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23 de marzo de 1900- Alemania Psicoanalista, psicólogo social, filósofo humanista. |
II. TENER Y SER EN LA EXPERIENCIA COTIDIANA
Como la sociedad en que vivimos se
dedica a adquirir propiedades y a obtener ganancias, rara vez vemos una prueba
del modo de existencia de ser, y la mayoría considera el modo de tener como el
modo más natural de existir, y hasta como el único modo aceptable de vida. Esto
hace especialmente difícil comprender la naturaleza del modo de ser, y hasta
entender que tener sólo es una de las posibles orientaciones. Sin embargo,
estos dos conceptos están enraizados en la experiencia humana. Ninguno debe ni
puede examinarse de manera puramente abstracta e intelectual; ambos se reflejan
en nuestra vida cotidiana y deben tratarse concretamente. Los siguientes
ejemplos bastante sencillos de cómo tener y ser aparecen en la vida cotidiana
pueden ayudar a los lectores a comprender estos dos modos de existir.
EL APRENDIZAJE
En el modo de existencia de tener los
estudiantes asisten a clases, escuchan las palabras del maestro y comprenden su
estructura lógica y su significado. De la mejor manera posible, escriben en sus
cuadernos de apuntes todas las palabras que escuchan; así más tarde podrán
aprender de memoria sus notas y ser aprobados en el examen; pero el contenido
no pasa a ser parte de su sistema individual de pensamiento, ni lo enriquece ni
lo amplía. En vez de ello, los alumnos transforman las palabras que oyen en
conjuntos fijos de pensamientos o teorías, y las almacenan. Los estudiantes y
el contenido de las clases continúan siendo extraños entre sí, pero cada
estudiante pasa a ser propietario de un conjunto de afirmaciones hechas por
alguien (que las creó o las tomó de otra fuente).
En el modo de tener, los estudiantes
sólo tienen una meta: retener lo "aprendido". Con este fin lo
depositan firmemente en su memoria, o lo guardan cuidadosamente en sus notas.
No deben producir ni crear algo nuevo. De hecho, los individuos del tipo de
tener se sienten perturbados por las ideas o los pensamientos nuevos acerca de
una materia, porque lo nuevo los hace dudar de la suma fija de información que
poseen. Desde luego, para quien tener es la forma principal de relacionarse con
el mundo, las ideas que no puede definir claramente (o redactar) le causan
temor, como cualquier cosa que se desarrolla y cambia y que no puede
controlarse.
En el modo de ser, el proceso de
aprender es de una calidad enteramente distinta para los estudiantes en su
relación con el mundo. En primer lugar, no asisten a las clases, ni aun a la
primera clase, con la mente en blanco. De antemano han pensado en los problemas
que se tratan en las clases, y tienen en mente ciertas cuestiones y problemas
propios. Se han ocupado del tema, y les interesa. En vez de ser recipientes
pasivos de las palabras y de las ideas, escuchan, oyen, y lo que es más importante,
captan y responden de manera productiva y activa. Lo que escuchan estimula la
actividad de su pensamiento. En su mente surgen nuevas preguntas, nuevas ideas
y perspectivas. Para ellos oír es un proceso vital. Escuchan con interés lo que
dice el maestro, y espontáneamente le dan vida a lo que oyen. No sólo adquieren
conocimientos que pueden llevar a casa y recordar. El estudiante se siente
afectado y cambia: es distinto después de la clase. Desde luego, este modo de
aprender sólo puede existir si la clase ofrece material estimulante. En el modo
de ser, la charla vacía no ayuda, y en estas circunstancias, en el modo de ser,
los estudiantes descubren que es preferible no oír, y concentrarse en sus
propios pensamientos.
Por lo menos de paso debemos referimos
a la palabra "interés", que en el lenguaje común se ha vuelto una
expresión pálida y desgastada. Sin embargo, su significado esencial se
encuentra en su raíz latina: "interese; estar en [o] entre". Este
interés activo se expresaba en el inglés antiguo con el verbo "to
list" (adjetivo, listy; adverbio, listily). En el inglés moderno, "to
list" sólo se usa en el sentido espacial: "A ship lists" (un
barco se, inclina a la banda); el significado original en el sentido psíquico
sólo queda en la forma negativa "listless" (indiferente). "To
list" en una época significó "esforzarse activamente" o
"estar genuinamente interesado". La raíz es la misma que la de
"lust" (codicia), pero "to list" no es una codicia que
arrastra, sino un interés o esfuerzo activo y libre. "To list" es
una, de las expresiones básicas del autor anónimo (de mediados del siglo XIV)
de The Cloud of Unknowing (Evelyn Underhill, ed.). Que el lenguaje sólo haya
conservado la palabra en su sentido negativo es característico del cambio de
espíritu de la sociedad desde el siglo XIII hasta el XX.
