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2 de abril de 1900 - Argentina Cronista, narrador, dramaturgo, a fuerza de talento y sensibilidad. |
¿Quiénes son estos que le hablan
a uno, que le escriben a uno, que durante un momento abandonan, desde cualquier
ángulo de la ciudad y la distancia “su no existencia”, y con algunas hojas de
papel, con algunas líneas, le hacen sentir el misterio de la vida, lo ignoto de
la distancia?
¿Con quién habla uno? He aquí el
problema. Si a uno no le escribieran nunca, quizá existiera esta preocupación:
“No le intereso a la gente”. Pero, estos hombres y mujeres siempre novados;
estas cartas, que siempre se le acercan en su casi totalidad a vocearle su
simpatía, lo inquietan a uno. Se experimenta el desconcierto de que numerosos
ojos le están mirando, porque siempre que uno ha escrito una carta, y sabe que debe
haber llegado, piensa lo siguiente:
“¿Qué habrá dicho de lo que le
escribí?”
Efectivamente, uno no sabe qué
decir. Un lector me dice: “Le envío la presente por simpatizar con su manera de
ser hacia el prójimo”. Otro, me pide que me dirija al elemento obrero con mis
notas. Otra, hace una parodia de la carta que me fue escrita por el
“adolescente que estudiaba lógica”, agregando: “dígale al dibujante que
reproduzca el diseño que ilustraba esa nota, agregando a las víboras y a los
sapos, un puñado de rosas”.
De pronto, tengo una sensación
agradable. Pienso que todos estos lectores se parecen por la identidad del
impulso; pienso que el trabajo literario no es inútil, pienso que uno se
equivoca cuando sólo ve maldad en sus semejantes, y que la tierra está llena de
lindas almas que sólo desean mostrarse.
Cada hombre y cada mujer encierra
un problema, una realidad espiritual que está circunscripta al círculo de sus
conocimientos, y a veces ni a eso.
Hasta se me ocurre que podría
existir un diario escrito únicamente por lectores; un diario donde cada hombre
y cada mujer, pudiera exponer sus alegrías, sus desdichas, sus esperanzas.
Otras veces, me pregunto:
“¿Cuándo aparecerá, en este país,
el escritor que sea para los que leen una especie de centro de relación común?
En Europa existen estos hombres. Un
Barbuse, un Frank, provocan este maravilloso y terrible fenómeno de simpatía
humana. Hacen que seres, hombres y mujeres, que viven bajo distintos climas, se
comprendan en la distancia, porque en el escritor se reconocen iguales; iguales
en sus impulsos, en sus esperanzas, en sus ideales. Y hasta se llega a esta
conclusión: un escritor que sea así, no tiene nada que ver con la literatura. Está
fuera de la literatura. Pero, en cambio, está con los hombres, y eso es lo necesario;
estar en alma con todos, junto a todos. Y entonces se tendrá la gran alegría:
saber que no se está solo.
En verdad, quedan muchas cosas
hermosas, todavía, sobre la tierra.
De: Sobre la simpatía
humana
En: http://biblioteca.derechoaleer.info/biblioteca/roberto-arlt/aguafuertes-porteñas