domingo, 25 de enero de 2015

"Somos parte de una obra de arte"- Virginia Woolf

25 de enero de 1882- Reino Unido
Escritora, crítica, editora.

BOCETOS DEL PASADO - (Extractos)


El segundo sucede también en los jardines de St. Ives. Estaba mirando el lecho de flores junto a la puerta principal: "Esto es el todo", me dije. Estaba mirando una planta y, de pronto, resultaba muy claro que la flor misma era parte de la tierra; que un anillo abarcaba lo que era la flor; y que eso era la verdadera flor: parte tierra, parte flor. Ese fue un pensamiento que guardé pensando que sería útil posteriormente.

Cuando dije ante la flor "Esto es el todo", sentí que había hecho un descubrimiento. Sentí que algo había guardado en mi mente a lo que después podría regresar, explorar luego, comprender. Ahora me resulta claro que esta era una esencial diferencia. Era la diferencia, en primer lugar, entre la satisfacción y la desesperación. Creo que esta diferencia surge del hecho de que yo era bastante incapaz de tolerar el dolor de descubrir que la gente puede lastimarse entre sí; que un hombre, al que yo había visto, se había matado. La sensación del horror me dejó desprotegida. Pero en el caso de la flor hallé una razón, y por tanto me hallaba en situación de tolerar la sensación que me había provocado. No estaba indefensa. Estaba consciente -si bien a distancia- que con el tiempo me lo explicaría. Ignoro si era mayor cuando vi la flor que cuando sufrí las otras dos experiencias. Sé -eso sí- que muchos de estos momentos excepcionales trajeron con ellos un horror muy peculiar y un colapso físico; ellos eran dominantes; yo pasiva. Lo que sugiere que, en la medida en la que uno crece, la razón le ofrece a uno mayor poder -para crear explicaciones y que estas explicaciones suavizan la enorme fuerza del golpazo.

Creo que esto es cierto, pues aunque aún tengo la peculiaridad de recibir estos choques súbitos, ahora siempre son bienvenidos; después del primer impacto siento, al instante, que son particularmente valiosos. De ahí paso a pensar que mi capacidad de asimilar estos golpes es lo que me convierte en escritora. Aventuraría la explicación de que en mi caso, un golpe de esa naturaleza siempre
se ve seguido de mi deseo de explicarlo. Siento que he recibido un golpe; pero éste no es, como en mi infancia, el golpe que me da un enemigo oculto tras
el no-ser de la vida cotidiana; es, o no tardará en ser, cierto tipo de revelación; es el signo de una cosa real oculta detrás de las apariencias; y yo lo hago real al ponerlo en palabras. Sólo al ponerlo en palabras lo totalizo; esta totalidad significa que el golpe ha perdido su poder para herirme; me produce, quizá porque al hacerlo le quito el dolor, un gran placer unir las partes separadas. Este es, quizá, el más alto placer que conozco. Es el arrebato que sufro cuando, al escribir, descubro qué pertenece a qué; haciendo que una escena termine bien; retocando hasta el final a un personaje.

A partir de esto llego a lo que podría llamar una filosofía -o lo que, a fin de cuentas, es una idea que constantemente tengo-: que detrás del algodón del no-ser se oculta cierto patrón; que nosotros -me refiero a los seres humanos-estamos conectados con esto; que el mundo entero es una obra de arte; que somos parte de una obra de arte. Hamlet o un cuarteto de Beethoven es la verdad sobre esta vasta masa que llamamos el mundo. Pero no hay Shakespeare, no hay Beethoven; cierta y enfáticamente no hay Dios; somos las palabras; somos la música; somos las cosas mismas. Y esto lo veo cada vez que sufro un nuevo
golpe.


• Fragmento de A Sketch al the Post, un texto escrito por Virginia Woolf entre 1939 y 1940, cuando contaba con cerca de sesenta años de edad, y que se conservó inédito hasta 1976. En esa fecha, junto a otros textos de carácter autobiográfico, fue publicado por Jeanne Schulkind, bajo el título Moments all Being por Redwood Duro Ud. de Londres


De: Revista de UNAM