viernes, 7 de junio de 2013

"La Voz Dormida se está convirtiendo en un acto casi social, porque la gente viene a contarme sus historias cuando el libro está ya acabado"- Dulce Chacón


Dulce Chacón
6 de junio de 1954


-¿Cómo surge La voz dormida? ¿Es un poso de Cielos de barro, algo que le quedó y que tenía que decir?
-No, yo empecé esta novela antes que Cielos de barro. Lo que ocurre es que Cielos se me atravesó y tuve que dejar esta. La voz dormida surge de una necesidad personal de hace mucho tiempo, de conocer la historia de España que no me contaron, aquella que fue censurada y silenciada. Para mí, era importante conocer la historia reciente de nuestro país, me movió un deseo y un impulso de saber más. He estado documentándome e investigando durante cuatro años para poder escribir la novela. He consultado con historiadores, he leído muchos libros y, sobre todo, he recogido muchos testimonios orales. Esto fue lo que me motivó a centrar la historia en las mujeres, porque creo que son las protagonistas de la Historia que nunca se contó. Esa es la voz silenciada, la figura en la sombra. La historia con minúscula es la que me ha servido para darle carne a los personajes e incorporar a cada uno de ellos una historia real.
-Todas las historias que aparecen en la novela ¿son reales?
-Prácticamente todas las historias están documentadas en hechos reales, no es que sean reales en sí. Hortensia, por ejemplo, una mujer condenada a muerte que esperan que nazca su hijo para fusilarla, no existió y es, por tanto, ficticia. Pero ha habido muchos casos parecidos y en ellos me he basado.
-¿Qué diferencia La voz dormida con sus obras anteriores?
-Lo que he hecho ha sido ficcionalizar la realidad, he cogido pedazos de realidad y los he incorporado a la novela. La línea argumental de la novela es ficticia, pero el tiempo en el que se desarrolla es real. Las penurias están documentadas en hechos reales. He construido una verdad a medias sobre el hecho de una verdad completamente auténtica. Es la primera vez que mezclo ficción y realidad.
-¿Qué diferencias ha encontrado entre lo que le contaron de pequeña sobre la guerra y lo que ha descubierto después?
-Hay una fundamental: la mayor parte de la información que tenemos los españoles ha sido la historia que nos han contado los vencedores de la guerra civil. Los vencedores ocultaron gran parte de la historia que no interesaba que se supiera. Esa parte oculta y en sombras es la que intentamos recuperar muchos, a través de las novelas, del cine, de los documentales. Hay en España, una inquietud por adentrarnos en esa época. Hay que darle a la memoria el lugar que debe ocupar.
-¿Produce resquemor hablar de la guerra civil con la gente?
-Yo pienso que sí hay un conflicto. Hablar todavía del conflicto es revivirlo, y existe ese resquemor quizá porque se ha hablado poco de él. Es necesario hablar más y contar más, para que la voz sea un instrumento de reconciliación y no un arma arrojadiza contra el otro. La reconciliación real todavía no ha llegado, porque aún no se ha producido esa conversación. Hemos oído la versión de los vencedores, ahora tenemos que oír a los vencidos
-¿Hay ira en esa gente que salió derrotada?
-Yo recuerdo una mujer que habló conmigo, que se llama Pepita y es la que me inspira la protagonista de la historia...
          .....

           -He leído en algún sitio que usted dijo que la guerra civil no acabó con el bando franquista del 39, sino con la muerte del franquismo. Pero ahora acaba de decir que aún no ha terminado.

-No, yo no he dicho que acabara con la muerte de Franco. La guerra civil acabó para unos en el 39, y para otros quizá no haya acabado, porque hay mucha gente que todavía no ha podido contar su historia. El silencio está enquistado de tal manera que está hecho callo, y es muy difícil sanar ese silencio. El conflicto acabó, por supuesto, en el 39, pero la exterminación física de los republicanos y de los rojos era la política de “tierra quemada” del franquismo. Durante muchísimos años se estuvo fusilando a gente diariamente. Y luego, cuando ya habían conseguido lo que querían, se siguió reprimiendo a los familiares de los presos.

-Sí, es como esa anécdota que cuenta en la novela, en la que un personaje muere en abril del 76 poco antes de que la policía se presente a buscarlo, como todos los años, para evitar que se manifestara en el primero de mayo, y les dice su mujer: "pasen y llevénselo".

