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15 de octubre de 1844- Röcken, actual Alemania |
El autor de Así
hablaba Zaratustra definió su poesía como una llama, esto es, la
simbolización del fuego eterno. Y es mediante ese simbolismo que deben leerse
cada una de las poesías que comprenden la presente edición virtual.
El fuego consumiéndolo todo, el fuego alzándose majestuoso,
mostrando su poder y su grandeza: he ahí la representación de Federico
Nietzsche, ese filósofo aclamado por unos, rechazado por otros e incomprendido
por la inmensa mayoría.
De: Presentación de Primera
edición cibernética de las poesías de Nietzche, diciembre del 2002
De: Biblioteca
Virtual Antorcha
Ecce homo
Ah, ya sé cual es mi origen...
Insaciable cual la llama
Me consumo, ardiendo estoy.
Luz es todo cuanto toco,
Ciertamente llama soy.
Mi hogar
Tengo mi hogar y patria en las alturas;
Por esto de subir no siento anhelo
Ni mis ojos levanto nunca al cielo.
Desde arriba yo miro las honduras.
Yo soy uno que debe bendecir,
y todo el que bendice mira al suelo.
A la melancolía
No lo tomes a mal, Melancolía,
Que yo aguce la pluma en tu alabanza
E inclinando la frente pensativa,
Ardiendo en tus loores, yo me siente
Que ahorrar su propia fama ha conseguido.
Solitario en un tronco. ¡Tantas veces!
Tu me viste -era ayer, bien lo recuerdo-
Bañado en los fulgores matutinos
Del sol ardiente! Allá en el hondo valle
Graznaba el buitre de botín sediento ...
Es que soñaba en un cadáver yerto
Allá en el yerto tronco abandonado.
¡Ah, cómo te engañabas, ave tétrica,
Aun cuando yo, cual una momia, inmóvil,
Seguía allí en mi tronco! No veías
Aquí y allá rodaban, fulgurantes
De altivez. Y por más que a tus sublimes
Alturas remontarse no podían,
Donde acceso las más lejanas nubes
No tienen, tanto más profundamente
En el abismo de la vida hundíanse
Para dejarlo todo iluminado
Con la divina luz de sus relámpagos.
Así sentado en medio las profundas
Soledades, pasaba yo las horas
Rudamente encorvado, a semejanza
Del bárbaro presente al sacrificio,
Pensando siempre en ti, Melancolía.
¡Tan joven todavía y penitente!
Así yo me gozaba en el magnífico
Vuelo del buitre, en el rodar tronante
De los aludes que la selva aplastan;
Y allí me hablabas tú, deidad que ignoras
La ruindad tan humana del engaño;
Allí me hablabas íntima y sincera
Aunque con faz severa, aterradora.
Y tú, ruda deidad, que del granito
Posees la firmeza, oh tú, mi amiga,
Gustas a mí cercana aparecerte;
Con gesto de amenaza tú me muestras
El siniestro volar del buitre hambriento
Y el desplomarse del alud gigante,
Deseoso de aplastarme. En torno mío
Respira jadeante y rechinando
Un anhelo feroz de sanguinaria
Crueldad, con un deseo obsesionante
De arrancar por doquier vida a zarpazos.
La solitaria flor por mariposas
Suspira tentadora allá en la peña.
Yo soy todo esto -siéntolo temblando-
Enamorada mariposa, dulce
Flor solitaria, el buitre carnicero
Y el arroyuelo helado y el terrible
Rugir de la borrasca -todo, todo
Para tu gloria y en tu prez perpetua;
Oh tú, diosa feroz, a quien postrado
Y humillada la frente, entre gemidos
Mi temerosa voz levanta un himno
Gimiente, suplicando me concedas
De vida, vida, vida, estar sediento
Súfreme ahora, oh tú, deidad maligna,
Que con gentiles rimas te corone.
Si tiembla todo aquel a quien te acercas,
Si se estremece aquel a quien alargas
La despiadada diestra, en tu presencia
Temblando balbuceo este mi canto
Y me estremezco en mis convulsos ritmos;
La tinta fluye, viva centellea
La aguda pluma; ahora oh, diosa, diosa,
Déjame libre y libre me gobierne.
¿Será ...?
¿Será nuestra caza de la verdad
Una caza de la felicidad?
Yo escuchaba con todos mis sentidos...
Ni el más leve rumor Ilegaba a mi.
El mundo estaba mudo...
Yo escuchaba con el vivaz oído
De mi curiosidad. Por cinco veces
Por encima de mi tiré el anzuelo;
Sin ningún pez lo retiré otras cinco...
Pregunté... No cayó respuesta alguna
En mis redes vacías...
Yo escuchaba
Con el vivaz oído de mi Amor.
