sábado, 4 de enero de 2014

“Converso con el hombre que siempre va conmigo”




Quizás sean los marinos quienes mejor practiquen esa conversación referida en el poema Retrato de Antonio Machado. Muchos días, a veces meses, de sólo mar y cielo, cada cual en su puesto, en silenciosa armonía.

Néstor Gorriarán, Capitán de la Marina Mercante y expráctico de río, profesó ese diálogo durante décadas. Y aunque siempre fue un ser intelectualmente ávido (cursó ciclos sobre Cine, sobre Historia del Arte,...) en los últimos tiempos sintió la necesidad de que tanto coloquio privado ocupara un espacio más público -aunque no menos íntimo- y empezara a circular por otras sensibilidades. Así que una tarde de mucho frío, previa mediación de otro apreciado integrante del Taller de Narrativa, se presentó en esta Casa con dos o tres de sus “relatos”, subrayando que su intención era contar la realidad, que la ficción no le interesaba, que se había propuesto revisar de esa manera sus experiencias profesionales, que..., que...

El respeto natural hacia las convicciones de los/as otros/as es una de las vivencias sobresalientes de un Taller Literario; mientras tanto, el intercambio de visiones va provocando sutilmente una transformación inesperada. Néstor no fue inmune a ella y meses después, completamente feliz, pidió para leer antes que nadie su primera creación “ficticia” (a todos/as nos encantó que, a los 80 y pico, hubiera podido asimilar que en la ficcionalización nunca nos despojamos de nuestra subjetividad).

Después se fueron sucediendo emociones propias de un grupo activo y cohesionado, entre ellas el ritual casi mágico de las nestorianas anécdotas sobre mares, países, culturas, personas y personajes que él, aprovechando cualquier vientito, deslizaba en el imaginario de la hechizada audiencia. Con él, ningún plano de la palabra estaba a salvo. Tal era su entusiasmo que ya estaba pergeñando para el 14 la idea de involucrarse seriamente con la Poesía aunque el hecho de alejarse de “su grupo” le generaba vacilaciones. Sí, la Amistad era un ingrediente básico ya en su proceso. Y en el nuestro.

Por eso, a todos/as nos duele tanto que te hayas ido así, querido Néstor... vos que propiciabas el encuentro humano, que respaldabas incondicionalmente al débil, que a cada cual acompañabas en su quimera o en su desilusión, en “el día del último viaje”, como aquellos que viven como obreros de sus sueños, estuviste distraído, inerme, “casi desnudo, como los hijos de la mar”.








Donde estés, ya habrás averiguado el Gran Misterio, ése que a todas/os nos empuja a conocer más y más, afuera y adentro, aquí y allá, con alegría o con pesimismo.

Y como ya lo averiguaste, no es negra nuestra cinta. Es del color del agua, del color de la Vida, la que honraste con tu sencillez, tu responsabilidad, tu comprensión, tu solidaridad.

Aquí te quedas, Néstor, en esta Casa, cerca de esta mesa donde vivimos tantas instancias de verdad felices, prendida tu voz a estas paredes que extrañarán tu porfiado realismo y tu maravillada invención, arropado en las telas del corazón de quienes tuvimos el privilegio de andar este trecho de Misterio contigo.






















“Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar”.
Antonio Machado