domingo, 11 de mayo de 2014

“El dinero no es sino la figura de la aceptación social, y por eso lo buscamos todos.” ― Francisco Umbral

11 de mayo de 1932- España
Escritor y periodista.

El hombre que se inventó las pasiones


"Yo, como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme". Esta gentil declaración de Voltaire encierra, me parece a mí la más fina y sutil interpretación de Cervantes. Porque don Quijote no está loco y Cervantes mucho menos, eso lo sabemos desde el principio del libro. Don Quijote es hidalgo cincuentón y soltero que, llegado a ese ápice de la vida, decide pegar el salto cualitativo y cambiar la realidad de los libros por la irrealidad de la vida, mucho más palpitante y vibrátil que lo meramente escrito. Don Quijote principia, o casi, por hacer realidad una metáfora, los molinos que se parecen a los gigantes, y arremete contra una realidad literaria que le desbarata, como tantas otras le van a desbaratar a lo largo de su nuevo camino. Pero aprendamos esto: que don Quijote nunca se enfrenta sino contra metáforas del vivir, desface alegorías y yangüeses, o se reposa en unos duques, de modo que la locura empieza con la realidad y no antes.

Voltaire vio bien que el hombre en madurez o pega ese salto que digo o le coge ya la postura a la vida, que es la muerte, y no dará más de sí. Don Quijote acierta con ese momento en que se cambia de vida, de cabalgadura, de compañía -Sancho Panza- de curas y bachilleres, de dueñas y sobrinas, del mismo sol en las mismas bardas. Los libros que leía le estaban hurtando a la poesía de la acción con la poesía poética y mala de la dicción. Así que incluso se inventa, entre las pasiones militares y andantes, una nueva pasión amorosa. Es la primera lección que Cervantes nos da en su libro. La vida tiene una segunda parte que se correspondería con la tercera juventud de Aristóteles. Es él, Cervantes, quien rompe con la mediocridad de su vida, pálidamente enaltecida de glorias bélicas, para emprender un libro donde está su rabia por el mundo, su energía al fin liberada al servicio de sí mismo, no ya la energía domeñada y servil del alcabalero y otras suertes. Cervantes es irónico por anacrónico. Ha empezado tarde su aventura y lo sabe. El Quijote no es el libro que vive sino la vida que no ha vivido, y no nos pone a su personaje como ejemplo de nada ni hidalguía de nadie, sino como caso singular de hombre que se decidió a pegar el salto y ese salto quien lo pega es él mismo en figura de Quijote, e incluso se lo hace pegar a un pobre borriquero hecho de perezas y conformidades, siendo así que Sancho nunca pierde el sentido, ese inútil y pobre sentido común del pueblo, pero tampoco pierde la ironía y la distancia para burlarse de su amo con todos los respetos. Don Quijote entra en su nueva edad como un escándalo y Sancho pasa todas las aduanas como un saco de centeno. Tenemos, entonces, el salto desdoblado en tres. Cervantes que roba la fama con un libro, don Quijote que toma por asalto la libertad del vivir más allá de la edad y la voluntad. Sancho, que primero a regüeldo y luego a pleno pulmón, vive vida de caballero andante sin haber leído tales libros. Es la primera rebelión española del intelectual aburguesado, la primera revolución burguesa del hidalgo antecedente y el primer motín del castellano pueblo, un motín de uno solo, Sancho, que vale por todos los que vendrán. Aún hoy, y hoy más que nunca, el hombre que no hace esa revolución interior, que no pega ese salto vecinal, será comido por el poder, amortajado por lo establecido y muerto de asco (...).

Hay tres razones para ser héroe, como diría Salvador Dalí. En Cervantes, estas razones son el inventarse pasiones, la capacidad de ejercitarse contra el tiempo y el haber roto con el compromiso burgués de la novela y de la vida. El hombre que se inventa pasiones es tan héroe o más como el que las vive. El hombre que se ejercita a diario, no sabemos si para la vida o para la muerte, es el que quiere agotarlo todo aquí y, como decía Juan Ramón Jiménez, que la muerte cuando llegue, sólo encuentre un pellejo vacío, porque nuestra sementera humana la hemos esparcido fecundamente. Por aclarar un poco las cosas, diremos que don Quijote, efectivamente, es un personaje de novela, pero donde veo yo al hombre metafórico es en Cervantes, que nos da el nivel medio del hombre español, siempre de santo laico, de héroe doblado o de comunero entre el pueblo. Queremos a Cervantes no tanto por ilustre como por hombre medio que roza irónicamente el fracaso para triunfar de la España oficial con su España real (...).

