Elizabeth
Bishop (1911-1979) tuvo una infancia triste y solitaria, que tal vez la hizo
tomar esa distancia, respecto al mundo y a la vida social, en que estaba
instalada siempre y que explica sus largos exilios de viajera, la manera
oblicua con que excepcionalmente es autobiográfica (en Geography III), los
temas de la supervivencia y de la tierra natal, la incontaminación de su poesía
siempre ajena a las modas y a las vanguardias. No cumplía un año cuando murió
su padre y tenía cinco cuando su madre fue internada en un sanatorio para
enfermos mentales (¿no hay, en “Visita a St. Elizabeths”, de 1950, una emoción
más vieja que se pierde, que se mezcla a la de ver a Ezra Pound en el manicomio
de Bedlam?). Educada por unas tías, estudió primero en Boston y se graduó en
Vassar en 1934. Allí fue condiscípula de Mary McCarthy e hizo amistad con la ya
reconocida Marianne Moore. Escribió para numerosas revistas —sobre todo The New
Yorker— y enseñó en Harvard. Produjo así, a lo largo de unos cuarenta y cinco
años, una obra relativamente corta (The Complete Poems reúne, en 200 páginas,
todos sus libros y las 30 páginas de traducciones del portugués, y Geography
III tiene 50 páginas más).
Ulalume
González de León
De: http://www.materialdelectura.unam.mx
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8 de febrero de 1911- Estados Unidos |
Pequeño ejercicio
Piensa en la
tormenta que ronda por el cielo
como un perro en
busca de un lugar donde dormir
escucha cómo gruñe.
Piensa cómo ha de
verse el cordaje del mangle
tendido allí afuera
e insensible al relámpago
en oscuras familias
de fibras ásperas,
allí donde a veces
una garza se despeina,
sacude sus plumas,
hace un incierto comentario
cuando a su
alrededor el agua brilla.
Piensa en el
bulevar y las pequeñas palmeras
clavadas en fila,
que se revelan de improviso
como puñados de
flexibles peces —esqueletos.
Está lloviendo
allí. El bulevar
y sus rotas aceras
con hierbas en cada ranura
sienten el alivio
de estar mojados, y el mar de refrescarse.
Ahora la tormenta
vuelve a alejarse en una serie
de minúsculas, mal
iluminadas escenas de batallas,
cada cual en “Otra
parte del campo”.
Piensa en alguien
que duerme en el fondo de un bote,
amarrado a las
raíces del mangle o al pilote de un puente;
piénsalo indemne y
apenas perturbado.
De: http://www.materialdelectura.unam.mx
El arte de perder
El arte de perder
no es muy difícil;
tantas cosas
contienen el germen
de la pérdida, pero
perderlas no es un desastre.
Pierde algo cada
día. Acepta la inquietud de perder
las llaves de las
puertas, la horas malgastadas.
El arte de perder
no es muy difícil.
Después intenta
perder lejana, rápidamente:
lugares y nombres y
la escala siguiente
de tu viaje. Nada
de eso será un desastre.
Perdí el reloj de
mi madre. ¡Y mira! Desaparecieron
la última o la
penúltima de mis tres queridas casas.
El arte de perder
no es muy difícil.
Perdí dos ciudades
entrañables. Y un inmenso
reino que era mío,
dos ríos y un continente.
Los extraño, pero
no ha sido un desastre.
que amo) me podré
engañar. Es evidente
que el arte de
perder no es muy difícil,
aunque pueda
parecer (¡escríbelo!) un desastre.
De:http://poemadicta.blogspot.com