11 de mayo de 1932- España Escritor y periodista. |
El hombre que se inventó las
pasiones
"Yo,
como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme". Esta gentil
declaración de Voltaire encierra, me parece a mí la más fina y sutil
interpretación de Cervantes. Porque don Quijote no está loco y Cervantes mucho
menos, eso lo sabemos desde el principio del libro. Don Quijote es hidalgo
cincuentón y soltero que, llegado a ese ápice de la vida, decide pegar el salto
cualitativo y cambiar la realidad de los libros por la irrealidad de la vida,
mucho más palpitante y vibrátil que lo meramente escrito. Don Quijote
principia, o casi, por hacer realidad una metáfora, los molinos que se parecen
a los gigantes, y arremete contra una realidad literaria que le desbarata, como
tantas otras le van a desbaratar a lo largo de su nuevo camino. Pero aprendamos
esto: que don Quijote nunca se enfrenta sino contra metáforas del vivir,
desface alegorías y yangüeses, o se reposa en unos duques, de modo que la
locura empieza con la realidad y no antes.
Voltaire
vio bien que el hombre en madurez o pega ese salto que digo o le coge ya la
postura a la vida, que es la muerte, y no dará más de sí. Don Quijote acierta
con ese momento en que se cambia de vida, de cabalgadura, de compañía -Sancho
Panza- de curas y bachilleres, de dueñas y sobrinas, del mismo sol en las
mismas bardas. Los libros que leía le estaban hurtando a la poesía de la acción
con la poesía poética y mala de la dicción. Así que incluso se inventa, entre
las pasiones militares y andantes, una nueva pasión amorosa. Es la primera
lección que Cervantes nos da en su libro. La vida tiene una segunda parte que
se correspondería con la tercera juventud de Aristóteles. Es él, Cervantes,
quien rompe con la mediocridad de su vida, pálidamente enaltecida de glorias
bélicas, para emprender un libro donde está su rabia por el mundo, su energía
al fin liberada al servicio de sí mismo, no ya la energía domeñada y servil del
alcabalero y otras suertes. Cervantes es irónico por anacrónico. Ha empezado
tarde su aventura y lo sabe. El Quijote no es el libro que vive sino la vida
que no ha vivido, y no nos pone a su personaje como ejemplo de nada ni
hidalguía de nadie, sino como caso singular de hombre que se decidió a pegar el
salto y ese salto quien lo pega es él mismo en figura de Quijote, e incluso se
lo hace pegar a un pobre borriquero hecho de perezas y conformidades, siendo
así que Sancho nunca pierde el sentido, ese inútil y pobre sentido común del
pueblo, pero tampoco pierde la ironía y la distancia para burlarse de su amo
con todos los respetos. Don Quijote entra en su nueva edad como un escándalo y
Sancho pasa todas las aduanas como un saco de centeno. Tenemos, entonces, el
salto desdoblado en tres. Cervantes que roba la fama con un libro, don Quijote
que toma por asalto la libertad del vivir más allá de la edad y la voluntad.
Sancho, que primero a regüeldo y luego a pleno pulmón, vive vida de caballero
andante sin haber leído tales libros. Es la primera rebelión española del
intelectual aburguesado, la primera revolución burguesa del hidalgo antecedente
y el primer motín del castellano pueblo, un motín de uno solo, Sancho, que vale
por todos los que vendrán. Aún hoy, y hoy más que nunca, el hombre que no hace
esa revolución interior, que no pega ese salto vecinal, será comido por el poder,
amortajado por lo establecido y muerto de asco (...).
Hay
tres razones para ser héroe, como diría Salvador Dalí. En Cervantes, estas
razones son el inventarse pasiones, la capacidad de ejercitarse contra el
tiempo y el haber roto con el compromiso burgués de la novela y de la vida. El
hombre que se inventa pasiones es tan héroe o más como el que las vive. El
hombre que se ejercita a diario, no sabemos si para la vida o para la muerte,
es el que quiere agotarlo todo aquí y, como decía Juan Ramón Jiménez, que la
muerte cuando llegue, sólo encuentre un pellejo vacío, porque nuestra sementera
humana la hemos esparcido fecundamente. Por aclarar un poco las cosas, diremos
que don Quijote, efectivamente, es un personaje de novela, pero donde veo yo al
hombre metafórico es en Cervantes, que nos da el nivel medio del hombre
español, siempre de santo laico, de héroe doblado o de comunero entre el
pueblo. Queremos a Cervantes no tanto por ilustre como por hombre medio que
roza irónicamente el fracaso para triunfar de la España oficial con su España
real (...).
De: http://elpais.com/diario
La tristeza
La tristeza ha
venido como un buque vacío,
la tristeza ha
encallado en mi pecho de piedra.
Me trae en sus
bodegas toda una vida vieja,
quintales de
nostalgia
y el whisky que he
bebido.
La tristeza ha
venido con faros apagados.
No sé de dónde viene
ni por qué me visita
yo mismo soy un
puerto donde para la noche
el mar, como
noviembre, va ya de retirada.
Somos un puerto
unánime,
puerto de tierra
adentro
donde llegan los
meses
como veleros
lánguidos.
La tristeza ha
venido
y me golpea
despacio
como el agua golpea
en los acantilados.
Soy un acantilado
de muertos
sucesivos
y estoy aquí
parado,
bajo una lluvia
fina,
junto al silencio
frío
del buque de
la pena.
¿Cuánto dura
noviembre, cuánto dura una vida,
cuánto durará un
hombre que tiene ya en el pecho
ese peso dormido de
los buques sin gente,
de los mares sin
luna, de los mortuorios días?
La soledad
Hablo de soledad
porque estoy solo.
Soledad es un pez
que nada el tiempo,
la soledad es una
puerta abierta
que da a puertas
abiertas
y vacías.
No es ausencia de
gente el estar solo.
Es ausencia de mí
entre la gente.
El que no está soy
yo,
y ellos no saben,
soledad es morirse
a cualquier hora
junto al museo de
los medicamentos.
Soledad es un agua que no hay,
un sol que se ha
dormido en los cristales,
silla que no hace
juego,
un hueco en la
memoria,
soledad es un
hombre solitario
que se acerca a
mirar las papeleras.
Hoy me he visto a
mí mismo,
fastuoso de
soledad, como un mendigo,
mirando una lejana
papelera
y sacando un
periódico del fondo,
que es el mismo que
lleva en el bolsillo,
porque lo sacó
ayer, y así por siempre.
De: http://pedrogollonet.blogcindario.com
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