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2 de junio de 1840- Inglaterra Escritor y ayudante de arquitecto. |
El gamo ante la casa solitaria
Afuera,
en las tinieblas, alguien mira
a
través del cristal de la ventana
desde
la blanca sábana aterida.
Afuera,
en las tinieblas alguien mira
cómo,
en vela, aguardamos la mañana
junto
a la lumbre de la chimenea.
No alcanzamos a ver esos dos ojos
que
nos contemplan desde la intemperie
y
reproducen los destellos rojos
del
fuego. No advertimos esos ojos,
ojos
maravillados, rutilantes,
y
sus pasos furtivos, vacilantes.
El
acantilado de Beeny
Oh,
el zafiro y el ópalo de este errante mar de occidente,
y
una mujer en lo alto con el cabello al viento cabalga sonriente,
la
mujer que amé tanto y que me amó fielmente.
A
nuestros pies el rugido continuo y las lejanas olas de la mar
semejaban
un cielo inferior, engolfado en su propio palpitar,
mientras
reíamos alegres en aquel mes de marzo que no podré olvidar.
Una
pequeña nube nos ocultó, y brotó una lluvia irisada,
y
se tiñó el Atlántico de una imprecisa y leve pincelada,
luego
salió de nuevo el sol y de un tono purpúreo quedó la mar bañada.
En su profunda y abisal belleza aún el viejo Beeny ocupa bajo el
cielo su lugar,
pero
ella y yo el próximo mes de marzo no volveremos allí de nuevo a pasear,
ni
las dulces palabras que dijimos se volverán a escuchar.
Pues
aunque todavía la abisal belleza se alza en aquella agreste ribera de
occidente,
la
mujer, a la que el pony llevaba a paso de andadura está ahora ausente,
ya
no sabe de Beeny ni le importa y no volverá a reír jamás alegremente.
Después
Cuando
el Presente cierre sus puertas tras mi paso
y,
cual recién hilada seda, las tiernas rosas
de
mayo acune el viento, ¿dirá el vecino acaso:
“Era
de los que suelen apreciar estas cosas”?
Si
es al ocaso y cruza sobre el denso follaje,
como
en un parpadeo, un halcón por la umbría
y
se posa en la zarza que el viento arquease,
pensará
quien lo vea: “También él lo vería”
Si
en la noche oscura y tibia, de insectos poblada,
cuando
el erizo corre furtivo por el prado,
tal
vez alguien dijera: “Porque nadie dañara
a
estas pobres criaturas veló, y poco ha logrado”
Si
al oír que he partido, junto al umbral se quedan
contemplando
los astros en el cielo de invierno,
¿pensarán
los que ver mi rostro ya no puedan:
“Fue
alguien que meditó sobre el misterio eterno?
De: http://www.davidzuker.com
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