El ámbito intelectual la conoció como docente -de
Educación Secundaria, del I.P.A., del Instituto de Estudios Superiores, de la
Universidad Católica-; lingüista, miembro de la Academia Nacional de Letras. Sus
otras virtudes tampoco deben de haber sido ignoradas .
Para sus alumn@s, fue Carolina. Ni Escudero; ni de
López-Lázaro. Carolina. Mujer, madraza, amiga, de repente una gurisa, de pronto
una chamana sutil. Carolina, trepanadora de nuestros rígidos cerebros hasta que
se nos abrieron como una flor.
Hasta encontrarnos, para nosotr@s la Teoría Gramatical se había
reducido a la postura de una sola fuente rectora y tradicional.
De clase a clase, Carolina nos clavaba ante los ojos
un pequeño y aparentemente inofensivo párrafo que nos insumiría horas analizar,
según Amado Alonso, según Gili Gaya, según la RAE, según Alarcos, y si algún
otro gramático cuadraba, por supuesto no estaba para desdeñar.
En general, y con una
delicadeza mayúscula, nos acercaba a autores insoslayables para la época,
aunque era tan curiosa que inevitablemente compartíamos sus fisgoneos (así
leímos a Ulalume González de León y su “A cada rato lunes”, que nos encantó,
aunque en realidad, y en criollo, literalmente “lo
destripamos”). Sí, Carolina nos mostró el macro y el micro mundo como son: un
prisma.
Un adagio anglosajón dice que “enseñar es conmover
una vida para siempre”. Carolina fue más certera y nos modeló el corazón. Con
sus actos. Actos vinculados a su vida privada, que no es del caso exponer. No
importaba que lloviera a cántaros y que ella estuviera transida de dolores que
ningún medicamento curaba: a las cinco, estaba allí, ante nosotr@s, con su
entrecejo fruncido y su calmada voz, reclamando nuestra tarea con aquella energía
tan digna que estremecía, con aquella bocanada de luz que se le escapaba entre
un travieso pronombre y el más desacatado de los verbos.
Carolina Escudero fue
la adicta más encarnizada que le conocí a la Esperanza en aquellos años. Imposible
evitar semejante iniciación.
Droga dura todavía, para mí, la Esperanza. Sostén y
norte. Aunque ya no estés aquí, en el prisma,
estás en mi corazón, urgiéndome “a redoblar”.
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Nuestra entrañable Carolina Escudero falleció el 6 de enero del corriente año. |