María Mercedes Carranza- Colombia 24 de mayo de 1945 |
EXTRAÑOS EN LA NOCHE
Nadie mira a nadie
de frente,
de norte a sur la
desconfianza, el recelo
entre sonrisas y
cuidadas cortesías.
Turbios el aire y
el miedo
en todos los
zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja
cae
como diluvio:
ciudad de mundo
que no conocerá la
alegría.
Olores blandos que
recuerdos parecen
tras tantos años
que en el aire están.
Ciudad a medio
hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha
que comienza a menstruar,
precaria, sin
belleza alguna.
Patios
decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras
todavía sirven chocolate;
patios de
inquilinato
en los que habitan
calcinados la mugre y el dolor.
En las calles
empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como
filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan
familiares como la muerte y el amor; estas
calles son el
laberinto que he de andar y desandar: todos los
pasos que al final
serán mi vida. Grises las paredes, los
árboles y de los
habitantes el aire de la frente a los pies. A
lo lejos el verde
existe, un verde metálico y sereno, un verde
Patinir de laguna o
río, y tras los cerros tal vez puede verse
el sol. La ciudad
que amo se parece demasiado a mi vida; nos
unen el cansancio y
el tedio de la convivencia pero también la
costumbre
irremplazable y el viento.
MALDICIÓN
Te perseguiré por
los siglos de los siglos.
No dejaré piedra
sin remover
Ni mis ojos
horizonte sin mirar.
Dondequiera que mi
voz hable
Llegará sin perdón
a tu oído
Y mis pasos estarán
siempre
Dentro del
laberinto que tracen los tuyos.
Se sucederán
millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los
muertos y volverán a morir
Y allí donde tú
estés:
Polvo, luna, nada,
te he de encontrar.
POEMA DEL DESAMOR
Ahora en la hora
del desamor
Y sin la rosada
levedad que da el deseo
Flotan sus pasos y
sus gestos.
Las sonrisas
sonámbulas, casi sin boca,
Aquellas palabras
que no fueron posibles,
Las preguntas que
sólo zumbaron como moscas
Y sus ojos, frío
pedazo de carne azul.
Días perdidos en
oficios de la imaginación,
Como las cartas
mentales al amanecer
O el recuerdo
preciso y casi cierto
De encuentros en
duermevela que fueron con nadie.
Los sueños, siempre
los sueños.
¡Qué sucia es la
luz de esta hora,
Qué turbia la
memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente
olvido!
De: http://www.todacolombia.com
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