para un praguense, cuyas experiencias históricas son un poco más ricas y dramáticas que las de un inglés o francés, esta expresión está llena de sentido. ¿Que es, entonces, el mundo kafkiano?”

Fragmento del prólogo a La Metamorfosis y El Proceso de Franz Kafka,  
escrito por Milán Kundera para  la Editorial Porrúa.













La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más honda (situada a tal profundidad que escapa a nuestra percepción), radica en su relación con aquellos que están a su merced: los animales.


La velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha brindado al hombre.


A pesar de mi escepticismo me ha quedado algo de superstición. Por ejemplo esta extraña convicción de que todas las historias que en la vida ocurren tienen además un sentido, significan algo. Que la vida, con su propia historia dice algo sobre sí misma, que nos devela gradualmente alguno de sus secretos, que está ante nosotros como un acertijo que es necesario resolver.

La borró de la fotografía de su vida no porque no la hubiese amado, sino, precisamente, porque la quiso. La borró junto con el amor que sintió por ella.







"Amor: un juego en el cual pierden el hombre y la mujer, y sólo gana la especie."


De la mirada de un abad de formación jesuítica, nació una temprana y real feminista: Mannon Lescaut.

“Entre las doce muchachas, encadenadas por la cintura en grupos de seis, había una cuyo porte y cuyo semblante estaban tan poco en armonía con su condición, que en cualquier otra circunstancia la hubiese tomado por una joven de primer rango. Su tristeza y la suciedad de su traje y de su ropa interior le afeaban tan poco, que su vista me inspiró respeto y lástima. Procuraba volverse todo lo que la cadena le permitía, para hurtar su cara a los ojos de los espectadores. El esfuerzo que hacía para ocultarse era tan natural, que parecía proceder de un sentimiento de modestia.”


François Prévost
abril 1 de 1697
Autor de varias novelas, incluida “Mannon Lescaut”
que inspiró a Giácomo Pushkin la ópera del mismo nombre.