28 de abril de 1923- La Habana, Cuba Poeta e investigadora literaria. Integrante de la Revista Orígenes. |
Y SIN EMBARGO SÉ QUE SON TINIEBLAS
Y sin embargo sé
que son tinieblas
las luces del hogar
a que me aferro,
me agarro a una
mampara, a un hondo hierro
y sin embargo sé
que son tinieblas.
Porque he visto una
playa que no olvido,
la mano de mi
madre, el interior de un coche,
comprendo los
sentidos de la noche,
porque he visto una
playa que no olvido.
Cuando de pronto el
mundo da ese acento
distinto, cobra una
intimidad exterior que sorprendo,
se oculta sin
callar, sin hablar se revela,
comprendo que es el
corazón extinto
de esos días
manchados de temblor venidero
la razón de mi paso
por la tierra.
AY, CUBA, CUBA...
Ay
Cuba, Cuba, esa musiquita ahora, de las entrañas, que conozco como un secreto
que fuera mío y no tuyo, tú que eres porque no te has conocido nunca, óyeme, no
te vayas detrás de esos extraños como una provinciana ilusionada por un actor
de paso que la deslumbra con trajes gastados de teatro, acuérdate de la portada
azul con lomerío atrás lejano, acuérdate del "mecido" como de cuna
sobre la hoja, y el "va y ven" que entra y sale como un mar del olor
del jazmín de noche, acuérdate de tu pulcro vestidito "de tarde": no
te vayas detrás de esos extraños, que cuando abras los ojos ya te habrán secado
el alma y demudado el rostro que yo amaba. Erguida, modesta, valiente ay!, no
serás nunca madre nuestra sino hija, Cuba, Cuba, loca mía, desvarío suave? Ay!,
pudiera yo protegerte cantándote tus propios sones de conocimiento "color
de arcano", pudiera protegerte con tu propia rapidez tu honda lentitud!
Pudiera decirte: no subas a esa alta montaña que tiene al pie todos los bienes
de la tierra rebrillando aciagos, tú que nada supiste poseer, secreta y sola
como alta palma, flor de desierto. Pudiera proteger los sones que me acunaron y
que ahora oigo como si faltara ya poco tiempo para que fueras a morir. Escapa,
escapa, pelota, pez, colibrí, escapa, a todas las posesiones, a todas las
certezas, a todas las negaciones, a todas las dudas, escapa, cefirillo, de la
nube negra al hondo azul. Azul es tu prestancia y lo azul tu secreto. Escapa,
como mirada de preso, al aire y al espacio tuyos! 0 salta, enloquece, búrlate,
"mi bien", son suave, piérdete, acomete, abeja, miel, sinsonte,
jilguerillo, a la sabana moteada, carmín, al "verdeclaro". Que no te toquen,
cuerpo glorioso, patria. Porque siempre fuiste "edén" de las primeras
miradas que te vieron, "edén" de la trova humilde, principio y fin,
paraíso: nada sino esto agarraste, nada sino esto entendiste, lejanía, nada
sino que no era esto sino otra cosa que no podías entender bien. Ensoñación
modesta, no te toquen. Yo sé que te vas y vuelves, vaivén! Que te meces y me
meces, cadencia! Que te vas "lejos, pero no muy lejos", aquí en el
allí. Yo sé que tus palmas no rindieron homenaje al Hijo sino a su Huida! Por
eso te pido ahora: reconoce! Regresa, Ave, con la Salutación!
SI MIS POEMAS
Si mis poemas todos
se perdiesen
la pequeña verdad
que en ellos brilla
permanecería igual
en alguna piedra gris
junto al agua, o en
una verde yerba.
Si los poemas todos
se perdiesen
el fuego seguiría
nombrándolos sin fin
limpios de toda
escoria, y la eterna poesía
volvería bramando,
otra vez, con las albas.
VISITACIONES
1
Cuando el tiempo ya
es ido, uno retorna
como a la casa de
la infancia, a algunos
días, rostros,
sucesos que supieron
recorrer el camino
de nuestro corazón.
Vuelven de nuevo
los cansados pasos
cada vez más
sencillos y más lentos,
al mismo día, el
mismo amigo, el mismo
viejo sol. Y
queremos contar la maravilla
ciega para los
otros, a nuestros ojos clara,
en donde la memoria
ha detenido
como un pintor, un
gesto de la mano,
una sonrisa, un
modo breve de saludar.
Pues poco a poco el
mundo se vuelve impenetrable,
los ojos no
comprenden, la mano ya no toca
el alimento
innombrable, lo real.
2
Uno vuelve a subir
las escaleras
de su casa perdida
(ya no llevan
a ningún sitio),
alguien nos llama
con una voz
querida, familiar.
Pero ya no hace
falta contestarle.
La voz sola nos
llama, suficiente,
cual si nada
pudiera hacerle daño,
en el pasillo
inmenso. Una lluvia
que no puede
mojarnos, no se cansa
de rodear un día
preferido.
Uno toca la puerta
de la casa
que le fue deparada
a nuestras manos
mortales, como un
tímido consuelo.
3
El que solía
visitarnos, el que era
de todos más amado,
suave vuelve
a la sala sencilla,
cada día
más real y más
leve, ya de humo.
¿Cuándo tocó la
puerta? No podemos
recordarlo. Estaba
allí, estaba!
Y no se irá jamás
ni puede irse.
No nos trae la
memoria las palabras
del adiós. Sólo
podrá volverse
por la puerta de un
ruido, de un llamado
de ese mundo que
borra, ignora y vence.
4
¿Qué caprichosa y
exquisita mano
trazó, eligió ese
gesto perdurable,
lo sacó de su nada,
como un dios,
para alumbrar por
siempre otra alegría?
¿Participabas tú
del dar eterno
que dejaste la mano
humilde llena
del tesoro? En su
feliz descuido
adolescente
¿derramaste el óleo?
¿Qué misterio fue
el tuyo, instante puro,
silencioso elegido
de los días?
Pues ellos van
tornándose borrosos
y tú te quedas como
estrella fija
con potencia mayor
de eternidad.
5
Y cuando el tiempo
torna impuro un rostro,
una vida que amamos
en su hora
cierta de dar, por
siempre más reales
que su verdad
presente, lo veremos
cuando lo rodeaba
aquella lumbre,
cuando el tiempo
era apenas un fragmento
de un cuerpo más
espléndido, invisible.
Todo hombre es el
guardián de algo perdido.
Algo que sólo él
sabe, sólo ha visto.
Y ese enterrado
mundo, ese misterio
de nuestra
juventud, lo defendemos
como una fantástica
esperanza.
6
Y lo real es lo que
aún no ha sido!
Toda apariencia es
una misteriosa
aparición. En la
rama de otoño
no acaba el fruto
sino en la velada
promesa de ser
siempre que su intacta
forma ofreció un
momento a nuestra dicha.
Pues toda plenitud
es la promesa
espléndida de la
muerte, y la visitación
del ángel en el
rostro del más joven
que todos sabíamos
que se iría antes
pues escogía el
Deseo su sonrisa nocturna.
7
A aquel vago
delirio de la sala
traías el portal
azul del pueblo
de tu niñez, en tu
silencio abríase
una lejana cena
misteriosa.
Cayó el espeso velo
de los ojos
y al que aguardó
toda la noche abrimos.
Partía el pan con
un manto de nieve.
Con las espaldas
del pastor huiste,
cuando volviste el
rostro era la noche,
todo había cambiado
y sin embargo
en la granja
dormían tranquilas las ovejas.
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