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18 de julio de 1932- Siberia, Rusia Poeta, pedagogo, actor y director de cine |
Con dignidad
Con dignidad. Lo principal es recibir
con dignidad los tiempos que sean,
cuando la época se estanque
o se enturbie hasta el fondo.
Con dignidad, lo principal, con dignidad
para que los distribuidores de dádivas
no te conduzcan hasta el establo
y no te atasquen con heno la boca.
El miedo de los tiempos es la caída.
No malgastes tu alma en cobardía,
sino prepárate para la pérdida
de todo lo que te espanta perder.
Si ya todo está hecho trizas
hasta un extremo imposible de prever
recuérdate a ti mismo esta pequeñez:
“También esto hay que sufrir”.
¿Cuándo vendrá a
Rusia un hombre?
¿Cuándo vendrá a Rusia un hombre?
¿Uno que no nos engañe?
No hay trabajo en el gobierno, como la honestidad,
pero tal vez… algún día… por primera vez…
¿Qué haría él, un solo hombre?
¿Cómo puede traer tanta discordia en la armonía?
No tendremos ninguna compasión con él,
si no puede reformarnos.
¿Cómo puede mejorarse a sí mismo,
cuando sufre de náuseas,
escuchando las críticas voces
de nuestra muchedumbre y nuestra muchedumbrosa elite?
Debe ser velozmente lento, pero lentamente veloz.
¿Cómo disparas bombas y balas
para acertar precisamente solo a los asesinos
y dejar pasar niños y mujeres inocentes?
¿Cómo preservas la libertad y aguantas
las vulgares maneras de libertad?
¿tomando el azote de la libertad?
¿Cuándo las odas del azotado luzcan como las rayas del
látigo?
¿Cómo no comportarse criminalmente, peleando contra los
crímenes,
desechando colchones, cunas y cerebros?
¿ejecutando en la Plaza Roja a los grandes ladrones y aun a
los insignificantes?
Rusia se convertirá en el desierto de Sahara.
La sangre de las masacres zaristas, del Gulag,
ha lavado todo nuestro honor, los hombres de confianza
siguen sin castigo.
Deshonrados por nosotros mismos, anhelamos mucho la
honestidad,
pero no la nuestra desafortunadamente.
A la niñez en lugar de dulces caramelos,
es mejor darles nuestra amarga memoria.
Es aterrador cuando los menores se ríen con estupidez
de la honesta pobreza de sus padres.
¿Y qué, si de pronto, un hombre viniera a Rusia,
no un falso mesías de halo fingido,
simplemente uno de nosotros, uno de entre todos.
Y él no nos engaña – pero lo engañamos nosotros?
¿Cuándo vendrá este Alguien a Rusia? ¡Hombre o mujer!
Cuando… cuando todos seamos seres humanos.
Pero la nieve crece cada vez más y más oscura,
y todo está envenenado, nuestros ríos y nosotros.
La cosecha ha fracasado –no en granos- sino en gente.
Rusia no espera más beneficios ni profetas.
¿Cuándo vendrá a Rusia, esa nación de personas,
alguien que no engañe a Rusia? ¿Cuándo?
De: www.artepoetica.net
Cae la nieve pura
para A.W. Bouis
Cae la nieve pura como
si resbalara por hilos.
Quisiera vivir, vivir
pero sé que no es posible.
Algunas almas se pierden
sin huella en la lejanía,
suben, suben hacia el cielo
como hace la nieve pura.
La nieve pura se disuelve...
yo también desapareceré...
No me preocupa la muerte,
nadie vive eternamente.
No creo en esos milagros.
No soy ni nieve ni estrella,
yo jamás volveré a ser
jamás, jamás, nunca más.
Y pienso yo, pecador:
¿Qué hiciste con tu existencia?
En su torbellino, ¿qué
amaste más que la vida?
Quise con mi sangre a Rusia
como el tuétano de mis huesos,
quise sus ríos creciendo
y debajo de los hielos.
Quise el humo de sus casas,
el aire de sus pinares,
amé a Chejov, Pushkin
y a sus gloriosos ancianos.
Si tuve mis contratiempos,
fue sin lamentarlos mucho.
Qué importa si viví locamente,
por Rusia fue que viví.
Dolorido de esperanzas
(lleno de oculta inquietud),
creo que tal vez un poco
también yo he ayudado a Rusia.
Aunque a mí Rusia me olvide
cuando el tiempo se devane,
el caso es que Rusia viva
para siempre, eternamente.
Cae la nieve pura, cae
como caía en los tiempos
de Pushkin, de Chejov,
como caerá cuando muera...
Cae la nieve, cae la nieve
con cegadora blancura,
borrando todas las huellas,
las que yo dejo y las otras...
Nadie vive eternamente,
pero tengo una esperanza:
si Rusia vive, es decir
que yo también viviré.
Versión de Rafael
Alberti y María Teresa León
El último intento
A Masha
El último intento de ser feliz
ciñéndome a todas tus curvas, todas tus sinuosidades,
a la blancura trémula y balbuceante
y a las bayas con el opio del saúco.
El último intento de ser feliz
como si mi fantasma, al filo del abismo,
quisiera saltar huyendo de todas las ofensas,
allá donde hace mucho estaba yo arruinado.
Allí sobre mis huesos rotos
se posa una libélula,
y las hormigas visitan tranquilamente
las cuencas de lo que ayer fueron mis ojos.
