25 de abril de 1904 - España Filósofa y ensayista. Discípula de Ortega y Gasset |
María Zambrano: La poesía de la razón
(FRAGMENTO)
María
Zambrano es una de las grandes desconocidas de la historia del pensamiento
español. A menudo minusvalorada, su obra suele confundirse en su mezcla de
poesía y filosofía, y aquellos que por azar se acercan lo hacen del modo en el
que se va a un jardín para recolectar flores. En cambio, vista de más cerca, su
obra constituye uno de los intentos más admirables en lo relativo a aquello que
aquí se ha señalado como hilo conductor: el conflicto de una razón ensimismada
que ha olvidado una categoría fundamental sin la que ella no es nada, la vida.
La solución que propone Zambrano es la conocida como “razón poética”, un
concepto al cual es posible que el decir, tal y como lo ideó la pensadora
veleña, no pueda alcanzar. Intentemos al menos aproximarnos.
Una
filosofía genuina
El
destino de María Zambrano viene marcado por el hecho de la guerra civil
española, algo que le obligará a exiliarse en Europa y en América latina hasta
su regreso a España en 1984. Alumna de Ortega y Gasset, adaptará la crítica al
racionalismo de éste último, transportándola al horizonte que es para ella el
momento previo del ejercicio de la razón en donde se inserta su “razón
poética”. Se distinguen así tres periodos en su obra: una primera etapa de
formación donde se gesta la “razón poética”, una genealogía del exilio donde se
plantea la historia como problema y su última etapa marcada por el regreso a
España.
La
obra de María Zambrano puede responder a aquella máxima que Gilles Deleuze
enunciara como la misión de la
filosofía, es decir, el arte de la creación de conceptos, donde el concepto
siempre viene asociado a un problema concreto al cual intenta responder. En el caso de Zambrano se
trata del ya enunciado como “razón poética”, una razón que se inserta en la
vida. Dicho concepto intenta responder al impasse de la modernidad filosófica. Frente al sujeto
cartesiano, el yo es para Zambrano un
reconocimiento - y no un descubrimiento
como para Descartes - que prueba nuestra existencia y nos revela nuestra propia
naturaleza. Un reconocimiento que parte de la confrontación del individuo con
aquello que no es él en un acto activo donde el destino es una creación en la
confrontación.
Crítica
del racionalismo
Como
ya hemos venido señalando, la razón poética
se sitúa en un momento previo al ejercicio racional discursivo. Dicho
momento se constituye en la aurora de la razón, en donde se aceptan los límites
de lo humano y se reconoce el carácter incompleto de todo conocimiento, de ahí
que su pensamiento haya sido calificado de “filosofía Auroral”. Así, su obra De la aurora presenta ya los caracteres
de una crítica a la razón propia a la Modernidad filosófica, donde el ejercicio
de una razón poética que se proyecta insertada en la vida actúa en la penumbra;
un lugar entre la claridad de los dioses y la oscuridad de las bestias.
Frente
a una razón omnipotente María Zambrano reconoce un abismo de irracionalidad
indispensable al ejercicio discursivo. La racionalidad moderna se ha fundado en
la identidad y en la presencia, a lo cual nuestra pensadora opone la diferencia
y el reconocimiento de “lo otro” de la razón. Al sujeto cartesiano se le opone
el hombre-organismo que se construye partiendo de «la ruina del anhelo, de la
avidez, de la esperanza originaria». Zambrano propone un nuevo modo de
conocimiento que afronta “los infiernos del ser”.
La
razón poética
En
Filosofía y poesía Zambrano plantea las diferencias entre el filósofo y el
poeta: mientras que el primero se mueve en la espectralidad de los fantasmas,
el segundo es reconocido por su heroicidad. El poeta es el único capaz de
destruir los monstruos construidos por la razón. Es así que Zambrano reconoce
el carácter poético y literario de la filosofía española, las cual se expresa
raramente en forma de un sistema unitario, lo cual le permite conservar en ella
el carácter fluido propio a la vida.
Pero
sería erróneo considerar que Zambrano piensa en la “razón poética” como una
manera de decir poéticamente lo ya expresado por la filosofía. Como ya se ha
sugerido, la “razón poética” es el concepto que María Zambrano elabora para
superar la racionalidad moderna. La
razón poética responde al origen de poeio en griego en su doble acepción, a la
vez como intuición reveladora y como el medio de crear a través de la palabra.
Se intenta así la reconciliación entre razón y vida, planteándose el carácter
temporal de la razón poética insertada en el quicio de un presente laberíntico.
Más próxima de la experiencia intuitiva que de la fría reflexión racional, la
razón poética revela la apertura del futuro que plantean los peligros
presentes. El presente se sitúa de este modo como horizonte donde acechan los
peligros pasados.
La
razón poética plantea una inversión del platonismo. Se trata de la inversión
del célebre mito de la caverna. Para Zambrano la liberación de un mundo de
ficción no viene por la salida de la gruta como para Platón, sino que es la
caverna la ficción, pues el ser humano vive a la intemperie y en ocasiones
precisa de resguardarse en las necesarias ficciones.
Carlos
Benguigui. 05/2012. "María Zambrano : La poesía de la razón".
La
Clé des Langues (Lyon: ENS LYON/DGESCO). ISSN 2107-7029. Mis à jour le 14 mai 2012.
Consulté le 26 avril 2014
De: http://cle.ens-lyon.fr/espagnol/maria-zambrano-la-poesia-de-la-razon-152837.
En
la segunda mitad de la década del cuarenta, en su condición vagarosa de exiliada,
María Zambrano reside en Cuba. Allí siente latir su «memoria ancestral»
y define a Cuba, emocionada, como su «patria pre-natal». Los afines
se atraen, y a menudo se encuentran: su actividad intelectual la llevó a frecuentar
a los poetas del grupo «Orígenes» y a colaborar con cierta asiduidad
en su revista. Ya los poetas de este grupo habían recibido la influencia proveniente
de las lecturas de Ortega y Gasset y en María Zambrano veían la emisaria
creadora del maestro madrileño. Ella los ve, cautivada, como artesanos
artísticos en la función de «salvar el alma»; ellos la ven, deslumbrados como
la que llega y les revela la naturaleza de su anhelo de trascendencia.
«Es
en Cintio Vitier, Eliseo Diego, Octavio Smith, Fina García Marruz, donde de
modo en cada uno diferente vemos a la poesía cumplir una función que diríamos
de ‘salvar el alma’. No parece ninguno de ellos detenerse en la poesía
como en su modo de ser, quiero decir, que siendo poetas, no aparecen decididos
o detenidos en serlo.
(...)
Todos
los poetas de «Orígenes» en este tiempo se aíslan del proceso descrito
por Ortega y Gasset como «deshumanización de las masas», pero aquéllos
especialmente mencionados en el lúcido comentario de María Zambrano son
los que personalmente reivindican que «vivir es convivir», algo que, como apunta
Zambrano, está en el trasmundo de la idea orteguiana. «Vivir es convivir»
conduciría, sin mucho esfuerzo, a la caridad, otra palabra de la
gracia. Son
estos poetas, y Fina García Marruz «por añadidura», quienes con más profundidad
y lealtad «vivirán y convivirán». No
puede negarse la influencia que la filósofa, de «ojos tan resplandecientes
como su apasionado corazón» (Equil., 1987: VII), tuvo sobre los entonces jóvenes
—y ocultos— poetas cubanos. Creo que no es posible estudiar su momento
poético sin incursionar en la obra de la joven filósofa.
Marta
Eugenia Rodríguez Gómez
De:
http://arch1.cubaencuentro.com
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