viernes, 30 de mayo de 2014

“...el hombre llora su cantar” - Josep Piera

30 de mayo de 1947- Barcelona, España
Escritor en lengua catalana.
Integrante de la Generación del 70.


Marina 

El mar me niega los ojos de plena claridad. 
¿Qué beso de sal, amor, tú no me has dado?
El mar, mancha de luz, un sendero. 
No me dejes oscuro, amor, no me produzcas cáncer.
Tengo un extenso mar que regalarte. 
¿No lo quieres, amor? ¿No lo quieres...? ¿No?
Me miro todo. Fuera de todo. Como siempre. 
Tu nombre, amor, mi mundo.


Traducción al castellano de Jaime Siles

De: desdebarcelona.lacoctelera.net



















DESNUDO CON PAISAJE AL FONDO


Míralo, desnudo entre la broza, por las zarzas
oculto, debajo de unos pinos, como echado
de cara al trozo de cielo que ahora lo deslumbra, único
motivo humano su cuerpo en esplendor. Míralo
casi tierra de lejos y lámpara gozosa.
            Una codorniz el vuelo emprende
            y, extendidas las alas, quieta
            se queda delante de los ojos.
El resto son montañas, márgenes, viñas,
matorrales y manchas verdosas. Húmedo de sol,
brilla un objeto en la mano caída.
Sobre la piel rosada de su juventud
unas moscas –¿el verano?– negro revoloteo.

¿Quién, de un rebaño invisible, lleva tan ligeras esquilas?

Ambigüedad del arte, antigua maravilla
en la pared inmensa de un museo te miramos
real ayer, imagen del pasado, y hoy ya pieza inútil.
Por muchos recuerdos que traigas de un paisaje
que –lo sé bien– no es ese que ahora muestras
y, sin embargo, veo lleno de palabras tan mías
que tendría de nuevo que pintarte o, mejor,
destruirte.

Translated by Jaime Siles
Josep Piera, Antología, Edicions Alfons el Magnànim, València, 1990


EPÍSTOLA O CANCIÓN A LA ESPERA DE MÚSICA


Amor, llama a mi puerta;
como tiembla el cristal por un instante
cuando el viento acaricia la arboleda,
así te espero yo, ofrecida palabra, gozo.
Amor, llama a mi puerta;
no te espanten los ladridos del miedo;
te espero
como sólo tú sabes, me imagino.

Nunca es larga la espera, ni es silencio,
si eres tú, amor, el que vendrá a buscarme.

¿Vendrás a verme, amor?
Otra vez al menos, una sola
si quieres, una caricia,
una palabra, verte,
y, como un fuego, oírte respirar en mi costado;
contigo sonreír, escuchar
el deseo arrugando las sábanas de todos los silencios,
dentro del tiempo de la música,
armonía de nubes al fondo de ventanas
y tus labios, amor, tus labios,
una fuente, una noria, una feria del gozo;
y las manos

y canciones y pasión y un contacto de ropa,
ligero perfume que despierta,
ventolina en verano, sólo, apenas
si un preludio de inicio al tacto de la piel.

Sabes cómo te quiero, amor amigo amado,
criatura del sueño, dulcísima ficción.

Mi mente, atenta, toda
de sentirte a su lado, de escuchar
tus palabras, precioso espejo del amor.

Llama a mi puerta, amor. Llama a mi puerta.
Todo el goce del mundo te espera entre mis brazos.
Ven.
A la hora o el día o el instante o la vida que decidas pedirme.
Tú no sabes, tal vez,
con qué urgencia hoy te llamo.
Te espero.
Llámame.
Ven.
Abrázame.


Translated by Jaime Siles
Josep Piera, Antología, Edicions Alfons el Magnànim, València, 1990


De: perso.wanadoo.es
Nos encantó tu Poesía, Josep.
Gracias por mostrar tu sentir.

jueves, 29 de mayo de 2014

“El final de un día perfecto es encontrar el alma de un nuevo amigo”- Carrie Jacobs Bond

Así nos ocurrió el 28 de este mes. 
Nuestra dulce y creativa amiga Joan of Arc G+1 dejó en nuestra almohada una lágrima, una lágrima especial: destellante de fulgores y tibia como el túnel que ciertos dolores recorren a veces desde el alma hacia la intemperie de la Palabra, siempre incompleta, siempre goteando silencios.
A través de su tributo, al final del día, encontramos el alma de Maya Angelou, una poeta estadounidense, fallecida en la paz de sus actos unas pocas horas antes, en su casa de Carolina del Norte, a los 86 años.


