domingo, 23 de marzo de 2014

"Si soy lo que tengo y lo que tengo lo pierdo, entonces, ¿quién soy?"- Erich Fromm

23 de marzo de 1900- Alemania
Psicoanalista, psicólogo social, filósofo humanista.



II. TENER Y SER EN LA EXPERIENCIA COTIDIANA

Como la sociedad en que vivimos se dedica a adquirir propiedades y a obtener ganancias, rara vez vemos una prueba del modo de existencia de ser, y la mayoría considera el modo de tener como el modo más natural de existir, y hasta como el único modo aceptable de vida. Esto hace especialmente difícil comprender la naturaleza del modo de ser, y hasta entender que tener sólo es una de las posibles orientaciones. Sin embargo, estos dos conceptos están enraizados en la experiencia humana. Ninguno debe ni puede examinarse de manera puramente abstracta e intelectual; ambos se reflejan en nuestra vida cotidiana y deben tratarse concretamente. Los siguientes ejemplos bastante sencillos de cómo tener y ser aparecen en la vida cotidiana pueden ayudar a los lectores a comprender estos dos modos de existir.

EL APRENDIZAJE

En el modo de existencia de tener los estudiantes asisten a clases, escuchan las palabras del maestro y comprenden su estructura lógica y su significado. De la mejor manera posible, escriben en sus cuadernos de apuntes todas las palabras que escuchan; así más tarde podrán aprender de memoria sus notas y ser aprobados en el examen; pero el contenido no pasa a ser parte de su sistema individual de pensamiento, ni lo enriquece ni lo amplía. En vez de ello, los alumnos transforman las palabras que oyen en conjuntos fijos de pensamientos o teorías, y las almacenan. Los estudiantes y el contenido de las clases continúan siendo extraños entre sí, pero cada estudiante pasa a ser propietario de un conjunto de afirmaciones hechas por alguien (que las creó o las tomó de otra fuente).
En el modo de tener, los estudiantes sólo tienen una meta: retener lo "aprendido". Con este fin lo depositan firmemente en su memoria, o lo guardan cuidadosamente en sus notas. No deben producir ni crear algo nuevo. De hecho, los individuos del tipo de tener se sienten perturbados por las ideas o los pensamientos nuevos acerca de una materia, porque lo nuevo los hace dudar de la suma fija de información que poseen. Desde luego, para quien tener es la forma principal de relacionarse con el mundo, las ideas que no puede definir claramente (o redactar) le causan temor, como cualquier cosa que se desarrolla y cambia y que no puede controlarse.
En el modo de ser, el proceso de aprender es de una calidad enteramente distinta para los estudiantes en su relación con el mundo. En primer lugar, no asisten a las clases, ni aun a la primera clase, con la mente en blanco. De antemano han pensado en los problemas que se tratan en las clases, y tienen en mente ciertas cuestiones y problemas propios. Se han ocupado del tema, y les interesa. En vez de ser recipientes pasivos de las palabras y de las ideas, escuchan, oyen, y lo que es más importante, captan y responden de manera productiva y activa. Lo que escuchan estimula la actividad de su pensamiento. En su mente surgen nuevas preguntas, nuevas ideas y perspectivas. Para ellos oír es un proceso vital. Escuchan con interés lo que dice el maestro, y espontáneamente le dan vida a lo que oyen. No sólo adquieren conocimientos que pueden llevar a casa y recordar. El estudiante se siente afectado y cambia: es distinto después de la clase. Desde luego, este modo de aprender sólo puede existir si la clase ofrece material estimulante. En el modo de ser, la charla vacía no ayuda, y en estas circunstancias, en el modo de ser, los estudiantes descubren que es preferible no oír, y concentrarse en sus propios pensamientos.
Por lo menos de paso debemos referimos a la palabra "interés", que en el lenguaje común se ha vuelto una expresión pálida y desgastada. Sin embargo, su significado esencial se encuentra en su raíz latina: "interese; estar en [o] entre". Este interés activo se expresaba en el inglés antiguo con el verbo "to list" (adjetivo, listy; adverbio, listily). En el inglés moderno, "to list" sólo se usa en el sentido espacial: "A ship lists" (un barco se, inclina a la banda); el significado original en el sentido psíquico sólo queda en la forma negativa "listless" (indiferente). "To list" en una época significó "esforzarse activamente" o "estar genuinamente interesado". La raíz es la misma que la de "lust" (codicia), pero "to list" no es una codicia que arrastra, sino un interés o esfuerzo activo y libre. "To list" es una, de las expresiones básicas del autor anónimo (de mediados del siglo XIV) de The Cloud of Unknowing (Evelyn Underhill, ed.). Que el lenguaje sólo haya conservado la palabra en su sentido negativo es característico del cambio de espíritu de la sociedad desde el siglo XIII hasta el XX.

