lunes, 29 de junio de 2015

“Qué mentalidad pobre hay que tener para decir que los animales son máquinas carentes de sentimientos y de entendimiento."- Voltaire

A 42 años del Golpe Cívico-Militar en Uruguay.













“ La estrategia ensayada con las compañeras fue aplicada desde setiembre de 1973 a los secuestrados del Penal de Libertad. Se podían tomar todo el tiempo del mundo, nadie los apuraba. No nos fusilaron para no perder un instrumento de chantaje.  Al horizonte amenazante de la tortura a golpes, plantón, picana y submarino, siempre posible de ser aplicada, incluso dentro del Penal, le agregaron la metodología de la gota de agua que horada la piedra.. La tortura sicológica vino aderazada con arranques retóricos de corte nacionalista y condimentada  con discursos contra la corrupción de los políticos y los especuladores. Los más atrevidos se atrevían a confesar simpatías con reformas agrarias y sociales que, por supuesto, debían mantener en secreto para no ser descubiertos por los mandos fascistas. Jugaban con las divisiones internas en las fuerzas armadas, presentando la puja de poder entre grupos iguales entre sí como diferencias ideológicas entre legalistas y golpistas o fascistas y nacionalistas. El método de desarticulación de las reservas morales del prisionero comenzaba por transformar el rechazo a los torturadores en comprensión del motivo conque justificaban la tortura: obtener información para evitar derramamientos de sangre. Intentaban despojar a la tortura de su naturaleza inhumana e ignominiosa, haciendo  que el prisionero la viera como una cuestión pragmática, instrumento de uso inevitable en una guerra, que debía aceptarla como una consecuencia de sus propios actos y dejarla de ver como una práctica aberrante. No sólo mediante el dolor físico se quebraba al torturado, en la sala de tortura se trataba de convencerlo de lo ilusorio de su lucha por la revolución social. Si el torturador lograba que el torturado entendiera intelectualmente sus argumentos, el prisionero derivaba, conciente o inconscientemente, hacia la claudicación y  el consentimiento obsecuente. En algunos casos, la derrota del torturado llegaba al sometimiento y colaboración totales. El régimen de aislamiento dejaba al prisionero sólo contra el mundo, privado de todo estímulo intelectual, flotando en la estratófera como si el calabozo fuera un satélite artificial, víctima fácil de las presiones y manipulaciones del torturador profesionalizado en las academias estadounidenses de tortura. Estaba pensado como sistema de degradación síquica y moral que favorecía la claudicación y la entrega moral de los prisioneros”.

Fuente: Blog de Jorge Zabalza

En: fumaylucha.blogspot.com

A 42 años, la impunidad mantiene vivo el Recuerdo.