¿Poeta? Poeta, y novelista, y cantante, y guionista, y activista de derechos civiles. Una mujer. 
UNA MUJER que se reconstruyó a partir de LA MISERIA, DE LAS DISCRIMINACIONES, DE LAS FRONTERAS, DE LOS PODERES que sólo recaen sobre determinados seres. 
UNA MUJER con la sensibilidad suficiente para reconocer el misterio visible pero invisibilizado de la POESÍA como VOZ capaz de superar, por siempre, el frío de estar a la intemperie. 

Gracias, querida JOAN OF ARC G+1, por este final de un día perfecto. Prometido queda profundizar la amistad con esta MUJER-PÁJARO, emblema de una vida reconstruida con granitos de barro y ofrendada a quienes, como ella, venían del hambre, del desamparo, del rechazo. Todos/as los/las integrantes de esta Casa bendicen tu lágrima.





UNA PRESUNCIÓN


Dame tu mano
Hazme un espacio
Para llevarte y seguirte
Más allá del brío de la poesía
Deja que otros tengan
La intimidad de
Palabras conmovedoras
Y gusto por la pérdida de amor
Para mí,
Dame tu mano.



SOLO


Acostado, pensando
La última noche
Como encontrar a mi alma un hogar
Donde el agua no esté sedienta
Y el pan de molde no sea piedra
Subí con una cosa
Y no creo que esté equivocado
Eso nadie,
Pero nadie
Puede hacerlo aquí solo.
Solo, todo solo
Nadie, pero nadie
Puede hacerlo aquí solo.
Hay algunos millonarios
Con dinero que no pueden usar
Sus esposas corren alrededor como espíritus que aúllan
Sus hijos cantan el blues
Han conseguido doctores caros
Para curar sus corazones de piedra.
Pero nadie
No, nadie
Puede hacerlo aquí solo.
Solo, todo solo
Nadie, pero nadie
Puede hacerlo aquí solo.
Ahora, si escuchas atentamente
Te diré que sé
Que las nubes de tormenta se están reuniendo
El viento va a soplar
La raza del hombre está sufriendo
Y puedo oír el quejido,
Porque nadie,
Pero nadie
Puede hacerlo aquí solo.
Solo, todo solo
Nadie, pero nadie
Puede hacerlo aquí solo.


INSOMNE


Hay algunas noches cuando
El sueño juega tímido,
Distante y desdeñoso.
Y todos los engaños que empleo para ganar
Sus servicios a mi lado
Son inútiles como orgullo herido
Y mucho más dolorosos.


De: http://academiaparaninfo.wordpress.com




LOS HOMBRES


Cuando era joven, solía mirar
Detrás de las cortinas
A los hombres que iban y venían por la calle. Hombres viejos, borrachos.
Hombres jóvenes, más ácidos que la mostaza.
Los veía. Los hombres siempre
Están yendo a alguna parte.
Ellos sabían que estaba ahí. Con quince
Años, y famélica.
Se paraban bajo mi ventana
Con los hombros en alto como los
Pechos de una adolescente,
Y la cola del traje palmeándoles
Las nalgas,
Los hombres.

Un día te toman con delicadeza
entre sus manos, como si
Fueras el último huevo crudo de la tierra. Después
Aprietan. Un poquito no más. El
Primer estrujón es agradable. Un abrazo rápido.
Suaves hasta tu indefensión. Un poquito
Más. Y empieza a doler.  Te arrancan una
Sonrisa que patina en el miedo. Cuando
Se acaba el aire,
El cerebro te explota, estalla breve y ferozmente
Como la cabeza de un fósforo. Hecho trizas.
Es tu jugo
El que baja por sus piernas. Manchándoles los zapatos.
Mientras la tierra vuelve a enderezarse,
Y el gusto trata de retornar a la lengua,
Tu cuerpo ya se cerró. Para siempre.
No existen llaves.

Después la ventana se cierra toda sobre
Tu mente. Ahí, detrás
Del oscilar de las cortinas, caminan los hombres.
Sabiendo algo.
Yendo a alguna parte.
Pero esta vez, nada más voy a
Pararme y mirar.

A lo mejor.


