martes, 3 de junio de 2014

"Escribo por no olvidarme"- Max Aub

2 de junio de 1903- Francia
Escritor hispano- mejicano


Hablaba y hablaba...


Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

De: CiudadSeVa.com


El monte



Cuando Juan salió al campo, aquella mañana tranquila, la montaña ya no estaba.
La llanura se abría nueva, magnífica, enorme, bajo el sol naciente, dorada.
Allí, de memoria de hombre, siempre hubo un monte, cónico, peludo, sucio, terroso, grande, inútil, feo. Ahora, al amanecer, había desaparecido.
Le pareció bien a Juan. Por fin había sucedido algo que valía la pena, de acuerdo con sus ideas.
-Ya te decía yo –le dijo a su mujer.
-Pues es verdad. Así podremos ir más deprisa a casa de mi hermana.


De: http://elcajondesastre.blogcindario.com


La uña


El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer, empezó a crecer tan pronto como colocaron la losa. Como el féretro era de mala calidad (pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizándose hacia la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se metió entre el montante y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la pared para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atravesó la garganta de Lucía, que ni ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel, traspasándola.
Fue lo menos que pudo hacer el difunto: también es cuerno la uña.

De: http://microcuentosycuentos.blogspot.com.ar








LA SONRISA


Cuando el general Den Bié Uko se enteró que su enemigo el general Bai Pu Un había caído prisionero, se alegró muchísimo. La verdad: nada hubiera podido satisfacerle tanto. Nadie lo notó. Así era de reservado, dejando aparte que los músculos de su cara no se prestaban a la exteriorización de ningún sentimiento.
Lo mandó encerrar en la última mazmorra del fuerte de Xien Khec. La conocía de tiempo atrás, cuando los ingleses lo tuvieron allí a pan y agua, cuatro años. Hacía de eso bastante tiempo: entonces Bai Pu Un era como su hermano. Ocho barrotes a ras de tierra, cosa de veinte centímetros de alto, sitio suficiente para que corrieran las ratas, gordas, de los arrozales de la colina en declive.
Sí, había sido como su hermano. Ahora había perdido. Den Bié Uko no dudó nunca, siempre tuvo fe en su estrella, aun cuando ayudaba a su amo —¿fue su padre?— a mover aquel telar primitivo. Entonces los franceses y los ingleses enviaban agentes suicidas que se hacían matar para que sus gobiernos tuvieran pretexto relativamente valedero para ocupar militarmente el país; hacíanse llamar misioneros. Den Bié Uko los admiraba y aprendió de ellos. Ahora, con Bai Pu Un en su poder no tendría problemas, pero estuvo a punto de fracasar. La culpa la tenía su rival, en el fondo siempre lo supo: era de sangre Kuri. ¿Cómo hacerle pagar los dos últimos años de inseguridad; de correr, esconderse, pasar hambre y miedo?
No era tan fácil como pudiera parecer a primera vista. Inmóvil en su hamaca, el general vencedor rumiaba las posibles venganzas. En ningún momento se le ocurrió recurrir al tormento físico. Eso quedaba para los europeos o los mahometanos. El dolor se soporta cuando uno está decidido a ello. Lo sabía por propia experiencia, y ajena. El que quiere aguantar, aguanta.
