miércoles, 5 de marzo de 2014

“La paura è sempre una pessima consiguiera” - Giorgio Bassani

4 de marzo de 1916- Bolonia, Italia























Me preguntas por qué y cuándo


Me preguntas por qué y cuándo
te respondo que fue así
reparar simplemente en un atardecer cualquiera
pongamos por caso -ya que ni siquiera sabemos cuál- de octubre
en cómo golpeaba la luz del sol el rosáceo
e inaccesible flanco sudeste del palacio
                         Sacchetti
-la luz golpeaba y al tiempo bañaba no sé si me
entiendes?-
reparar en las hojitas negras y agudas de la hiedra -hacía viento
¿comprendes?- recorridas a trechos
hacia arriba en el sendero de obscuras ramificaciones por una especie de
descarga eléctrica reiterada que simultáneamente
estuviese empapada sabe Dios cómo de auténtico y líquido
                           oro
y sentir deseos de pronto después de infinitos años
de reír reír y a la vez todo lo
                          contrario

Giorgio Bassani (Italia)
Del libro Epitafio (Editorial Visor).
Traducido por Carlos Manzano
Publicado en http://www.lanacion.com.ar


De: elescaramujo.blogspot.com



Epitafio


Paso veloz como el viento a lo largo
de la orilla izquierda del Magra
donde el viento enmaraña
la cabellera de los sauces.
De mí y de ti
¿qué quedará en los ojos
de quién nos haya visto?
Una imagen así,
un flash y basta,
en suma nada.


De: Portada20minutos.es


Tormentos de joven artista


Tenía necesidad, antes de que la imagen se precisara y encontrase una expresión insustituible, tenía necesidad de vivir larga y repetidamente, a una distancia de tiempo más bien considerable, las mismas situaciones. Los objetos debían volvérseme familiares al punto de odiarlos por su desoladora cotidianidad. Todo debía marchitarse dentro de mí para nacer. De ese modo las cosas que me brotaban de la pena tenían una pátina gastada y familiar y podían resultarme naturalmente tristes: eran palabras tristes y no había una explicación evidente que diese cuenta de su tristeza. Pero era un mal escritor. Siempre inexperto. Hubiera dado la mitad de mi vida para encontrar un código, la facilidad para expresarme.

Envidiaba a los superficiales, escribía poquísimo y cada vez me encontraba de nuevo, como en el comienzo, sin ningún otro recurso sino la parte marchita que estaba dentro de mí. Ninguna sintaxis, ningún vocabulario, ninguna "literatura" podían ayudarme. Era aquél de las eternas recaídas sobre el mismo inútil esfuerzo. Entre una y otra de mis páginas llenaba con encarnizamiento páginas y páginas sordas, vacías, que querían ser "tristes" de divina melancolía, pero que, en cambio, terminaban por sonar ridículamente alegres y solemnes de "literatura" tozudamente convencional. Desconfiaba de mí y pasaba días tremendos. Hasta que sin darme cuenta, casi por milagro, entraba en el corazón de un tema y lo llevaba a buen término con una facilidad que frisaba la indiferencia. Lo releía estupefacto, pero ya ansioso de descubrir la "clave", el secreto, como Teseo llevado, por mágica virtud, a violar el laberinto, reflexiona, perdida Ariadna, sobre esos pasos envueltos de milagrosa facilidad y sin embargo irrepetibles en la memoria.

De nuevo me encarnizaba, me desesperaba. Sufría todo esto como una injusticia. Las frentes de mis amigos, escritores fecundos, me parecían bendecidas por un misterioso sello, y yo las miraba con estupefacta reverencia. Pero quizá yo no era apto para la narración distendida, ya que tenía siempre necesidad de sentirme en el centro de una corriente, de un aura poética. Se trataba, sobre todo, de un defecto de inteligencia.

(Gentileza de Paola y Enrico Bassani)
Traducción de Hugo Beccacece .

De: en http://www.lanacion.com.ar





Giorgio Bassani: un poeta herido por la historia


De paso por Buenos Aires, la historiadora del arte Paola Bassani, hija del autor de Historias de Ferrara y El jardín de los Finzi-Contini , evoca en una entrevista la personalidad y la obra del gran escritor italiano, la amistad con Pier Paolo Pasolini y el clima intelectual de la posguerra. Además, se reproduce una página inédita, escrita por el novelista ferrarés cuando tenía veinticinco años, en la que analiza sin piedad su propio trabajo.