TOCADOS POR UN ÁNGEL


Nosotros, desacostumbrados al valor
exiliados del placer
enroscados en la caparazón de la soledad
hasta que el amor baja de su templo sagrado
y se presenta a nuestros ojos
para liberarnos a la vida.


Llega el amor
y en su tren vienen éxtasis
viejos recuerdos de gozo
antiguas historias  de dolor.
Y si somos audaces,
el amor arranca de nuestras almas
las cadenas del miedo.


Al calor de la luz del amor
abandonamos nuestra timidez
nos atrevemos a ser valientes
Y de pronto vemos que el amor
nos cuesta todo lo que somos
y todo lo que podemos ser.
Y sin embargo es el amor
lo único que nos libera.




PASAR EL TIEMPO


Tu piel como el amanecer
la mía como el musgo

Una describe el principio
de un final innegable.

La otra, el final de un
principio seguro.


De: http://el-placard.blogspot.com



Nació en Saint Louis, Misuri en 1928 y creció en Arkansas.
Su madre tuvo que dedicarse a la prostitución durante un tiempo,  pero pudo dejarlo.
Cuando solo tenía 8 años Maya fue violada por el que era novio de su madre. Este hombre que la agredió tan salvajemente recibió golpes hasta morir.
Maya sufrió tal trauma por culpa de estos hechos que sufrió un mutismo patológico.

Esta etapa de su vida es relatada en su novela autobiográfica I know why the caged bird sings (Sé por qué el pájaro enjaulado canta), publicada en 1970. En esta novela, ella relata su infancia al lado de su abuela puritana, la relación complicada con su madre y su embarazo siendo una adolescente soltera de 16 años.
Seguía estando muda cuando surge su vocación por la lengua.
Continúa estando muda durante cinco años, hasta el momento en el que una profesora consigue que vuelva a hablar, tras convencerla de que sólo podría apreciar las letras si es capaz de hablar nuevamente.
Su primera novela vendió más de un millón de ejemplares por todo el mundo, además de inspirar una versión cinematográfica.

En 1940, Maya se va a vivir con su madre a San Francisco. Logra una carrera de éxito como cantante, bailarina, actriz, directora de revistas, activista de los derechos civiles, poeta y novelista. En casi todas sus obras denuncia el racismo, y exalta el valor, la perseverancia, la supervivencia y la autoestima. Ha recibido multitud de premios y títulos honoríficos. En 1993, leyó su poema “On the Pulse of Morning” (“En el curso de la mañana”) en la toma de posesión del presidente Bill Clinton.
En los años 60, Angelou mantuvo un romance con el libertador sudafricano Vusumzi Make, con quien vive en Egipto y publica la revista semanal The Arab Observer. Martin Luther King la invitó a participar formando la Southern Christian Leadership Conference (Conferencia Sureña del Liderazgo Cristiano).

B.B. King, Ben Harper y Quincy Jones, entre otros, han musicalizado sus textos.
Ha sido nominada a los premios Grammy en la categoría de libros grabados, al premio Tony por su trabajo en Broadway Look away y a un Emmy por la miniserie Raíces. Es autora del guion y música del filme Georgia, Georgia.

Murió en Winston-Salem, el 28 de mayo de 2014. En sus últimos días se había sentido mal y había cancelado sus citas y eventos.

De: http://academiaparaninfo.wordpress.com










miércoles, 28 de mayo de 2014

“Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido no fuera más que aquello que nunca pudo ser, no fuera más que algo vedado y reprimido de familia en familia, de mujer en mujer” - Alfonsina Storni

















Nació el 29 de mayo de 1892.

“He de decir que la literatura es la única conciencia que poseemos”- John Cheever

27 de mayo de 1912- Estados Unidos
Narrador


Los Diarios de John Cheever revelan la escritura íntima de un hombre público: la otra narrativa, el mundo privado de un gran escritor, que fluía paralela a la de los relatos y novelas publicadas a lo largo de su vida. Sin embargo, ambas narrativas la pública y la privada,  están hechas de la misma materia prima: la clase media y su cotidianeidad en su dimensión más superficial y a la vez más profunda. Historias mínimas de lo maravilloso y lo terrible a la vez, como dos caras de una misma moneda. La ambigüedad que Cheever veía en esa vida suburbana que permanentemente retrataba. Van de la mano: un mundo luminoso y mágico, sembrado del encanto de lo cotidiano de una vida familiar de clase media, y la sensación de fracaso y mediocridad que la misma vida puede provocar.

