viernes, 1 de mayo de 2015

“Lo que sí estremece es la desdicha de la leal Nina Van Zandt... que llevó a su reja día sobre día el consuelo de su amor, libros y flores”- José Martí


















Nina Van Zandt, rica heredera, se enamoró de Spies a los pocos días de sentarse éste en el banquillo de los acusados, y posteriormente se casó con él por poderes, sin tener más consuelo que verle detrás de los barrotes de su celda. Eda Muller es otra joven, hermosa y elegante, que se enamoró de Lingg, el más gallardo de todos los prisioneros.

He aquí el prefacio que Nina Van Zandt, ha puesto a la autobiografía de Spies:

En las páginas que siguen presento un croquis autobiográfico de Augusto Spies, incluyendo su discurso ante el tribunal y una colección de notas y cartas que me dirigió referentes a su prisión. Al publicar estos escritos, sólo me guía el deseo de proporcionar a mis conciudadanos de América los medios para que empiecen a enterarse de la vida, del carácter y de las aspiraciones de un hombre que, en unión de otros, ha ocupado suma atención durante los últimos nueve meses. Cuando hayan leido este folleto podrán formarse opinión exacta de un hombre que ha sido injustamente vilipendiado por la prensa capitalista, y cuya ejecución, así como la de sus compañeros, constituye una de las venganzas más odiosas de los buitres sociales que jamás haya registrado la historia.

Yo no conocía a ninguno de los acusados, cuando, durante la comedia llamada juicio, entré en la sala de sesiones. No tenía acerca de los presos más noticias que las que traían los diarios; así es que esperaba ver a unos hombres estúpidos, viciosos y de aspecto patibulario. ¡Cuál no fue mi sorpresa al ver que, lejos de corresponder a esta descripción, eran inteligentes, bondadosos y de aspecto simpático! Empecé a interesarme y comprendí muy pronto que los señores del tribunal, la policía y los agentes de seguridad procuraban que fuesen condenados aquellos hombres no por haber cometido crimen alguno, pero sí por haber tenido participación en el movimiento socialista.

Presa de un sentimiento de horror ante lo que estaba viendo y oyendo, pero animada también por un sentimiento de justicia, resolví colocarme en el sitio de los acusados. Deseosa de mostrarles mis simpatías y de ver en que podía ser útil a esos desventurados, me dirigí, acompañada de mi madre, a la cárcel sombria donde estaban pasando los calurosos meses de verano. Entonces empezaron mis relaciones con Augusto Spies, relaciones que continuaron durante los meses siguientes.

Todas las personas imparciales deben desear que ambas partes sean oídas antes de que pronuncie su fallo la pública opinión. Pues bien; sólo ha sido oída una de las partes, ya que los periódicos se han negado a publicar artículos rectificando muchas de las afirmaciones vertidas en sus columnas. Al presentar este folleto a mis compatriotas abrigo la firme convicción de que harán justicia a los hechos y a las personas. Faltame añadir que sólo cediendo a los ruegos de sus amigos y a los mios ha autorizado Spies la publicación de su autobiografía.

Nina Van Zandt.

P.D.: Mi simpatía por los acusados hizo germinar en mi corazón un principio de amor por Mr. Spies, y poco después sentía por él una intensa pasión. Como amiga encontraba mil obstáculos a mis visitas; para salvarlos resolvimos que yo declararía ser su novia. Pero pronto supe que sólo las esposas tenían el derecho de ver a sus maridos fuera de los días reglamentarios, y por otra parte nos anunciaron que renunciáramos a vernos en distintos horarios de los marcados en el reglamento. Entonces comprendí que se trataba de privar de mis socorros
y de mi compañía a los prisioneros y a mi novio, por cuya pérdida se interesaban muchos; desde entonces Spies y yo resolvimos ser marido y mujer ante la ley. Mis padres no se opusieron a mi casamiento que vino a ser, por lo tanto, un asunto que sólo a dos personas afectaba. Pero una cuadrilla de periodistas, valientes bandidos algunos de ellos, se enfurecieron y me insultaron cuando nuestro casamiento fue del dominio público. Aunque hubiese cometido el crimen más horrendo, esos cumplidos caballeros no me hubieran maltratado como lo han hecho. Si yo fuera una niña pobre y extranjera no hubieran dicho una palabra. Pero soy una joven americana, de familia rica y distinguida, que ha seguido los impulsos de su corazón, y por eso soy una loca que tengo la cabeza trastornada por las novelas.
Si me hubiese casado con un viejo vicioso e inválido, pero poseedor de grandes riquezas, esos moralistas me hubieran colmado de alabanzas y muchos de mis hermanos en Jesucristo dirían a sus hijas: Tomadla por ejemplo. He aquí una joven sensible.
Yo prefiero la censura de esa sociedad moral que no puede comprender un verdadero amor, duplicado por la mancomunidad de ideas y por la desgracia. En cambio me enorgullezco de mis nuevos amigos, que son las personas capaces de apreciar un amor puro y desinteresado.

Nina Van Zandt.

En: Crónica de José Martí
De: http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/martires_chicago/14.html

Augusto Spies y Nina Van Zandt