sábado, 26 de abril de 2014

Sólo por la poesía y la filosofía se puede «rescatar la identidad del yo, del alguien en peligro de naufragio en la multiplicidad de los instantes, de la vida que fluye.» - María Zambrano

25 de abril de 1904 - España
Filósofa y ensayista. Discípula de Ortega y Gasset

María Zambrano: La poesía de la razón
(FRAGMENTO)


María Zambrano es una de las grandes desconocidas de la historia del pensamiento español. A menudo minusvalorada, su obra suele confundirse en su mezcla de poesía y filosofía, y aquellos que por azar se acercan lo hacen del modo en el que se va a un jardín para recolectar flores. En cambio, vista de más cerca, su obra constituye uno de los intentos más admirables en lo relativo a aquello que aquí se ha señalado como hilo conductor: el conflicto de una razón ensimismada que ha olvidado una categoría fundamental sin la que ella no es nada, la vida. La solución que propone Zambrano es la conocida como “razón poética”, un concepto al cual es posible que el decir, tal y como lo ideó la pensadora veleña, no pueda alcanzar. Intentemos al menos aproximarnos.

Una filosofía genuina

El destino de María Zambrano viene marcado por el hecho de la guerra civil española, algo que le obligará a exiliarse en Europa y en América latina hasta su regreso a España en 1984. Alumna de Ortega y Gasset, adaptará la crítica al racionalismo de éste último, transportándola al horizonte que es para ella el momento previo del ejercicio de la razón en donde se inserta su “razón poética”. Se distinguen así tres periodos en su obra: una primera etapa de formación donde se gesta la “razón poética”, una genealogía del exilio donde se plantea la historia como problema y su última etapa marcada por el regreso a España.

La obra de María Zambrano puede responder a aquella máxima que Gilles Deleuze enunciara como la  misión de la filosofía, es decir, el arte de la creación de conceptos, donde el concepto siempre viene asociado a un problema concreto al cual  intenta responder. En el caso de Zambrano se trata del ya enunciado como “razón poética”, una razón que se inserta en la vida. Dicho concepto intenta responder al impasse  de la modernidad filosófica. Frente al sujeto cartesiano, el  yo es para Zambrano un reconocimiento  - y no un descubrimiento como para Descartes - que prueba nuestra existencia y nos revela nuestra propia naturaleza. Un reconocimiento que parte de la confrontación del individuo con aquello que no es él en un acto activo donde el destino es una creación en la confrontación.

Crítica del racionalismo

Como ya hemos venido señalando, la razón poética  se sitúa en un momento previo al ejercicio racional discursivo. Dicho momento se constituye en la aurora de la razón, en donde se aceptan los límites de lo humano y se reconoce el carácter incompleto de todo conocimiento, de ahí que su pensamiento haya sido calificado de “filosofía Auroral”. Así, su obra De la aurora presenta ya los caracteres de una crítica a la razón propia a la Modernidad filosófica, donde el ejercicio de una razón poética que se proyecta insertada en la vida actúa en la penumbra; un lugar entre la claridad de los dioses y la oscuridad de las bestias.

Frente a una razón omnipotente María Zambrano reconoce un abismo de irracionalidad indispensable al ejercicio discursivo. La racionalidad moderna se ha fundado en la identidad y en la presencia, a lo cual nuestra pensadora opone la diferencia y el reconocimiento de “lo otro” de la razón. Al sujeto cartesiano se le opone el hombre-organismo que se construye partiendo de «la ruina del anhelo, de la avidez, de la esperanza originaria». Zambrano propone un nuevo modo de conocimiento que afronta “los infiernos del ser”.

La razón poética

En Filosofía y poesía Zambrano plantea las diferencias entre el filósofo y el poeta: mientras que el primero se mueve en la espectralidad de los fantasmas, el segundo es reconocido por su heroicidad. El poeta es el único capaz de destruir los monstruos construidos por la razón. Es así que Zambrano reconoce el carácter poético y literario de la filosofía española, las cual se expresa raramente en forma de un sistema unitario, lo cual le permite conservar en ella el carácter fluido propio a la vida.

Pero sería erróneo considerar que Zambrano piensa en la “razón poética” como una manera de decir poéticamente lo ya expresado por la filosofía. Como ya se ha sugerido, la “razón poética” es el concepto que María Zambrano elabora para superar la racionalidad moderna.  La razón poética responde al origen de poeio en griego en su doble acepción, a la vez como intuición reveladora y como el medio de crear a través de la palabra. Se intenta así la reconciliación entre razón y vida, planteándose el carácter temporal de la razón poética insertada en el quicio de un presente laberíntico. Más próxima de la experiencia intuitiva que de la fría reflexión racional, la razón poética revela la apertura del futuro que plantean los peligros presentes. El presente se sitúa de este modo como horizonte donde acechan los peligros pasados.

La razón poética plantea una inversión del platonismo. Se trata de la inversión del célebre mito de la caverna. Para Zambrano la liberación de un mundo de ficción no viene por la salida de la gruta como para Platón, sino que es la caverna la ficción, pues el ser humano vive a la intemperie y en ocasiones precisa de resguardarse en las necesarias ficciones.


Carlos Benguigui. 05/2012. "María Zambrano : La poesía de la razón".
La Clé des Langues (Lyon: ENS LYON/DGESCO). ISSN 2107-7029. Mis à jour le 14 mai 2012.
Consulté le 26 avril 2014

De: http://cle.ens-lyon.fr/espagnol/maria-zambrano-la-poesia-de-la-razon-152837.



En la segunda mitad de la década del cuarenta, en su condición vagarosa de exiliada, María Zambrano reside en Cuba. Allí siente latir su «memoria ancestral» y define a Cuba, emocionada, como su «patria pre-natal». Los afines se atraen, y a menudo se encuentran: su actividad intelectual la llevó a frecuentar a los poetas del grupo «Orígenes» y a colaborar con cierta asiduidad en su revista. Ya los poetas de este grupo habían recibido la influencia proveniente de las lecturas de Ortega y Gasset y en María Zambrano veían la emisaria creadora del maestro madrileño. Ella los ve, cautivada, como artesanos artísticos en la función de «salvar el alma»; ellos la ven, deslumbrados como la que llega y les revela la naturaleza de su anhelo de trascendencia.
«Es en Cintio Vitier, Eliseo Diego, Octavio Smith, Fina García Marruz, donde de modo en cada uno diferente vemos a la poesía cumplir una función que diríamos de ‘salvar el alma’. No parece ninguno de ellos detenerse en la poesía como en su modo de ser, quiero decir, que siendo poetas, no aparecen decididos o detenidos en serlo.

(...)
Todos los poetas de «Orígenes» en este tiempo se aíslan del proceso descrito por Ortega y Gasset como «deshumanización de las masas», pero aquéllos especialmente mencionados en el lúcido comentario de María Zambrano son los que personalmente reivindican que «vivir es convivir», algo que, como apunta Zambrano, está en el trasmundo de la idea orteguiana. «Vivir es convivir» conduciría, sin mucho esfuerzo, a la caridad, otra palabra de la gracia. Son estos poetas, y Fina García Marruz «por añadidura», quienes con más profundidad y lealtad «vivirán y convivirán». No puede negarse la influencia que la filósofa, de «ojos tan resplandecientes como su apasionado corazón» (Equil., 1987: VII), tuvo sobre los entonces jóvenes —y ocultos— poetas cubanos. Creo que no es posible estudiar su momento poético sin incursionar en la obra de la joven filósofa.

Marta Eugenia Rodríguez Gómez

De: http://arch1.cubaencuentro.com




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