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6 de noviembre de 1880- Klagenfurt |
Entrevista a Robert
Musil
por Maurus Fontana
Fontana : Su nueva novela, ¿cómo
se llama?
Musil : La hermana gemela (más
tarde: El hombre sin atributos).
Fontana : ¿Y en qué época la
sitúa?
Musil : Entre 1912 y 1914. El
final de la novela es la movilización militar que desgarró al mundo de tal modo
que todavía no hemos podido repararlo.
Fontana : Lo que puede ser visto
como un síntoma...
Musil : Sí, desde luego. Aunque
quisiera aclarar que no he escrito una novela histórica. No me interesa la
explicación real de los acontecimientos reales. Tengo una pésima memoria. Por
lo demás, los hechos son siempre intercambiables. Me interesa el momento
imaginativo, quiero decir: lo fantasmal de los acontecimientos.
Fontana : ¿De qué punto arranca
usted?
Musil: Yo presupongo algunas
cosas: el año de 1918 nos hubiera traído tanto las fiestas de aniversario de
los setenta años de gobierno de Francisco José I, como las de los treinta y
cinco del Kaiser Guillermo II. Y teniendo en cuenta este futuro aniversario
paralelo los patriotas de ambos países en la novela se lanzan a una apresurada
carrera. Lo que quieren es atacarse mutuamente, así como también atacar al
mundo. Todo termina en la catástrofe y el lamento de 1914: "No queríamos
la guerra". Bueno, resumiendo: comienza lo que he llamado la Acción
Paralela. Hay quienes tienen la idea austriaca, que conocen por los recuerdos
de otras guerras: Austria se libra del yugo prusiano, quiero decir: tiene que
surgir algo así como una Austria universal, hecha a imagen y semejanza del
imperio, ejemplo de la convivencia entre pueblos distintos. Desde luego, en la
cúpula se encuentra el emperador de la paz. A todo esto, el año del
impresionante jubileo, 1918, será la coronación del proyecto. Por otra parte,
los prusianos tiene como siempre una idea exacta del poder, su perfección
técnica se los permite; desde la acción paralela su ataque ha sido planeado
también para 1918.
Fontana : Es decir, la ironía es
el centro de la novela. No quisiera preguntarle ahora sobre este tema, sino
otra cosa: ¿cómo pone usted ese mundo en movimiento, esos dos mundos?
Musil: Introduciendo primero a un
hombre joven que ha sido educado y entrenado ejemplarmente en el conocimiento y
el saber de su época, alguien que domina la física, las matemáticas y la
técnica. Alguien que entra de lleno en nuestra vida actual porque, para decirlo
otra vez, nada hay en mi novela histórica que no tenga validez aquí y ahora. Mi
personaje no sale de su asombro viendo cómo la realidad se ha quedado por lo
menos cien años atrás de nuestras ideas. Esta diferencia necesaria -que yo
busco también entender- va configurando el tema central: ¿cómo debe comportarse
un intelectual ante la realidad? A este personaje opongo otra figura: un hombre
de gran personalidad, alguien que pertenece al gran mundo, un individuo que
reúne talento de un economista y la lucidez de un esteta, y que los ha mezclado
en extraña y efectiva unidad. Viene Berlín directamente, en Austria quiere
reponerse. En realidad viene a obtener secretamente para su consorcio los
yacimientos de cobre en Bosnia y asegurar la tala de árboles. En el salón de la
segunda Diotima, esposa de un conocido, anfitrión, el representante de la vieja
armonía universal y austriaca. conoce a esta mujer. Entre los dos se desarrolla
una novela sentimental que termina o debe terminar en el vacío. Al mi tiempo el
hombre joven encuentra en la casa de sus padres -y durante un entierro- a su
hermana gemela, a que no conocía. La hermana gemela biológicamente algo muy
extraño; pero que vive en todos nosotros como utopía, como una idea manifesta
de nosotros mismos. Así, lo que en la mayoría es sólo una nostalgia, a mi
personaje se le convierte en realidad. Y pronto los dos hermanos están viviendo
juntos en la vieja comunidad que hemos llamado un buen matrimonio. Lo he puesto
en el centro de nuestros dolores actuales. No hay genios, ni religiones. En vez
de vivir en algo, los dos viven para algo. Quiero decir, en un cúmulo de
situaciones donde prolongo nuestra identidad. Pero los hermanos geme el yo y el
no-yo, sienten la escisión de comunidad, los dos se derrumban con el mundo, los
dos terminan huyendo. Fracasa el intento de conservar y detener aquella
experiencia. El absoluto no puede conservarse. Consecuencia: el mundo no puede
existir sin el mal, porque el mal nos trae el movimiento. El bien sólo provoca