-Claro, eso es. Porque la libertad era una libertad vigilada, incluso los que no habían sufrido penas de cárcel, estaban vigilados. El horror debió haber acabado al finalizar la guerra, y no fue así. El silencio debía haber acabado cuando murió Franco y no acabó. Se hicieron los Pactos de la Transición, que obligaban a cambiar armonía por silencio. Cuando ya han pasado 25 años de la transición, mucha gente dice "bueno, y ahora para qué contar esta historia", a mí eso me lo han dicho. Ese "para qué" forma parte del silencio. El conflicto acabará cuando se pueda hablar libremente de él. No es ira ni revancha, sino un deseo legítimo de recuperar una memoria olvidada y secuestrada. Hay muchísimo que contar. Yo he hablado con gente que no había hablado de esto con nadie, gente que me pide que cierre la ventana para poder hablar, porque teme que sus vecinos la escuchen o que la señalen con el dedo. Eso significa que no se ha hablado todo lo que se debía haber hablado.

-¿Cómo ve el papel de la mujer hoy día?

-La mujer perdió dos veces. Perdió la guerra civil y perdió los derechos civiles que había logrado durante la República. En el primer caso, perdieron las mujeres republicanas, en el segundo, las dos, tanto republicanas como nacionales, porque fueron relegadas al ámbito doméstico. Hubo un organismo oficial que se llamaba la Sección Femenina, y que ensañaba a la mujer a ser ama de casa, descanso del guerrero y ángel del hogar. Esto lo explica muy bien Mary Nash en un libro que se titula Rojas. Esa pérdida la hemos arrastrado hasta hoy. La mujer tiene que mostrar su valía doblemente en cualquier campo, porque nuestra sociedad, la sociedad española, sigue siendo muy machista.

Fragmentos de Entrevista a Dulce Chacón extraídos de Revista Espéculo

© Santiago Velázquez Jordán 2002
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero22/dchacon.html














La novela, cuya lectura recomendamos fervorosamente,
fue transferida a lenguaje cinematográfico
después del fallecimiento de la autora.









jueves, 6 de junio de 2013

“El corazón nos corre a veces por todo el cuerpo, como si fuera un perro perseguido”- Federico García Lorca



5 de junio de 1878
El maleficio de la mariposa
(Primera obra escrita por el autor)

Comedia en dos actos y un prólogo

PERSONAJES:
DOÑA CURIANA
CURIANA NIGROMÁNTICA
CURIANITA SILVIA
DOÑA ORGULLOS, madre de Curianita Silvia
MARIPOSA
CURIANITO EL NENE, hijo de Doña Curiana
GUSANO PRIMERO
ALACRANCITO EL CORTAMIMBRES
GUSANO SEGUNDO
CURIANA CAMPESINA PRIMERA
GUSANO TERCERO
CURIANA CAMPESINA SEGUNDA
CURIANITA SANTA
OTRAS CURIANAS CAMPESINAS
CURIANAS GUARDIANAS


PRÓLOGO

Señores: La comedia que vais a escuchar es humilde e inquietante, comedia rota del que quiere arañar a la luna y se araña su corazón, El amor, lo mismo que pasa con sus burlas y sus fracasos por la vida del hombre, pasa en esta ocasión por una escondida pradera poblada de insectos donde hacía mucho tiempo era la vida apacible y serena. Los insectos estaban contentos, sólo se preocupaban de beber tranquilos las gotas de rocío y de educar a sus hijuelos en el santo temor de sus dioses. Se amaban por costumbre y sin preocupaciones. El amor pasaba de padres a hijos como una joya vieja y exquisita que recibiera el primer insecto de las manos de Dios. Con la misma tranquilidad y la certeza que el polen de las flores se entrega al viento, ellos se gozaban del amor bajo la hierba húmeda. Pero un día... hubo un insecto que quiso ir más allá del amor. Se prendó de una visión de algo que estaba muy lejos de su vida... Quizá leyó con mucha dificultad algún libro de versos que dejó abandonado sobre el musgo un poeta de los pocos que van al campo, y se envenenó con aquello de «yo te amo, mujer imposible». Por eso, yo os suplico a todos que no dejéis nunca libros de versos en las praderas, porque podéis causar mucha desolación entre los insectos. La poesía que pregunta por qué se corren las estrellas es muy dañina para las almas sin abrir... Inútil es deciros que el enamorado bichito se murió. ¡Y es que la Muerte se disfraza de Amor! ¡Cuántas veces el enorme esqueleto portador de la guadaña, que vemos pintado en los devocionarios, toma la forma de una mujer para engañarnos y abrirnos las puertas de su sombra! Parece que el niño Cupido duerme muchas veces en las cuencas vacías de su calavera. ¡En cuántas antiguas historietas, una flor, un beso o una mirada hacen el terrible oficio de puñal!