Había traicionado a Bai Pu Un hacía tiempo y vencido. En estas condiciones no podía mostrarse generoso. Un mes antes, previendo el final dichoso le envió un emisario. Lo que le mandó decir su todavía rival no es para recordarlo. El empalamiento no era suficiente. Si lo hubiera insultado sólo a él, pase. Pero tuvo a bien meterse con su madre. Ahora lo tenía enjaulado bajo tierra. Den Bié Uko sonrió teóricamente.
La idea surgió al despertar. Sólo en el "pensar recto, querer recto, hablar recto, obrar recto, profundizar recto" reside la verdad. ¿Qué estaría pensando, qué estaría esperando Bai Pu Un? Pensaría en él, pendiente de su inclemencia: preparándose para el tormento, resignado a los suplicios.
Llegaban cantos de victoria apoyados en tambores.
A menos que creyera que Jembogan pudiera hacer algo por él. ¿Por qué no había de suponerlo? Pero ¿quién podía haberle puesto en antecedentes? Nadie. Jembogan, un dios. ¿Qué no podría si se lo propusiera? Si llegaba a enterarse de que Bai Pu Un había sido hecho prisionero por Den Bié Uko, intervendría, con toda su fuerza, que liberaría al preso. Bai Pu Un ignoraba el acuerdo a que había llegado con su vencedor. Si Bai Pu Un pudiera creer, hasta última hora, hasta ultimísima hora, que Jembogan lo iba a liberar. Que se iba a voltear la suerte de todo en todo...
Den Bié Uko se relame interiormente. Llama a U Ma Ni, su ayudante preferido y le da un amuleto de Jembogan, que trae atado bajo el sobaco. Le da la orden de hacerlo llegar por persona interpuesta a manos del prisionero.
Cuando supo que su orden había sido cumplida, mandó detener y ejecutar al mensajero en la plaza del fuerte para que, desde su celda subterránea, Bai Pu Un pudiera verlo. Debieron entregar el amuleto hacia las diez de la mañana, la ejecución tuvo lugar a las tres de la tarde. Den Bié Uko dejó pasar el resto del día sin hacer nada. No recibió a nadie pensando en lo que pensaba su enemigo.
Al caer la noche ordenó que al Norte, al Este y al Sur se dispararan unos cuantos tiros y, una hora después, una ráfaga de ametralladora a cosa de dos kilómetros de la fortaleza. Luego se emborrachó. Al despertar, ordenó formar lo más de sus tropas disponibles como si fuesen a entrar en combate. Luego las mandó hacer un simulacro en las orillas del río. Las dos baterías no dejaron de disparar desde las diez de la mañana. Dizque se olvidaron de dar de comer al prisionero. Cuando el sol empezó a decaer hizo que sus tropas se replegaran hacia el recinto que las cobijaba sin dejar de disparar. De pronto dio la orden de suspender el fuego, de dispersarse en silencio, de formar el cuadro que había de fusilar a un vencido enemigo.
Por eso Jembogan nunca pudo explicarse el esbozo de sonrisa que apareció en la faz de Den Bié Uko, algún tiempo después —poco: las alianzas son frágiles— al enfrentarse al arbolón donde iba a ser, para lección de propios y extraños, colgado por los pies.


