JUSTAMENTE
“Doctor Shalom, habla
Justa. Necesito verlo a la brevedad. Es una urgencia.”
“Usted sabe, Justa, que no doy cita fuera de su
horario habitual. Pero la noto muy
nerviosa, veo mi agenda y la llamo.”
A la mañana siguiente entré
apresuradamente al consultorio. Lo de siempre: no llamar si es temprano, no
entrar sin ser anunciada etc. etc. ... Bueno, la misma paparruchada del
“encuadre”, que es su excusa para cobrar más caro. No podía esperar para
contarle lo sucedido. La muy perra, mi madre claro, por fin se sacó la máscara.
Desde hace mucho se lo digo, pero él
parece no oírme. No toma en cuenta los ocho años de terapia que llevamos.
Tiene puesto el saco a cuadros,
aburrido y muy usado. En realidad le queda muy bien, resalta sus ojos claros.
No hay nada ostentoso en su escritorio ni en su vestir. Claro que su barrio es
de los más caros de Londres y atrás del consultorio parece haber una residencia
suntuosa. Y sí, ¡con lo que me cobra!!
Me dejo caer sobre el sillón, que de paso no
es muy cómodo, me observa con sus ojos inquisidores… ¿o será con interés? Quisiera preguntarle, ahora mismo, si mira
así a sus otras pacientes mujeres. Eso me resulta insoportable, en cualquier
momento hago un ataque de pánico. Yo soy más interesante que esas viejas
pintarrajeadas que de seguro lo visitan. Sin duda a ellas les cobrará una
tarifa superior. Después de todo no es tantooo tanto lo que me cobra. De a
ratos tengo la sospecha de que no me escucha, lo siento
como perdido en sus reflexiones. ¡Ah, eso sí que no se lo permito! Estos
son mis escasos 50 minutos en los que me pertenece. ¿Será que algún día se
decidirá a contarme que tiene fantasías sexuales conmigo? Las mujeres somos muy
perceptivas para eso. Él se separó, según rumores, al poco tiempo de conocerme.
¿JUSTAMENTE? Puede que lo que más lo
atraiga sea el hecho de que aún no he tenido relaciones con hombres. Sin
contar, claro, las caricias con los muchachos de mi adolescencia. No sé si yo estoy pronta aún para una relación como
la que él, seguramente, querría mantener conmigo. Parece muy pasional. Espero
que me tenga paciencia y pueda contenerse y esperarme. A mis 58 años no quiero
apurar las cosas. Todo será a su debido tiempo.
Su voz me sobresaltó: “Hoy está más callada que de costumbre,
llevamos 35 minutos de consulta y aún no abrió la boca para contarme la urgencia
por la que está acá.”
Continúo callada, no es mi marido aún. Ni pienso hablar sólo porque
él lo diga. ¡Ja! ¡¡¡JUSTAMENTE!!!
Olga
GRUPO ALAS