Un viejo silfo del bosque escapado de un libro del gran Shakespeare, que anda por los prados sosteniendo con unas muletas sus alas marchitas, contó al Poeta esta historia oculta en un anochecer de otoño, cuando se fueron los rebaños, y ahora el poeta os la repite envuelta en su propia melancolía. Pero antes de empezar quiero haceros el mismo ruego que a él le hizo el viejo silfo aquel anochecer de otoño, cuando se fueron los rebaños. ¿Por qué os causan repugnancias algunos insectos limpios y brillantes que se mueven graciosamente entre las hierbas? ¿Y por qué a vosotros los hombres, llenos de pecados y de vicios incurables, os inspiran asco los buenos gusanos que se pasean tranquilamente por la pradera y tomando el sol en la mañana tibia? ¿Qué motivo tenéis para despreciar lo ínfimo de la Naturaleza? Mientras que no améis profundamente a la piedra y al gusano no entraréis en el reino de Dios. También el viejo silfo le dijo al poeta : "Muy pronto llegará el reino de los animales y de las plantas; el hombre se olvida de su Creador, y el animal y la planta están muy cerca de su luz; di, poeta, a los hombres que el amor nace con la misma intensidad en todos los planos de la vida; que el mismo ritmo que tiene la hoja mecida por el aire tiene la estrella lejana, y que las mismas palabras que dice la fuente en la umbría las repite con el mismo tono el mar; dile al hombre que sea humilde, ¡todo es igual en la Naturaleza!". Y nada más habló el viejo silfo. Ahora, escuchar la comedia. Tal vez os riáis al oír hablar a estos insectos como hombrecitos, como adolescentes. Y si alguna honda lección sacáis de ella, id al bosque para darle las gracias al silfo de las muletas, un anochecer tranquilo, cuando se hayan marchado los rebaños.




Acto primero

La escena representa un prado verde y humilde bajo la sombra densa de un gran ciprés. Una veredita casi invisible borda sobre la hierba un ingenuo arabesco. Más allá del pradito, una pequeña charca rodeada de espléndidas azucenas y unas piedras azules... Es la hora casta del amanecer. Y todo el prado está cubierto de rocío. A la vera del camino se ven las madrigueras de los insectos como un minúsculo y fantástico pueblo de cuevas. De su casa sale Doña Curiana con un manojito de hierbas a guisa de escoba. Es una cucaracha viejísima, a la que falta una de sus patas, que perdió a consecuencia de un escobazo que le dieron en una casa donde se alojaba siendo todavía joven y reluciente. Los martillos formidables de la aurora ponen al rojo la plancha fría del horizonte.


ESCENA PRIMERA

Doña Curiana y la Curiana Nigromántica.

DOÑA CURIANA.(Asomándose al prado)
¡Mañana clara y serena!
Ya rompe el primer albor.

CURIANA NIGROMÁNTICA. (Con un cucurucho de estrellas y un manto de musgo seco.) Que Dios te bendiga, ¡oh vecina buena!

DOÑA CURIANA.
¿Dónde vais, señora, de rocío llena?

CURIANA NIGROMÁNTICA
Vengo de soñar que yo era una flor
Hundida en la hierba.

DOÑA CURIANA.
¿Cómo soñáis eso?

CURIANA NIGROMÁNTICA.
Sueño que las dulces gotas de rocío
Son labios de amores que me dejan besos
Y llenan de estrellas
Mi traje sombrío.

DOÑA CURIANA. (Regañona.)
Mas pensad, señora, que por la poesía...