De: http://leereluniverso.blogspot.com







“... un hombre notable que aún permanece en el misterio...”- Guillaume de Apollinaire

Donatien Alphonse de Sade - Marqués de Sade
2 de junio de 1740- Francia
Escritor y militante político.

Cuando se ha perseguido a un escritor durante más de 150 años como si fuera un personaje cruel e inhumano, se espera, en lo que concierne a la descripción de su vida, algo así como la biografía de un monstruo. Pero la vida del marqués de Sade resulta mucho menos aberrante de lo que uno teme y lo que realmente puede calificarse de espantoso es el destino que le acechó mientras vivía.
Walter Lenning, Biografía del marqués de Sade (primer párrafo)

De: http://es.wikipedia.org



Fragmento de:
PUNTUACION DE ESCRITOS: KANT CON SADE (IV)
ROLANDO KAROTHY
(*) Seminario en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Clase 4ra. (15-10-1996)

El Marqués de Sade, al contrario, destituye la idea de Dios. "Destituye la idea de Dios" es una expresión que quiere decir: Sade se declara ateo, con lo que se propone anular el postulado kantiano de la inmortalidad instaurando así lo que se conoce como la segunda muerte. Es decir: no sólo la aniquilación de la vida, sino también la anulación de la posibilidad de que esa aniquilación sea el principio de nueva vida.
La segunda muerte es una especie de aniquilación absoluta. Recordemos el testamento del Marqués de Sade que plantea que su paso por la vida y su cuerpo debían quedar absolutamente perdidos, confundidos con la naturaleza, pero no como fuente de nueva vida como sucede habitualmente con la destrucción, es decir, la destrucción en tanto que implica la posibilidad de que surja nueva vida a partir de ella.
El Marqués de Sade es como si se propusiera instintivizar la pulsión al postular lo que se denominó el naturalismo ateo. Se propone dar un objeto al deseo de modo que la destrucción de la ley deriva en su degradación en norma. La destrucción de la ley deriva en su degradación en norma. Degrada la ley a una norma. En este caso, entonces, el Marqués de Sade se propone eludir la función de la cultura y el lenguaje para poder gozar del objeto.
El naturalismo ateo de Sade se sostiene fundamentalmente en una obra muy admirada por él que se llama Sistema de la naturaleza, que ya mencioné en una oportunidad, de uno de los autores más importantes de esa corriente en la historia de Francia, el Barón D'Holbach.
En un artículo breve denominado La lectura de Sade, de Marcelin Pleynet, del Grupo Tel Quel, aparece una caracterización de esta relación del Marqués de Sade con el Barón D'Holbach. "Es fácil advertir que la filosofía de las luces se instituye en Francia por el crédito a los deístas Rousseau y Voltaire, mientras que los ateos no son citados jamás. Y es precisamente al más enconado y sistemático de estos ateos, D'Holbach, a quien Sade reconoce como maestro. A fines del mes de noviembre de 1783, desde el Castillo de Vincennes donde está recluido, Sade escribe a su esposa: -¿Cómo pretendes que me interese por la Refutación del Sistema de la naturaleza [se supone que se está refiriendo a un libro del Abate Bergier que había sido publicado en 1771, que era, como el título lo indica, una refutación de un religioso al libro del materialista ateo D'Holbach, llamado Sistema de la naturaleza] si no me mandas también el libro al cual se impugna. Es como si quisieras que juzgara un proceso sin conocer las dos partes del mismo. Además sabes bien que el Sistema es real e indudablemente la base de mi filosofía, de la cual soy sectario hasta el martirio si fuese necesario; por lo tanto comprende que después de siete años sin verla es imposible que la recuerde lo suficiente como para poder tomar partido por la refutación de esta obra. Estoy dispuesto a rendirme si ando equivocado pero para eso es preciso que pongáis a mi disposición los medios precisos. Pide a Vilette que me la preste sólo por ocho días y nada de tonterías sobre esto, sería una grandísima tontería que se me negara un libro que he hecho leer hasta al Papa, en una palabra, un libro de oro, un libro que debería estar en todas las bibliotecas, en todas las mentes, un libro que destruye para siempre la más peligrosa y la más odiosa de todas las quimeras, aquella que ha hecho verter más sangre sobre la tierra y contra la cual debería unirse todo el universo para borrarla sin posibilidad de resurgir, si los individuos que forman este universo tuvieran la más elemental idea sobre su felicidad y su bienestar".


Ese mismo mes de noviembre de 1783, un poco después, vuelve a insistir en otra carta sobre lo mismo y hace la misma petición: "Me es imposible adentrarme en la lectura de La refutación del sistema de la naturaleza si no me mandáis el propio Sistema".



El Sistema de la naturaleza de D'Holbach se publicó por primera vez en el año 1770 y después tuvo múltiples ediciones. Parece que el Marqués de Sade lo leyó en el año 1776. Las cartas mencionadas son de 1783. De todas maneras lo más interesante es una argumentación que efectivamente se complementa con lo que dice Lacan en su texto. Yo creo que hay dos líneas que confluyen en los argumentos que Lacan sostiene en Kant con Sade. Una es esta incidencia del racionalismo y del naturalismo ateo del Barón D'Holbach y también las ideas de El hombre máquina de La Mettrie; otra línea es la tesis que plantearon, obviamente mucho tiempo después, Horkheimer y Adorno en un capítulo de su libro Dialéctica del iluminismo, quienes antes que Lacan señalaron la relación entre Kant y Sade. La primera relación fuerte entre Kant y Sade la hace Adorno y no Lacan. Lacan no lo cita a Adorno. De todas maneras a Adorno se le pueden efectuar una serie de críticas pero hay todo un estudio por realizar sobre la relación que propone entre Kant y Sade antes que Lacan.