Los escritores han logrado recrear y modelar una ciudad histórica en sus novelas con tal verosimilitud y astucia de estilo que los lectores de esos libros, al pasear por las calles y los parques reales mencionados en aquellas narraciones, lo hagan llevados por el ansia de conocer las esquinas y los senderos donde los personajes de ficción se encuentran eternamente en un página para revelar un secreto, declararse enamorados o tejer una traición. Giorgio Bassani (1916-2000), el admirable autor de Historias de Ferrara y de El jardín de los Finzi-Contini , es uno de esos escasos y notables creadores que han teñido de irrealidad un espacio urbano (Ferrara) o, tal vez, han sobreimpreso una realidad más esencial, más profunda, a las descripciones de las guías de turismo y de los planos.

Bassani ha hecho lo mismo también con algunas personas. Las ha des-realizado, o más bien las ha elevado a otro nivel de realidad. Frente a mí, sentada a una mesa del café La Biela, está Paola Bassani, la hija del novelista italiano. En el prólogo de El jardín..., el narrador cuenta una excursión a unas tumbas etruscas realizada en compañía de unos amigos, en abril de 1957. En la comitiva hay una niña de nueve años, Giannina, "de carácter alegre y expansivo", cuyas preguntas llevan al narrador a decidir que, finalmente, escribirá la historia del fin de un amor de juventud y la tragedia de una gran familia judía bajo el fascismo. Aquella niña de la ficción, inspirada en Paola, es hoy la mujer que tengo delante de mí, llegada a Buenos Aires para hablar de su padre en una serie de conferencias. Historiadora del arte, especialista en el manierismo, discípula del gran estudioso Roberto Longhi y presidenta de la Fundación Giorgio Bassani, Paola es una mujer que conserva el "carácter alegre y expansivo de la niñez" y unos "ojos centelleantes" sobre los que, de tanto en tanto, "pasa una sombra de evidente pena".

Giorgio Bassani fue uno de los intelectuales italianos más activos de la segunda mitad del siglo XX. Además de escribir libros de poesía ( Storie dei poveri amanti , Astrolabio , Un´ altra libertà , Epitaffio , In gran segreto , Di là del cuore ) y de relatos ( Historias de Ferrara , Detrás de la puerta , La garza , El olor del heno ), fue redactor de Botteghe Oscure , la gran revista literaria de la posguerra. También se desempeñó como presidente de Italia Nostra (una asociación creada para defender el paisaje y el patrimonio artístico de la península) y fue vicepresidente de la RAI. Como responsable de las ediciones Feltrinelli, descubrió y publicó El gatopardo , la célebre novela del príncipe Giuseppe Tomasi di Lampedusa que había sido ignorada o rechazada por otras editoriales. Las obras de Bassani recibieron numerosos premios, pero el nombre del autor alcanzó repercusión internacional más allá del ámbito literario por las versiones cinematográficas de La larga noche del 43 , Los anteojos de oro y, sobre todo, El jardín de los Finzi-Contini , dirigida por Vittorio de Sica y ganadora del Oscar de 1972 a la mejor película extranjera.

EL JOVEN CONSPIRADOR

El cine, precisamente, marcó la obra de Bassani desde el comienzo de los años 50. Las narraciones del autor italiano fueron escritas después de que empezó a trabajar como guionista cinematográfico y estuvieron influidas por todo lo que aprendió en ese oficio. "Michelangelo Antonioni introdujo a mi padre en el mundo del cine -recuerda Paola Bassani-. Los dos eran oriundos de Ferrara. Jugaban juntos al tenis en La Mafisa. Cuando las leyes raciales entraron en vigencia, papá, por ser judío, tuvo vedado el ingreso en el club. Pero Antonioni y él siguieron en contacto. Michelangelo se fue a Roma en 1943 y ayudó a mi padre a instalarse en la capital en la clandestinidad. Papá conspiró contra el régimen desde 1936 hasta que Mussolini fue destituido por el rey. Me interesa destacar que no esperó a que se promulgaran las leyes raciales para declararse antifascista. Aunque parezca mentira, la mayoría de los judíos de Ferrara eran fascistas, como lo era el resto de los ferrareses. En una ciudad rica y burguesa como Ferrara, el Duce era considerado, sobre todo, como el creador del Imperio. Al principio, ni siquiera las leyes raciales convencieron del todo a mi abuelo del aspecto siniestro del fascismo. Mi padre podía estudiar en la universidad; pero, ya graduado, no podía enseñar en ella. Podía hacerlo, en cambio, en los colegios israelitas. En las clases que dictaba, formaba a los muchachos, poco menores que él, en el antifascismo."