(...)

LA CONVERSACIÓN

La diferencia entre los modos de tener y ser puede observarse fácilmente en dos ejemplos de comunicación verbal. Imaginemos una discusión típica entre dos hombres, en la que A tiene una opinión X, y B tiene una opinión Y. Cada uno se identifica con su propia opinión, y desea encontrar argumentos mejores, o sea más razonables para defender su opinión. Ninguno espera cambiar su propia opinión, ni la de su oponente. Cada uno teme modificar su opinión, porque es una de sus posesiones y perderla significaría empobrecerse.
La situación es distinta en una conversación que no pretende ser un debate. ¿Quién no ha sido presentado a una persona distinguida o famosa o hasta con cualidades reales, o a una persona de la que desea obtener algo: un buen empleo, ser amado o admirado? En estas circunstancias, muchos individuos suelen sentirse angustiados, y a menudo "se preparan" para el importante encuentro. Piensan en los temas que podrían interesar al otro; planean de antemano cómo podrán iniciar la conversación; algunos hasta determinan toda la parte que les corresponde de la charla. O pueden animarse recordando lo que tienen: sus éxitos pasados, su personalidad encantadora (o su personalidad: agresiva, si este papel es más eficaz), su posición social, sus relaciones, su apariencia y su traje. En una palabra, mentalmente hacen un balance de su valor, y basándose en esta evaluación, exhiben sus mercancías en la conversación. El que es muy hábil en esto impresiona a muchas personas, pero la impresión causada se debe sólo en parte al desempeño individual, y más bien a la pobreza de juicio de la mayoría de la gente. Si el actor no es tan bueno, su actuación parecerá rígida, artificial, aburrida, y no despertará mucho interés.
En contraste, existen individuos que se enfrentan a una situación sin prepararse, y no se valen de ningún recurso. En vez de esto, responden espontánea y productivamente; se olvidan de sí mismos, de sus conocimientos y de su posición social. Su ego no les estorba, y precisamente por ello pueden responder plenamente a la otra persona y a sus ideas. Inventan ideas, porque no se aferran a nada, y así pueden producir y dar. Mientras que en el modo de tener las personas se apoyan en lo que tienen, en el modo de ser los individuos se basan en el hecho de que son, de que están vivos y que algo nuevo surgirá si tienen el valor de entregarse y responder. Se entregan plenamente a la conversación, y no se inhiben, porque no les preocupa lo que tienen. Su vitalidad es contagiosa, y a menudo ayuda al otro a trascender su egocentrismo. Así, la conversación deja de ser un intercambio de mercancías (información, conocimientos, status) y se convierte en un diálogo en que ya no importa quién tiene la razón. Los duelistas comienzan a danzar juntos, y no se separan con un sentimiento de triunfo o de tristeza (igualmente estériles), sino de alegría. (El factor esencial en la terapia psicoanalítico es esta cualidad vivificante del terapeuta. Ninguna interpretación psicoanalítico servirá si el ambiente psicoanalítico es pesado, aburrido y poco vital.)

