SONIA PRESA
De
nacionalidad uruguaya, viví en Estados Unidos durante seis años, y en la ciudad
brasileña de Campinas, en San Paulo por treinta y cinco.
Soy Química Farmacéutica por la UDELAR y tengo posgrado obtenido en los Estados Unidos en el área de Biología,
y en Brasil en el área de Ciencias de Alimentos en la Unicamp, donde trabajé
como profesora investigadora.
Estudié Psicología y me especialicé en
las áreas: Análisis Transaccional, Psicodrama y Psicoanálisis.
Retomé mi pasión adolescente por escribir
y participé con cuentos y poesías en obras colectivas y antologías publicadas
anualmente por el Clube Amigo das Letras
de Barra Bonita, SP, Brasil, desde 2003 hasta 2006. De la Oficina Literaria ofrecida por la CPFL- Brasil, fui seleccionada para participar, y en 2007 participé en el Colectivo XU de la Editora Komedi.
Desde hace dos años resido en Montevideo
y he retomado mi gusto por escribir en lengua castellana, participando del
curso de Poética dirigido por la Profesora Rosa Biriotti
en la UNI-3 y de la orientación de la Profesora Ana
Milán en el Centro de Formación Humanística Perras Negras.
Sonia Presa Caggiani
La niña que
amaba las flores
El
invierno se acercaba, las flores desaparecían
y con ellas los colores. El verde de las hojas
y los pastos resistía aún, pero acabó sucumbiendo al tiempo inclemente.
La
niña comenzó a entristecer, y con cada color que desaparecía
la tristeza aumentaba. Vagando sola y aburrida por la casa llegó al sótano,
donde su padre tenía un pequeño taller.
Esa tarde él estaba pintando un viejo banco del jardín para que luciera
bonito la próxima primavera.
Fue
en ese momento que Juanita, pues ese era su nombre, tuvo la idea, una idea
magnífica para una niña de apenas seis años. Pidió a su padre que cortase
madera en forma de pétalos, que ella pintó con restos de pintura y después unió
con alambres coloridos, formando flores y hojas. Y
así aparecieron zíneas rojas, amarillas, púrpura, blancas y también
azules. Los pétalos menores dieron
lugar a preciosas violetas africanas lilas, blancas, rosadas. El aserrín formado durante los cortes,
pintado de verde, compuso un lindo césped.
Y así, poco a poco, Juanita con la ayuda de su Papá, fue haciendo un
jardín colorido donde antes había apenas trastos inútiles. Ellos quedaron tan entusiasmados que fueron colocando insectos y otros bichitos:
abejas, mariposas, un caracol, un conejito escondido en un cantero de
zanahorias, un hornero y aún otros, inventados por ellos.
La niña llamó a su vecinito Juan, que
también andaba triste, y que trajo consigo su perrito color miel, Simón. Mariela, la niña de la otra cuadra vino a
jugar junto con su gato gris, Tino. Fue tanto el éxito, que todos los niños
del vecindario sólo hablaban del jardín de Juanita y querían ser invitados para
verlo. Cada uno que llegaba contribuía
con ideas sobre flores y animales, y de esta forma el ambiente fue quedando
cada vez más pintoresco y colorido.
Y
así, a través del jardín, su simpatía y su deseo de compartir, esta niña un
poco tímida hizo muchos amiguitos. El invierno pasó casi desapercibido para
todos ellos. Cuando llegó la primavera
prepararon canteros con tierra de verdad, donde plantaron semillas y pequeñas
mudas que ahora verían crecer por sí mismas.
En
fin, gustaron de hacer eso: un trabajo individual y colectivo, con el yo, el tú
y el nosotros. Un gusto que mantuvieron
durante toda la vida, y así construyeron muchos otros jardines.
Acto
heroico de un Don Nadie
Ni
ciudadano, ni votante, ni portador de documentos, ni inscrito en el registro
electoral, sin cuenta en el banco ni dinero en el bolsillo. Sin casa, sin seguro de salud, muchas veces
sin comida. A veces, sus posesiones son una piedra de crack, botellita de
plástico con alcohol industrial, chinches y piojos.
El
noticiero nos cuenta que una mujer, medio distraída, medio desesperada, fue arrastrada
por las olas en la escollera, y que en una reacción refleja, casi automática de
preservar su vida, se puso a hacer la plancha.
Pero la corriente fría y sucia inexorablemente la empujaba hacia el
interior del caño maestro, ese, que arroja sus desechos allí mismo, en la
costa.
El
Don Nadie de nuestra historia al ver la escena, se tiró al agua pero no tuvo
éxito porque le faltaba fuerza y destreza.
Ahí apareció un Don Alguien, atleta y nadador profesional, quien con
mucho esfuerzo libró a ambos de una muerte certera.
Según
noticias difundidas por los medios que a tal actividad se dedican, hoy el Don Nadie, como consecuencia de su
actitud, está a punto de transformarse en un Don Alguien.
Mis caminos
Caminando
caminando voy
caminando
hacia el
destino certero.
Mis caminos son
diversos
a veces trillas
floridas
otras, de
íngremes rocas.
Pero a los que
más les temo,
los que se
tornan monótonos.
Y cuando esto
sucede
busco senderos
ignotos
con quebradas y
cuchillas,
piedras, fango
y aguas turbias
porque, bien
más que a la muerte
temo el tedio y
el olvido.
Desencuentro
Lo vi pasar junto a mí
Él no me vio
Quise hablarle mas mi voz
enmudeció
Es su padre
Escuché una voz decir
¿Cómo su padre? Si nunca lo conocí
Mente, relámpago traicionero
Me envuelves en tus quimeras
Y luego me abofeteas, con la
verdad
Lo busqué con la mirada
Y para mi desencanto
Ya no lo vi