Porque el lobo común, ése que carga la leyenda de feroz asesino, sólo
ataca para saciar el hambre, y su astucia se despliega entonces en el minucioso
reconocimiento de los ejemplares enfermos, viejos o débiles.
Así lo constató Farley Mowat, eminente naturalista y activista
ecológico canadiense, a partir de su convivencia con una manada durante dos
años, experiencia para la que fue contratado por el gobierno.
Mowat falleció a la edad de 92 años hace pocos días. Los defensores de
los animales amenazados por la incesante avaricia del capitalismo entronizado
en el planeta lo extrañaremos; los que seguimos creyendo en la literatura como
herramienta para la concientización, también: Farley fue un prolífico escritor
de ensayos y novelas, como “Never cry wolf”, convertida en película de gran
difusión.
El aire del Atlántico está envuelto en gemidos. No lo lloran las
sirenas ya incapturables; son las focas las que sollozan la pérdida del
entrañable amigo porque, por si no se sabe, los animales también son capaces de
sentir afecto. Palabra de Ciencia.
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