9 de mayo de 1938 - Belgrado Poeta. Profesor de Inglés. |
Guante perdido
He aquí un guante
negro de mujer.
Debe haber
significado algo.
Un considerado
extraño lo dejó
sobre el buzón rojo
de la esquina.
Por tres días el
cielo estuvo agitado,
luego, hoy día,
cayeron algunos copos de nieve
sobre el guante que
alguien,
en el intertanto,
había dado vuelta,
de modo que sus
dedos podían cerrarse
un poco... sin
formar un puño todavía.
Yo, en tanto,
esperé, con la noche que venía.
Algo me dijo que no
me moviera.
Aquí donde las
llamas se alzan de los tarros de basura,
y los sin casa
duermen de pie.
(De "Hotel
Insomnia", 1992)
Escena callejera
Un muchachito ciego
con un letrero de
papel
prendido en su
pecho.
Demasiado pequeño
para estar fuera
mendigando solo,
pero allí estaba.
Este extraño siglo
con sus matanzas de
inocentes,
su vuelo a la luna,
y ahora él
aguardándome
en una ciudad
extraña,
en una calle donde
me perdí.
Al oírme aproximar,
se sacó un juguete
de goma
de la boca
como para decir
algo,
pero no lo hizo.
Era una cabeza, la
cabeza de un muñeco,
muy mordisqueado,
la levantó para que
la viera.
Los dos sonrieron
con una mueca.
(De "Hotel
Insomnia", 1992)
En la Biblioteca
Para
Octavio
Hay un libro
llamado
"Diccionario
de Ángeles".
Nadie lo ha abierto
en cincuenta años,
lo sé, porque
cuando lo abrí
sus tapas
crujieron, las páginas
se derrumbaron.
Allí descubrí
que los ángeles
habían sido una vez tan numerosos
como especies de
moscas.
El cielo al ocaso
Solía estar espeso
de ellos.
Había que agitar
las manos
para mantenerlos
apartados.
Ahora el sol brilla
a través de las
altas ventanaaas.
La biblioteca es un
lugar apacible.
Ángeles y dioses se
apilaban
en libros oscuros
no abiertos.
El gran secreto
está
en algún estante
junto al cual la Srta. Jones
pasa todos los días
en sus rondas.
Ella es muy alta,
de modo que mantiene
su cabeza inclinada
como si escuchara.
Los libros están
susurrando.
Yo no oigo nada,
pero ella sí.
(De "Gods and
Devils", 1990)
La Gran Guerra
Jugábamos a la
guerra durante la guerra,
Margaret. Había
mucha demanda de soldados de juguete,
aquellos hechos de
arcilla.
Los de plomo los
habían convertido en balas, supongo.
¡Nunca se vio algo
tan bello
como aquellos
regimientos de arcilla! Solía tirarme al suelo
por horas
mirándolos a los ojos.
Recuerdo que me
miraban a su vez maravillados.
Cuán extraño deben
haberme sentido
parados tiesos en
atención
ante una enorme e
incomprensible criatura
con un bigote de
leche.
Con el tiempo se
quebraron o yo los quebré a propósito.
Había alambre en el
interior de sus piernas,
dentro de sus
pechos, ¡pero nada en las cabezas!
Margaret, me
aseguré.
Nada, ninguna cosa
en las cabezas...
Sólo un brazo, de
vez en cuando, el brazo de un oficial,
enarbolando un
sable en una grieta
del suelo de la
cocina de mi abuela sorda.
(De "Gods and
Devils", 1990)
De: rehue.csociales.uchile.cl
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