(...)
LA CONVERSACIÓN
La diferencia entre los modos de tener
y ser puede observarse fácilmente en dos ejemplos de comunicación verbal.
Imaginemos una discusión típica entre dos hombres, en la que A tiene una
opinión X, y B tiene una opinión Y. Cada uno se identifica con su propia
opinión, y desea encontrar argumentos mejores, o sea más razonables para
defender su opinión. Ninguno espera cambiar su propia opinión, ni la de su
oponente. Cada uno teme modificar su opinión, porque es una de sus posesiones y
perderla significaría empobrecerse.
La situación es distinta en una
conversación que no pretende ser un debate. ¿Quién no ha sido presentado a una
persona distinguida o famosa o hasta con cualidades reales, o a una persona de
la que desea obtener algo: un buen empleo, ser amado o admirado? En estas
circunstancias, muchos individuos suelen sentirse angustiados, y a menudo
"se preparan" para el importante encuentro. Piensan en los temas que
podrían interesar al otro; planean de antemano cómo podrán iniciar la
conversación; algunos hasta determinan toda la parte que les corresponde de la
charla. O pueden animarse recordando lo que tienen: sus éxitos pasados, su
personalidad encantadora (o su personalidad: agresiva, si este papel es más
eficaz), su posición social, sus relaciones, su apariencia y su traje. En una
palabra, mentalmente hacen un balance de su valor, y basándose en esta
evaluación, exhiben sus mercancías en la conversación. El que es muy hábil en
esto impresiona a muchas personas, pero la impresión causada se debe sólo en
parte al desempeño individual, y más bien a la pobreza de juicio de la mayoría
de la gente. Si el actor no es tan bueno, su actuación parecerá rígida,
artificial, aburrida, y no despertará mucho interés.
En contraste, existen individuos que se
enfrentan a una situación sin prepararse, y no se valen de ningún recurso. En
vez de esto, responden espontánea y productivamente; se olvidan de sí mismos,
de sus conocimientos y de su posición social. Su ego no les estorba, y
precisamente por ello pueden responder plenamente a la otra persona y a sus
ideas. Inventan ideas, porque no se aferran a nada, y así pueden producir y dar.
Mientras que en el modo de tener las personas se apoyan en lo que tienen, en el
modo de ser los individuos se basan en el hecho de que son, de que están vivos
y que algo nuevo surgirá si tienen el valor de entregarse y responder. Se
entregan plenamente a la conversación, y no se inhiben, porque no les preocupa
lo que tienen. Su vitalidad es contagiosa, y a menudo ayuda al otro a
trascender su egocentrismo. Así, la conversación deja de ser un intercambio de
mercancías (información, conocimientos, status) y se convierte en un diálogo en
que ya no importa quién tiene la razón. Los duelistas comienzan a danzar
juntos, y no se separan con un sentimiento de triunfo o de tristeza (igualmente
estériles), sino de alegría. (El factor esencial en la terapia psicoanalítico
es esta cualidad vivificante del terapeuta. Ninguna interpretación
psicoanalítico servirá si el ambiente psicoanalítico es pesado, aburrido y poco
vital.)
LA LECTURA
Lo que se aplica a la conversación
igualmente puede decirse de la lectura, que es, o debería ser, una conversación
entre autor y lector. Desde luego, en la lectura (como en una conversación) es
importante a quien leo (o con quien habló). Leer una novela mediocre, burda, es
una forma de soñar despierto. No permite una reacción productiva; el texto se
devora como un programa de televisión o como las papas fritas que se comen
mientras se ve televisión; pero una buena novela, por ejemplo de Balzac, puede
leerse con una participación interior, productivamente (esto es, en el modo de
ser). Sin embargo, probablemente la mayor parte del tiempo ésta también se lea
según el modo de consumir, o de tener. Después de que a los lectores se les
despierta la curiosidad, desean conocer la trama: si el héroe muere o vive, si
la heroina es seducida o resiste. Los lectores desean conocer las respuestas.