Consejo
De altas cumbres no seas ambicioso,
No te quedes tampoco en la llanura;
Desde mediana altura
Es como se ve el mundo más hermoso.
Aforismo
El poeta que, a sabiendas,
Puede en sus versos mentir.
Es el único que en todo
La verdad puede decir.
Del camino del
creador
Quieres marchar, hermano mío, a la soledad? ¿Quieres buscar
el camino que lleva a ti mismo? Detente un poco y escúchame.
«El que busca, fácilmente se pierde a sí mismo. Todo irse a
la soledad es culpa»: así habla el rebaño. Y tú has formado parte del rebaño
durante mucho tiempo.
La voz del rebaño continuará resonando dentro de ti. Y
cuando digas «yo ya no tengo la misma conciencia que vosotros», eso será un
lamento y un dolor.
Mira, aquella conciencia única dio a luz también ese dolor:
y el último resplandor de aquella conciencia continúa brillando sobre tu
tribulación.
Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que
es el camino hacia ti mismo? ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para
hacerlo! ¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento?
¿Una rueda que se mueve por sí misma? (103)
¿Puedes forzar incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor? ¡Ay,
existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos!
¡Muéstrame que tú no eres un ansioso ni un ambicioso! Ay, existen tantos
grandes pensamientos que no hacen más que lo que el fuelle: inflan y producen
un vacío aún mayor. ¿Libre te llamas a ti mismo? Quiero oír tu pensamiento dominante,
y no que has escapado de un yugo.
¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo?
Más de uno hay que arrojó de sí su último valor al arrojar su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben
anunciarme con claridad: ¿libre para qué? ¿Puedes prescribirte a ti mismo tu
bien y tu mal y suspender tu voluntad por encima de ti como una ley? ¿Puedes
ser juez para ti mismo y vengador de tu ley? Terrible cosa es hallarse solo con
el juez y vengador de la propia ley. Así es arrojada una estrella al espacio
vacío y al soplo helado de hallarse solo.
Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tú que eres uno
solo: hoy conservas aún todo tu valor y todas tus esperanzas. Mas alguna vez la
soledad te fatigará, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará los
dientes. Alguna vez gritarás «¡estoy solo!».
Alguna vez dejarás de ver tu altura y contemplarás demasiado
cerca tu bajeza; tu sublimidad misma te aterrorizará como un fantasma. Alguna
vez gritarás: «¡Todo es falso »! (104)
Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen,
ellos mismos tienen que morir entonces! Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?
¿Conoces ya, hermano mío, la palabra «desprecio»? ¿Y el tormento de tu
justicia, de ser justo con quienes te desprecian? Tú fuerzas a muchos a cambiar
de doctrina acerca de ti; esto te lo hacen pagar caro. Te aproximaste a ellos y
pasaste de largo: esto no te lo perdonan nunca.
Tú caminas por encima de ellos (105) : pero cuanto más alto
subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos
es, sin embargo, el que vuela.
«¡Cómo vais a ser justos conmigo! - tienes que decir - yo
elijo para mí vuestra injusticia como la parte que me ha sido asignada.»
Injusticia y suciedad arrojan ellos al solitario: pero, hermano mío, si quieres
ser una estrella, ¡no tienes que iluminarlos menos por eso! ¡Y guárdate de los
buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan una virtud para sí
mismos, - odian al solitario.
¡Guárdate también de la santa simplicidad! (106)Para ella no
es santo lo que no es simple; también le gusta jugar con el fuego - con el
fuego de las hogueras para quemar seres humanos.
¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Con demasiada
prisa tiende el solitario la mano a aquel con quien se encuentra.
A ciertos hombres no te es lícito darles la mano, sino sólo
la pata: y yo quiero que tu pata tenga también garras.
Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás
siempre tú mismo; a ti mismo te acechas tú en las cavernas y en los bosques.
¡Solitario, tú recorres el camino que lleva a ti mismo! ¡Y
tu camino pasa al lado de ti mismo y de tus siete demonios! Un hereje serás
para ti mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y un impío
y un malvado.
Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia llama:
¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza! Solitario, tú
recorres el camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para ti
un Dios! Solitario, tú recorres el camino del amante: te amas a ti mismo y por
ello te desprecias como sólo los amantes saben despreciar.
¡El amante quiere crear porque desprecia! ¡Qué sabe del amor
el que no tuvo que despreciar precisamente aquello que amaba! Vete a tu soledad
con tu amor y con tu crear, hermano mío; sólo más tarde te seguirá la justicia
cojeando.
Vete con tus lágrimas a tu soledad, hermano mío. Yo amo a
quien quiere crear por encima de sí mismo y por ello perece. –
De: Así habló
Zaratustra
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El origen de la tragedia: lo apolíneo y lo dionisíaco. |