jueves, 2 de octubre de 2014

"El poeta guarda el mundo como un hombre guarda a una mujer"- Wallace Stevens



















La casa estaba en silencio y el mundo en calma


La casa estaba en silencio y el mundo en calma.
El lector se convirtió en el libro; y la noche estival

Era como el ser consciente del libro.
La casa estaba en silencio y el mundo en calma.

Las palabras fueron dichas como si allí no hubiese libro,
Excepto que el lector inclinado sobre la página

Deseaba inclinarse, deseaba mucho más ser
El sabio para el cual su libro es verdad, para el cual

La noche estival es como una perfección del pensamiento.
La casa estaba en silencio porque debía estarlo.


De: http://www.poesiasemanal.com



VIII


Siempre puede haber un tiempo de inocencia.
Nunca existe un lugar. O si no existe un tiempo,
Si no es cosa de tiempo, ni de espacio,

Existiendo, a solas, en su idea,
En el sentido contra la calamidad, no es por ello
Menos real. Para el filósofo más frío y más anciano

Hay o debe de haber un tiempo de inocencia
Como puro principio. Su naturaleza es su fin,
Que debería ser y no ser a un tiempo, una cosa

Que estimula la piedad de un hombre piadoso,
Como un libro al atardecer, hermoso pero falso.
Como un libro al alba, hermoso y verdadero.

Es como una cosa de éter que existe
Casi como predicado. Pero existe,
Existe, y es visible, existe, es.

Así, entonces, estas luces, no son un hechizo de luz,
Un refrán caído de una nube, sino inocencia.
Inocencia de la tierra y no un signo falso

O un símbolo de malicia. Que participamos
De eso mismo, yacemos como niños en esta santidad,
Como si, despiertos, yaciésemos en la quietud del sueño,

Como si la madre inocente cantase en la oscuridad
De la habitación y en un acordeón ¡apenas oído,
Crease el tiempo y el espacio en el que respirábamos...



El poema que ocupó el lugar de una montaña


Allí estaba, palabra tras palabra,
El poema que ocupó el lugar de una montaña.

Él aspiraba de su oxígeno,
Incluso cuando el libro yacía del revés sobre el polvo, en su mesa.

Le trajo a la memoria cómo necesitó
De algún lugar para seguir su rumbo,

Cómo llegó a recomponer los pinos,
A trasladar las rocas, abrir camino entre las nubes,

Para una perspectiva que sería perfecta,
Donde él se consumase en una inexplicable consunción:

La exacta roca en donde sus inexactitudes
Descubriesen, al fin, el panorama hacia el que había tendido,

Donde pudiese yacer y, contemplando el mar,
Reconocer su hogar, único y solitario.

2 de octubre de 1879- Estados Unidos 

Poeta y abogado.




De: amediavoz.com









«Mente» e «imaginación» son dos de las grandes palabras definitorias de la poesía de Stevens y también, junto con «romántico», «abstracto», «ficticio», «idea», «poesía» o «ser», uno de los términos que a él le gustaba más usar tanto en poemas como en ensayos o aforismos. Podemos comprender toda la obra poética de Wallace Stevens como un intento de decir tres cosas: decir qué es la poesía, decir qué es la imaginación, decir qué es la mente (el pensamiento), pero decir en el sentido casi místico que esta palabra tiene, por ejemplo, para el último Wittgenstein, decir como búsqueda de das erlösende Wort, «la palabra que deshace los nudos», decir de forma absoluta, decir por fin, decir para siempre. Desde luego, Stevens jamás llegó a ese imposible, y como era de esperar, todos sus intentos fueron inútiles. El resultado de esos intentos inútiles es, por supuesto, su extensa, caudalosa, majestuosa obra poética. «La realidad es una actividad de la más augusta imaginación» reza el título de uno de los Últimos Poemas. 
El lenguaje de Stevens es el lenguaje de la imaginación en el sentido de imaginatio vera, de imaginación como reino intermedio entre el reino de la mente y el reino de la mística, de imaginación no como fantasía (que «inventa sin descubrir», que es lo que sucede, según Stevens, en el surrealismo) sino como lenguaje tendido entre nosotros y lo desconocido, entre la mente y la «canción extranjera» del pájaro que canta en la palmera del fin de la mente. Intentemos sortear las dificultades terminológicas y conceptuales de este paso peligroso con un mínimo de elegancia. Prestemos atención. «Puesto que vivimos en la mente, vivimos con la imaginación» dice el poeta en «La imaginación como valor» (El ángel necesario). Aquí «mente» e «imaginación» parecen sinónimos. El «ángel necesario de la tierra» («Ángel rodeado de paisanos»), a través de cuyos ojos podemos «ver el mundo de nuevo, limpio de la rigidez y testarudez de la costumbre humana» se define a sí mismo como «un hombre de la mente». Aquí parece que la visión del ángel de la tierra se realiza a través de la mente. Sin embargo, y éste es, precisamente, el centro de nuestro argumento, toda la investigación de Stevens en la sustancia de la poesía, de la imaginación y de la mente (es decir, del pensamiento) le condujo, inevitablemente, a esta aseveración: que si bien es cierto que vivimos la gran aventura de la mente, la poesía nos conduce a lo que está más allá de la mente.

De: http://www.revistadelibros.com