CURIANA NIGROMÁNTICA. (Tristemente.)
¡Ay, doña Curiana, qué vais a decir!

DONA CURIANA.
Pudierais coger una pulmonía
Que hiciera pedazos su sabiduría.
Tendríamos todas
Mucho que sentir.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
Mi alma tiene gran tristeza, ¡vecina!
Me dijo ayer tarde una golondrina:
«Todas las estrellas se van a apagar».
Dios está dormido, y en el encinar
Vi una estrella roja toda temblorosa
Que se deshojaba como enorme rosa.
La vi perecer
Y sentí caer
En mi corazón
Un anochecer
. «Amigas cigarras, grité, ¿veis las estrellas?
«Un hada se ha muerto», respondieron ellas
Fui junto a los troncos del vicio encinar
Y vi muerta el hada del campo y del mar.

DOÑA CURIANA.
¿Quién la mataría?

CURIANA NIGROMÁNTICA
La mató el amor

DOÑA CURIANA
Mirad cómo quiebra el primer albor.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
¿Y vuestro buen hijo, cómo sigue?

DOÑA CURIANA.
Bien.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
Ayer le vi triste.

DOÑA CURIANA.
Lo noté también:
Anda enamorado.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
De Silvia quizá.

DOÑA CURIANA
Según él, es de algo ¡que nunca tendrá!

CURIANA NIGROMÁNTICA.
Va a ser un poeta, y no es nada extraño:
Su padre lo fue.

DOÑA CURIANA.
Un gran desengaño
Me llevé con él.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
¡Era un corazón!

DOÑA CURIANA.
¡Ay!, apaleaba mi caparazón.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
Pero conservaba siempre el troje lleno.

DOÑA CURIANA.
Mas eso no impide que fuera muy bueno.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
En fin, callaremos, yo mucho le amé.
¿Y esa pierna coja?

DOÑA CURIANA.
Anoche noté
El ruin dolorcillo que tanto me irrita.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
Poneos las hojas de una margarita;
Lavaos con rocío y no andéis; tomad
Estos polvos santos de cráneo de hormiga,
Tomadlos de noche con mastranzo.

DOÑA CURIANA.
Amiga,
Que el gran Cucaracho os pague en amor
Y que en vuestros sueños ¡os convierta en flor!
(Acariciadora)
Desechad tristeza y melancolías;
La vida es amable, tiene pocos días,
Y tan sólo ahora la hemos de gozar.

CURIANA NIGROMÁNTICA. (Como soñando.)
Todas las estrellas se van a apagar.

DOÑA CURIANA.
No penséis en eso, vecina doctora,
Mirad la alegría que nos trae la aurora.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
¡Ay, lo que yo vi junto al encinar!

DOÑA CURIANA.
No pensar en eso, ¡dos a acostar...

CURIANA NIGROMÁNTICA. (Volviendo a la realidad en una brusca transición.)
El prado está silencioso.
Ya parte el rocío a su cielo ignorado,
El viento rumoroso
Hasta nosotros llega perfumado.

DOÑA CURIANA.
¿También sois poeta, doctora vecina?
Nosotras, las pobres, con nuestra cocina
Tenemos bastante.

CURIANA NIGROMÁNTICA.
No seas vulgar.

DOÑA CURIANA. (Un poco disgustada.)
En mi clase todas sabemos cantar
Y chupar las flores. ¡Qué os habéis creído

CURIANA NIGROMÁNTICA.
Con razón te daba palos tu marido;
Cocina y poesía se pueden juntar,
Hasta luego, amiga, voy a descansar.

(Se va)

DOÑA CURIANA.
Que la luz os guíe.
Yo voy a barrer
mi puerta con brisa del amanecer.

(Se pone a barrer cantando)

Un gusanito me dijo
Ayer tarde su querer;
No lo quiero hasta que tenga
Dos alas y cuatro pies.




ESCENA II

Doña Curiana y Curianita Silvia

Por el lado izquierdo de la escena llega la Curianita Silvia, arrogante y madrugadora. Silvia, en su clase de insecto repugnante es encantadora; brilla como el azabache y sus patas son ágiles y delicadas. Es hija de Doña Orgullos, curiana que cuenta más de un año de edad, y es el mejor partido del pueblo. Trae una diminuta margarita a guisa de sombrilla, con la que juega graciosamente, y se toca de un modo delicioso con el caparazón dorado de una «teresica»

DOÑA CURIANA.
Madrugadora venís,.
Niña encantadora y bella.

