lunes, 1 de diciembre de 2014

Mucho antes de Virgilio Piñera, "la carne" ya se había infiltrado en la literatura.

Ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.

Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes.

En nuestra ciudad de Dublín, los mataderos para este propósito pueden establecerse en sus zonas más convenientes, y podemos estar seguros de que carniceros no faltarán; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos.

Una persona muy respetable, verdadera amante de su patria, cuyas virtudes estimo muchísimo, se entretuvo últimamente en discurrir sobre este asunto con el fin de ofrecer un refinamiento de mi plan. Se le ocurrió que, puesto que muchos caballeros de este reino han terminado por exterminar sus ciervos, la demanda de carne de venado podría ser bien satisfecha por los cuerpos de jóvenes mozos y doncellas, no mayores de catorce años ni menores de doce; ya que son tantos los que están a punto de morir de hambre en todo el país, por falta de trabajo y de ayuda; de éstos dispondrían sus padres, si estuvieran vivos, o de lo contrario, sus parientes más cercanos. Pero con la debida consideración a tan excelente amigo y meritorio patriota, no puedo mostrarme de acuerdo con sus sentimientos; porque en lo que concierne a los machos, mi conocido americano me aseguró, en base a su frecuente experiencia, que la carne era generalmente correosa y magra, como la de nuestros escolares por el continuo ejercicio, y su sabor desagradable; y cebarlos no justificaría el gasto. En cuanto a la mujeres, creo humildemente que constituiría una pérdida para el público, porque muy pronto serían fecundas; y además, no es improbable que alguna gente escrupulosa fuera capaz de censurar semejante práctica (aunque por cierto muy injustamente) como un poco lindante con la crueldad; lo cual, confieso, ha sido siempre para mí la objeción más firme contra cualquier proyecto, por bien intencionado que estuviera.



Fragmento de: Una modesta proposición, de Jonathan Swift

De: CiudadSeVa.com

30 de noviembre de 1667- Irlanda




"Honestidad: la mejor de todas las artes perdidas"- Mark Twain


Samuel Langhorne Clemens o Mark Twain
30 de noviembre de 1835

[Yo solía ser] un encendido imperialista. Quería que el águila norteamericana fuera gritando sobre el Pacífico. ¿Por qué no desplegar sus alas sobre las Filipinas, me preguntaba?... Me decía a mí mismo, aquí hay un pueblo que ha sufrido durante tres siglos. Podemos hacer que sean tan libres como nosotros, darles un gobierno y un país propios, poner una miniatura de la Constitución de los Estados Unidos flotando en el Pacífico, comenzar una flamante nueva república que ocupara su lugar entre las naciones libres del mundo. Me parecía una gran tarea a la cual nos habíamos dedicado.
Pero he pensado un poco más, desde entonces, y he leído con cuidado el Tratado de París [que puso fin a la guerra hispano-estadounidense], y he visto que no tenemos la intención de liberar, sino de subyugar al pueblo de las Filipinas. Hemos ido allí a conquistar, no a liberar.
Debería ser, creo yo, nuestro placer y deber el hacer a aquella gente libre, y dejar que traten sus cuestiones domésticas a su manera. Y por eso soy antiimperialista. Estoy en contra de que el águila ponga sus garras en cualquier otra tierra.

En: New York Herald

De: Wikipedia









El "cocoliche" en las obras del dramaturgo Roberto Cossa



30 de noviembre de 1934- Argentina
dramaturgo













(Chilo se pone a leer el diario. Pausa. El Abuelo toca "Canzoneta ".)

ABUELO– Agarrábamo por Almirante Brown con don Pacual e no íbamo a la Vuelta de Rocha. ¿Te acorda de la Vuelta de Rocha, Chilo?
CHILO– Sí, papá, sí...
ABUELO– E mirábamo el Tevere.
CHILO– El Tíber, no. Eso es acá. El... (Se detiene.) El... (Se va asustando.) ¿Cómo se llama? El... ¡Pero carajo!
ABUELO– El Tevere...
CHILO– (Furioso.) ¡No... eso es acá! E... el... (Hace un gesto de impaciencia.) ¡Pero!... Frente a la Vuelta de Rocha... del otro lado está Avellaneda... los barcos... Quinquela Martín... ¡Carajo! (Contento.) ¡El arroyuelo!
ABUELO– Eco... el Riachuelo... e dopo el Castello de Santangelo...
CHILO– El Riachuelo...
(El Abuelo se pone a tocar "Canzoneta". Lentamente Chilo se va colocando el poncho que Lucía arrojó al suelo y va hacia el salón del restaurante.)
CHILO– (Desde la puerta que da al salón, resignado.) Comendatore . . . ¿Cosa vuole?

(Chilo sale hacia el salón. El Abuelo queda solo.)

ABUELO–Cucá osté, don Pacual. Spada e triunfo. Termenamo el partido e dopo no vamo a piazza Venechia, ¿eh? Agarramo por Almirante Brown... cruzamo Paseo Colón e no vamo a cucar al tute baco lo árbole. Cuando era cóvene, sempre iba al Parque Lezama. Con el mío babbo e la mía mamma... Mi hermano Anyelito... Tuto íbamo al Parque Lezama... E il Duche salía al balcón... la piazza yena de quente. E el queneral hablaba e no dicheva: "Descamisato... del trabaco a casa e de casa al trabaco". E eya era rubia e cóvena. E no dicheva: "Cuídenlo al queneral". E dopo el Duche preguntaba: "¿Qué volete? ¿Pane o canune?" E nosotro le gritábamo: "Leña, queneral, leña queneral". (Toca acordes de "Canzoneta". ) Ma... dopo me tomé el barco. E el barco se movía e el mío hermano Anyelito mi dicheva: "A la Aryentina vamo a fare plata... mucha plata... E dopo volvemo a Italia". (Ríe.) Así dicheva mi hermano Anyelito, que Dio lo tenga en la Santa Gloria. Una tarde de sol se cayó del andamio.(Toca y canturrea.) "Canzoneta gri de ausenchia, cruel malón de pena vieca escondida en la sombra de mi alcohol... Soñé Tarento, con chien regreso..." ¿Cuándo vamo a volver a Italia, don Pacual? ¿Cuándo vamo a volver a Italia?


Fragmento final de: GRIS DE AUSENCIA de Roberto Cossa