Las actividades conspirativas de Bassani consistían en reuniones entre intelectuales en las que se debatía la situación del momento y en la redacción y distribución de publicaciones antifascistas. Esta última tarea obligaba al escritor a continuos desplazamientos por la península. Los miembros del grupo al que pertenecía Bassani, origen más tarde del Partito d´ Azione, estaban consagrados sobre todo a una acción de propaganda destinada a denunciar las atrocidades nazi-fascistas y a encarar el análisis de cómo debería reconstruirse la Italia posmussoliniana. Bassani nunca participó en la lucha armada. Creía en lo que entonces se llamaba, de acuerdo con el pensamiento de Croce, "la religión de la libertad".

"En 1943, los espías fascistas ya estaban informados de los movimientos de mi padre. En mayo lo detuvieron. Con varias decenas de otros conspiradores fue encerrado en la cárcel de via Piangipane en Ferrara -cuenta Paola Bassani-. El 25 de julio, el rey destituyó a Mussolini y lo hizo arrestar. Al día siguiente, los antifascistas presos, entre ellos mi padre, fueron liberados. Papá no se hacía ilusiones, se imaginaba que las cosas iban a empeorar. Después de que Skorzeny rescató a Mussolini de su prisión en el Gran Sasso y de que el Duce, de acuerdo con Hitler, fundó la República de Salò, quedó bien claro que mi padre había acertado en sus previsiones. Les dijo a todos sus amigos y a su familia que debían abandonar Ferrara porque era una ciudad muy chica, donde todos se conocían y se sabía quién era fascista y quién no lo era. Mis abuelos y el resto de mi familia dejaron Ferrara y trataron con éxito de mimetizarse con los habitantes de ciudades más importantes donde nadie los conocía. Papá ya estaba enamorado de mi madre, Valeria Sinigallia, con la que había querido casarse cuando él todavía se encontraba en la cárcel. Las autoridades no se lo permitieron. Pero apenas quedó en libertad, los que serían mis padres contrajeron matrimonio en Bolonia el 4 de agosto de 1943.


MASACRE EN FERRARA

"En noviembre de ese año, fue asesinado uno de los jerarcas fascistas de Ferrara, Igino Ghisellini. El asesinato de Ghisellini debía ser pagado con la muerte de diez enemigos del fascismo. La madrugada del 15 de noviembre fueron a buscar a mi padre a su casa. No lo encontraron, porque había escapado mucho antes. Los adversarios del régimen fueron llevados delante del castillo estense, en pleno centro de la ciudad. A sus espaldas estaba el foso de la fortaleza; enfrente, una farmacia y el café Fis. Allí fueron eliminados con ráfagas de ametralladora. Ese episodio inspiró a mi padre la nouvelle La larga noche del 43 , llevada al cine por Florentano Vancini. Al principio, papá, escapado de Ferrara, se refugió en Florencia y, por último, en Roma. Llegó a la capital el 6 de diciembre de 1943 con el último tren que entró en la estación. Después la ciudad quedó incomunicada."

Desde 1944 hasta el final de la guerra, Bassani participó en la edición de Italia libera , el periódico del Partito d´Azione, del que había sido uno de los fundadores. El Partito era laico, no marxista, antifascista y radical. Desde Roma, Bassani y su mujer viajaban continuamente a Nápoles y a la Italia liberada, para buscar nuevos adeptos y para reunirse con otros correligionarios que trabajaban en la difusión de los ideales del grupo. En esos viajes, Bassani descubrió el Sur. En Nápoles, frecuentaba la casa del gran filósofo italiano Benedetto Croce, cuyas ideas inspiraban a los miembros del Partito d´Azione. En los viajes al sur, Bassani se abrió a un mundo más sensual y primitivo. Más tarde continuó la exploración de los paisajes y los antiguos monumentos de esas regiones y llegó a Sicilia, guiado por su amistad con el escritor Carlo Levi, el autor de Cristo se detuvo en Eboli .