CURIANITA SILVIA..
¿Niña me decís? Ha tiempo.
Que ya salí de la escuela.

DOÑA CURIANA..
¿Os molestáis porque os llamo .
Niña? Pues diré doncella .
o doncellita.

CURIANITA SILVIA. (Coquetonamente.).
No es eso.

DOÑA CURIANA..
¿Qué os pasa entonces?

CURIANITA SILVIA..
Tristezas..
Que estoy pasando.
Sin que nadie se dé cuenta.

DOÑA CURIANA.
Tan joven y ya tan triste.
¡Bueno que lo esté esa vieja
De la Nigromanta! Vos
Aún sois demasiado nueva
Y nada os falta en el mundo.

CURIANITA SILVIA. (Ingenuamente.)
No he visto más que esta tierra.

DOÑA CURIANA. (Pensativa.)
¿Os ha dicho la doctora
Que se apagan las estrellas
Porque se había muerto un hada
O no sé qué... lo que cuenta?

CURIANITA SILVIA.
Nada me dijo.

DOÑA CURIANA.
Entonces
¿Por qué tenéis la tristeza
Que os consume y os marchita?
De qué sufrís?

CURIANITA SILVIA.
¡Ay, abuela!
¿No tuvisteis corazón
Cuando joven? Si os dijera
Que soy toda un corazón...

DONA CURIANA. (En un arranque de indignación.)
Aquí sois todos poetas
Y mientras pensáis en eso
Descuidáis vuestras haciendas,
Tenéis vuestras casas sucias
Y sois unas deshonestas
Que dormís fuera de casa,
Sabe Dios con quién.

CURIANITA SILVIA.
Paciencia
Necesito para oírla.
Me insultáis.

DOÑA CURIANA.
No es que yo quiera
Insultarte, niña Silvia.
Es que me da mucha pena
Verte triste y desolada
Tan sin causa.

CURIANITA SILVIA.
Causa cierta
Tienen estos mis pesares.

DOÑA CURIANA. (Cariñosa.)
¿Puedo aliviártelos, nena?

CURIANITA SILVIA.
Mis pesares son tan hondos
Como la laguna aquella.

(Con angustia)

¿Dónde está el agua
Tranquila y fresca
Para que calme
Mi sed inquieta?

DOÑA CURIANA. (Asustada.)
Silvia, calmaos, por favor;
Sed juiciosa y sed serena.

CURIANITA SILVIA. (Soltando la margarita en el suelo.)
¿Por qué sendero
De la pradera
Me iré a otro mundo
Donde me quieran?

DOÑA CURIANA. (Enérgica.)
Esto es imposible, Silvia.
Os volvéis loca.

CURIANITA SILVIA.
Me queda
Mucho tiempo que llorar.
Yo me enterraré en la arena
A ver si un amante bueno
Con su amor me desentierra.

DOÑA CURIANA.
Estás muy enamorada,
Ya lo sé. Mas en mi época
Las jóvenes no pedíamos
Los novios a boca llena,
Ni hablábamos en parábolas
Como hablas tú. La vergüenza
Estaba más extendida
Que en estos tiempos. Se cuenta
De una curiana muy santa
Que permaneció soltera
Y vivió seis años. Yo
Dos meses tengo y soy vieja.
¡Todo por casarme! ¡Ay!

(Lagrimeando)

CURIANITA SILVIA. (Muy romántica.)
¡Amor, quién te conociera
Dicen que eres dulce y negro,
Negras tus alas pequeñas,
Negro tu caparazón
Como noche sin estrellas;
Tus ojos son de esmeraldas,
Tus patas son de violetas.

DOÑA CURIANA.
Estás más loca que un grillo
Que conocí allá en su cueva,
Que se las daba de listo,
De gran mago y de profeta.
Era un pobre desdichado;
A mí me dio una receta
Para curar el amor.

CURIANITA SILVIA. (Intrigada.)
¿Qué decía la receta?

DOÑA CURIANA.
Dese a los enamorados
Dos palos en la cabeza
Y no se los deje nunca
Tumbarse sobre las hierbas.