De: http://elpais.com/diario


La tristeza


La tristeza ha venido como un buque vacío,
la tristeza ha encallado en mi pecho de piedra.
Me trae en sus bodegas toda una vida vieja,
quintales de nostalgia
y el whisky que he bebido.
La tristeza ha venido con faros apagados.
No sé de dónde viene ni por qué me visita
yo mismo soy un puerto donde para la noche
el mar, como noviembre, va ya de retirada.
Somos un puerto unánime,
puerto de tierra adentro
donde llegan los meses
como veleros lánguidos.
La tristeza ha venido
y me golpea despacio
como el agua golpea
en los acantilados.
Soy un acantilado
de muertos sucesivos
y estoy aquí parado,
bajo una lluvia fina,
junto al silencio frío
del buque de la pena.
¿Cuánto dura noviembre, cuánto dura una vida,
cuánto durará un hombre que tiene ya en el pecho
ese peso dormido de los buques sin gente,
de los mares sin luna, de los mortuorios días?


La soledad


Hablo de soledad
porque estoy solo.
Soledad es un pez que nada el tiempo,
la soledad es una puerta abierta
que da a puertas abiertas
y vacías.
No es ausencia de gente el estar solo.
Es ausencia de mí entre la gente.
El que no está soy yo,
y ellos no saben,
soledad es morirse a cualquier hora
junto al museo de los medicamentos.

   Soledad es un agua que no hay,
un sol que se ha dormido en los cristales,
silla que no hace juego,
un hueco en la memoria,
soledad es un hombre solitario
que se acerca a mirar las papeleras.
Hoy me he visto a mí mismo,
fastuoso de soledad, como un mendigo,
mirando una lejana papelera
y sacando un periódico del fondo,
que es el mismo que lleva en el bolsillo,
porque lo sacó ayer, y así por siempre.

De: http://pedrogollonet.blogcindario.com









"El ombligo se deja en la copa del árbol más alto"



Ventana sobre el alumbramiento


La mujer habitada sabe cuándo y sabe qué. Sabe cuándo por lo que dicen la luna y el cuerpo. Sabe qué por lo que dicen los sueños. Si ella sueña con hilos o vasijas, tendrá hija. Si sueña con metales, sombreros o huevos, tendrá hijo.

Entonces ella se hinca, se suelta el pelo, bebe un trago de aguardiente; y de rodillas da nacimiento.

Las manitos del niño o niña tocan un azadón, un hacha y un machete. Con tizne de cocina, la madre le señala el centro de la cabeza.

El ombligo se deja en la copa del árbol más alto.

Así se nace en Chamula.


Eduardo Galeano

Un acto tan simple como dejar el ombligo 
en brazos de la Naturaleza

es claro indicio de una sabiduría incomparable;
nosotros nos apropiamos del ombligo 
y hasta lo guardamos en una cajita
porque en esta bárbara civilización occidental
que seguimos construyendo
el símbolo clave del ser es TENER.

La madre

Una zapatilla Adidas,
una carta de amor de firma ilegible,
diez macetitas con flores de plástico,
siete globos de colores,
un delineador de pestañas,
un lápiz de labios,
un guante,
una gorra,
una vieja fotografía de Alan Ladd,
tres tortugas ninjas,
un libro de cuentos,
una maraca,
catorce broches de pelo
y unos cuantos autitos de juguete forman parte del botín de una gata que vive en el barrio de Avellaneda y roba en el vecindario.
Deslizándose por azoteas y cornisas, ella roba para su hijo, que es paralítico y vive rodeado de esas ofrendas mal habidas.

Bocas del tiempo
Eduardo Galeano