LA LECTURA

Lo que se aplica a la conversación igualmente puede decirse de la lectura, que es, o debería ser, una conversación entre autor y lector. Desde luego, en la lectura (como en una conversación) es importante a quien leo (o con quien habló). Leer una novela mediocre, burda, es una forma de soñar despierto. No permite una reacción productiva; el texto se devora como un programa de televisión o como las papas fritas que se comen mientras se ve televisión; pero una buena novela, por ejemplo de Balzac, puede leerse con una participación interior, productivamente (esto es, en el modo de ser). Sin embargo, probablemente la mayor parte del tiempo ésta también se lea según el modo de consumir, o de tener. Después de que a los lectores se les despierta la curiosidad, desean conocer la trama: si el héroe muere o vive, si la heroina es seducida o resiste. Los lectores desean conocer las respuestas. La novela sirve como una especie de "avance" para excitarles; el final feliz o infeliz es la culminación de su experiencia: cuando los lectores conocen el final, poseen toda la historia, casi con tanta realidad como si surgiera de su imaginación; pero no han aumentado su cultura; no han comprendido a los personajes de la novela,.no han ampliado su conocimiento de la naturaleza humana, ni han logrado conocerse a sí mismos.
Los modos de leer se aplican igualmente a un libro de filosofía o de historia. La manera de leer un libro de filosofía o de historia se forma (o mejor se deforma) por la educación. La escuela intenta darles a los estudiantes cierta cantidad de "propiedad cultural", y al final de los cursos certifica que los estudiantes "tienen" por lo menos una cantidad mínima. A los alumnos les enseñan a leer un libro para que puedan repetir los principales pensamientos del autor. Así es como los estudiantes "conocen" a Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, Heidegger o Sartre. La diferencia entre los diversos niveles de educación, desde la preparatoria hasta la universidad, consiste principalmente en la cantidad de propiedad cultural que se adquiere, que corresponde aproximadamente a la cantidad de propiedad material que los alumnos esperan recibir en su vida posterior. Los llamados estudiantes excelentes pueden repetir con mayor exactitud lo que ha dicho cada uno de los filósofos. Son como un catálogo de museo bien documentado; pero no aprenden lo que se encuentra más allá de este tipo de propiedad cultural. No aprenden a cuestionar a los filósofos, a hablarles; no aprenden a advertir las contradicciones de los filósofos, si eluden ciertos problemas o si evaden determinados temas; no aprenden a distinguir lo que era nuevo y lo que los autores no pudieron dejar de pensar porque era considerado de "sentido común" en su época; no aprenden a oír para distinguir cuando los autores sólo hablan con su cerebro, y cuando hablan con su cerebro y su corazón; no aprenden a descubrir si los autores son auténticos o falsos; y muchas cosas más.
En el modo de ser, los lectores a menudo advierten que hasta un libro muy admirado carece enteramente de valor o tiene un valor muy limitado; o logran comprender plenamente un libro, a veces mejor que el autor, quien pudo haber considerado que todo lo que escribió era igualmente importante.

(...)