"Ese período peligroso e intenso que vivió entre el 36 y el 45 fue el material con el que construyó la parte más importante de su obra -dice Paola Bassani-. Durante la guerra, en 1940, había publicado Città in pianura con un pseudónimo, Giacomo Marchi, porque como judío no podía editarse ninguna obra suya. Marchi era el apellido de mi abuela materna, que era católica. Città in pianura es el primer libro, en él aparecen el profundo lirismo y la melancolía que bañan todas sus obras posteriores. Más tarde, la guerra, la experiencia de la segregación y del fascismo le proporcionaron los temas de su obra narrativa y lo convirtieron en un autor cuya obra está marcada y alimentada por las circunstancias históricas. A esos elementos se sumó un hecho fundamental. Mi padre aprendió a contar de un modo distinto a partir de su trabajo como guionista en el cine. Debió aprender a hacerse entender por un público amplio. La posguerra vio el nacimiento del neorrealismo y mi padre estuvo directamente involucrado en ese movimiento. Se hizo amigo de Mario Soldati, el autor y director piamontés. Para él, escribió el guión de La provinciana , una película basada en un libro de Moravia, en la que trabajaba Gina Lollobrigida. Conoció a Pasolini y, desde el primer momento, comprendió que se encontraba frente a un gran escritor e intelectual. Entablaron una amistad muy profunda. Lo hizo colaborar de inmediato en la revista Botteghe Oscure y escribieron guiones juntos. Mi padre lo incorporó al grupo que elaboraba el libreto de La donna del fiume , que se filmó en Codigoro. La protagonista era Sophia Loren. Papá también colaboró con Visconti en el guión de Senso ( Livia, la historia de un amor desesperado ), un film que no tenía nada que ver con el neorrealismo, pero sí con los intereses históricos de mi padre. Como curiosidad, puedo decir que una sola vez mi papá apareció en la pantalla como actor. Se lo ve en una escena de Las muchachas de Piazza Spagna . Es el profesor que sube las escaleras hacia Trinità dei Monti. Además, dobló la voz de Orson Welles en La ricotta , de Pier Paolo Pasolini. La voz que recita la poesía de Passolini es la de papá, no la de Welles."

La experiencia cinematográfica arrancó de la literatura a Bassani, le hizo tomar contacto con la realidad y lo volvió eficaz como narrador. Más tarde el cine, paradójicamente, lo devolvió a la narración literaria mucho más maduro. Sacrificó entonces en su prosa parte del aura poética que lo caracterizaba en aras del interés del relato.

LOS BESOS DE PASOLINI

Como ejemplo de la transformación literaria que se operó en Giorgio Bassani, su hija revela que, entre los inéditos del padre, encontró una adaptación popular, para la pantalla, de Los novios , la célebre y clásica novela de Manzoni.

"Además, el cine cambió la técnica de relato de mi padre" -dice Paola-. Eso se ve en Historias de Ferrara . `El paseo antes de la cena´ se abre con la descripción, a la manera de un travelling de lo que se ve en el corso Giovecca, la calle principal de Ferrara. El narrador va contando lo que se presenta a su mirada a medida que avanza por el corso hasta que llega a dos personajes que están al final de esa perspectiva, visibles casi como dos manchas diminutas. Esas dos manchas son los protagonistas de la nouvelle . En ese recurso técnico, el Bassani escritor concilió dos tradiciones y dos técnicas: la cinematográfica y la pictórica. Papá había estudiado arte con Roberto Longhi, el gran historiador y crítico del arte. Con él, había analizado e investigado la perspectiva renacentista. El comienzo de `Un paseo antes de la cena´ es el resultado de esa combinación de conocimientos."

La amistad con Pasolini tuvo algo que ver con la escritura de Los anteojos de oro , la nouvelle en que Bassani narra la historia de un respetado y prestigioso médico ferrarés, el doctor Fadigatti, condenado a la soledad y a la marginación en cuanto se descubre su homosexualidad.

