Es octubre o noviembre de
1980. Es otoño en California. Es jueves, entre las dos y las cuatro de la
tarde. En un aula calurosa de la Universidad de Berkeley, Julio Cortázar dicta
un curso de literatura de ocho clases. Sus alumnos estadounidenses y latinoamericanos
colman, los lunes entre las nueve y media de la mañana y el mediodía, el
escritorio en el que el autor recibe consultas, así que decide estar allí
también los viernes.
Esos alumnos son los que lo
escuchan decir: “Los quiero mucho y les doy las gracias” en su último
encuentro. A través de ponencias que define “improvisadas”, les habla sobre su
vida como escritor y sobre (su) literatura. Esas lecciones magistrales se
publican ahora en Clases de
Literatura (Alfaguara), que
compila trece horas de diálogo, de eso que el autor de Rayuela no llama curso sino “un contacto”.
“He pasado por tres etapas
bastante bien definidas: una primera etapa que llamaría estética (...), una
segunda etapa que llamaría metafísica y una tercera etapa, que llega hasta el
día de hoy, que podría llamar histórica”, sostuvo. Sobre el momento estético,
dijo: “Lo literario era fundamentalmente leer los mejores libros a los cuales
tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos en modelos
ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente
refinada (...) la actividad literaria valía para nosotros por la literatura
misma”. Jorge Luis Borges era el gran faro.
Pero los tiempos cambiaban: “Escribí un cuento muy largo, quizá el más
largo que he escrito, ‘El perseguidor’ (...), tiene algo que se convertía en
importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso”,
detalla Cortázar, y agrega: “Había
salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra (...) entré en eso que
con un poco de pedantería he calificado de etapa metafísica, es decir una
autoindagación lenta, difícil y muy primaria (...) sobre el hombre”.
“Ser un escritor latinoamericano –así se
autodefine Cortázar durante el curso– significaba fundamentalmente que había
que ser un latinoamericano escritor: había que invertir los términos y la
condición de latinoamericano (...) había que ponerla también en el trabajo
literario”.
De:
Instrucciones para escribir: un curso de Literatura dictado por Cortázar
En:
http://www.clarin.com
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