EL EJERCICIO DE LA AUTORIDAD


Otro ejemplo de la diferencia entre los modos de tener y de ser es el ejercicio de la autoridad. El punto crítico es la diferencia entre tener autoridad y ser una autoridad. Casi todos ejercemos la autoridad por lo menos en alguna época de nuestra vida. Los que crían a sus hijos deben ejercer la autoridad (deseen hacerlo o no) para protegerlos de los peligros y darles por lo menos los consejos indispensables para que sepan actuar en diferentes situaciones. En una sociedad patriarcal, también las mujeres están sometidas a la autoridad de la mayoría de los hombres. La mayor parte de los miembros de una sociedad burocrática organizada jerárquicamente, como la nuestra, ejerce la autoridad, salvo la gente de los niveles más bajos de la sociedad, que sólo está sometida a la autoridad.
Comprender la autoridad en los dos modos depende de reconocer que "la autoridad" es un término amplio con dos significados totalmente distintos: puede ser "racional' o "irracional". La autoridad racional se basa en la capacidad, y ayuda a desarrollarse a la persona que se apoya en ésta. La autoridad irracional se basa en la fuerza y explota a la persona sujeta a ésta. (Ya he analizado esta distinción en El miedo a la libertad.)
En las sociedades más primitivas, las de los cazadores y recolectores, ejerce la autoridad la persona generalmente reconocida con capacidad para esa tarea. Las cualidades que integran esta capacidad dependen mucho de las circunstancias específicas, pero hay la impresión de que deben incluir la experiencia, la sabiduría, la generosidad, la habilidad, la "buena presencia", el valor. No hay autoridades permanentes en estas tribus, pero surgen en caso de necesidad. O hay diferentes autoridades para distintas ocasiones: las guerras, los actos religiosos, la conciliación de disputas. Cuando desaparecen o se debilitan las cualidades en que se basa la autoridad, ésta también desaparece. Una forma muy similar de autoridad puede observarse en muchas sociedades primitivas, en que la capacidad a menudo no se basa en la fuerza física, sino en cualidades como la experiencia y la "sabiduría". En un experimento muy ingenioso con monos, J. M. R. Delgado (1967) mostró que si el animal dominante pierde aun momentáneamente las cualidades que le dan competencia, su autoridad termina.
Ser autoridad se basa no sólo en la capacidad para realizar ciertas funciones sociales, sino igualmente en la esencia misma de una personalidad que ha conseguido un alto grado de desarrollo e integración. Estas personas irradian autoridad y no tienen que dar órdenes, amenazar ni sobornar. Son individuos muy desarrollados que muestran por lo que son (y no principalmente por lo que hacen o dicen) cómo pueden ser los humanos. Los grandes Maestros de la Vida tuvieron este tipo de autoridad, y con un grado menor de perfección, individuos así pueden encontrarse en todos los niveles culturales y en las culturas más diversas. (El problema de la educación depende de este punto. Si los padres lograran un desarrollo mayor y se apoyaran en sus propios centros, la contradicción entre la educación autoritaria y la del tipo laissez-faire apenas existiría. Por necesitar la autoridad, el niño reacciona ante ésta con gran avidez; por otra parte, el niño se rebela contra las presiones, el descuido o "el exceso de cuidado" de la gente que muestra con su conducta que no ha hecho los esfuerzos que el niño espera que haga.
Cuando se formaron las sociedades basadas en un orden jerárquico, más grandes y más complejas que las de cazadores y reco, lectores, la autoridad basada en la capacidad fue sustituida por la autoridad basada en la posición social. Esto no significa que la autoridad sea necesariamente incompetente, sino que la capacidad no constituye un elemento esencial de la autoridad. Apenas hay relación entre la capacidad y la autoridad en el caso de la autoridad monárquica (en la que la lotería de los genes decide las cualidades de competencia), o de un criminal sin escrúpulos que logra llegar a la autoridad mediante el crimen y la traición, o de la democracia moderna, en que se elige al candidato, con frecuencia por su fisonomía fotogénica o por el dinero que puede gastar en la elección.
Hay serios problemas en los casos de autoridad basada en alguna capacidad: un dirigente puede ser competente en un campo, e incompetente en otro. Por ejemplo, un estadista puede tener capacidad para dirigir una guerra y ser incompetente en la paz; o un dirigente que es honrado y valiente al principio de su carrera, pierde estas cualidades por la seducción del poder; o la edad y las enfermedades pueden llevarlo a la decadencia. Finalmente, debemos considerar que para los miembros de una pequeña tribu resulta mucho más fácil juzgar la conducta de una autoridad que para Sillones de personas en nuestro sistema, que sólo conocen a su candidato por la imagen artificial que le ofrecen los especialistas en relaciones públicas.
Sean cuales fueren las razones de la pérdida de las cualidades que forman la capacidad, en la mayoría de las sociedades más grandes y organizadas jerárquicamente ocurre el fenómeno de la alienación de la autoridad. La capacidad inicial, verdadera o supuesta, se transfiere al uniforme o al título de la autoridad. Si ésta usa el uniforme adecuado u ostenta el título apropiado, su signo externo de capacidad remplaza a la capacidad verdadera y sus cualidades. El rey (usamos este título como símbolo de este tipo de autoridad) puede ser estúpido, vicioso, malo, o sea totalmente incompetente para ser una autoridad; sin embargo, tiene autoridad. Mientras conserve el título, se supondrá que tiene las cualidades de la capacidad. Aunque el emperador esté desnudo, todo el mundo cree que usa bellas ropas.
La gente no confunde en forma espontánea los uniformes y los títulos con las cualidades verdaderas de la capacidad. Los que tienen estos símbolos de autoridad y los que se benefician con ellos deben embotar el pensamiento crítico y realista de la gente para que crea la ficción. El que estudie esto advertirá las maquinaciones de la propaganda, los métodos con que se destruye el juicio crítico, cómo la mente es adormecida por medio de clichés para someterla, cómo la gente se atonta al volverse dependiente y perder su capacidad de confiar en sus ojos y en su juicio. La ficción en la que cree le oculta la realidad.