Es toda una línea interesante a considerar en tanto la influencia del racionalismo es muy distinta a la suposición de un Marqués de Sade que simplemente estaría lanzado al despliegue de las pasiones. Este mismo autor Pleynet lo señala. Por ejemplo, dice: "...por poco que conozcamos la obra de Sade nos damos cuenta que su mente exaltada es todo lo contrario de una mente enloquecida, que es una cabeza razonable y racional que no deja nunca de situar sus reflexiones histórica y teóricamente y que en el camino de su pensamiento es mucho más consecuente que todos aquellos legistas que le condenan y al controlar sus lecturas le prohiben Rousseau, permitiéndole leer a Lucrecio".(2)

Por otro lado, es interesante constatar que el Marqués de Sade se opuso, a pesar de lo que uno pudiera creer, en todos sus escritos, a la pena de muerte. Las víctimas de sus novelas están condenadas, en realidad, a una vida perpetua. Maltratadas, fustigadas hasta lo increíble, son inmediatamente reparadas para volverlas a un estado de normalidad que permitirá convertirlas nuevamente en víctimas deseables. Eso era justamente el fantasma mayor del Marqués de Sade: el tormento continuo.

El Marqués de Sade era una especie de educador ejemplar, enciclopedista y kantiano que siempre se propuso escribir lo imposible de escribir y llegar inclusive a una mostración del sexo que quedaba siempre en última instancia limitada por el axioma de la totalidad: mostrar todo el sexo y también todas las posturas. Esto es notable sobre todo en Las 120 jornadas de Sodoma y Gomorra y derivó en que algunos autores, como por ejemplo Roland Barthes, dijeran que la lectura del Marqués de Sade fuera particularmente aburrida.

La obra del Marqués de Sade no tiene el erotismo de la novela libertina sino que tiene una característica discontinua en el esquema de la retórica, ya que las escenas de placer, las posturas, etc., cada tanto son cortadas con argumentaciones, es decir, en las escenas más eróticas aparece la enseñanza, algo así como dar cátedra, inclusive surgen argumentaciones que hacen a la estructura misma de la sociedad y de la república.





(2) Marcelin Pleynet: La lectura de Sade, en Teoría de conjunto, Ed. Seix Barral, Barcelona, 1971, pág. 310.

También este párrafo es digno de mención: "El situar la obra de Sade inserta en el contexto cultural que la produjo y al que nunca dejó de referirse nos permite plantear una serie de problemas y de razones que, sin desvirtuar la violencia transgresiva de la producción sadiana nos permitirán la aproximación a la lectura de un texto desmistificador por excelencia. La filosofía de las luces, responsable de la aparición de la obra de Sade, no aparece exenta de contradicción y ambigüedad dividida como está entre d'Holbach y Rousseau, entre ateos y creyentes, y con el triunfo de la moral y el deísmo rousseaunianos después de lo que fue su práctica más inmediata: la revolución de 1789. Recordemos a título de curiosidad que la existencia de un Ser supremo y la inmortalidad del alma fue votada unánimemente por la Convención de 1794. En 1795 Sade finaliza La Philosophie dans le boudoir. Esta contradicción (d'Holbach-Rousseau) no le pasa desapercibida a Sade, el cual a lo largo de su obra citará pasajes enteros del Système de la nature no cesando jamás de oponerse a Rousseau". (id, pág. 312)


De: http://www.efba.org