En Macul, Santiago
de Chile, un grupo de Adultos Mayores se reúne, a la tardecita de todos los
jueves desde hace cinco años, en la Comuna de ese distrito.
¿Motivo del
respetado encuentro? “Leer y criticar nuestras creaciones”, responde
con compartible orgullo Héctor Moraga Lara, Presidente del Centro Literario
“Llamarada”, que es el elocuente emblema bajo el cual refugian su sensibilidad
todavía dispuesta al encuentro humano, norte inherente a todas las culturas tejidas
sobre la faz de la Tierra.
“Este año tenemos un profesor que es Poeta joven y muy dinámico. Realizamos
eventos literarios donde invitamos a la comunidad y otros talleres...”,
sigue contándonos Héctor, entusiasmándonos a saber más de su precioso grupo.
Y supimos. Supimos
que han editado “dos libros. El primero
fue LONTANANZAS. Cada integrante
escribió relatos, cuentos, anécdotas o poemas relacionados a costumbres y
oficios en extinción. En el lanzamiento se regalaron a los Clubes de adultos
mayores que existen en la Comuna. Ha sido muy bien criticado. Fue un buen
ejercicio para recordar nuestro pasado. El otro libro se presentó el 31 de Mayo
y se llama SORRENTO 3037. Ese es el domicilio de un famoso pintor, Gregorio de
la Fuente, que vivió en esta comuna. Esa
calle hoy lleva su nombre. En el libro se hizo un homenaje a personajes de la
cultura que tienen nombre en las calles de Macul. Se hicieron cuentos y poemas
relacionados a algunos de esos personajes. También ha tenido mucha aceptación.”
Sin embargo, aún
no hemos transmitido el ribete más relevante del mensaje de Héctor.
Cuando se despide,
acota: “Les escribo con la esperanza que
podamos intercambiar experiencias literarias a esta altura de nuestras vidas.
Nuestro objetivo literario es mantener activa la única neurona que nos quede y
alejar lo más posible a nuestro enemigo alemán "el Alzheimer".
Hasta ahora no
habíamos expresado que este promisorio contacto asentó su raíz en un mail que
un buen día nos dirigió Moraga, sin conocernos, así, al azar de la intuición.
La comunicación produce esta clase de situaciones "chejovianas": lo aparentemente
insignificante, cotidiano, inadvertido por la naturalización de la costumbre,
es la clave de lo humano. Y en estos momentos, cuando casi todo parece sometido
a las reglas carniceras del mercado, cuando tanto necesitamos de la emoción, el
viento trae una voz que refiere y prueba el valor de la esperanza.
¡Bienvenida esa Llamarada,
hermanos, a esta Casa! Ojalá despunte una flor a través de esta ocurrencia;
ojalá esa flor se reproduzca con la energía natural del fuego. Abrigarnos
unos/as a otros/as mantendrá viva la Vida. Como decía Violetita: “Gracias a la
Vida, que me ha dado tanto...”, gracias por el regalo de su presencia.
Profª. Ana Milán
Orientadora del
Centro de Formación Humanística
PERRAS NEGRAS
e integrantes de
Taller de Pasiones Literarias
y del Grupo Alas
literaturaenprimavera@gmail.com
laquesiempemociona@gmail.com
Laberinto en la oscuridad
La jaula se detuvo en seco. Llegamos al final del
recorrido vertical. Ahí estaba nuestro lugar de trabajo. Los huevos revueltos
con cebolla, el yogur y el café del desayuno, me hicieron efecto, debía ir al
baño. A la salida de la jaula estaba mi salvación, le avisé al capataz que los
alcanzaría después.
-Te sabís bien el camino ¿verdá?
-Sí poh, como no me voy acordar- le respondí muy
apurado.
Bueno, eso era lo que creía, porque después de mi
urgencia y más livianito tomé el sendero. Al recorrer algunos metros, varios
túneles iguales a la izquierda y derecha salían a mi encuentro. Me detuve para
oír las voces de los viejos y me orientaran por dónde caminar, solo mi
respiración escuché. Me devolví para encontrar la jaula y empezar de
nuevo. Recordé las instrucciones del
jefe: “En todos los niveles de la mina, frente a la jaula están los primeros
auxilios y una pizarra con indicaciones de los frentes de trabajo. A la derecha
hay un baño químico” donde yo estuve,
“por la izquierda debís salir a la
galería” o sea del baño debí volver a la jaula para tomar la de la izquierda,
pero ¿Pa onde cresta está la jaula ahora?
Continué
caminando y no vi señales conocidas, me sentí en un inmenso y oscuro laberinto.
Un escalofrío inundó mi cuerpo. Recordé lo que los
viejos contaban del “Minero Chico” que a veces los perdía aquí adentro. Decían.
“Es juguetón y le gusta hacer bromas. Si lo tratas mal o lo retas, te acordarás
para siempre de él. ¡Si es que salís vivo! ¡No lo vay a provocar que te pois
caer en un pique!”
Nunca les creí.
Mi respiración se hizo más rápida, los lentes se empañaron, sentí un
sudor helado.
-¡Como
vayastar perdío por culpa de un ser que
no creís que existe gil!
-Busca
la galería mas ancha, esa es la principal y de ahí podís orientarte.
Todas las que estaban en mi camino las veía iguales
¡Parece que me perdí por la cresta!
-Mi – mi - minero chico.
-Si existes, trata de orientarme para encontrar la
jaula o la galería donde están mis cumpas, mañana te prendo una vela a la entrá
e la mina.
En el siguiente túnel vi una pequeña luz que se
movía, uno de mis compañeros venía a mi encuentro, ¡Que alegría!, respondí con
mi lámpara y grité ¡Aquí estoy! No tuve
respuesta, corrí para alcanzarla. La luz se alejó, igual caminé como veinte
minutos. Llegué a una amplia galería que reconocí de inmediato, giré a la
derecha y pocos metros más allá estaban mis compañeros que al verme comenzaron
con las bromas.
-¿Te demoraste más de dos horas en cagar
hueón? ¡Te pasaste! Me recriminó indignado el capataz
-Sabe jefe, es que andaba perdío, si no juera por
el viejo que mandó a buscarme todavía estaría dándome vueltas por ahí.
-Oye hueón mentiroso, de aquí nadie se movió pa
buscarte. En este nivel estamos solos, así que agarra la barretilla y ponte a
trabajar no más questamos atrasados.
Cuando bajamos al campamento compré una vela para
encenderla al día siguiente junto a las otras,
en la bocamina.
Héctor Moraga L. 2010
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Obra de Gregorio De La Fuente |