SILVIA.
Os chanceáis, señora.

DOÑA CURIANA.
Silvia, ¿y quién no se chancea
Viendo a una joven bonita
Cometer tantas simplezas?

CURIANITA SILVIA. (Aparte.)
Ella ignora que a su hijo
Es a quien amo.

DOÑA CURIANA.
Discreta
Sois sin embargo al hablar
De la causa que os apena.
¿Y dónde está vuestro amor?
¿Muy lejos?

CURIANITA SILVIA.
Está tan cerca
Que el aire me trae su aliento.

DOÑA CURIANA.
¡Es un mozo de la aldea!
Lo teníais bien oculto.
¿Y él os ama?

CURIANITA SILVIA.
Me detesta.

DOÑA CURIANA.
¡Cosa rara, vos sois rica!
En mi tiempo...

CURIANITA SILVIA.
La princesa
Que él aguarda no vendrá.

DOÑA CURIANA.
¿Qué tal es él?

CURIANITA SILVIA.
Me deleitan
Su cuerpo chico y sus ojos
Soñadores de poeta.
Tiene un lunar amarillo
Sobre su pata derecha,
Y amarillas son las puntas
Divinas de sus antenas.

DOÑA CURIANA.
¡Aparta! Es mi hijo.

CURIANITA SILVIA.
¡Yo le amo con locura!

DOÑA CURIANA (Como soñando.)
Ella es rica. ¡Qué torpeza
La de esta criatura rara!
¡Yo haré que la ame por fuerza!

(Compungida y fingiendo lo que no siente)

¡Ay cuánto debe sufrir!

(Aparte)

¡Tiene magníficas rentas!
¡Pobrecita de mis carnes!
¡Sangrecita de mis venas,
te casaré con mi hijo!

CURIANITA SILVIA. (Ruborizándose.)
Lo adivinasteis.

DOÑA CURIANA. (Abrasándola con ternura.)
Piensa
Que tengo ya muchos días
Y te adiviné la pena.

CURIANITA SILVIA.
¡Ay, qué dicha! ¡Qué alegría!

DOÑA CURIANA. (Mimosa en extremo.)
Límpiate esa cara tierna
Y deja tus lagrimitas
Al pie de esas azucenas.
Voy a llamar a mi hijo
para que te vea.

CURIANITA SILVIA.
Reina
Seré de este prado verde,
Pues tengo amor y riquezas.


Federico te invita a continuar la lectura de esta obra
en cualquiera de las muchas y completas bibliotecas de la web

La aurora


La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados:
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

De: Poeta en Nueva York



CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE


Yo no quiero más que una mano,
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano,
aunque pase mil noches sin lecho.
Sería un pálido lirio de cal,
sería una paloma amarrada a mi corazón,
sería el guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.
Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.
Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya, astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.

De: El Diván del Tamarit


Juana de Ibarbourou y Federico










martes, 4 de junio de 2013

La hora













Vestí mi mejor traje: pantalón y saco negro, camisa blanca impecablemente planchada y moño al tono. Lustré los zapatos hasta poder mirarme en ellos y partí.

“¿Quiénes estarán con ella?- Su madre, alguna amiga, sus hijos o tal vez ¡su esposo!”, conjeturaba mientras descendía  por la avenida hacia la ribera del río.

Descubrimos juntos aquel lugar. La belleza de la naturaleza se dibujaba en una frondosa vegetación donde se extendían numerosas filas de árboles. Ellos oficiaban como únicos testigos de nuestro amor. Jugábamos a las escondidas, cual dos niños. Caminábamos tomados de la mano durante horas, escuchando el canto de los pájaros y el viento que pegaba con fuerza en algunas ramas.
Callada, tímida, frágil, la sentía en los momentos en que estábamos juntos. Sus hermosos ojos color cielo transmitían algo que enternecieron las fibras más profundas de mi ser desde la primera vez que los vi.

Miré el reloj. Se acercaba la hora.

Allí, reíamos juntos tirando piedras al río, jugando a quién las enviaba más lejos y la prenda siempre se repetía: un beso, un abrazo… un te amo.