la parálisis. Muestro la línea paralela, la otra pareja: Diotima y el héroe de
la economía. Si él no hiciera negocios, no podría tener un alma; no por el
dinero que uno necesita para poder tener una, sino porque lo sagrado y lo
profano son una masa inerte. Esta pareja es también necesaria y determinada. La
narración continúa en este sentido; su tema central, el amor y el éxtasis, lo
desarrollo después desde la perspectiva de la locura, desde la mira de un
individuo obsesionado por la idea de la redención. Los acontecimientos toman un
curso imprevisto, se llega a una lucha entre los alumnos de un nuevo espíritu y
el esteta de la economía. Ahí describo un gran congreso. Ninguno de los dos
bandos obtiene el dinero que piensan otorgar, sino un general a quien el
Ministerio de la Guerra envió al congreso sin previa invitación. El dinero se emplea
para comprar armas. Lo que no es tan estúpido como generalmente se piensa,
porque en resumidas cuentas todo lo inteligente termina cancelándose a sí
mismo. Mi joven héroe se convierte en un espía, alguien que ahora se opone a un
orden donde lo irracional tiene las mayores oportunidades. El medio de su
espionaje es la hermana gemela. Viajan juntos por Galicia. Ha visto como va
perdiendo su vida y la de su hermana. Nuestro héroe se da entonces cuenta de
que él es algo contingente, de que acaso pueda intuir su ser, pero nunca
alcanzarlo. El hombre no es nunca algo acabado, no puede llegar a serlo.
Teniendo la sensación de que su existencia es algo contingente puede tomar
todas las formas, como si fuera una masa gelatinosa. La movilización militar lo
exime de tomar una decisión, a él y a todos los personajes de mi novela. La
idea de que la guerra era inevitable es la suma de todas las corrientes
contradictorias, de todas las influencias y los movimientos que describo.
Fontana: ¿No debe usted disponer
de una gran cantidad de personajes que cubran todo este espacio?
Musil: Me bastan veinte
personajes aproximadamente.
Fontana : Y en la estructura de
su novela, ¿no teme usted al ensayo?
Musil: Sí, le temo; por eso mismo
he intentado combatirlo a través de dos medios: primero, mediante una actitud
irónica. Ahora, es importante aclarar que la ironía no es para mí un gesto de
superioridad, sino una forma de lucha. En segundo lugar, creo que ante el
peligro de caer en el ensayo tengo un contrapeso en la elaboración de escenas
vivas, en la pasión imaginativa.
Fontana : A pesar de que su
novela no le deja a sus personajes sino el asalto en la movilización militar
como la única huida, no creo que sea una obra pesimista.
Musil: Tiene usted razón. Al
contrario: en mi novela me divierto burlándome de todas las decadencias de
occidente y sus profetas. Hay sueños viejísimos de la humanidad que en nuestros
días se convierten en realidad. ¿Es una desgracia que esos sueños antiquísimos
no hayan conservado su rostro? Necesitamos una nueva moral, porque con la vieja
no llegamos a ninguna parte. Mi novela busca ofrecer cierto material para esa
nueva actitud. Es el intento de una disolución y la insinuación de una
síntesis.
Fontana: ¿Dónde situaría usted su
novela dentro de la épica contemporánea?
Musil: Dispénseme usted la
respuesta...... (Después de una pausa) ¿Dónde situaría yo mi novela? Me
propongo ayudar a sobreponernos al mundo; sí, también por medio de una novela.
Yo le estaría agradecido al público si considerara menos mis cualidades
estéticas y más mi voluntad. El estilo es para mí la exacta articulación de una
idea. Quiero decir, la idea que puedo alcanzar también de la forma más bella.
De: http://www.ddooss.org
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Al igual que Kafka, su coetáneo, Musil supo entreleer en el aire de su época.
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El Sastre (cuento)
I
No creo que haya sido un sastre.
Ante el juez, dijo: "quiero
ir a la cárcel, señor, en ninguna otra parte me siento mejor. Mi madre ha
muerto, perdí a mis amigos; ah, nunca fui tan agresivo con mi madre como
debería haber sido. ¿Qué valor tiene la vida? Téngame lástima. Téngame lástima,
señor Juez, enciérreme para siempre. Si lo hace, yo sería feliz; allí podría
trabajar como sastre, no necesitaré salir al mundo. El juez, sin embargo, no se
conmovió: lo sentenció a una semana de arresto.
El condenado protestó pidiendo la
revisión de su proceso, porque la sentencia le parecía demasiado breve.
El juez le informó que la
revisión de un sentencia demasiado breve era cosa del fiscal; pero el fiscal no
tenía ganas.
