jueves, 13 de noviembre de 2014

"El secreto de la existencia humana está no sólo en vivir sino también en saber para qué se vive"- Fiodor Dostoievski


(...) ¿Quién fue el primero que dijo que el hombre hace cosas feas sólo porque no sabré cuáles son sus verdaderos intereses, que si alguien lo esclareciera en ese sentido dejaría inmediatamente de actuar como un cerdo y se volvería noble y bondadoso? Al verse esclarecido, continua el argumento, y al advertir en qué consiste en su verdadero interés, se daría cuenta de que este tiene su centro en la acción virtuosa. Y como ya se sabe que un hombre no actúa en forma deliberada contra sus intereses, se seguiría de ello que no tendría más elección que las de volverse bueno. ¡Oh, cuánta inocencia! ¿Desde cuándo, en estos últimos milenios, ha actuado el hombre exclusivamente por su propio interés? ¿Y qué hay de los millones de hechos que demuestran que los hombres, de modo deliberado y con pleno conocimiento de cuáles eran sus verdaderos intereses, los despreciaron y se precipitaron en una dirección distinta? Y lo hicieron por su propia cuenta, sin que nadie los aconsejara, negándose a seguir el camino seguro, trillado, y lo siguieron con empecinamiento, a oscuras. ¿No sugiere esto que la testarudez y la terquedad eran más fuertes en esos hombres que sus intereses?

  ¡Interés! ¿Qué interés? ¿Pueden ustedes definir cuál es el interés de un ser humano? Y supongamos que el interés de un hombre no sólo concuerda con algo dañino, antes que con algo ventajoso, sino que además lo exige. Por supuesto, si ese caso es posible, entonces la regla queda reducida a polvo. Y ahora díganme: ¿es posible un caso así? Pueden reír, si lo desean, pero quieren que me contesten lo siguiente: ¿no hay una medida exacta para las ventajas humanas? ¿No se omiten algunas que no pueden ser incluidas en esta clasificación? Por lo que puede entender, ustedes han basado su escala de ventaja en promedios estadísticos y en fórmulas científicas pensadas por los economistas. Y como la escala está compuesta de intereses tales como la felicidad, la prosperidad, la libertad, la seguridad y todo lo demás, un hombre  que de modo deliberado hiciera caso omiso de dicha escalera sería tachado por ustedes -y también por mí en realidad- de oscurantista, de loco de remate. Pero lo verdaderamente notable es que los estadísticos, los sabios  y los humanitarios de ustedes, cuando hacen la lista de los intereses humanos, insisten en omitir uno de ellos. Jamás se acuerdan de él, con lo cual invalidan todo sus cálculos. Cualquiera creería que es muy fácil agregarlo a la lista. Pero ese es el problema; no encaja en ninguna escala ni diagrama.

 Por ejemplo, damas y caballeros, yo tengo un amigo; es claro que también es amigo de ustedes y en realidad, de todo el mundo. Cuando a punto de hacer algo, este amigo explicar con palabras pomposas y en detalle de qué manera debe actuar para concordar con los preceptos de la justicia y razón. Más aún, se muestra apasionado cuando perora sobre los intereses humanos; desprecia a los tontos miopes que no saben qué es la virtud o qué les conviene. Luego, exactamente quince minutos después, sin un motivo externo evidente, pero impulsado por algo interior, más fuerte que toda consideración de intereses, describe una piriueta y dice todo lo contrario de lo que ha venido diciendo. A saber, desacredita las leyes de la lógica y sus propios intereses; en una palabra, lo ataca todo...

Ahora bien, como mi amigo es un tipo complejo, no es posible desecharlo por considerarlo un individuo raro. De manera que quizás exista algo que todos los hombres valoran por encima de las más altas ventajas individuales, o (para no ser ilógicos) es posible que haya una ventaja humana mas ventajosa (precisamente la que siempre se omite) que también es más importante que las otras y por lo cual un hombre, si es necesario, hará frente a la razón, el honor, la seguridad y la prosperidad -en una palabra, a todas las cosas bellas y útiles- nada más que para alcanzarla, para lograr la ventaja más ventajosa de todas, las más cara para él.

 -Y qué - me interrumpirán ustedes-; de cualquier manera es una ventaja.

  Un momento. Quiero expresarme con claridad. No es un problema de palabras. Lo notable de ventaja es que transforma todas las clasificaciones y tablas compuestas por los humanitaristas para felicidad del género humano,. Las ahuyenta, por decirlo así. Pero antes de dar nombre a esa ventaja, permítaseme comprometerme y declarar qué todos esos encantadores sistemas, todas esas teorías que explican al hombre cuál es su verdadero interés, de modo que al alcanzarlo se vuelva en el acto bueno, y noble, todas ellas no son, en mi opinión, otra cosa que estériles ejercicios de lógica. Sí, nada más que eso. Por ejemplo, proponer la teoría de la regeneración  humana por la búsqueda de sus verdaderos intereses es, creo yo, casi como...bueno, como, decir, cual dice H.T. Buckle, que el hombre madura bajo la influencia de la civilización y se vuelve menos sanguinario y propenso a hacer la guerra. Para llegar a esta conclusión parece haber seguido un razonamiento lógico. Pero los hombres lo adoran los razonamientos abstractos y las sistematizaciones bien elaboradas, a tal punto, que no les molesta deformar la verdad, cierran  los ojos y los oídos a todas las pruebas que los contradicen, con tal de conservar sus construcciones lógicas. Y yo diría que el ejemplo que he tomado aquí es en verdad flagrante. No hay más que mirar en torno y se verán derramamientos de sangre, y la sangre es derramada casi jugando, como si fuese champagne. ¡Ahí tienen a Estados Unidos, esa indisoluble unión, hundida hasta el cuello en la guerra civil! Ahí tiene la farsa de Schleswig-Golstein...

¿Y qué hay en nosotros que haya sido suavizado por la civilización? Afirmo que lo único que ésta hace es desarrollar en el hombre una mayor capacidad para experimentar una mayor variedad de sensaciones. Y nada, absolutamente nada más. Y gracias a ese desarrollo, es posible que el hombre puede todavía aprender a gozar con el derramamiento de sangre. ¡Pero su eso ya ha sucedido! ¿Se han dado cuenta, por ejemplo, de que los tiranos, mas refinados y sanguinarios, comparados con quienes los Atila y los Stenka Tazin equivalen a simples niños de coro, son a menudo exquisitamente civilizados? En realidad, si no resultan tan notables es porque hay demasiados de ellos, y porque se nos han vuelto demasiado familiares. La civilización ha hecho al hombre, si no siempre mas sediente de sangre, por lo menos mas furiosas, mas horriblemente sanguinario.


En: Memorias del Subsuelo

De: http://herederosdelcaos03.tripod.com

11 de noviembre de 1821- Rusia