La novela sirve como una especie de "avance" para excitarles; el
final feliz o infeliz es la culminación de su experiencia: cuando los lectores
conocen el final, poseen toda la historia, casi con tanta realidad como si
surgiera de su imaginación; pero no han aumentado su cultura; no han
comprendido a los personajes de la novela,.no han ampliado su conocimiento de
la naturaleza humana, ni han logrado conocerse a sí mismos.
Los modos de leer se aplican igualmente
a un libro de filosofía o de historia. La manera de leer un libro de filosofía
o de historia se forma (o mejor se deforma) por la educación. La escuela
intenta darles a los estudiantes cierta cantidad de "propiedad
cultural", y al final de los cursos certifica que los estudiantes
"tienen" por lo menos una cantidad mínima. A los alumnos les enseñan
a leer un libro para que puedan repetir los principales pensamientos del autor.
Así es como los estudiantes "conocen" a Platón, Aristóteles, Descartes,
Spinoza, Leibniz, Kant, Heidegger o Sartre. La diferencia entre los diversos
niveles de educación, desde la preparatoria hasta la universidad, consiste
principalmente en la cantidad de propiedad cultural que se adquiere, que
corresponde aproximadamente a la cantidad de propiedad material que los alumnos
esperan recibir en su vida posterior. Los llamados estudiantes excelentes
pueden repetir con mayor exactitud lo que ha dicho cada uno de los filósofos.
Son como un catálogo de museo bien documentado; pero no aprenden lo que se
encuentra más allá de este tipo de propiedad cultural. No aprenden a cuestionar
a los filósofos, a hablarles; no aprenden a advertir las contradicciones de los
filósofos, si eluden ciertos problemas o si evaden determinados temas; no
aprenden a distinguir lo que era nuevo y lo que los autores no pudieron dejar
de pensar porque era considerado de "sentido común" en su época; no
aprenden a oír para distinguir cuando los autores sólo hablan con su cerebro, y
cuando hablan con su cerebro y su corazón; no aprenden a descubrir si los
autores son auténticos o falsos; y muchas cosas más.
En el modo de ser, los lectores a
menudo advierten que hasta un libro muy admirado carece enteramente de valor o
tiene un valor muy limitado; o logran comprender plenamente un libro, a veces
mejor que el autor, quien pudo haber considerado que todo lo que escribió era
igualmente importante.
(...)
Otro ejemplo de la diferencia entre los modos de tener y de ser es
el ejercicio de la autoridad. El punto crítico es la diferencia entre tener
autoridad y ser una autoridad. Casi todos ejercemos la autoridad por lo menos
en alguna época de nuestra vida. Los que crían a sus hijos deben ejercer la
autoridad (deseen hacerlo o no) para protegerlos de los peligros y darles por
lo menos los consejos indispensables para que sepan actuar en diferentes
situaciones. En una sociedad patriarcal, también las mujeres están sometidas a
la autoridad de la mayoría de los hombres. La mayor parte de los miembros de
una sociedad burocrática organizada jerárquicamente, como la nuestra, ejerce la
autoridad, salvo la gente de los niveles más bajos de la sociedad, que sólo
está sometida a la autoridad.
Comprender la autoridad en los dos modos depende de reconocer que
"la autoridad" es un término amplio con dos significados totalmente
distintos: puede ser "racional' o "irracional". La autoridad
racional se basa en la capacidad, y ayuda a desarrollarse a la persona que se
apoya en ésta. La autoridad irracional se basa en la fuerza y explota a la
persona sujeta a ésta. (Ya he analizado esta distinción en El miedo a la
libertad.)
En las sociedades más primitivas, las de los cazadores y
recolectores, ejerce la autoridad la persona generalmente reconocida con
capacidad para esa tarea. Las cualidades que integran esta capacidad dependen
mucho de las circunstancias específicas, pero hay la impresión de que deben
incluir la experiencia, la sabiduría, la generosidad, la habilidad, la
"buena presencia", el valor. No hay autoridades permanentes en estas
tribus, pero surgen en caso de necesidad. O hay diferentes autoridades para
distintas ocasiones: las guerras, los actos religiosos, la conciliación de
disputas. Cuando desaparecen o se debilitan las cualidades en que se basa la
autoridad, ésta también desaparece. Una forma muy similar de autoridad puede
observarse en muchas sociedades primitivas, en que la capacidad a menudo no se
basa en la fuerza física, sino en cualidades como la experiencia y la
"sabiduría". En un experimento muy ingenioso con monos, J. M. R.
