Quizás sean los marinos quienes
mejor practiquen esa conversación referida en el poema Retrato de Antonio
Machado. Muchos días, a veces meses, de sólo mar y cielo, cada cual en su
puesto, en silenciosa armonía.
Néstor Gorriarán, Capitán de la Marina Mercante y expráctico de río,
profesó ese diálogo durante décadas. Y aunque siempre fue un ser intelectualmente
ávido (cursó ciclos sobre Cine, sobre Historia del Arte,...) en los últimos
tiempos sintió la necesidad de que tanto coloquio privado ocupara un espacio más
público -aunque no menos íntimo- y empezara
a circular por otras sensibilidades. Así que una tarde de mucho frío, previa
mediación de otro apreciado integrante del Taller de Narrativa, se presentó en
esta Casa con dos o tres de sus “relatos”, subrayando que su intención era
contar la realidad, que la ficción no le interesaba, que se había propuesto
revisar de esa manera sus experiencias profesionales, que..., que...
El respeto natural hacia las
convicciones de los/as otros/as es una de las vivencias sobresalientes de un
Taller Literario; mientras tanto, el intercambio de visiones va provocando
sutilmente una transformación inesperada. Néstor no fue inmune a ella y meses
después, completamente feliz, pidió para leer antes que nadie su primera creación
“ficticia” (a todos/as nos encantó que, a los 80 y pico, hubiera podido
asimilar que en la ficcionalización nunca nos despojamos de nuestra
subjetividad).
Después se fueron sucediendo emociones
propias de un grupo activo y cohesionado, entre ellas el ritual casi mágico de
las nestorianas anécdotas sobre mares, países, culturas, personas y personajes
que él, aprovechando cualquier vientito, deslizaba en el imaginario de la
hechizada audiencia. Con él, ningún plano de la palabra estaba a salvo. Tal era
su entusiasmo que ya estaba pergeñando para el 14 la idea de involucrarse seriamente
con la Poesía aunque el hecho de alejarse de “su grupo” le generaba
vacilaciones. Sí, la Amistad era un ingrediente básico ya en su proceso. Y en
el nuestro.
Por eso, a todos/as nos duele
tanto que te hayas ido así, querido Néstor... vos que propiciabas el
encuentro humano, que respaldabas incondicionalmente al débil, que a cada cual acompañabas
en su quimera o en su desilusión, en “el día del último viaje”, como aquellos que viven como obreros de sus sueños, estuviste distraído, inerme, “casi desnudo, como los hijos de la mar”.
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“Y cuando llegue el
día del último vïaje,
y esté al partir la
nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a
bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como
los hijos de la mar”.
Antonio Machado
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