En mi reloj las agujas seguían girando como gira en este momento mi cabeza. Quizás no supe leer en sus ojos esa tristeza, esa incertidumbre que gritaba por ayuda. Quizás no supe entender su mirada de desesperación. En realidad, a mí me importaba solo el momento de nuestro encuentro. Allí me despojaba de todo y sentía que éramos el uno para el otro. Quizás actué enceguecido por la pasión. Egoístamente. Es que en el corazón de un hombre enamorado no hay interrogantes. Solo deseaba que el tiempo se detuviera para que cada encuentro resultara eterno.

Al fin, el reloj indicaba la hora, la hora exacta; tampoco había ya tiempo para dudas.
Emprendí el regreso rápidamente y al llegar a la esquina cruzaba el cortejo, la carroza colmada de flores. Una lágrima corrió por mi rostro pero alcancé a levantar la mano en un último adiós al amor.

“Nunca volveré a amar como lo hice: esperándote cada minuto de las horas del día para estrecharte en mis brazos”.  


Gladys Calvano


lunes, 3 de junio de 2013

"No se envilece lo que se ama"- Marqués de Sade

Donatien Alphonse François- Marqués de Sade
2 de junio de 1740
Militar, filósofo,
el más perseguido de los escritores "malditos",
por atreverse a desnudar la naturaleza humana
en una época de altas hipocresías.
"Algunos me tratan de loco, y hasta hay médicos que empiezan a relacionar mi nombre con algunas perversiones -así las llaman- sexuales. Nunca he entendido que haya límites en el sexo, que el cuerpo humano tenga otras fronteras que su piel y sus huesos. Limitar el sexo es un pensamiento carcelario, ponerle fronteras al placer es como intentar poner puertas al campo. El deseo es el motor del universo, el origen del hombre y su final, y nada podemos contra ello.

Yo también me dispongo a morir, aunque todavía no quiero, y me arrastro, empujo mi enorme cuerpo inflado vestido de harapos, y digo y proclamo que yo soy mi destino, que yo me lo he construido paso a paso, que he amado, leído y escrito sin cesar hasta hoy mismo, que he investigado porque el hombre es desgraciado, y que en la búsqueda del placer no me he detenido ante nada ni ante nadie. Y al final sigo creyendo que el culpable es Dios, mejor dicho, ya que no existe, es esa idea de un Dios que la desgracia de los hombres les empuja a fabricar. Y repito: Dios es el único error que no le puedo perdonar al hombre".


Varias veces recluido en prisiones y manicomios por la autoría de sus obras, acaba su vida pública en el hospital siquiátrico de Charenton. En este horrible lugar permanecerá hasta su muerte, en 1814. Pero antes de que llegase ese momento, aún tuvo tiempo de realizar una actividad curiosa: organizar representaciones de teatro con los enfermos del manicomio. M. Coulmier, director del centro, era un hombre activo que se esforzaba por mejorar las condiciones de los reclusos tanto como podía. La idea de organizar representaciones le pareció buena y así, el marqués se encontró llevando a la práctica una de sus mayores aficiones en uno de los lugares que menos hubiese imaginado. Sin embargo, la idea tiene éxito y mucha gente viene desde París para contemplar la nueva "terapia contra la locura". Una de estas personas, un joven llamado Armand de Rochefort, nos ha dejado un testimonio que nos permite tener una visión de Sade en sus últimos años y de la que sus contemporáneos tenían de él. Mientras asistía al espectáculo, tuvo la siguiente visión:
"A mi izquierda se sentó un anciano de cabeza baja y mirada de fuego. La cabellera blanca que le coronaba prestaba a su rostro un aire venerable que imponía respeto. Me habló varias veces con una elocuencia tan calurosa y una inteligencia tan variada que me inspiró mucha simpatía. Cuando nos levantamos de la mesa, pregunté a mi vecino de la derecha el nombre de este cordial caballero y me respondió que era el marqués de S***. Al oírlo me alejé de él con tanto terror como si me hubiera mordido la serpiente más venenosa. Sabía que este detestable anciano era el autor de una novela monstruosa en que estaban publicados todos los delirios del crimen en nombre del amor. Había leído este libro infame, que me había dejado la misma impresión de repugnancia producida por una ejecución en la place de Grève, pero ignoraba que un día vería a su creador admitido a la mesa del director de una institución pública."


Castillo de los Sade