"Mi padre era un hombre más bien mujeriego. Nunca supe si alguna vez tuvo una relación homosexual. No lo creo, pero de algún modo vivió una experiencia homosexual vicaria a través de la literatura y de su amistad con Pasolini. Para escribir Los anteojos de oro , se valió de la frecuentación de Pier Paolo y de Carlo Emilio Gadda, el autor de El zafarrancho aquel de via Merulana . Papá los observaba y estudiaba para dar vida al doctor Fadigatti. En 1957, les propuso que pasaran sus vacaciones con nosotros en Antigniano, cerca de Livorno. Mis padres alquilaron unas habitaciones en una pequeña pensión e invitaron a Pier Paolo y a Carlo Emilio. De las charlas que mantuvo con ellos, de los retratos que hizo de ellos en sus cuadernos, surgieron muchas páginas de Los anteojos... De todos modos, papá decía siempre que la homosexualidad era una de las pocas cosas que le producían cierta incomodidad en el trato con Pier Paolo. Se refería sobre todo a ciertas actitudes de Pasolini. Por ejemplo, una vez, papá, que era muy tímido, había salido a caminar con Pier Paolo por las colinas de Florencia. En una vuelta del camino, vieron pasar a un obrero muy buen mozo subido a una bicicleta. Pier Paolo, arrebatado por la apostura del muchacho, le echó varios besos con la mano. El muchacho no hizo caso, pero mi padre nos contó después que, de la vergüenza, hubiera querido evaporarse. Sin embargo, había entre Pasolini y papá una gran complicidad. Papá fue la primera persona a la que Pier Paolo le leyó Las cenizas de Gramsci . Y Pasolini fue escucha atento de las Historias de Ferrara ."

EL RITMO DE LA NOSTALGIA

El jardín de los Finzi-Contini (1962) fue, en parte, una trasposición del amor de Bassani por su esposa, Valeria Sinigallia, y de las experiencias que vivió durante el fascismo. Dice Paola Bassani: "En Ferrara, una rama de mi familia materna, también judía, tenía una casa grande, con una cancha de tenis, a la que invitaban a jugar a los amigos. Allí papá conoció a mamá en 1941. Ella era una mujer muy hermosa. Su padre había heredado una gran fortuna, que terminó por perder. Mamá vivía con los suyos en Pola, cerca de Trieste, donde mis abuelos tenían una villa imponente, que había pertenecido al emperador Francisco José. Mi madre quedó huérfana de padre a los diecisiete años y entonces la familia también perdió aquella villa . Mamá se fue entonces a vivir a Venecia, al palazzo de una abuela. Entre Venecia y Ferrara, media un corto viaje de tren. Un día, mamá resolvió visitar a sus primos de Ferrara y pasar una temporada con ellos y allí, una tarde, cayó Giorgio, el joven escritor, que había ido a jugar al tenis. Se enamoraron perdidamente. Pronto papá viajó a Venecia para declarársele."

Las Historias de Ferrara y El jardín... fueron una especie de respuesta de Bassani al neorrealismo que tanto había influido en la literatura de posguerra. El hecho de que el escritor hubiera sido uno de los guionistas de ese movimiento cinematográfico hacía aún más notable el nuevo rumbo que tomaban no sólo él, sino también el pensamiento y la estética de la época.

Giorgio Bassani vino por única vez a la Argentina en 1983, en ocasión de la Feria del Libro de ese año. Daba la impresión de un hombre rígido, serio, no demasiado expresivo. En realidad, ya hacía cinco años que habían empezado a manifestarse en él los primeros síntomas del mal de Parkinson. Más tarde, también sufrió de mal de Alzheimer.

"A pesar de todo, papá supo arreglárselas en sus últimos años de producción para seguir escribiendo. Volvió a la poesía y escribió en poemas los motivos que ya no tenía tiempo ni fuerzas para desarrollar en novelas. Esos poemas son epitafios. En ellos cuenta sueños, instantes cruciales de una existencia, pero sobre todo, detalles mínimos y reveladores de la vida diaria. Ya no tenía fuerzas para recrear una ciudad, como había recreado Ferrara. Durante un tiempo, papá se refugió en Lucania, en el sur de Italia, donde tenía una casa con un panorama maravilloso. Se hizo amigo de los vecinos con los que comentaba pequeños hechos cotidianos. Le pareció encontrar allí algo del clima de la Ferrara preindustrial de su infancia. Ese fue otro lazo que compartió con Pasolini: la nostalgia de ese mundo antiguo, regido por otro tiempo, por otro ritmo. Cuando sus fuerzas y su conciencia ya no le permitieron seguir labrando con letra diminuta sus poemas-epitafios en cuadernos cuadriculados, sobrevino el silencio."

Por Hugo Beccacece
de la Redacción de LA NACION

De: Suplemento Cultural de La Nación.com.ar