Ya me hice alma. Ya no estoy en mi cuerpo.
Escapé a mi prisión de huesos
pero me hastían los fantasmas
y otra vez me llaman los abismos.
Un fantasma enamorado ahuyenta más que un cadáver.
Pero tú no te asustaste sino que comprendiste
y juntos nos hemos arrojado como a un abismo
y el abismo desplegó unas blancas alas
que nos levantó sobre la niebla.
Y estamos tendidos juntos, no en la cama
sino en la niebla que apenas nos sostiene.
Soy un fantasma. Ya no se quiebra mi cuerpo
pero tú estás viva y temo por ti.
Otra vez revolotea el cuervo fúnebre
en espera de carne fresca, como en el campo de batalla.
El último intento de ser feliz.
El último intento de amar.
Me gustaría...
Me gustaría
nacer en todos los países,
tener un pasaporte
para todos
que provoque el pánico de las cancillerías;
ser cada pez
en cada océano
y cada perro
en las calles del mundo.
No quiero arrodillarme
ante ídolo alguno
ni hacer el papel
de un ruso ortodoxo hippie,
pero me gustaría
hundirme
en lo más hondo del Lago Baikal
y salir resoplando
en otras aguas,
¿por qué no en las del Mississippi?
En mi maldito universo amado
me gustaría
ser una hierba humilde,
nunca un Narciso delicado
que se besa
en el espejo.
Me gustaría ser
cualquiera de las criaturas de Dios,
incluso la última hiena sarnosa,
pero nunca un tirano,
ni siquiera el gato de un tirano.
Me gustaría
reencarnar como hombre
en cualquier
imagen:
víctima de una cárcel de tortura,
un niño vagabundo en los tugurios de Hong Kong ,
un esqueleto viviente en Bangladesh,
un pordiosero sagrado en el Tíbet,
un negro de Ciudad del Cabo,
pero nunca encarnar
la imagen de Rambo.
Sólo odio a los hipócritas,
hienas sazonadas en espesa melaza.
Me gustaría tenderme
bajo el bisturí de todos los cirujanos del mundo,
ser un tullido, un ciego,
sufrir todo mal, toda deformidad y herida,
ser un mutilado de guerra,
o el que recoge las colillas del suelo,
con tal de que no las penetre
el infame microbio de la prepotencia.
No quisiera formar parte de la élite,
ni, por supuesto, del rebaño de cobardes,
ni perro de manada,
ni pastor servil al abrigo de su rebaño.
Y quisiera ser feliz,
pero no a costa de los infelices.
Y quisiera ser libre,
pero no a costa de los que no lo son.
Quisiera amar
a todas las mujeres del mundo,
y ser también una mujer
sólo una vez. ..
La madre naturaleza ha menospreciado al hombre.
¿Por qué no lo hizo capaz de ser madre?
Si se agitara un niño
bajo su corazón,
acaso el hombre
sería menos cruel.
Quisiera ser el pan de cada día,
digamos,
ser la taza de arroz
de la sufriente madre vietnamita,
el vino barato
en las tabernas de los obreros napolitanos,
o el tubito de queso
en la órbita lunar.
Que me coman
que me beban,
dejadme
ser útil
en la muerte.
Quisiera pertenecer a todas las edades,
atolondrar la historia
y
atontarla con mis travesuras.
Quisiera llevarle a Nefertiti
en una troika á Pushkin.
Quisiera multiplicar
cien veces el espacio de un instante
para que al mismo tiempo
pueda beber vodka con los pescadores siberianos,
y junto a Homero,
Dante,
Shakespeare
y Tolstoi
sentarme a beber cualquier cosa,
salvo, por supuesto,
Coca-Cola.
Y bailar al ritmo de los tam-tam en el Congo,
estar en huelga en Renault,
jugar a la pelota con los muchachos brasileños
en la playa de Copacabana.
Quisiera hablar todas las lenguas,
como las aguas ocultas bajo la
tierra,
y hacer todo tipo de trabajo de una vez.
Me aseguraría
de que
sólo fue poeta un Yevtushenko,
el otro un clandestino
en alguna parte,
no puedo decir dónde
por razones de seguridad.
El tercero, un estudiante en Berkeley,
y el cuarto un entusiasta huaso chileno.
El quinto sería tal vez
un maestro de niños esquimales en Alaska,
el sexto
un
joven presidente
en cualquier parte, modestamente digamos Sierra Leona,
el séptimo
podría
entretenerse en la cuna con un sonajero,
y el décimo,
el centésimo,
el millonésimo...
Para mí, ser yo mismo no es bastante,
¡dejadme ser todo el mundo!
Estaré en miles de ejemplares hasta mi último día
para que la tierra vibre conmigo
y las computadoras enloquezcan
procesando mi censo universal.
Quisiera combatir en todas tus barricadas,
humanidad,
y morir cada noche
como una luna exhausta,
y amanecer cada día
como sol recién nacido
con una suave mancha inmortal
en la cabeza.
Y cuando muera,
un Francois Villon siberiano,
que no descanse mi cuerpo
ni en la tierra francesa,
ni
italiana,
sino en la tierra rusa, amarga,
en una colina verde,
donde por vez primera
me sentí todo el mundo.
*Poema escrito
originalmente en español
De: amediavoz.com