Delgado (1967) mostró que si el animal dominante pierde aun momentáneamente las
cualidades que le dan competencia, su autoridad termina.
Ser autoridad se basa no sólo en la capacidad para realizar
ciertas funciones sociales, sino igualmente en la esencia misma de una
personalidad que ha conseguido un alto grado de desarrollo e integración. Estas
personas irradian autoridad y no tienen que dar órdenes, amenazar ni sobornar.
Son individuos muy desarrollados que muestran por lo que son (y no principalmente
por lo que hacen o dicen) cómo pueden ser los humanos. Los grandes Maestros de
la Vida tuvieron este tipo de autoridad, y con un grado menor de perfección,
individuos así pueden encontrarse en todos los niveles culturales y en las
culturas más diversas. (El problema de la educación depende de este punto. Si
los padres lograran un desarrollo mayor y se apoyaran en sus propios centros,
la contradicción entre la educación autoritaria y la del tipo laissez-faire
apenas existiría. Por necesitar la autoridad, el niño reacciona ante ésta con
gran avidez; por otra parte, el niño se rebela contra las presiones, el
descuido o "el exceso de cuidado" de la gente que muestra con su
conducta que no ha hecho los esfuerzos que el niño espera que haga.
Cuando se formaron las sociedades basadas en un orden jerárquico,
más grandes y más complejas que las de cazadores y reco, lectores, la autoridad
basada en la capacidad fue sustituida por la autoridad basada en la posición
social. Esto no significa que la autoridad sea necesariamente incompetente,
sino que la capacidad no constituye un elemento esencial de la autoridad.
Apenas hay relación entre la capacidad y la autoridad en el caso de la
autoridad monárquica (en la que la lotería de los genes decide las cualidades
de competencia), o de un criminal sin escrúpulos que logra llegar a la
autoridad mediante el crimen y la traición, o de la democracia moderna, en que
se elige al candidato, con frecuencia por su fisonomía fotogénica o por el
dinero que puede gastar en la elección.
Hay serios problemas en los casos de autoridad basada en alguna
capacidad: un dirigente puede ser competente en un campo, e incompetente en
otro. Por ejemplo, un estadista puede tener capacidad para dirigir una guerra y
ser incompetente en la paz; o un dirigente que es honrado y valiente al
principio de su carrera, pierde estas cualidades por la seducción del poder; o
la edad y las enfermedades pueden llevarlo a la decadencia. Finalmente, debemos
considerar que para los miembros de una pequeña tribu resulta mucho más fácil
juzgar la conducta de una autoridad que para Sillones de personas en nuestro
sistema, que sólo conocen a su candidato por la imagen artificial que le
ofrecen los especialistas en relaciones públicas.
Sean cuales fueren las razones de la pérdida de las cualidades que
forman la capacidad, en la mayoría de las sociedades más grandes y organizadas
jerárquicamente ocurre el fenómeno de la alienación de la autoridad. La
capacidad inicial, verdadera o supuesta, se transfiere al uniforme o al título
de la autoridad. Si ésta usa el uniforme adecuado u ostenta el título
apropiado, su signo externo de capacidad remplaza a la capacidad verdadera y
sus cualidades. El rey (usamos este título como símbolo de este tipo de
autoridad) puede ser estúpido, vicioso, malo, o sea totalmente incompetente
para ser una autoridad; sin embargo, tiene autoridad. Mientras conserve el
título, se supondrá que tiene las cualidades de la capacidad. Aunque el
emperador esté desnudo, todo el mundo cree que usa bellas ropas.
La gente no confunde en forma espontánea los uniformes y los
títulos con las cualidades verdaderas de la capacidad. Los que tienen estos
símbolos de autoridad y los que se benefician con ellos deben embotar el
pensamiento crítico y realista de la gente para que crea la ficción. El que
estudie esto advertirá las maquinaciones de la propaganda, los métodos con que
se destruye el juicio crítico, cómo la mente es adormecida por medio de clichés
para someterla, cómo la gente se atonta al volverse dependiente y perder su
capacidad de confiar en sus ojos y en su juicio. La ficción en la que cree le
oculta la realidad.
TENER CONOCIMIENTOS Y CONOCER
La diferencia entre el modo de tener y el modo de ser en la esfera
del conocimiento se expresa con dos fórmulas: "Tengo conocimiento" y
"conozco". Tener conocimiento es tomar y conservar la posesión del
conocimiento disponible (la información); conocer es funcional y sólo sirve
como medio en el proceso de pensar productivamente.
