Y como también
escribió:
"Deja que la elocuencia de mis libros,
sin voz, transmita el habla de mi pecho...
que este Soneto XXIX pueda cumplir esa misión:
Cuando hombres y
Fortuna me abandonan,
lloro en la soledad
de mi destierro,
y al cielo sordo
con mis quejas canso
y maldigo al mirar
mi desventura,
soñando ser más
rico de esperanza,
bello como éste,
como aquél rodeado,
deseando el arte de
uno, el poder de otro,
insatisfecho con lo
que me queda;
a pesar de que casi
me desprecio,
pienso en ti y soy
feliz y mi alma entonces,
como al amanecer la
alondra, se alza
de la tierra
sombría y canta al cielo:
pues recordar tu
amor es tal fortuna
que no cambio mi
estado con los reyes.