II
Creo que poco después rodaba una
bomba enorme, una bomba más grande que yo, por la avenida del 12 de septiembre.
Quería dinamitar a mi tiempo. Un policía me detuvo y revisó la bomba. Le dije:
"necesito dinamitar a mi tiempo, porque no me sigue, oficial, estas son
mis obras. La bomba me parecía en este momento tan grande como los rollos
enormes de papel que se descargan frente a las enormes imprentas de los
periódicos. "Ah. usted trabaja en un periódico", dijo el policía,
"no, la prensa no necesita ningún permiso"
III
Mi bomba rodaba con una
envidiable precisión rumbo a la rampa puerta del Parlamento, después entró a la
gran sala donde; si se anuncia una revolución, se congregan una multitud de
guardianes del orden. Me permitieron encenderla, pero no explotó porque arriba
seguían hablando. Y cuando grité "¡veinte años después de mi muerte será
una verdadera bomba!", una nube de policías se lanzó sobre mí. Me defendí
con un instrumento que llevaba conmigo. Creo que se llama taladro torácico, una
suerte de perforador que se aplica contra el pecho. Tiene una manivela y puede
traspasar bloques de acero. Se lo puse a un policía entre el segundo y el
tercer botón de su uniforme. El oficial comenzó a ponerse pálido. En ese
momento los otros me cayeron encima, trataban de sujetarme los brazos y; aunque
no les resultó fácil, poco después ya no podía moverme. Así me aprehendieron.
IV
¡Señor Juez, dije!
Señor juez, yo he aprendido y
estudiado muchas cosas, porque quena ser escritor y conocer mi tiempo, no
sólo... Sí, me defendí cínicamente; pero el juez que ya me conocía sonrió
preguntando:
—¿Ha ganado dinero?
—¡Nunca, dije, está prohibido!
En ese momento el juez miró al
secretario del juzgado, el abogado en derecho, al licenciado en izquierda, el
fiscal al amanuense, y todos soltaron una carcajada. "¡Deseo que se
presente el dictamen de un especialista!", grito triunfante el defensor.
"Usted está acusado, porque
no ha hecho dinero", dijo el juez.
Desde entonces estoy en la
cárcel.
Le falta la glándula monetaria,
dijeron los especialistas, por ese motivo no tiene una regulación moral, por
eso se convierte en un individuo irascible si se le trata mal. Además, sufre de
una aguda distracción, no puede retener lo que otros han repetido cien veces.
busca siempre nuevas ideas. El dictamen de los especialistas en literatura fue
peor. En suma: soy un mediocre a quien no se le conmutó la sentencia.
Desde que estoy aquí vivo en un
sueño del orden. Nadie crítica mi conducta desmedida. Al contrario, entre los
presidiarios soy una persona encantadora, mi inteligencia es extraordinaria.
Soy una autoridad literaria, escribo las cartas de los vigilantes. Todo el
mundo me admira. Yo, que en el mundo de los justos era un mediocre, en el de
los injustos soy un verdadero genio moral, un intelectual de altos vuelos. No
hago nada por dinero, sino por alabanza y autoadmiración. Trabajo otra vez como
sastre. Ah, la vida espléndida del trabajo, mi alma es una aguja finísima,
vuela horas enteras, entra y sale por semanas, zumba como una abeja diligente.
Y en mi cabeza hay tan poco como adentro de una tumba, y las abejas zumban.
VI
Si alguien quiere demostrarme que
todo esto es una mentira, que nunca he sido un sastre mediocre y que no vivo en
la cárcel, entonces yo le rogaría al presidente de la República que me asignara
un lugar de honor en el manicomio.
Ahí, uno también se siente a
gusto.
Ahí, nadie se sorprendería de que
yo haga las cosas porque me gustan. Sí, al contrario, ahí, en el manicomio,
todos estarían dispuestos a quitarme los obstáculos del camino.
Robert Musil
Robert Musil: Mínimo homenaje (Revista Nexos,
1980)
De: http://www.nuncalosabre.com
“Como alma noble, no
conocía la ley de la causa, según la cual el hombre se conduce en la vida
privada de distinto modo que en su vida profesional. No sabía que los
políticos, después de haberse llamado mutuamente en la sala de juntas canallas
e impostores, se reúnen amigablemente a desayunar en el bar”.
“La risa cura, es la obra social más barata y efectiva del
mundo”.
“El egoísmo es la propiedad más
segura de la vida humana. Gracias a él han conseguido el político, el soldado y
el rey ordenar tu mundo con astucia y coacción. Ésa es la melodía de la
humanidad; Tú y yo tenemos que reconocerlo. Desterrar la coacción supondría
debilitar el orden.”