lunes, 23 de junio de 2014

"A buen entendedor, pocas palabras bastan", dice un refrán, muy oportuno si la intención es la de dedicar esta entrada a l@s Talleristas de Pasiones Literarias.


Es octubre o noviembre de 1980. Es otoño en California. Es jueves, entre las dos y las cuatro de la tarde. En un aula calurosa de la Universidad de Berkeley, Julio Cortázar dicta un curso de literatura de ocho clases. Sus alumnos estadounidenses y latinoamericanos colman, los lunes entre las nueve y media de la mañana y el mediodía, el escritorio en el que el autor recibe consultas, así que decide estar allí también los viernes.
Esos alumnos son los que lo escuchan decir: “Los quiero mucho y les doy las gracias” en su último encuentro. A través de ponencias que define “improvisadas”, les habla sobre su vida como escritor y sobre (su) literatura. Esas lecciones magistrales se publican ahora en Clases de Literatura (Alfaguara), que compila trece horas de diálogo, de eso que el autor de Rayuela no llama curso sino “un contacto”.

“He pasado por tres etapas bastante bien definidas: una primera etapa que llamaría estética (...), una segunda etapa que llamaría metafísica y una tercera etapa, que llega hasta el día de hoy, que podría llamar histórica”, sostuvo. Sobre el momento estético, dijo: “Lo literario era fundamentalmente leer los mejores libros a los cuales tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos en modelos ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente refinada (...) la actividad literaria valía para nosotros por la literatura misma”. Jorge Luis Borges era el gran faro.

Pero los tiempos cambiaban: “Escribí un cuento muy largo, quizá el más largo que he escrito, ‘El perseguidor’ (...), tiene algo que se convertía en importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso”, detalla Cortázar, y agrega: “Había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra (...) entré en eso que con un poco de pedantería he calificado de etapa metafísica, es decir una autoindagación lenta, difícil y muy primaria (...) sobre el hombre”.

“Ser un escritor latinoamericano –así se autodefine Cortázar durante el curso– significaba fundamentalmente que había que ser un latinoamericano escritor: había que invertir los términos y la condición de latinoamericano (...) había que ponerla también en el trabajo literario”.

De: Instrucciones para escribir: un curso de Literatura dictado por Cortázar
En: http://www.clarin.com



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