Nuestra comprensión de la cualidad de conocer en el modo de
existencia de ser puede ampliarse con los pensamientos de Buda, de los profetas
hebreos, de Jesucristo, del Maestro Eckhart, de Sigmund Freud, de Karl Marx.
Según su punto de vista, el conocimiento empieza con la conciencia del engaño
de lo que perciben nuestros sentidos en el sentido de que nuestro panorama de
la realidad física no corresponde a lo que "realmente es" y,
principalmente, en el sentido de que la mayoría de la gente está semidespierta,
semidormido, y no advierte que la mayor parte de lo que cree verdadero y
evidente es una ilusión producida por la influencia sugestiva del mundo social
en que vive. Así pues, el conocimiento empieza con la destrucción de las
ilusiones, con la desilusión. Conocer significa penetrar a través de la superficie,
llegar a las raíces, y por consiguiente a las causas. Conocer significa
"ver" la realidad desnuda, y no significa poseer la verdad, sino
penetrar bajo la superficie y esforzarse crítica y activamente por acercarse
más a la verdad.
Esta cualidad de la penetración creadora se expresa en la palabra
hebrea jadoa, que significa conocer y amar, en el sentido de la penetración
sexual masculina. Buda, el Despierto, pide a la gente que despierte y que se
libere de la ilusión de que codiciar cosas produce felicidad. Los profetas
hebreos piden a la gente que despierte y le dicen que sus ídolos no son sino
obra de sus manos, ilusiones. Jesucristo dice: "La verdad os hará
libres." El Maestro Eckhart muchas veces expresa su concepto de conocer;
por ejemplo, cuando habla de Dios afirma: "El conocimiento no es un
pensamiento particular, sino que arranca (todas las cubiertas) y es
desinteresado y corre desnudo hacia Dios, hasta que lo toca y lo ase"
(Blakney, p. 243). ("Desnudez" y "desnudo" son las
expresiones favoritas del Maestro Eckhart y también de su contemporáneo, el
autor anónimo de The Cloud of Unknowing.) Según Marx, es necesario destruir las
ilusiones para crear las condiciones que las volverán innecesarias. El concepto
freudiano del conocimiento de si mismo se basa en la idea de destruir las
ilusiones ("racionalizaciones") para tener conciencia de la realidad
inconsciente (último de los pensadores de la Ilustración, Freud puede ser
llamado un pensador revolucionario de acuerdo con la filosofía de la Ilustración
del siglo XVIII, y no con la del siglo XX.)
A todos estos pensadores les preocupaba la salvación humana; todos
criticaban las pautas de pensamiento socialmente aceptadas. Consideraban que la
meta del conocimiento no era la certidumbre de "una verdad absoluta",
algo con lo que es posible sentirse seguro, sino el proceso de afirmar la razón
humana. Para alguien que sabe, la ignorancia es tan buena como el conocimiento,
ya que ambos forman parte del proceso del saber, aunque la ignorancia de este
tipo es distinta de la ignorancia del que no reflexiona. En el modo de ser, el
conocimiento óptimo es conocer más profundamente. En el modo de tener, consiste
en poseer más conocimientos.
Nuestra educación generalmente intenta preparar al estudiante para
que tenga conocimientos como posesión, que por lo general se evalúan por la
cantidad de propiedad o prestigio social que probablemente tendrá más tarde. El
mínimo que recibe el alumno es la cantidad que después necesitará para
desempeñar adecuadamente su trabajo. Además, a cada uno le dan "un paquete
de conocimientos de lujo" para aumentar su sentimiento de valor, y el
tamaño de cada paquete está de acuerdo con el probable prestigio social que
tendrá la persona. Las escuelas son las fábricas que producen estos paquetes de
conocimientos generales, aunque usualmente afirman que intentan poner a los
estudiantes en contacto con los logros más elevados del pensamiento humano.
Muchas universidades son especialmente hábiles para alimentar estas ilusiones.
Ofrecen una gran variedad de conocimientos, desde pensamiento y arte de la
India hasta existencialismo y surrealismo para que los estudiantes elijan un
poco de cada tema, y en nombre de la espontaneidad y la libertad no les exigen
que se concentren en una materia, y ni aun que terminen de leer un libro. (La
crítica radical de lvan Iliich al sistema escolar pone en relieve muchas de estas
fallas.)
TENER Y SER -Erich
Fromm
De: http://pendientedemigracion.ucm.es