TENER CONOCIMIENTOS Y CONOCER

La diferencia entre el modo de tener y el modo de ser en la esfera del conocimiento se expresa con dos fórmulas: "Tengo conocimiento" y "conozco". Tener conocimiento es tomar y conservar la posesión del conocimiento disponible (la información); conocer es funcional y sólo sirve como medio en el proceso de pensar productivamente.
Nuestra comprensión de la cualidad de conocer en el modo de existencia de ser puede ampliarse con los pensamientos de Buda, de los profetas hebreos, de Jesucristo, del Maestro Eckhart, de Sigmund Freud, de Karl Marx. Según su punto de vista, el conocimiento empieza con la conciencia del engaño de lo que perciben nuestros sentidos en el sentido de que nuestro panorama de la realidad física no corresponde a lo que "realmente es" y, principalmente, en el sentido de que la mayoría de la gente está semidespierta, semidormido, y no advierte que la mayor parte de lo que cree verdadero y evidente es una ilusión producida por la influencia sugestiva del mundo social en que vive. Así pues, el conocimiento empieza con la destrucción de las ilusiones, con la desilusión. Conocer significa penetrar a través de la superficie, llegar a las raíces, y por consiguiente a las causas. Conocer significa "ver" la realidad desnuda, y no significa poseer la verdad, sino penetrar bajo la superficie y esforzarse crítica y activamente por acercarse más a la verdad.
Esta cualidad de la penetración creadora se expresa en la palabra hebrea jadoa, que significa conocer y amar, en el sentido de la penetración sexual masculina. Buda, el Despierto, pide a la gente que despierte y que se libere de la ilusión de que codiciar cosas produce felicidad. Los profetas hebreos piden a la gente que despierte y le dicen que sus ídolos no son sino obra de sus manos, ilusiones. Jesucristo dice: "La verdad os hará libres." El Maestro Eckhart muchas veces expresa su concepto de conocer; por ejemplo, cuando habla de Dios afirma: "El conocimiento no es un pensamiento particular, sino que arranca (todas las cubiertas) y es desinteresado y corre desnudo hacia Dios, hasta que lo toca y lo ase" (Blakney, p. 243). ("Desnudez" y "desnudo" son las expresiones favoritas del Maestro Eckhart y también de su contemporáneo, el autor anónimo de The Cloud of Unknowing.) Según Marx, es necesario destruir las ilusiones para crear las condiciones que las volverán innecesarias. El concepto freudiano del conocimiento de si mismo se basa en la idea de destruir las ilusiones ("racionalizaciones") para tener conciencia de la realidad inconsciente (último de los pensadores de la Ilustración, Freud puede ser llamado un pensador revolucionario de acuerdo con la filosofía de la Ilustración del siglo XVIII, y no con la del siglo XX.)
A todos estos pensadores les preocupaba la salvación humana; todos criticaban las pautas de pensamiento socialmente aceptadas. Consideraban que la meta del conocimiento no era la certidumbre de "una verdad absoluta", algo con lo que es posible sentirse seguro, sino el proceso de afirmar la razón humana. Para alguien que sabe, la ignorancia es tan buena como el conocimiento, ya que ambos forman parte del proceso del saber, aunque la ignorancia de este tipo es distinta de la ignorancia del que no reflexiona. En el modo de ser, el conocimiento óptimo es conocer más profundamente. En el modo de tener, consiste en poseer más conocimientos.
Nuestra educación generalmente intenta preparar al estudiante para que tenga conocimientos como posesión, que por lo general se evalúan por la cantidad de propiedad o prestigio social que probablemente tendrá más tarde. El mínimo que recibe el alumno es la cantidad que después necesitará para desempeñar adecuadamente su trabajo. Además, a cada uno le dan "un paquete de conocimientos de lujo" para aumentar su sentimiento de valor, y el tamaño de cada paquete está de acuerdo con el probable prestigio social que tendrá la persona. Las escuelas son las fábricas que producen estos paquetes de conocimientos generales, aunque usualmente afirman que intentan poner a los estudiantes en contacto con los logros más elevados del pensamiento humano. Muchas universidades son especialmente hábiles para alimentar estas ilusiones. Ofrecen una gran variedad de conocimientos, desde pensamiento y arte de la India hasta existencialismo y surrealismo para que los estudiantes elijan un poco de cada tema, y en nombre de la espontaneidad y la libertad no les exigen que se concentren en una materia, y ni aun que terminen de leer un libro. (La crítica radical de lvan Iliich al sistema escolar pone en relieve muchas de estas fallas.)

TENER Y SER -Erich Fromm

De: http://pendientedemigracion.ucm.es