jueves, 24 de abril de 2014

“Para mí fue un verdadero descubrimiento Halldor Laxness”- Juan Rulfo

Halldór Laxness
23 de abril de 1902- Islandia
Escritor y ensayista


Su fama internacional se debió ante todo a tres ciclos de novelas escritas en la década de los años treinta: Salka Valka (1931-1932), retrato de una madre y su hija, trabajadoras en una planta de salazón de anguilas, y la que me sirvió como introducción gracias a un viejo ejemplar que encontré en la entidad tibetana GER con la siguiente nota "Donatiu de Víctor Alba", y la nota de edición pone: Sudamericana, 1957; Gente independiente (1934-1935), en la que muestra los esfuerzos desesperados de un campesino pobre por ganar a los campos desertizados un espacio para sembrar, y La luz del mundo (1937-1940), gran ciclo novelesco en el que traza el perfil de un poeta proletario, consagrado al poeta campesino Olafur Kárason Ljosvikingur que prosigue en los tres títulos que la completan la cuatrología: El castillo del país del verano (1938), La casa del poeta (1939) y Belleza del cielo (1940).
En esta obra clave relata la vida del trovador de los mendigos, Olafur Karason Liosvikingur. El capitalista Pietur llamado en general "triple caballo" exige del poeta la total sumisión de sus creaciones a los intereses explotadores de Pietur. Olatur es un hombre débil y enfermo, pero al mismo tiempo un audaz espíritu rebelde. Durante mucho tiempo se contenta con arrastrar una vida mísera en un mundo propio, de justicia suya, creado por su fuerza imaginadora, pero por fin se rebela contra el despotismo de Pietur y con sus canciones llama al pueblo a la lucha.
Su experiencia está en la historia de la resistencia, cuando el movimiento nacional fue interrumpido para llegar a una acuerdo con las clases dominantes, deteniendo una revolución que ya estaba en marcha. Laxness describe que el director Pietur no obra con justicia respecto a las tareas sociales; el socialismo, representado por Orn Ulfar, ignora la cuestión nacional (cuyo símbolo en la novela es la belleza pasajera y paisajística de Islandia), el trovador mendigo Olafur, que por una parte adora a su patria y por otra siente como proletario, intenta adherirse a uno u otro bando, pero queda siempre descontento porque sólo una parte de su ser es satisfecho. El ideal que lo atrae desaparece una y otra vez como un elfo en la noche de verano. Esta es una literatura que vive por sí misma, y que no se ajusta para nada a los criterios de la propaganda.
Todas ellas criticaron la sociedad burguesa de su país desde un punto de vista socialista. Cierto que su literatura es lo menos parecido que pueda haber al llamado "realismo socialista", y la prensa de los países llamados socialistas le achacaban que los comunistas no estaban dibujados de una manera muy real. La respuesta es simple: ¿Cómo iban a estarlo? Viven, coma todas las demás figuras novelescas, en el espacio mágico: aquella Walkiria rubia bajo la bandera, con los pechos palpitantes y los cabellos al viento, había estado ya en los Nibelungos. Para el escritor, el comunismo no es otra cosa que la superficie imaginativa política de la proyectada luz del mundo, el sueño de una revolución que emancipara a los trabajadores y trajera más luz. Lo mismo de patriota que de socialista, Laxness está también descontento de la evolución de Islandia. Como su héroe Olafur, se siente irritado por las condiciones reales, como Olafur, busca salvación en el horizonte. Su creación ha nacido de este impulso: al mezclar Laxness la isla de hoy con el viejo mundo de las sagas, los hombres de hoy con los elfos, las brujas, los adivinos, que hacen transformaciones y realizan milagros, crea un espacio mágico con el que las realidades no pueden ya chocar. No es una casualidad que por la obra de Laxness cruce con tanta frecuencia el Joekel, la aleta de Islandia, el sitio santo, no terrestre ya, donde está guardado el Santo Graal, donde brilla la luz emancipadora del mundo.
El socialismo fue el prisma a través del que observó el mundo durante los años treinta y cuarenta. Fue un apasionado defensor de la Unión Soviética hasta que se produjo la invasión de Hungría en 1956. Ante tal situación, Laxness, un hombre de contrastes que se encuentran en el infinito: realista e idealista, nacionalista y socialista, poeta y político, apesadumbrado sobre la cuestión el 7 de noviembre de 1956 escribió: "El error que han cometido los soviéticos en Hungría es para mí, socialista islandés, motivo de una gran tristeza. Soy miembro del Consejo de la Paz Mundial. Nada está en mayor contraste con el movimiento de la paz mundial que la intervención armada de ejércitos extranjeros contra pequeños países. Si guardase silencio ante los acontecimientos de los últimos días en Hungría, me parece que no volvería a sentirme con derecho para protestar contra las acciones de ejércitos extranjeros en otros países."



Fragmentos de Literatura y Revolución
de Pepe Gutiérrez-Álvarez

en KaosenlaRed.net





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