Fueron escritos a máquina y luego encuadernados sin fecha por su autor. Comienzan en los años cuarenta y se continúan a lo largo de más de tres décadas. Cheever escribió veintinueve cuadernos de forma más o menos sistemática, según las épocas, donde todo esto queda revelado: su teatro privado compuesto de soledad, insatisfacción, sentimiento de fracaso y a la vez, la belleza de las pequeñas sutilezas y detalles de la vida doméstica.

  Esos Diarios fueron luego de su muerte publicados por su hijo y su editor Robert Gottlieb, quien seleccionó cuatrocientas páginas del total. El momento en que serían publicados había sido acordado entre el escritor y su hijo.

  Cheever veía en ellos una puerta a la inmortalidad, pero además tenía otra poderosa razón para que no vieran la luz antes de su muerte: el dolor que sus Diarios causarían a sus seres más cercanos. A pesar de ese dolor, la familia apoya su publicación, anteponiendo la deseada posteridad de su autor y sin desconocer que son una clase magistral de literatura.

  Editados con prólogo de su hijo Benjamin Cheever y notas aclaratorias de Rodrigo Fresán, los Diarios son una invitación a la lectura y a la escritura de lo cotidiano. A continuación algunos fragmentos, quedan todos invitados.

 Los siguientes fragmentos pertenecen a la primera parte de los Diarios (finales de los cuarenta y años cincuenta):

* En el sillón del dentista, vuelvo a pensar que soy como el prisionero que trata de escapar de la cárcel por una ruta equivocada. Sin comprobar si la puerta está abierta, sigo cavando el túnel con una cucharilla
Es una melancolía obstinada, infinita, hundida en el sopor, el malestar o la pura y simple angustia de una comida pesada después de misa….Más de la mitad del mundo está sumida en un sueño irreparador.

 ¨*A medida que me acerco a los cuarenta sin haber conseguido ninguno de los objetivos que me había propuesto, sin haber alcanzado la profunda creatividadpor la que me he esforzado durante años, siento que adopto una posición menor, oscura, mediocre, que no es mi destino pero sí culpa mía, como si  en algún momento me hubiera faltado el ingenio y el valor para ajustarme de modo competente a las formas que tenía a mano.


*Escribir bien, con pasión, con menos inhibiciones, ser más cálido, más autocrítico, reconocer el poder de la lujuria tanto como su fuerza, escribir, amar.


*No nací en una verdadera clase social, y desde muy pronto tomé la decisión de infiltrarme en la clase media como un espía para poder atacar desde una posición ventajosa, sólo que a veces me parece que he olvidado mi misión y tomo mis disfraces demasiado en serio.


* Cuando hablo con los demás, cuando voy en tren, la vida parece dotada de una bondad superficial que no necesita discusión. Cuando paso seis, o siete horas frente a la máquina de escribir, cuando duermo la mona en un sillón roto, acabo por poner todo en tela de juicio, incluso a mí mismo. Llego a conclusiones insoportablemente morbosas y la mitad del tiempo desearía morir. Tengo que llegar a un equilibrio entre escribir y vivir. No debo seguir siendo autodestructivo.


* Estoy cansado, pero ya pasará. Amo el cuerpo de mi esposa y la inocencia de mis hijos. Nada más.

Victoria Mora
De: http://lecturasenelaltillo.blogspot.com



“Tengo que llegar a un equilibrio entre escribir y vivir. No debo seguir siendo autodestructivo. Cuando despierto por la mañana debo decirme que es necesario pegar más duro, hacer mejor las cosas, al menos dejar a mis hijos un recuerdo respetable y aleccionador (…) Debo introducirme en mi trabajo, y éste debe darme a mí la legítima sensación de bienestar de que disfruto cuando el tiempo es bueno y cuando he dormido bien. La buena salud es algo instintivo en mí y puede serlo para la literatura”.

