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9 de enero de 1881- Italia |
HAY UN CANTO EN MÍ («C'è un canto dentro di me»)
[traducción de Ricardo
R. Laudato, 2003]
Hay un canto en mí que mi boca jamás pronunciará - que no
escribirá mi mano en ningún trozo de papel.
Hay un canto en mí que debo escuchar yo solo, que debo padecer
y soportar solamente yo.
Hay un canto preso en mis venas como los celestiales adagios
del argentado órgano - hay un canto que como la raíz del gladiolo no florecerá
bajo el alud.
Hay un canto en mí que estará siempre en mí.
Si este canto saliera de mi corazón, quebraría mi corazón.
Si este canto escribiera mi mano, ninguna otra palabra
escribiría mi mano.
Este canto no se dirá sino en la última hora de mi vida;
este canto será el inicio de una feliz agonía.
Hay un canto en mí que no puede salir de mí porque no se han
creado aún las palabras necesarias.
Un canto sin medida y sin tiempo; sin ritmo y sin leyes.
Un canto sin ningún sosiego y que astillaría cualquier
lenguaje.
Un canto inatendible sin que el alma se intimide por la
sorpresa y se coloree de otro sol.
Un canto más respirado que dicho, más presentido que
expresado: son de luces, rayo de acordes.
Un canto sin ansias de música porque sería más melodioso que
cualquier otro instrumento conocido.
En mi corazón inmenso, que por días abarca el universo, a
este canto, le cuesta quedarse adentro. En los minutos más angustiantes de la
vida, este canto querría derramarse de mi corazón demasiado estrecho como el
llanto de los ojos de quien se llora a sí mismo. Pero lo rechazo y lo engullo,
pues junto a él también la sangre de mi corazón se derramaría con la misma
furia voluptuosa. Lo encierro en mí mismo porque no quiero morir aún.
Soy una víctima dulce de este canto divino y homicida. Debo
cerrar el corazón como la puerta de una cárcel y sofocar sus latidos
sobrehumanos como si fueran remordimientos. Y ser, con toda mi ternura, el
hombre feroz al que no se acercan los débiles.
Porque mi canto sería un aterrador canto de amor, y ese amor
abrasaría todo lo que toca.
El amor que solo cobija es apenas tibio, pero el verdadero
amor en el mismo soplo besa y destruye.
Este amor resplandecería tanto de candente avidez que ese
día la tierra iluminaría al sol y la medianoche sería más ardiente que el
mediodía más ardiente.
Pero yo no cantaré jamás este canto terrible que me consume
sin que nadie tenga compasión de mi tormento.
Yo no cantaré jamás este canto maravilloso del que mi temor
reniega y que espanta mi debilidad.
No cantaré este canto porque nadie podría sustentar la
infinita, la desgarrante, la dolorosa dulzura.
Giovanni Papini
De: http://www.superzeko.net