16 de julio de 1943- Cuba |
Esta casa siempre ha sido un infierno. Antes de que todo el
mundo se muriera ya aquí solamente se hablaba de muertos y más muertos. Y
abuela era la primera en estar haciendo cruces en todos los rincones. Pero
cuando las cosas se pusieron malas de verdad fue cuando a Celestino le dio por
hacer poesías. ¡Pobre Celestino! Yo lo veo ahora, sentado sobre el quicio de la
sala y arrancándose los brazos.
¡Pobre Celestino! Escribiendo. Escribiendo sin cesar, hasta
en los respaldos de las libretas donde el abuelo anota las fechas en que
salieron preñadas las vacas. En las hojas de maguey y hasta en los lomos de las
yaguas, que los caballos no llegaron a tiempo para comérselas.
Escribiendo. Escribiendo. Y cuando no queda ni una hoja de
maguey por enmarañar. Ni el lomo de una yagua. Ni las libretas de anotaciones
del abuelo: Celestino comienza a escribir entonces en los troncos de las matas.
«Eso es mariconería», dijo mi madre cuando se enteró de la
escribidera de Celestino. Y ésa fue la primera vez que se tiró al pozo.
«Antes de tener un hijo así, prefiero la muerte.» Y el agua
del pozo subió de nivel.
¡Qué gorda era entonces mamá! Sí que era gorda. Y el agua,
al ella zambullirse, subía y subía. ¡Si tú hubieras visto!: yo fui corriendo al
pozo y pude lavarme las manos en el agua, y, sin inclinarme casi, bebí,
estirando un poco el cuello. Y luego empecé a beber utilizando las manos como
si fueran jarros. ¡Qué fresca y qué clara estaba el agua! A mí me encanta mojarme
las manos y beber en ellas. Igual que hacen los pájaros. Aunque claro, como los
pájaros no tienen manos, se la toman con el pico... ¿Y si tuvieran manos y
fuéramos nosotros los equivocados?... Yo no sé ni qué decir. Como las cosas en
esta casa andan tan mal: yo no sé, a la verdad, ni en qué pensar. Pero, de
todos modos, pienso. Pienso. Pienso... Y ya Celestino se me acerca de nuevo,
con todas las yaguas escritas bajo el brazo, y los lápices de carpintería
clavados en mitad del estómago.
-¡Celestino! ¡Celestino!
-¡El hijo de Carmelina se ha vuelto loco!
-¡Se ha vuelto loco! ¡Se ha vuelto loco!
-Está haciendo garabatos en los troncos de las matas.
-¡Está loco de remate!
-¡Qué vergüenza! ¡Dios mío! ¡A mí nada más me pasan estas
cosas!
-¡Qué vergüenza!
Fuimos al río. Las voces de los muchachos se fueron haciendo
cada vez más gritonas. A él lo sacaron del agua y le dijeron que se fuera a
bañar con las mujeres. Yo salí también detrás de Celestino y entonces los
muchachos me cogieron y me dieron ocho patadas contadas: cuatro en cada nalga.
Yo tenía deseos de llorar. Pero él lloró también por mí.
Y nos cogió la noche en mitad del potrero. Así, de pronto,
llega la noche en estos lugares. Cuando menos uno se lo imagina, nos sorprende.
Nos envuelve, y luego no se va. Casi nunca aquí amanece. Aunque, desde luego,
mucha gente dice que sale el sol. Yo también lo digo de vez en cuando. De vez
en cuando. De vez en cuando. De...
De: Celestino antes del alba en Antes que anochezca
Tusquets Editores
En los últimos años de su vida,
al descubrir que en la geografía no existe un lugar para él y, consciente de su
cuerpo indeseable, viejo y gastado por la enfermedad, Arenas se traslada al
espacio del texto para reclamarlo como su hábitat, su única posibilidad de
traspasar las fronteras geográficas y físicas. Para revivirse e inventarse
decide, a través de Antes que anochezca, regresar a la geografía del pasado
(Cuba) y a la historia de su cuerpo. Para el escritor cubano la literatura se
convierte en lo que Gilles Deleuze llama "una iniciativa de
salud"(1993), es decir, la invención de un tiempo y un espacio que falta.
Ante el vacío del propio cuerpo, confrontando en el exilio la fatiga y el
desprecio por un territorio completamente ajeno, el texto como recuperación del
pasado es intersticio donde oculta la decadencia del cuerpo.
De: Reinaldo Arenas: El exilio y el SIDA escritos sobre un
cuerpo - Margarita María Sánchez
En: https://pendientedemigracion.ucm.es
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