Lucas Brito Sánchez-La quimera de Cheever: escribir o vivir



“Entonces despiertas a las seis y media con una excitación que crece, y a la diez, como un gato vagabundo, serías capaz de cabalgar a un jaguar embalsamado o cogerte un picaporte oxidado. Va en aumento hasta las doce y media, cuando las visitas y la comida te ayudan a serenarte. Vas al pueblo a comprar leche, y al ver el anhelo de orden que agrupa los edificios, la expresión seria de un joven que cruza la calle con sus hijos parece la belleza manifiesta a la que aspiramos. Entonces a uno le embarga la melancolía, aliviada apenas por doce palomas que alzan el vuelo desde el techo de un edificio viejo. Es un día hostil. El cielo está desalentadoramente gris, pero la luz gris es fuerte. La música de amor que sale de un supermercado es triste, muy triste. La mujer que me precede, con anillos de diamantes y una gruesa capa de maquillaje, espera con paciencia el turno para pagar una bolsa pequeña de papas. En la peluquería duerme un policía brutal y corrupto, con la cara cubierta por una máscara de barro. Entra una joven con una caja pesada en la que lleva algo para vender. Su pelo, teñido y peinado en casa, es de un tinte acaramelado que pasó de moda hace años. Al salir del instituto, ha dedicado una hora entera a maquillarse. “Sé que le interesará…” “No”, dice el peluquero, cortante. Quiero darle todo el dinero que tengo. Media hora después, la veo en la cuneta con la caja, como si no supiera adónde ir. Creo que ha invertido sus ahorros, tal vez un préstamo, en algo que le parece muy deseable. Se ha teñido el pelo y mejorado sus rasgos, y en lugar del éxito imaginado, ay, con tanta alegría, sólo ha conocido el rechazo. Creo que su experiencia —en la cuneta— es parte de nuestra vida. La atesoro. Es casi de noche, uno no tiene nada, absolutamente nada, y lo tiene todo. Contestaré cartas, encenderé el fuego, leeré”.


De Diarios, John Cheever. Emecé.







