miércoles, 11 de febrero de 2015

“Su poesía tiene la ligereza de un sueño y la gravedad de una decisión”- Octavio Paz

Elizabeth Bishop (1911-1979) tuvo una infancia triste y solitaria, que tal vez la hizo tomar esa distancia, respecto al mundo y a la vida social, en que estaba instalada siempre y que explica sus largos exilios de viajera, la manera oblicua con que excepcionalmente es autobiográfica (en Geography III), los temas de la supervivencia y de la tierra natal, la incontaminación de su poesía siempre ajena a las modas y a las vanguardias. No cumplía un año cuando murió su padre y tenía cinco cuando su madre fue internada en un sanatorio para enfermos mentales (¿no hay, en “Visita a St. Elizabeths”, de 1950, una emoción más vieja que se pierde, que se mezcla a la de ver a Ezra Pound en el manicomio de Bedlam?). Educada por unas tías, estudió primero en Boston y se graduó en Vassar en 1934. Allí fue condiscípula de Mary McCarthy e hizo amistad con la ya reconocida Marianne Moore. Escribió para numerosas revistas —sobre todo The New Yorker— y enseñó en Harvard. Produjo así, a lo largo de unos cuarenta y cinco años, una obra relativamente corta (The Complete Poems reúne, en 200 páginas, todos sus libros y las 30 páginas de traducciones del portugués, y Geography III tiene 50 páginas más).


Ulalume González de León

De: http://www.materialdelectura.unam.mx

8 de febrero de 1911- Estados Unidos

Pequeño ejercicio


Piensa en la tormenta que ronda por el cielo
como un perro en busca de un lugar donde dormir
escucha cómo gruñe.

Piensa cómo ha de verse el cordaje del mangle
tendido allí afuera e insensible al relámpago
en oscuras familias de fibras ásperas,

allí donde a veces una garza se despeina,
sacude sus plumas, hace un incierto comentario
cuando a su alrededor el agua brilla.

Piensa en el bulevar y las pequeñas palmeras
clavadas en fila, que se revelan de improviso
como puñados de flexibles peces —esqueletos.

Está lloviendo allí. El bulevar
y sus rotas aceras con hierbas en cada ranura
sienten el alivio de estar mojados, y el mar de refrescarse.

Ahora la tormenta vuelve a alejarse en una serie
de minúsculas, mal iluminadas escenas de batallas,
cada cual en “Otra parte del campo”.

Piensa en alguien que duerme en el fondo de un bote,
amarrado a las raíces del mangle o al pilote de un puente;
piénsalo indemne y apenas perturbado.

De: http://www.materialdelectura.unam.mx


El arte de perder


El arte de perder no es muy difícil;
tantas cosas contienen el germen
de la pérdida, pero perderlas no es un desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la inquietud de perder
las llaves de las puertas, la horas malgastadas.
El arte de perder no es muy difícil.
Después intenta perder lejana, rápidamente:
lugares y nombres y la escala siguiente
de tu viaje. Nada de eso será un desastre.
Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira! Desaparecieron
la última o la penúltima de mis tres queridas casas.
El arte de perder no es muy difícil.
Perdí dos ciudades entrañables. Y un inmenso
reino que era mío, dos ríos y un continente.
Los extraño, pero no ha sido un desastre.

Ni aún perdiéndote a ti (la cariñosa voz, el gesto
que amo) me podré engañar. Es evidente
que el arte de perder no es muy difícil,
aunque pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.


De:http://poemadicta.blogspot.com