Reunión

La última vez que vi a mi padre fue en la estación Grand Central. Yo venía de estar con mi abuela en los montes Adirondacks, y me dirigía a una casita de campo que mi madre había alquilado en el cabo; escribí a mi padre diciéndole que pasaría hora y media en Nueva York debido al cambio de trenes, y preguntándole si podíamos comer juntos. Su secretaria me contestó que se reuniría conmigo en el mostrador de información a mediodía, y, cuando aún estaban dando las doce, lo vi venir a través de la multitud. Era un extraño para mí —mi madre se había divorciado tres años antes y yo no lo había visto desde entonces—, pero tan pronto como lo tuve delante sentí que era mi padre, mi carne y mi sangre, mi futuro y mi fatalidad. Comprendí que cuando fuera mayor me parecería a él; que tendría que hacer mis planes contando con sus limitaciones. Era un hombre corpulento, bien parecido, y me sentí feliz de volver a verlo. Me dio una fuerte palmada en la espalda y me estrechó la mano.
—Hola, Charlie —dijo—. Hola, muchacho. Me gustaría que vinieses a mi club, pero está por las calles sesenta, y si tienes que coger un tren en seguida, será mejor que comamos algo por aquí cerca.
Me rodeó con el brazo y aspiré su aroma con la fruición con que mi madre huele una rosa. Era una agradable mezcla de whisky, loción para después del afeitado, betún, traje de lana y el característico olor de un varón de edad madura. Deseé que alguien nos viera juntos. Me hubiese gustado que nos hicieran una fotografía. Quería tener algún testimonio de que habíamos estado juntos.
Salimos de la estación y nos dirigimos hacia un restaurante por una calle secundaria. Todavía era pronto y el local estaba vacío. El barman discutía con un botones, y había un camarero muy viejo con una chaqueta roja junto a la puerta de la cocina. Nos sentamos, y mi padre lo llamó con voz potente:
—Kellner! —gritó—. Garçón! Cameriere! ¡Oiga usted!
Todo aquel alboroto parecía fuera de lugar en el restaurante vacío.
—¿Será posible que no nos atienda nadie aquí? —gritó—. Tenemos prisa.
Luego dio unas palmadas. Esto último atrajo la atención del camarero, que se dirigió hacia nuestra mesa arrastrando los pies.
—¿Esas palmadas eran para llamarme a mí? —preguntó.
—Cálmese, cálmese, sommelier—dijo mi padre—. Si no es pedirle demasiado, si no es algo que está por encima y más allá de la llamada del deber, nos gustaría tomar dos gibsons con ginebra Beefeater.
—No me gusta que nadie me llame dando palmadas —dijo el camarero.
—Debería haber traído el silbato —replicó mi padre—. Tengo un silbato que sólo oyen los camareros viejos. Ahora saque el bloc y el lápiz y procure enterarse bien: dos gibsons con Beefeater. Repita conmigo: dos gibsons con Beefeater.
—Creo que será mejor que se vayan a otro sitio —dijo el camarero sin perder la compostura.
—Ésa es una de las sugerencias más brillantes que he oído nunca —señaló mi padre—. Vámonos de aquí, Charlie.
Seguí a mi padre y entramos en otro restaurante. Esta vez no armó tanto alboroto. Nos trajeron las bebidas, y empezó a someterme a un verdadero interrogatorio sobre la temporada de béisbol. Al cabo de un rato golpeó el borde de la copa vacía con el cuchillo y empezó a gritar otra vez:
—Garçon! Cameriere! Kellner! ¡Oiga usted! ¿Le molestaría mucho traernos otros dos de lo mismo?
—¿Cuántos años tiene el muchacho? —preguntó el camarero.
—Eso no es en absoluto de su incumbencia —dijo mi padre.
—Lo siento, señor, pero no le serviré más bebidas alcohólicas al muchacho.
—De acuerdo, yo también tengo algo que comunicarle —dijo mi padre—. Algo verdaderamente interesante. Sucede que éste no es el único restaurante de Nueva York. Acaban de abrir otro en la esquina. Vámonos, Charlie.
Pagó la cuenta y nos trasladamos de aquél a otro restaurante. Los camareros vestían americanas de color rosa, semejantes a chaquetas de caza, y las paredes estaban adornadas con arneses de caballos. Nos sentamos y mi padre empezó a gritar de nuevo:
—¡Que venga el encargado de la jauría! ¿Qué tal los zorros este año? Quisiéramos una última copa antes de empezar a cabalgar. Para ser más exactos, dos bibsons con Geefeater.
—¿Dos bibsons con Geefeater? —preguntó el camarero, sonriendo.
—Sabe muy bien lo que quiero —replicó mi padre, muy enojado—. Quiero dos gibsons con Beefeater, y los quiero de prisa. Las cosas han cambiado en la vieja y alegre Inglaterra. Por lo menos eso es lo que dice mi amigo el duque. Veamos qué tal es la producción inglesa en lo que a cócteles se refiere.
—Esto no es Inglaterra —repuso el camarero.
—No discuta conmigo. Limítese a hacer lo que se le pide.
—Creí que quizá le gustaría saber dónde se encuentra —dijo el camarero.
—Si hay algo que no soporto, es un criado impertinente —declaró mi padre—. Vámonos, Charlie.
El cuarto establecimiento en el que entramos era italiano.
—Buongiorno —dijo mi padre—. Per favore, possiamo avere due cocktail americani, forti fortio. Molto gin, poco vermut.
—No entiendo el italiano —respondió el camarero.
—No me venga con ésas —dijo mi padre—. Entiende usted el italiano y sabe perfectamente bien que lo entiende. Vogliamo due cocktail americani. Subito.
El camarero se alejó y habló con el encargado, que se acercó a nuestra mesa y dijo:
—Lo siento, señor, pero esta mesa está reservada.
—De acuerdo —asintió mi padre—. Denos otra.
—Todas las mesas están reservadas —declaró el encargado.
—Ya entiendo. No desean tenernos por clientes, ¿no es eso? Pues váyanse al infierno. Vada all’ inferno. Será mejor que nos marchemos, Charlie.
—Tengo que coger el tren —dije.
—Lo siento mucho, hijito —dijo mi padre—. Lo siento muchísimo. —Me rodeó con el brazo y me estrechó contra sí—. Te acompaño a la estación. Si hubiéramos tenido tiempo de ir a mi club…
—No tiene importancia, papá —dije.
—Voy a comprarte un periódico —dijo—. Voy a comprarte un periódico para que leas en el tren.
Se acercó a un quiosco y pidió:
—Mi buen amigo, ¿sería usted tan amable de obsequiarme con uno de sus absurdos e insustanciales periódicos de la tarde? —El vendedor se volvió de espaldas y se puso a contemplar fijamente la portada de una revista—. ¿Es acaso pedir demasiado, señor mío? —insistió mi padre—, ¿es quizá demasiado difícil venderme uno de sus desagradables especímenes de periodismo sensacionalista?
—Tengo que irme, papá —dije—. Es tarde.
—Espera un momento, hijito —replicó—. Sólo un momento. Estoy esperando a que este sujeto me dé una contestación.
—Hasta la vista, papá —dije; bajé la escalera, tomé el tren, y aquélla fue la última vez que vi a mi padre.

De: http://www.taringa.net/